“Alfarería tradicional de España. Los sonidos del barro”, en Sextas Jornadas de Alfarería. Avilés 2014, Avilés, Ayuntamiento de Avilés, 2014, 32 pp. Catálogo de la exposición comisionada por Ricardo Fernández.
Durante los días 11 y 12, 19 y 21 del pasado mes de abril se celebraron en el Centro Municipal de Arte y Exposiciones de Avilés, dependiente de su Ayuntamiento, las Sextas Jornadas de Alfarería (2014), con el siguiente programa: el viernes día 19 se procedió a la inauguración con la exposición didáctica “Alfarería tradicional: los sonidos del barro”; el día siguiente, 12, se abrió el “taller de zambombas”, a cargo del Equipo ADOBE (con la colaboración de Escontra’l Raigañu, Aula Didáctica de Cultura Popular Asturiana) y la conferencia de nuestra querida amiga la cerámologa Ilse Schüzt “Objetos sonoros de cerámica en la cultura popular”; el 19 se procedió a la inauguración de FATVA (Feria de Alfarería Tradicional “Villa de Avilés”, a la que siguió un concierto de instrumentos musicales cerámicos: “Los sonidos del barro”, que corrió a cargo del percusionista Ernest Martínez, con un amplio repertorio -12 piezas musicales alusivas al tema del barro-, y finalmente, el día 21, la clausura de dicha Feria.
En ella han participado personas e instituciones tan importantes en el mundo de la ceramología como Alfonso Fernández García, Director del Museu de la Gaita (Gijón); el Centro de Documentación Musical de Andalucía, con sede en Granada; el Equipo Adobe, Escontra’l Raigañu; la propietaria del Museo de Alfarería de Agost (Alicante); el Kimbell Art Museum, de Texas (USA); La Compañía Colectivo Artístico; el Museo de Belles Arts, de València; el Museo de Música Étnica, de Barranda; el Museo do Pobo Galego, y el coleccionista Xosé Manuel Carballés.
Traemos a nuestra página el catálogo que se ha editado en esta ocasión, porque, afortunadamente, son numerosas las piezas de la provincia de la provincia de Guadalajara que figuran en él, pertenecientes al Archivo del Centro de Cultura Tradicional de la Diputación de Guadalajara y al etnógrafo José Antonio Alonso Ramos.
¿Qué es lo que se ha pretendido con esta muestra? Nos contesta Ricardo Fernández, Comisario de la Exposición, al comienzo de su artículo introductorio del catálogo que comentamos, titulado, precisamente, “Alfarería tradicional de España: los sonidos del barro”:
“... una sinfonía de sonidos que van desde las más amables melodías de flautas, ocarinas o xiurells, silbatos mallorquines, herencia de la coroplastia ibérica; hasta roncos bramidos producidos por zambombas misteriosas ataviadas con pieles de lo más diverso, incluidas las de merluza o de lenguado tigre (...) traen nuevamente a Asturias una colección única y excepcional, un centenar de instrumentos sonoros de arcilla...”.
Para más adelante añadir:
“... la oportunidad de descubrir cómo el ser humano ha venido utilizando los sonidos producidos por instrumentos sonoros de barro a lo largo de la Historia para exteriorizar sentimientos profundos en ritos, costumbres y fiestas de otros lugares diferentes a la comunidad de Asturias, donde no se conoce su uso más allá del que adoptaban los emigrantes asturianos cuando se reunían para danzar y corear cánticos con los que sentirse un poco más cerca de la tierra madre...”.
Quizá estos dos sean los principales motivos que reúnen en Avilés a tantas personas amantes del barro y la causa de esta exposición, que ya va por su sexta edición.
El breve, aunque interesantísimo catálogo, recoge numerosos instrumentos de distintos lugares de España (y muy pocos, de Marruecos: tres “darbukas y un “atabal doble”, muy utilizados en España), entre los que figuran varias piezas de la provincia de Guadalajara, como queda dicho, que veremos seguidamente y que no queremos dejar pasar por alto, puesto que forman parte de nuestra más ancestral cultura musical, desgraciadamente poco conocida.
Según la clasificación o sistema de Hornbostel-Sachs (Systematik der Musikinstrumente o Clasificación de Instrumentos Musicales, 1914), entre los membranófonos -aquellos en los que el material que entra en vibración es una membrana o parche, generalmente una piel de conejo, gato, zorro, etcétera, cuyo sonido se logra mediante percusión, fricción, soplo o roce con el aire-, figura la tradicional “gallina”, de Guadalajara (en la provincia de Burgos recibe el mismo nombre), que se trata simplemente de una cuerda encerada con cera virgen, atada a una piel que a su vez se ata al brocal de un botillo desechado y que al tirar de la cuerda produce un sonido que recuerda el cacarear de la gallina, según la descripción que José Antonio Alonso ofrece en El juguete popular en Guadalajara. Arqueología y tradición (2008), y que son tradicionales de Berninches, aunque en otros pueblos de la misma provincia de Guadalajara reciban distintos nombres, como el “grajo” en Bustares (en el que se utiliza un bote de conserva), “kikirigallo”, en Renales o “chincharra”, en La Fuensaviñán, todos de gran parecido. A la citada “gallina” la acompañan una zambomba, también de Guadalajara, y otras zambombas más, como “la de tinaja”, de Cifuentes, y “la de castañuelas”, de Cogolludo, tan conocidas.
Entre los instrumentos idiófonos -aquellos que para sonar deben ser percutidos, excepto los que tienen membrana- se expuso una “colmena”, de Guadalajara, y un “cántaro mayo” que se percute con una alpargata, de Tamajón, además de una “zumbadora”, de Guadalajara, como única representación de los instrumentos aerófonos, es decir, aquellos en los que el sonido se produce al vibrar el aire ambiente y que parecen tener un origen mágico o religioso, como la “zurrumba” de Clares, que consiste en una tablilla muy fina y alargada, redondeada en su base -que es donde se ata la cuerda para hacerla girar por encima de la cabeza de quien la maneje- y apuntada en el otro extremo, que produce un zumbido característico de donde parece derivar su nombre (onomatopéyico), tan semejante a ese otro juguete infantil que hacían los niños de Valverde de los Arroyos, con una corteza de álamo, denominado “cerrumba” (ver José Antonio Alonso, Instrumentos musicales tradicionales en Guadalajara, 2010), nombres, por cierto, muy relacionados con los “churinga” o “bramaderas” de las tribus australianas, aunque también se utilizaron en Europa y, dentro de ella, en España.
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