viernes, 16 de diciembre de 2011

San Valentín, de Molina de Aragón


RUIZ CLAVO, Ángel y AZPICUETA RUIZ, Santiago, Reseña histórica del cuerpo de San Valentín Mártir donado por la marquesa de Villel a Molina de Aragón, Valencia, Los Autores, 2011, 62 pp.

Consta el libro que comentamos de un prólogo -“del profesor a su antiguo alumno”- escrito por Felipe Peces Rata, canónigo-archivero de la catedral de Sigüenza; una serie de agradecimientos, (que no figuran en el índice); una cronología de tres páginas, de los trámites que siguió la donación de la reliquia, y dos partes: la primera es la “Crónica de la donación, traslado y exposición del cuerpo de San Valentín Mártir” y, la segunda, un “Éxplicit o comentario” de la anterior.
Una obra sencilla e interesante, de un tema quizá un tanto árido que, por virtud de la pluma de Ruiz Clavo, resulta más amena de lo que cabría suponer, puesto que “con ágil cálamo, ha sabido dar vida con sus verdaderos tonos y matices a San Valentín mártir el joven”, como, con gran acierto, señala su prologuista.
La “Cronología” da comienzo el año 1784, fecha del matrimonio de la V marquesa de Villel -doña Bernardina Taverner y González de la Cámara Funes- con don Juan Antonio de Fivaller y Bru, y concluye muchos años más tarde, el 20 de diciembre de 1858, con la resolución del cardenal don Francisco de Paula Benavides y Navarrete, obispo de Sigüenza, sobre las llaves de la urna y cepillo del santo, así como de otros asuntos que se especifican con todo detalle en la primera de las partes mencionadas.

