Jadraque, mirando atrás. Excmo. Ayuntamiento de
Jadraque, 2010, 288 pp. (Programa “Legados de la Tierra”).
Tanto el tamaño del libro, el clásico 17 x 24, como su
contenido -eminentemente fotográfico-, aunque en esta ocasión trufado de
interesantes comentarios, contribuyen a hacer de este libro una pieza especial,
distinta a tantos otros libros editados gracias al mismo proyecto de la Junta
de Comunidades de Castilla-La Mancha que son o fueron los “Legados de la
Tierra”.
Comentarios jugosos las más de las veces, que dan
idea al lector actual de aspectos que podrían ser considerados rancios, no solo
por el color de la fotografía, sino también por formar parte de un pasado no
muy alejado todavía, pero que se nos antoja remoto, pues tal es la velocidad
con que algunos pueblos han cambiado su forma de vivir.
Tras los consabidos saludos de la por entonces
Consejera de Cultura, Turismo y Artesanía, Marisol
Herrero; del Alcalde de Jadraque, Alberto
Domínguez Luis, y de la Concejala de Cultura de su Ayuntamiento, María Cruz Serrano Barahona, una
valiosa “Introducción” sirve -ya lo dice la palabra- de intróito o pórtico de
entrada a lo que el lector puede ver y leer; más lo primero que lo segundo,
aunque lo segundo sea tan importante como lo primero, ya que nunca vino tan mal
aquel dicho de “Mas vale una imagen que mil palabras”, con el que nunca hemos
estado de acuerdo, puesto que si a la imagen, a una “buena” imagen, se le
añaden las palabras justas y necesarias, no cabe duda de que se acrecentará el
valor de sus contenidos y, en este caso, de los de este libro en concreto que
tanto dice a favor de Jadraque y de quienes han visto a través de él una buena
forma de hacer cultura mediante la participación directa de sus propios vecinos
que, al fin y al cabo, han sido los que mayoritariamente han cedido sus
fotografías, rescatándolas de aquella vieja lata de carne de membrillo -de
Puente Genil- que apenas si se sacaba en contadas ocasiones del fondo del baúl
o del armario del dormitorio de los abuelos.
Comentarios que la coordinadora de la obra, Marta Andrés González, ha dividido en
cuatro grandes apartados que ha titulado “Rincones”, “Ferias y Fiestas”,
“Gentes” y “Más Cerca” y que seguidamente veremos con la natural parsimonia que
el tema requiere, puesto que a través de esos cuatro puntos de vista es más
fácil conseguir el mejor retrato de la evolución sufrida por Jadraque a lo
largo de casi un siglo.
Hechos significativos, sucesos, avatares, cambios y
transformaciones, de los que en muchas ocasiones hemos sido testigos
presenciales, pero también de aquellos otros que hemos vivido sin apenas darnos
cuenta y han quedado como recuerdo perdurable.
La huella que deja para la posteridad una colección
como la que se recoge en “Jadraque, mirando atrás”, formada por más de cuatrocientas
piezas, algunas fechadas a últimos del siglo XIX que, dicho sea de paso, una
vez seleccionadas, pudieron verse expuestas en varias muestras celebradas en
los salones de la Fundación “Perlado Verdugo”.
Fotografías, como todos los jadraqueños saben, que en
muchos casos se prestan al comentario sencillo y desenfadado de los que conocen
o conocieron a quienes en ellas aparecen; en otros casos, no; aunque siempre
aparecerá en la foto tal o cual cosa que “hable” de cómo eran las fiestas de
antaño o de cómo iba vestido el Cristo en las procesiones; del empedrado de las calles o de la forma de
vestir de los que, en muchos casos, son sus propietarios, es decir, de quienes
las han cedido tan gentilmente para que todos puedan participar de ese
contenido al que nos venimos refiriendo, además, claro está, de alguna que otra
colección fotográfica como la que el recordado don Andrés Pérez Arribas legó en
su libro “Historia de Jadraque y su tierra”, o como la que de don José María
Bris incluyó en su monumental y exhaustivo “Libro de Jadraque”, amén de otras
contenidas en la página web municipal (www.jadraque.org) y en el Archivo
Parroquial.
