GARCÍA PÉREZ, Guillermo, Ruta del Arcipreste. Guía práctica y cultural para recorrer andando, a caballo o sobre ruedas la ruta serrana del Libro de buen amor (1330-1343), Madrid, Ediciones Polifemo, 2011, 446 pp.
Tras las Rutas del Cid (2000), Guillermo García Pérez, gran conocedor de los senderos y vericuetos de la sierra madrileña (entre otras), propuso a la Sociedad Ateneísta de Aire Libre hacer la ruta que comentamos de una forma completa, andando, idea que fue aceptada de modo que la primera marcha tuvo lugar el 20 de enero del año 2005. Visto el éxito alcanzado, las siguientes marchas se sucedieron hasta el 21 de febrero de 2009, es decir, hasta casi cuatro años después. Pero ello mereció la pena, puesto que la presente Ruta…es el resultado de aquellas marchas experimentales que pretendían al menos tres objetivos fundamentales y que, resumidamente, son los siguientes:
- Contribuir mediante el senderismo y la literatura de viajes a la mejora de la calidad de vida de quienes practican este tipo de actividades.
- Potenciar el desarrollo del turismo cultural en las localidades por donde discurre la ruta.
- Y promover y difundir la lectura del Libro de buen amor.
Aspectos que aclara suficientemente en las páginas siguientes, en las que ofrece un amplio comentario acerca de los precedentes existentes sobre la ruta a seguir, comenzando por el primero que se acercó a los espacios naturales que fue Constancio Bernardo de Quirós (1915) y cuyas observaciones vieron la luz en La Lectura (“La ruta del Arcipreste de Hita por la Sierra de Guadarrama”), aunque supusiera equivocadamente “que el Arcipreste habría pasado, en su viaje hacia Lozoya, por el “Portichuelo de Canencia”, que se había encontrado con ocho serranas diferentes, que se habría perdido el topónimo Tablada, que regresaría por el collado de Marichiva (La Tabladilla) hacia Cercedilla y que Santa María del Vado estaba en El Vado de la provincia de Guadalajara”.
Analiza también los escritos de otros pioneros de esta ruta como el mexicano Alfonso Reyes, que aprovechó su estancia en Madrid (1914-1924) para profundizar en el sentido autobiográfico del Buen amor; Federico Torres Yagües, que en 1929 publicó un primer artículo en La Esfera títulado “Hita…” y más tarde, en 1943, en El Español otro: “El Arcipreste de Hita por la sierra de Guadarrama”; Gonzalo Menéndez Pidal (1951) que en su obra Los caminos en la historia de España, dedica media docena de páginas a los del Arcipreste, posicionando acertadamente la aldea de Ferreros en uno de los mapas que incluye; José Sanz y Díaz que dio a conocer en Cultura (San Salvador) un trabajito titulado “Tránsito serrano y aventura del arcipreste” en el que nuevamente vuelve a situarse El Vado en la Sierra de Ayllón; Manuel Criado de Val, que en 1972 publicó La ruta del Arcipreste que comienza y finaliza en Madrid, al igual que su Ruta del Çid, y que hace pasar por Torija, Brihuega, Sigüenza, Atienza y otros lugares de Guadalajara que ninguna relación guardan con los topónimos que aparecen en el Libro; Felipe Torroba que, en lo que toca a la provincia alcarreña sigue a Criado, (capítulo XXII que dedica a “Los caminos del Arcipreste”) de su libro El Cid y Don Quijote. La España de los caminos históricos y literarios; Rubén Caba, cuyo libro Por la ruta serrana del Arcipreste, de 1976, es el primero que recorrió íntegramente toda la ruta con el Libro del Arcipreste en la mochila (libro que García Pérez considera “excelente, divertido y bien escrito, en clave literaria, que rememora y revive a su modo este literario de Juan Ruiz); Manuel Morajudo Manzanet, uno de ellos, escribió en 1986 Cuatro getafeños en la ruta serrana del arcipreste de Hita, emulando a Rubén Caba; Antonio Javier Arteche, Por la Sierra de Guadarrama con el Arcipreste de Hita y con otros personajes singulares (2005), y finalmente, Domingo Pliego Verde, con Tras las huellas del Arcipreste de Hita por la Sierra de Guadarrama (Zaragoza, 2007) que, despreocupadamente, no contempla los trabajos anteriores.
