lunes, 23 de enero de 2012

La obra clásica de Orueta



Muertos y bien muertos, en estatua

Es este un libro que todos los aficionados al arte español deberían tener (porque es un clásico) pero he de confesar que yo creo que a la mayoría de ellos les iba a decir muy poco. O muy poco nuevo. Porque la obra que planteó Orueta sobre la escultura funeraria en España, partió con las ínfulas noventayochistas de exaltar la gran cultura hispánica (reflejada en los rostros de los muertos, ahí es nada) pero al final se quedó en unos etéreos y literarios comentarios acerca de las impresiones estéticas que unas y otras figuras de venerables cadáveres le surgían al mirarlos.
Fue Ricardo de Orueta un vasco que anduvo por Madrid, muy culto y preparado, viajero incansable, y fotógrafo, en los inicios del siglo XX, que se planteó hacer una gran obra: nada menos que el gran Catálogo de los enterramientos artísticos antiguos. Y hacer de todos y cada uno de ellos un estudio pormenorizado, acerca del autor, la época, el personaje, el estilo, la novedad en su contexto, etc. Con esta intención se lanzó a la planicie castellana y empezó a recoger material. En 1923 tenía anotados y fotografiados todos los monumentos funerarios de las provincias de Guadalajara, Cuenca y Ciudad Real. Y con ellos se lanzó a su edición y apareció ese libro que aquí comentamos: “La escultura funeraria en España. Provincias de Ciudad Real, Cuenca y Guadalajara”. Seguí trabajando sobre todo lo de Toledo, inmenso arsenal que le llevó varios años, y había empezado con Madrid y con Segovia. En esto le llegó la muerte, violenta, en los primeros meses de la Guerra Civil.

El libro que comentamos tuvo un gran éxito, estaba muy en onda con la época, con los años veinte, y se agotó de tal modo que llegó a ser una rareza. En esto que, muchos años después, concretamente en el 2000, llegó la editorial AACHE, de Guadalajara, y se propuso inaugurar una nueva colección de libros de arte con características de lujo, el “Proyecto Lucena”, poniendo como número uno de ella esta gran obra de Ricardo de Orueta. Y salió un libro perfecto, de tamaño 17 x 24 cms., encuadernado en tela con grabados al oro, papel couché de alto gramaje, y cientos de fotografías en duotono pardo impresas. Una verdadera maravilla editorial que, sin embargo, no fue prácticamente apreciada en la Región de Castilla La Mancha, cuya es su temática. Sí fuera, y así por ejemplo en Madrid, Barcelona, Sevilla y otros centros cultos del país ha tenido amplia repercusión la reedición del Orueta por Aache.
Entre las figuras que el historiador del arte analiza, revela su máxima importancia la escultura mortuoria de Martín Vázquez de Arce, el Doncel, al que decia muchas páginas y excelentes fotografías. Una de las curiosidades de esta obra es el estudio (que se hace por primera y última vez, pues poco después desapareció para siempre) de la estatua funeraria de doña Mayor Guillén de Guzmán, señora de Cifuentes y de la Hoya del Infantado, y que se conservaba (allí la estudió, la contempló, la analizó y la fotografió Orueta) en el convento de monjas clarisas de Alcocer. Es estupendo también el estudio que hace de los enterramientos del primer conde de Tendilla y del Adelantado de Cazorla, entonces existentes, intactos, en la iglesia de San Ginés de Guadalajara. Sobre ellos pasó luego la antorcha de la revolución iconoclasta en julio de 1936 y solo quedaron mutilados trozos de alabastro. También estudia con detalle, y admiración, el grupo de don Francisco de Eraso y doña Mariana de Peralta, entonces (como hoy, finalmente) en la iglesia de Mohernando.
En definitiva, y por no extenderme demasiado en la consideración de este libro, al que se cataloga con entusiasmo, pues no puede ser de otra manera, por su elegante presentación, la belleza de sus imágenes, y también, aunque menos, por lo interesante de su texto, solo resta recomendar a mis lectores que le echen un vistazo, porque seguro que van a descubrir alguna cosa nueva, al menos en relación con el patrimonio, en gran parte desaparecido, de la provincia de Guadalajara.

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