El hecho, que se describe paso a paso, comenzó el día 29 de octubre de 1849, cuando don Juan Antonio de Fillaver y Taberner, VII marqués de Villel, comunica al cabildo de curas y beneficiados de Molina, la noticia de que su madre había legado a dicha corporación el cuerpo de san Valentín, y que lo pondría a su disposición en Valencia o en Zaragoza -preferentemente en esta última ciudad-, noticia que los molineses acogen con el natural agradecimiento hacia sus benefactores. El cabildo, mientras tanto, y dada la importancia de la donación, decide dar parte al obispo de la diócesis -por entonces Sigüenza- con el fin de poder contar con su presencia en el momento del traslado definitivo de tan preciada reliquia.
Pero como las “cosas de palacio van despacio”, el abad de dicho cabildo no comunica al marqués la recepción del cuerpo hasta el 20 de noviembre siguiente, al tiempo que le agradece su donación y le participa su aceptación con condición impuesta de una misa por el alma de su madre, esposa e hijos, solicitando de su amabilidad saber donde estará depositado, a fin de enviar una comisión que se encargue de él, así como de los documentos que han de acompañarlo.
A primeros de enero de 1850 se recibe en Molina una copia de la Auténtica, además de otras noticias llegadas directamente de Roma. El marqués propone al cabildo, y éste acepta, el mes de abril próximo como fecha para el traslado del cuerpo a Molina, en cuya parroquia de Santa María del Conde debía ser depositado, cosa imposible de poder llevarse a cabo por estar casi hundida y haberse suprimido al culto, indicándole que según la nueva demarcación, a la casa marquesal le correspondía la parroquia del Arcángel San Miguel. Del mismo modo, y para que la aceptación fuese completa y en toda regla, también se le solicita testimonio fehaciente de la cláusula del testamento materno, en la que constase tan apreciable donación.
Mientras tanto el Ayuntamiento, al que se le comunicó la noticia en once de febrero, ve con satisfacción el traslado del cuerpo de San Valentín y de las Auténticas. Sin embargo el cabildo, por unanimidad, pensó más conveniente, contrariamente a lo pensado con anterioridad, dejar para más tarde la comunicación al obispo -don Joaquín Fernández Cortina (1848-1854)- hasta que el marqués no remitiese el definitivo anuncio de la donación y la fecha de la llegada del cuerpo a Molina, pero dado que dicho cabildo se encontraba sin recursos económicos, tres días después, junto a la comunicación, solicita al obispo que disponga lo que estime más conveniente respecto a la urna sagrada, pidiéndole que le indicase qué iglesia sería más idónea para la instalación del cuerpo del santo.
Sabemos que el cajón conteniendo la urna con las reliquias salió de la Ciudad Condal el 10 de abril, mediante ordinario, con dirección a Zaragoza, donde llegaría una semana después, poco más o menos, para ser depositado temporalmente en casa de don José Lacambra, del comercio, cosa que llega a conocimiento de los molineses el día 22. El capellán del marqués, don José Buena y Sanz, mediante carta, advierte que el cajón debe abrirse con la debida cautela para no lastimar la urna.
A pesar de tanto intercambio de correspondencia la Auténtica y los demás documentos requeridos no llegan.
Solamente restaba ya la aceptación definitiva, que se formalizaría en su momento ante el apoderado que nombrase el marqués, aunque no fuese más que mediante un simple oficio, para cuya firma era necesario el conocimiento de algunas noticias y antecedentes sobre la reliquia, y escribir al citado Lacambra para saber el volumen del cajón que contiene la urna y ver si podría llegar mediante calesa hasta Molina, puesto que el traslado corría por cuenta del cabildo, que es también el encargado de enviar una diputación, con asistencia de un notario eclesiástico, al primer pueblo de la diócesis, entrando por la carretera de Aragón, de la que podría entrar a formar parte el cura del pueblo elegido y algún otro más de localidades cercanas, sin perjuicio de que pudiera concurrir el alcalde y aquellas personas de calidad que dicha diputación estimara conveniente. En ese mismo acto se debería examinar la Auténtica, si acompase al cuerpo. Sería sólo entonces, después de comprobada la identidad y levantada el acta, cuando el cabildo estaría autorizado para rendir culto a la reliquia, pero a pesar del deseo de no contrariar los deseos del mismo, el prelado considera más prudente que la traslación y recibimiento del santo se hiciera privadamente.
Así, los datos se van multiplicando. El libro es una concatenación de noticias surgidas acerca de cada uno de los pasos que se fueron dando hasta la llegada a Molina del cuerpo del mártir.
Vemos como el obispo concede permiso a dos miembros del cabildo para desplazarse a Zaragoza para recibir y conducir la reliquia, cuando lo estimase el propio cabildo; como el capellán del marqués da noticia a su señor de la llegada de dicho cuerpo a Zaragoza y su próxima salida hacia Molina; etc. Todo ello detalladamente, con todos datos que de van intercambiando los actores del hecho que se noticia: el marqués y su capellán, el cabildo y el prelado y, como de fondo, el ayuntamiento y el pueblo molinés.
