lunes, 12 de diciembre de 2011



Un libro sobre el templo de la Virgen de la Antigua

TRALLERO SANZ, Antonio Miguel et alii, De Santo Tomé a Nuestra Señora de la Antigua, Guadalajara, Ayuntamiento de Guadalajara-Patronato Municipal de Cultura, 2011, 124 pp. + CD (TRALLERO DE LUCAS, Cristina y SÁNCHEZ JABONERO, Ramón, Recorrido virtual).

El libro que hoy comentamos forma parte de la interesante colección que el Ayuntamiento de Guadalajara editó en su día para conmemorar el 550 Aniversario Guadalajara Ciudad 1460-2010, y que para su mejor comprensión se ha dividido en dos partes o capítulos: “Reconstrucción de la antigua iglesia de Santo Tomé” y “Levantamiento y estudio constructivo de la ermita de Nuestra Señora de la Antigua”.
La primera parte, de gran sentido pedagógico, se debe a la autoría de Antonio Miguel Trallero Sanz, Cristina Trallero de Lucas y Ramón Sánchez Jabonero, y analiza en su “Introducción” el origen del vocablo “mudéjar” como procedente del árabe “mudayyan” (“aquel al que se le ha permitido quedarse”), es decir, aquellos musulmanes a los que, tras la reconquista, con el fin de repoblar los territorios conquistados, a cambio del pago de un tributo, se les permitió permanecer en tierras cristianas, conservando su religión, lengua, hacienda y formas de autogobierno.