Pues bien, después de estas citas, el libro que comentamos se divide en dos partes bien diferenciadas: la primera lleva por título “El Libro, el autor, el viaje y las serranas”, a su vez constituido por una serie de trabajos monográficos, a cada cual más interesante: “El Libro de buen amor” (pp. 27-71), “Juan Ruiz, Arcipreste de Hita” (pp. 72-78), “El Arcipreste, protagonista ficticio de su Libro” (pp. 79-93), “El relato del viaje por la Sierra, ¿ficción, realismo o realidad?” (pp. 94-100), “Cuatro tipos (arquetipos) de serrana” (pp. 101-115), “Contradicciones y errores en el viaje del Arcipreste” (Episodios de Malagosto, de Riofrío, de la Venta del Cornejo, y de Tablada, en cuaderna vía y en la canción) (pp. 116-223), con la que -como señala García Pérez- se “pretende introducir y orientas al lector en los problemas que plantean estos temas, y en especial en los relativo al discutido y discutible sentido o fines del Libro de buen amor”.
La segunda parte constituye el “Itinerario” que se realiza en quince etapas de 20 más-menos 5 kilómetros.
A modo de ejemplo veamos la primera etapa, I: Hita - Taragudo - Humanes - Malaguilla.
Primeramente se informa al lector de las distancias aproximadas, el desnivel acumulado y el tiempo que se debe invertir en el recorrido, que comienza explicando paso a paso, describiendo el camino y todo aquello que desde él puede verse: los campos, montes, árboles, ríos, lagunas, barrancos, etc.
Y, a modo de tercera parte, también incluida en este mismo “Itinerario”, aunque en páginas de otro color, se da noticia de cada uno de los pueblos por los que atraviesa la ruta que, en este caso, es Hita. Altitud, población, y datos de interés, para entrar en su historia y la descripción de los edificios más significativos (todo ello bien aderezado con numerosas notas aclaratorias y suficientes fotografías), es decir, para poder conocer mejor o dar una idea más aproximada de cómo eran los pueblos, sirviéndose para ello de las Relaciones Topográficas de Felipe II, del Catastro de Ensenada, y de los Diccionarios de Miñano, Madoz y Geográfico de España, además de aquellos otros libros de carácter local tan necesarios en estos menesteres; la toponimia, y una lectura sugerida, que, insistimos, en este caso, es la Historia de Hita y su Arcipreste (Guadalajara, 2.ª ed., 1998) de Manuel Criado de Val.
Una amplísima y atractiva bibliografía, así como los índices de personas, personajes e instituciones, y toponímica, cierran este libro, verdaderamente interesante, seriamente escrito y que, aún plagado de citas (de las que ninguna sobra) es fácil de leer. Un libro con el que se puede viajar desde el sillón de casa (siempre que no se pueda con las piernas del cuerpo y la ilusión por delante, para llevar a cabo aquello que decía Píndaro: “Bendito el que con celeridad de pie y fortaleza de espíritu consigue con su esfuerzo las más altas cumbres”.
Tras las Rutas del Cid (2000), Guillermo García Pérez, gran conocedor de los senderos y vericuetos de la sierra madrileña (entre otras), propuso a la Sociedad Ateneísta de Aire Libre hacer la ruta que comentamos de una forma completa, andando, idea que fue aceptada de modo que la primera marcha tuvo lugar el 20 de enero del año 2005. Visto el éxito alcanzado, las siguientes marchas se sucedieron hasta el 21 de febrero de 2009, es decir, hasta casi cuatro años después. Pero ello mereció la pena, puesto que la presente Ruta…es el resultado de aquellas marchas experimentales que pretendían al menos tres objetivos fundamentales y que, resumidamente, son los siguientes:
- Contribuir mediante el senderismo y la literatura de viajes a la mejora de la calidad de vida de quienes practican este tipo de actividades.
- Potenciar el desarrollo del turismo cultural en las localidades por donde discurre la ruta.
- Y promover y difundir la lectura del Libro de buen amor.
Aspectos que aclara suficientemente en las páginas siguientes, en las que ofrece un amplio comentario acerca de los precedentes existentes sobre la ruta a seguir, comenzando por el primero que se acercó a los espacios naturales que fue Constancio Bernardo de Quirós (1915) y cuyas observaciones vieron la luz en La Lectura (“La ruta del Arcipreste de Hita por la Sierra de Guadarrama”), aunque supusiera equivocadamente “que el Arcipreste habría pasado, en su viaje hacia Lozoya, por el “Portichuelo de Canencia”, que se había encontrado con ocho serranas diferentes, que se habría perdido el topónimo Tablada, que regresaría por el collado de Marichiva (La Tabladilla) hacia Cercedilla y que Santa María del Vado estaba en El Vado de la provincia de Guadalajara”.