Pese a todo, este libro, que podría ser considerado
como de contenido meramente “histórico”, ha querido verse más bien desde su
contenido “etnográfico”, como más cercano a la cultura tradicional, al sentir
que los propios jadraqueños tienen de sus costumbres más rancias y arraigadas,
como documentación de una época que se ha vivido de forma cotidiana, lenta e
inevitable, y ahora se recuerda con nostalgia.
Y, en fin, también como homenaje a los mayores que,
con tanta paciencia, han ofrecido sus conocimientos y sus recuerdos, para así
poder construir este magnífico y atrayente tinglado de fotos y comentarios que
es “Jadraque, mirando atrás”.
El primer apartado, “Rincones”, abarca las páginas 9
a 70 y en él puede verse una larga serie de fotografías relacionadas,
principalmente, con el paisaje geográfico y urbano de Jadraque, destacando las
numerosas fuentes que, tanto antes como ahora, se mantienen, como las de la
Rosa -conocida popularmente como la del Piojo-, la Tinaja, la Tijera, la del
Peaje, tan unida al desarrollo de los mercados, y junto a la que los
guarnicioneros instalaban sus puestos de venta. Es significativo poder ver, hoy,
a las mujeres llenando sus cántaros y botijos.
Hay fotos que llaman la atención al lector actual,
por ejemplo esa de 1890 que representa una casa con escudo nobiliario ubicada
entre las calles Mayor Baja y Villaseñor, con la tienda de tejidos de Julián
Magro, o la de la calle Paraíso, realizada por el estudio fotográfico Alsina,
de Madrid, además de otras más conocidas debidas a Camarillo. De rancio sabor
son la del jardín de los hermanos Perlado Verdugo y las de la finca de la
Romagosa.
Pero son muchas más las que habría que destacar:
algunas panorámicas que dan idea de cómo ha ido creciendo el pueblo, otras de
la casa de ayuntamiento, las más modernas del centro de salud, del parque y de
la plaza de toros, la gasolinera, el desdoblamiento de la vía del ferrocarril
(de 1960), así como las de la iglesia y la ermita con algunas de sus obras de
arte más destacadas y significativas: el retablo y el lienzo de Zurbarán,
además del castillo del Cid, seña de identidad de Jadraque en todos los
tiempos.
Por su interés humano, vivencial, antropológico si
se quiere, destacaríamos las fotografías de los talleres, comercios, bares y
tabernas, donde se mezcla un mundo cálido y atrayente hoy totalmente
inexistente.
El segundo capítulo o apartado, “Ferias y Fiestas”,
que ocupa las páginas 71 a 154, es igualmente amplio y quizás tenga la mayor
importancia desde un punto de vista etnográfico, puesto que constituye en sí
mismo un completísimo álbum de capital importancia para el conocimiento de
numerosas manifestaciones festivas, desde las que llevaba a cabo aquella
Sociedad denominada “La Benéfica”, hasta los mercados del Peaje, en los años
20; las ferias de San Mateo; los toros en la plaza, con las talanqueras
debidamente montadas, los encierros y las charlotadas que las familias podían
ver desde sus correspondientes andamios.
Y los días alegres de carnaval con la juventud en
danza, con sus disfraces, que luego se prolongaban con otros disfraces más
“serios” en la cabalgata de los Reyes Magos y los Belenes Vivientes, ilusión de
los más pequeños que también tienen su parte fotográfica a través de las
Primeras Comuniones y su posterior participación en las procesiones del día del
Corpus Christi.
No podían faltar algunas muestras de las procesiones
que, con motivo de la visita de la Virgen de Fátima, se realizaron en tantos
pueblos de nuestra provincia. Por cierto que en una de ellas, en la página 149,
aparece el yunquerano Morales que, por fortuna, tantas fiestas y actos sociales
recogió para la posteridad en gran parte de la provincia.