A pesar de poder parecer prolijos no quisiéramos pasar por alto algunos aspectos que creemos del mayor interés. Tal vez uno de los temas más llamativo sea el de la llegada de los restos a Molina y la apertura de la urna que los contenía, para cuyo reconocimiento se crea una comisión encargada (13 de julio de 1850): “…Primeramente proceden a abrir el cajón de bastante magnitud, desclavando su tapa. En él encuentran una urna dorada como de 170 centímetros de largo por 42 de ancho, cubierta con cristales su frente y costados. Por la parte exterior con una tapa de tablas sostenida por unas aldabillas, saliendo de sus cuatro extremos dos cintas encarnadas que vienen a unirse al medio figurándose una cruz. En cada punta tiene grabado un sello sobre lacre encarnado, resultando ser el usado por el obispo de Barcelona.
A continuación, por orden del prelado seguntino, son quebrantados los cuatro primeros sellos. Habiendo removido las aldabillas se quita la tapa, quedando el cuerpo del santo descubierto por esa parte. Proceden a mirar con toda delicadeza y cuidado buscando la Auténtica, así entre los vestidos como en cualquier otra parte del interior de la urna, pero no se encuentra la tan esperada acreditación. En vista del mucho tiempo usado en esta investigación y lo avanzado de la hora, se volverá a cubrir el respaldo de la urna, lo que tiene efecto colocando la tapa y afianzándola con las aldabillas. El obispo seguntino graba sobre el lacre el sello de su obispado en la parte de arriba, en medio de la tapa y el borde de la urna, mandando que al día siguiente los señores don Pedro Pérez, don Francisco Moreno y el abad se personen allí mismo nuevamente para hacer otro reconocimiento. En el caso de obtener igual resultado al que se acaba de practicar, se les ordena cierren la urna y la coloquen dentro del mismo cajón, clavándolo según lo estaba anteriormente”, como así sucedió.
Poco después, el capellán del marqués vuelve a informar que “acaba de recibir la orden para mandar la Auténtica al cabildo de Molina” (que va certificada para que llegue pronto y segura), ante lo que el obispo lo faculta para que, examinado este documento y no apareciendo inesperadamente motivo de duda sobre su autenticidad, expongan el santo cuerpo a la veneración pública, de momento, en la iglesia de San Pedro.
El cabildo remite al obispo copia testimoniada de la Auténtica, puesto que no puede asistir en persona a la entrada pública de las reliquias.
Aún hubo un segundo reconocimiento del cuerpo en vista de la Auténtica del mismo (13 de octubre), mediante la que “Se halló en todo no quedar la menor duda”, por lo que tras diversos aplazamientos, se pudo celebrar su definitiva colocación el día 17 de diciembre.
En la segunda parte, el “Éxplicit o comentario”, se dan a conocer aquellos aspectos que podríamos considerar como más históricos o que atañen más directamente a Molina. Se establece la diferencia entre los diversos “san Valentines” existentes, siendo el que se trata en el libro, conservado en Molina, el “Valentín adolescens o el joven”, ya que debía contar de 17 a 30 años en el momento de su martirio.
En realidad, el camino que sigue el éxplicit, es el marcado por los siguientes documentos: La Auténtica, como certificado de identidad y verdad del cuerpo; el testamento de la V marquesa de Villel, para conocer -si es posible- el cuando, cómo y porqué de la posesión del cuerpo del santo; la verificación de los diversos reconocimientos y la extracción de reliquias para ser colocadas en distintos relicarios.
Un librito, dada su extensión, sobre “religiosidad popular”, denso, como habrá podido apreciar el lector, pero no por ello carente de interés, especialmente para todos los amantes de Molina y su Señorío.
Para finalizar quisiéramos recordar que Ángel Ruiz Clavo, molinés afincado en Valencia, es también autor de diversos trabajos: “El convento de clarisas en Molina de Aragón” (1998); “Algunas referencias acerca de dos conventos molineses: el de clarisas y franciscanos” (1999); “Diego Lorenzo Sánchez-Portocarrero de la Muela, hidalgo e historiador molinés” (2002) y “Linaje de Felipa Romero, carmelita descalza en el convento de nuestra señora del Carmen de Calatayud” (2004-2005), publicados en la revista Wad-Al-Hayara, así como “Leyendas, tradiciones y otros sucesos extraordinarios y maravillosos de Molina de Aragón y su Señorío” (2002), en Cuadernos de Etnología de Guadalajara y que en 2010 dio a la prensa su libro Rasgo histórico. Glorias de la muy noble, leal y antigua villa de Molina de Aragón y su Señorío, escrito por don Antonio Moreno Ximénez en 1760.
De Santiago Azpicueta podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que es la persona que mejor conoce el pasado molinés, su Historia de ayer y de hoy, auténtico entusiasmado por su ciudad, a la que desinteresadamente presta su incondicional apoyo cultural. Es coautor de este su primer libro.
José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

5 comentarios:

  1. En Librería Malo
    19300 - Molina de Aragón
    (Guadalajara)
    Spain.

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  2. Hola ¿qué tal? ¿Este santo VALENTIN es el que se festeja el 16 de diciembre? Saludos

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  3. Un artículo muy interesante.
    Justo esta navidades visitando la iglesia de San Pedro en Molina junto a mis sobrinos, vimos el santo, y muchísimos papelitos con plegarias de devotos.
    No sabía que aquella talla contemplaba detras toda esta historia tan apasionante.
    Si bien, tanto la talla, como la hornacita, altar etc..., donde se encontraban, estaba en un estado muy deteriorado.
    Un saludo.

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