sábado, 24 de junio de 2017

Sigüenza, una vez más, protagonista

MARTÍNEZ TABOADA, Míriam, El misterio de la llave de oro, Toledo, La Autora / Ed. Cuarto Centenario, julio 2016, 119 pp. (Ilustraciones de Isidre Monés Pons) [ISBN: 978-84-945579-5-8].
Desde nuestro punto de vista, el libro que comentamos -dedicado a Juan Antonio, in memoriam, y a Pilar, Cronistas Oficiales de Sigüenza-, puede analizarse a través de dos puntos de vista fundamentales: por una parte su tamaño (22 x 21 cm.), que hace que se preste al empleo de un buen tipo de letra y tamaño adecuado a su lectura por personas de todas las edades (aunque al comienzo parece estar escrito para la grey infantil) y las maravillosas ilustraciones de Monés, realizadas con un gran amor hacia Sigüenza, -eso se nota a primera vista- y hacia la autora del cuento, si es que de esta forma puede ser denominado.
Viene, por lo tanto, a tratarse de una mezcla armónica de elementos diversos, como la historia seguntina, alguno de cuyos aspectos más sobresalientes de finales del siglo XV se analizan con motivo de las vísperas de la visita que llevarían a cabo los Reyes Católicos, así como de otras pinceladas referentes a su arte, especialmente representado por su propia catedral y el extraordinario púlpito de la Epístola, amén del coro encargado por el Gran Cardenal don Pedro González de Mendoza al tallista Rodrigo Alemán, a los que hay que añadir, sin lugar a dudas, esas otras manifestaciones que dan idea del vivir local, de las gentes que entonces poblaban Sigüenza, sus trabajos y ocupaciones, etcétera, que por doquier se dejan ver a lo largo de las casi ciento veinte páginas que lo conforman.
El lector, como decimos, va a encontrarse con un cuento como motivo principal, como eje de una historia que le irá atrayendo poco a poco y que, a lo través de su desarrollo, atractivamente misterioso, le irá conduciendo por la Sigüenza Medieval hasta la del Renacimiento (a la espera de que la plaza fuese terminada), totalmente amurallada, como en una especie de viaje en el que nada se deja por ver.
La historia es sencilla y se sitúa en los prolegómenos de un viaje programado por Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, a Sigüenza. Un viaje sabido de antemano para que diese suficiente tiempo como para acicalar convenientemente la ciudad mitrada, como así se puso de manifiesto el día 5 de noviembre de 1487, en que los reyes, entre vítores y aplausos, hicieron su entrada atravesando la puerta de Guadalajara, a la que entonces se llegada siguiendo el camino de la Vega, para una vez en el interior de la ciudad, ascender hasta la catedral, oír misa y agradecer al Señor el haber tenido un viaje, aunque cansado, sin contratiempos ni peligros, y subir después hasta el castillo-fortaleza en compañía del Gran Mendoza, Obispo y Señor de la Ciudad, en busca de un merecido descanso.
Tras una estancia breve, el rey Fernando parte nuevamente de viaje, aunque en esta ocasión su destino es Zaragoza. Mientras, la reina Isabel permanece en Sigüenza, momento oportuno en que el Cardenal, aportando sus peculios particulares, solicita de Alemán la talla de la sillería y del  púlpito arriba mencionado, que debía realizar en madera y con los escudos mendocinos entre las figuras de Santa Elena -como descubridora de la cruz en que clavaron a Cristo-, San Jorge alanceando al dragón -o sea, la representación medieval de la lucha entre el Bien, siempre vencedor, y el Mal- y Santa María “in Navicella”, al parecer, títulos del eclesiástico anfitrión.
Y si la historia es, más o menos, la hasta aquí mencionada, el cuento tiene como protagonistas a dos niños: Crispín y Martín, que son los que viven y conviven en directo con las gentes de la Sigüenza del momento, con judíos, moros y cristianos, eclesiásticos al servicio de la catedral, canteros y forjarios que en ella realizan sus trabajos cotidianos, médicos, albéitares, carniceros, albañiles y estudiantes pícaros y tabernarios, toda esa gente y mucha más, que participa “arrimando su hombro”, al engrandecimiento de una ciudad en constante cambio y evolución.
Todo ello, cuando aún se mantenía fresco entre los seguntinos el recuerdo, -ya que tan solo había transcurrido un año-, de la muerte -en la Acequía “Gorda” de Granada-, del tantas veces llorado don Martín Vázquez de Arce, “el Doncel”, mientras intentaba ayudar a su señor natural, el duque del Infantado.
Algo que, como profesora y seguntina, ambas cosas a la vez, según señala el Cronista Dr. Herrera Casado, no debía dejar pasar por alto su autora, Miriam Martínez, y recuerdo, a un mismo tiempo, que nos indica la dificultad existente a la hora de realizar una separación entre la Historia real que en el libro se recoge y el cuento, es decir, el mundo ideal que éste representa, porque, a todo lo hasta ahora visto y disfrutado, habría que añadir unas bellísimas descripciones del tramado urbano de la Ciudad, aspecto, tal vez, que se deba a la “participación” de Pilar, hermana de la autora, como autora de la “Introducción” del libro y cuya tesis doctoral trataba de este aspecto.
Algo que también incluye el libro son unos gráficos que ayudan al lector a situarse en el tiempo y en el espacio. Así, desde la fecha de la reconquista de Sigüenza se van datando los personajes que aparecen en el mismo. Un esquema cronológico que abarca desde 1124 hasta 1492. Sigue un plano de la Sigüenza de la época en el que figuran señalados los más importantes elementos urbanísticos: las puertas del Hierro, del Arquillo, del Portal Mayor, de la Cañadilla, del Portalejo, de los Perdones y la posible ubicación de las de Molina y de la Salida, las murallas de los siglos XII, XII-XIII y XIV, el Portillo, el Cubo del Peso, las iglesias de San Vicente y Santiago, la Catedral y el Castillo y la Casa de los Vázquez de Arce. Un glosario, diversas notas: histórica:
“Provenientes de Córdoba, los Reyes Católicos pasaron por Baides y llegaron a Sigüenza el 5 de noviembre de 1487. El día 7 se separaron los monarcas y Fernando el Católico, por Fuencaliente, Medinaceli, Arcos, Huerta, Monreal y Ariza, viaja a Zaragoza donde llega el 9 de noviembre. La reina por su parte permaneció en Sigüenza hasta el 14 de noviembre en que hizo el mismo recorrido que su esposo, llegando a Calatayud el día 15. En Sigüenza la reina celebró Consejo Real los días y, 9 y 10 de noviembre de 1487.”
[Rumeu de Armas, A.: Itinerario de los Reyes Católicos 1474-1516, Madrid, p. 155. Citado por D. Pedro Olea Álvarez en su opúsculo El Rey en Sigüenza. Visitas reales a su obispado desde Alfonso VI a Felipe II, Ediciones de Librería Rayuela, Sigüenza, 1999],
gráfica: sobre Carlos Aragón Menéndez y su técnica de diseño e ilustrativa, acerca de Isidre Monés Pons y la suya de dibujo, más una dedicatoria a su hermana Pilar y una serie de “Agradecimientos” completan en texto.
En fin, un hermoso libro de fácil y amena lectura, recomendable fundamentalmente a cuantas adultos deseen conocer los entresijos de la Sigüenza de finales del siglo XV. Un libro para disfrutar de su contenido y para fijar la pupila en sus ilustraciones.
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