La Semana Santa también está bien representada y
destacamos aquí la fotografía de la página 153, anterior a 1936, una de las más
antiguas en que puede verse al Cristo de la Cruz Acuestas y al Cirineo a la
puerta de su ermita.
Otras fotografías destacables son “Preparados para
el Carnaval” (1910); “Jadraque en Ferias” (de principios del siglo XX); “Cuesta
de San Antón en día de Feria” (años 20); las tres de los puestos de collerones
y guarnicionería (años 40 y 50), en las páginas 82-83, y “El Peaje durante la
Feria de San Mateo” (años 20), que nos hablan de un pueblo pujante, trabajador
y divertido a un tiempo.
El tercer apartado, “Gentes”, es el más extenso y el
que mayor cantidad de documentos fotográficos contiene (páginas 155 a 256),
aunque quizá sus fotografías tengan menos valor “fotográfico” (que no
sentimental), puesto que sus fotografías son las tradicionales: grupos de
colegiales, colegiales aisladamente, los “quintos”, grupos de amigos, familias,
soldados, faenas agrícolas (especialmente, las labores en la era),
representaciones teatrales y grupos de música, que hemos visto en tantos otros
lugares. Sin embargo, hay entre ellas una cantidad nada despreciable, que sí
tienen ese interés que buscamos: la “Merienda en la huerta de Ochaíta” (1902);
las más antiguas de los grupos de colegiales acompañando al maestro, fechadas
en los años 1900, 1905 y años 20; los desfiles militares; la de la romería de
Valbuena, de 1944; las dos de la Ronda de Nochebuena; la de los músicos
jadraqueños que acompañan a los danzantes de San Acacio en Utande; el carruaje
de viajeros; las del “Tío Mazantini”, y tantas otras que, además, contribuyen
al conocimiento de la intrahistoria de Jadraque, que es la de sus gentes.
El cuarto y último apartado es el más corto, páginas
257 a 287, y lleva por título “Más cerca”.
Todas sus fotografías son en color y nos hablan del
desarrollo llevado a cabo por Jadraque, así como algunas de sus más destacadas
actividades políticas y culturales realizadas desde los años setenta aproximadamente:
el replanteo de la Plaza Mayor; el Día de la Provincia y el Homenaje a José
Antonio Ochaíta; la inauguración del Instituto y de las piscinas; los triunfos
del equipo de fútbol local; la comida de San Cristóbal y las fiestas de Santa
Águeda, de San Antón y de las Migas; las peñas, comisiones, elecciones de Reina
y Damas de Honor y sus desfiles en las fiestas patronales; las cenas
medievales, actuaciones de la rondalla de y de los grupos de baile en el
castillo; la inauguración de la Feria Agroindustrial y de Desarrollo Rural
(FAGRI) que se mantuvo los años 1999 a 2007 y, como colofón, tanto en verano
como invierno: el Castillo visto desde distintos lugares.
Así que, después de haber saboreado lentamente cada
una de las imágenes de este libro, podemos llegar a la misma conclusión que
llegaron Marisol Herrero, al decir que
“La mirada nostálgica con la que comienza la visión de este libro se convierte,
según se avanza en su lectura, en una sonrisa esbozada con curiosidad y
recuerdos...”, que Alberto Domínguez:
“Las páginas que ahora tenemos en nuestras manos nos permiten rendir un sincero
homenaje a todos los jadraqueños y muy especialmente a los que ya no están y
contribuyeron, desde puestos de responsabilidad o desde la sencilla discreción
como vecinos y gentes de bien, a convertir Jadraque y a todos nosotros en lo
que hoy somos...” y que Maricruz Serrano cuando recuerda que “Estas páginas están llenas de testimonios
y vivencias, de recuerdos y añoranzas, pero también de sincero afecto y
profundo respeto hacia quienes en ellas están reflejados...”.
Y también a asegurar que este libro es una mirada al
mañana, con ilusión y amplitud de miras, puesto que con él, a través de él, se
da a conocer la historia pasada de Jadraque y los jadraqueños que la hicieron
posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión sobre este libro nos interesa. Escríbela aquí.