Analiza también los escritos de otros pioneros de esta ruta como el mexicano Alfonso Reyes, que aprovechó su estancia en Madrid (1914-1924) para profundizar en el sentido autobiográfico del Buen amor; Federico Torres Yagües, que en 1929 publicó un primer artículo en La Esfera títulado “Hita…” y más tarde, en 1943, en El Español otro: “El Arcipreste de Hita por la sierra de Guadarrama”; Gonzalo Menéndez Pidal (1951) que en su obra Los caminos en la historia de España, dedica media docena de páginas a los del Arcipreste, posicionando acertadamente la aldea de Ferreros en uno de los mapas que incluye; José Sanz y Díaz que dio a conocer en Cultura (San Salvador) un trabajito titulado “Tránsito serrano y aventura del arcipreste” en el que nuevamente vuelve a situarse El Vado en la Sierra de Ayllón; Manuel Criado de Val, que en 1972 publicó La ruta del Arcipreste que comienza y finaliza en Madrid, al igual que su Ruta del Çid, y que hace pasar por Torija, Brihuega, Sigüenza, Atienza y otros lugares de Guadalajara que ninguna relación guardan con los topónimos que aparecen en el Libro; Felipe Torroba que, en lo que toca a la provincia alcarreña sigue a Criado, (capítulo XXII que dedica a “Los caminos del Arcipreste”) de su libro El Cid y Don Quijote. La España de los caminos históricos y literarios; Rubén Caba, cuyo libro Por la ruta serrana del Arcipreste, de 1976, es el primero que recorrió íntegramente toda la ruta con el Libro del Arcipreste en la mochila (libro que García Pérez considera “excelente, divertido y bien escrito, en clave literaria, que rememora y revive a su modo este literario de Juan Ruiz); Manuel Morajudo Manzanet, uno de ellos, escribió en 1986 Cuatro getafeños en la ruta serrana del arcipreste de Hita, emulando a Rubén Caba; Antonio Javier Arteche, Por la Sierra de Guadarrama con el Arcipreste de Hita y con otros personajes singulares (2005), y finalmente, Domingo Pliego Verde, con Tras las huellas del Arcipreste de Hita por la Sierra de Guadarrama (Zaragoza, 2007) que, despreocupadamente, no contempla los trabajos anteriores.
Pues bien, después de estas citas, el libro que comentamos se divide en dos partes bien diferenciadas: la primera lleva por título “El Libro, el autor, el viaje y las serranas”, a su vez constituido por una serie de trabajos monográficos, a cada cual más interesante: “El Libro de buen amor” (pp. 27-71), “Juan Ruiz, Arcipreste de Hita” (pp. 72-78), “El Arcipreste, protagonista ficticio de su Libro” (pp. 79-93), “El relato del viaje por la Sierra, ¿ficción, realismo o realidad?” (pp. 94-100), “Cuatro tipos (arquetipos) de serrana” (pp. 101-115), “Contradicciones y errores en el viaje del Arcipreste” (Episodios de Malagosto, de Riofrío, de la Venta del Cornejo, y de Tablada, en cuaderna vía y en la canción) (pp. 116-223), con la que -como señala García Pérez- se “pretende introducir y orientas al lector en los problemas que plantean estos temas, y en especial en los relativo al discutido y discutible sentido o fines del Libro de buen amor”.
La segunda parte constituye el “Itinerario” que se realiza en quince etapas de 20 más-menos 5 kilómetros.
A modo de ejemplo veamos la primera etapa, I: Hita - Taragudo - Humanes - Malaguilla.
Primeramente se informa al lector de las distancias aproximadas, el desnivel acumulado y el tiempo que se debe invertir en el recorrido, que comienza explicando paso a paso, describiendo el camino y todo aquello que desde él puede verse: los campos, montes, árboles, ríos, lagunas, barrancos, etc.
Y, a modo de tercera parte, también incluida en este mismo “Itinerario”, aunque en páginas de otro color, se da noticia de cada uno de los pueblos por los que atraviesa la ruta que, en este caso, es Hita. Altitud, población, y datos de interés, para entrar en su historia y la descripción de los edificios más significativos (todo ello bien aderezado con numerosas notas aclaratorias y suficientes fotografías), es decir, para poder conocer mejor o dar una idea más aproximada de cómo eran los pueblos, sirviéndose para ello de las Relaciones Topográficas de Felipe II, del Catastro de Ensenada, y de los Diccionarios de Miñano, Madoz y Geográfico de España, además de aquellos otros libros de carácter local tan necesarios en estos menesteres; la toponimia, y una lectura sugerida, que, insistimos, en este caso, es la Historia de Hita y su Arcipreste (Guadalajara, 2.ª ed., 1998) de Manuel Criado de Val.
Una amplísima y atractiva bibliografía, así como los índices de personas, personajes e instituciones, y toponímica, cierran este libro, verdaderamente interesante, seriamente escrito y que, aún plagado de citas (de las que ninguna sobra) es fácil de leer. Un libro con el que se puede viajar desde el sillón de casa (siempre que no se pueda con las piernas del cuerpo y la ilusión por delante, para llevar a cabo aquello que decía Píndaro: “Bendito el que con celeridad de pie y fortaleza de espíritu consigue con su esfuerzo las más altas cumbres”.
Recomiendo la lectura y el uso frecuente de este libro.
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