Y aunque muchas de sus obras arquitectónicas fueron arrasadas, no sucedió lo mismo con algunas, que fueron reutilizadas, de modo que tanto mezquitas como alcázares fueron convertidos en catedrales y  palacios cristianos, respectivamente.
Fue Amador de los Ríos quien por primera vez utilizó el término “mudéjar”, en su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, siendo desde entonces un vocablo claramente contradictorio -según épocas y valoraciones por parte de los historiadores del Arte-, ya que para unos era considerado “como una pervivencia del arte islámico tras la reconquista cristiana, olvidando la importante circunstancia de que el arte mudéjar no está realizado bajo el dominio político musulmán, sino bajo el cristiano...”, mientras que otros “interpretan el mudéjar como parte del arte occidental cristiano”, es decir, como “un añadido ornamental de tradición islámica a los estilos románico o gótico” (de donde proceden términos como románico-mudéjar o gótico-mudéjar); también hay un reducido tercer grupo para el que se trataría de una degradación del románico y, finalmente, otros que consideran que nada tiene que ver con el arte musulmán, ni es una degradación del románico, ni pertenece al arte occidental cristiano, sino un eslabón de enlace entre estilos, sin darse cuenta de que, en realidad, se trataba de la “expresión de la sociedad medieval española, en la que conviven cristianos, moros y judíos”.
De ahí que unos historiadores del Arte consideraran que el mudéjar debería recibir su denominación por sus características formales y no por la condición de quienes lo realizaban (Madrazo, Lampérez y Romea, Lambert); que otros utilizaran la no bien acogida palabra “morisco” (Marqués de Lozoya), y que, para con el fin de limar asperezas se llegara a sustituir el término “mudéjar” por “arquitectura cristiana islamizada” (Azcárate), que parece ser el que mejor lo define y, por lo tanto, el más empleado por los estudiosos.
Nuestros autores, empero, utilizarán a lo largo del presente libro la palabra “mudéjar”, dada su funcionalidad.
Tras esta disquisición previa, nuestros autores ofrecen al lector una serie de subcapítulos, por así decir, por lo general breves y concisos en su contenido, acerca de los antecedentes del mudéjar.
Para ello siguen varios pasos, en los que analizan los focos más importantes de esta arquitectura a través de los restos que han llegado hasta nuestros días, a través de otros tantos artículos breves y de fácil comprensión como son:
 - “El mudéjar religioso en la Península Ibérica”, cuyas primeras referencias se remontan al siglo XII, en Sahagún, consolidándose en el siguiente en localidades adscritas hoy a las provincias de Zamora, Salamanca, Valladolid, Ávila, Guadalajara, Madrid y el oeste de Segovia, sin entrar en las de Burgos, Palencia y Soria.
- “Mudéjar religioso castellano-leonés”, con templos asentados en zonas rurales, alejadas de vías de penetración cultural que pudieran influenciar en su sistema constructivo, y cuyo aislamiento les proporcionaría unas características regionales muy acusadas, con escasas variantes que sirven para localizar el posible foco de origen del que surgieron, casi siempre relacionado con el avance repoblador, coincidente generalmente con la villa de la que depende la comunidad de lugares de la tierra circundante (Comunidades de Villa y Tierra). Focos como el ya citado de Sahagún y otros como Villalpando, Toro, La Moraña, Cuéllar, Olmedo, Alcazarén, etc.
- “Mudéjar religioso de carácter popular”, propio de zonas pobres, rurales y, por lo general, serranas, de las provincias de Ávila, Segovia, Madrid y Guadalajara, de gran sencillez y escasa ornamentación (muros normalmente lisos, a veces decorados con arcos de ladrillo, con fábrica que suele ser del mismo material o de mampostería con verdugadas de ladrillo), cuyas construcciones tuvieron su auge entre los siglos XII y XIV, y que, dada su fragilidad, fueron sustituidas por otras más duraderas con la llegada del XVI, coincidiendo con un notable aumento demográfico.
- “Mudéjar religioso en Guadalajara” del que aún se conservan numerosas muestras cuya procedencia parece ser el foco toledano, aunque también se aprecien influencias leonesas, producto de los asentamientos repobladores de grupos musulmanes emigrados de Toledo, surgidos en el siglo XIII en la vega del Henares, gracias a las facilidades que les brindaban los fueros de Guadalajara y Cuenca.
- “El sistema constructivo tradicional en Guadalajara”, que depende directamente del lugar, y que está basado en este caso en el empleo del barro -dada la escasez de piedra-  como tapial o adobe, o cocido en forma de ladrillo, que se empleó en la construcción de muros, a veces reforzados con calizas, especialmente mediante sillares de base y esquineros y en mampostería, al mismo tiempo que se utilizaba la madera para cubrir los espacios horizontales, mediante artesonados a dos aguas.
- “Mudéjar religioso en la capital”, a través del que se da noticia, siguiendo al historiador Torres, de los diez templos parroquiales (San Miguel del Monte, San Nicolás, San Julián, San Esteban, San Andrés, Santiago, Santa María, San Gil, San Ginés y Santo Tomé) y los cuatro conventos (Santa Clara la Real, la Merced, San Francisco y San Bernardo) que existieron en la Guadalajara del siglo XV, la mayor parte construidos según esquemas mudéjares, de los que se ofrece una sencilla descripción que, en ocasiones, se acompaña de mapas, grabados, dibujos y fotografías de aquellos cuyos restos han llegado hasta nuestros días.
- “La iglesia de Santo Tomé de Guadalajara” cierra el amplio conjunto de trabajos que contiene la primera parte del libro. En él se relatan las leyendas acerca de sus inciertos orígenes y se analiza la evolución del edificio hasta llegar a los orígenes del templo actual, las sucesivas reconstrucciones y una interesante descripción del mismo, como de “tres naves, separadas por arquerías de medio punto y cubiertas con techumbre de par y nudillo, en el caso de la central y de colgadizo en las laterales. La nave principal estaba rematada por un ábside semicircular en el que se levantó un tabique recto para la colocación del retablo mayor quedando un pequeño espacio posterior. El muro interior del ábside estaba decorado por una cornisa mudéjar con una inscripción de grandes caracteres góticos blancos sobre fondo azul en los que se leía: “…NRRA DEL HONRRADO APOSTOL SA… ME E FIZOLA FACER PERO XIM…”. Lo cual demuestra que la capilla mayor fue construida por orden de un tal Pedro Jiménez y dedicada al apóstol Santo Tomé”. Las páginas 51 a 57 dan idea de cómo pudo ser la iglesia. Se completa el capítulo con una amplia bibliografía y una colección de planos.
La segunda parte, escrita por Antonio Miguel Trallero Sanz, Ana García Quemada y Nuria Mediano San Andrés, lleva por título, como dijimos al principio, “Levantamiento y estudio constructivo de la ermita de Nuestra Señora de la Antigua”. En ella se dan a conocer su situación y superficies, orientación y lindes, forma, calificación urbanística y un informe histórico que abarca desde el siglo XV al XX y que da paso al conocimiento de los distintos proyectos realizados: los de Mariano Medarde (1885), Juan García Ramírez (1873), Benito Ramón Cura (1899), así como el de restauración de la ermita, ejecutado por Ramón Valentín Gamazo de Cárdenas, Juan de Dios de la Hoz Martínez y José Luis Gonzáles Sánchez, en1999, fecha en que también se llevó a cabo una complementaria intervención arqueológica que corrió a cargo de los arqueólogos José Enrique Benito López y María Teresa Rico Sánchez.
El grueso del capítulo corresponde al proyecto de restauración del santuario que tuvo lugar el año 2006, realizado por el arquitecto Antonio Miguel Trallero Sanz, en el que se ofrecen numerosas fotografías de los trabajos efectuados; el estudio constructivo de las cubiertas, bóvedas y fachadas exteriores, así como el de las capillas que contiene: del Santo Cristo, de Santa María y Nuestra Señora de la Piedad, de la Ascensión, la capilla gótica y el camarín de la Virgen, aspectos todos que se competan con una página bibliográfica, fotografías en color y numerosos planos.
En fin, un libro sobre uno de los edificios más interesantes y poco conocidos de nuestra ciudad que desde ahora, gracias a la labor de estos dos equipos de trabajo, ofrece al lector una completísima colección de datos que, sin lugar a dudas, le interesarán, puesto que además de un amplio y completo acompañamiento gráfico, los textos son fácilmente asequibles para cualquier lector, por ser claros y comprensibles.
El Ayuntamiento de Guadalajara y su Patronato Municipal de Cultura deben sentirse orgullosos de publicaciones como la presente, que deberían multiplicarse, por lo que no estaría de más crear una colección de temas monográficos, -un libro para cada monumento-, aunque los tiempos que atravesamos no sean los mejores para este tipo de aventuras culturales.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

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