URBANO
ANDRÉS, José Miguel, El sonambulista,
Madrid, Celesta (Colección Piel de Sal, 6), 2013, 58 pp. (ISBN:
978-84-938907-8-0).
El Sonambulista, es un libro de José
Miguel Urbano que nada tiene que ver con La Toba, pueblo con el que está
relacionado a través de sus antepasados, puesto que lejos de tratarse de un
conjunto de poesías más o menos bucólicas, es un libro pleno de modernidad, de
expresiones actuales, en movimiento, ágiles, que dan idea de lo que bulle por
el cerebro del poeta.
Son
poemas sin apenas puntuación, rápidos, que tratan de ser un viaje interno con
el que conocerse mejor, más en profundidad, para así, de la misma manera,
conocer a los demás, al mundo externo que rodea a quien los escribe.
Un
viaje de implosión y de explosión.
Exultante
donde prevalecen las querencias íntimas, las inquietudes propias: el cine -que también
es movimiento, arte cinético-, la música -casi centrada en el jazz-, y la
necesidad de conocer cosas de otras latitudes, de otros mundos: los viajes, que
constituyen el tema principal de la mayoría de los poemas que se recogen en
este libro, de no demasiada extensión ya que, como es sabido, un libro de
poemas no debe pasar de las cincuenta páginas.
La
vida y todo lo que ella conlleva, los actos con que se llena ese especio de
tiempo que llamamos vida, hacen que quien vive sea una especie de funambulista,
un equilibrista que pisa con precaución la cuerda imaginaria que se tiende
sobre el vacío: “el alambre de la vida”, pero, además, una cuerda floja que en
muchas ocasiones se va pisando como lo haría tal vez un sonámbulo -como sin
darse cuenta, adormiladamente-, lo que podría entrañar gran peligro, puesto que
la caída echaría por tierra esa búsqueda que persigue José Miguel Urbano.
Las
dos palabras equilibrista / funambulista y sonámbulo, se han mezclado para dar
como resultado el título del poemario: El
sonambulista.
Se
trata de la primera publicación extensa del poeta (Madrid, 1974).
Antes
dio a conocer la plaquette titulada Presagios y ha visto algunos poemas
suyos publicados en varias antologías: Manos
a la obra (2008-2010), Manos a la
obra, dos (2010-2011) y Libertad tras
las rejas. Además mantiene un blog en internet denominado untejadoadosaguas.
Aparte
de su propia poesía, quien mejor define a José Miguel Urbano, que no a su obra,
es Jesús Urceloy, quien, en el verano del 2013, escribía lo siguiente en el
prólogo del libro que comentamos:
“José Urbano viaja para
conocer lo que ha dejado atrás. Viaja para volver. Por las noches, en el
duermevela de las calles, viste su desnudez con la elegancia del anonimato y
sin arneses ni barras, palancas o paracaídas, ronda de casa en casa, de persona
en persona, de aliento en aliento, nuestra vigilia de eternos perdedores.
Sonambulista. Caminando en la cuerda imaginaria de un hilo de luz” (p. 10).
O,
como también señala:
“La poesía y José Urbano
son, desde entonces, sinónimos. Ha conocido el abrazo de las palabras…”.
La
poesía de José Miguel es un totum
revolutum en el que aparentemente todo está manga por hombro, aunque, en
realidad, cada cosa esté en su sitio y sea una manera de expresión tal vez
forzadamente alocada, como si el autor de los poemas tuviera prisa antes de que
la vida se lo lleve por delante.
Una
prisa nerviosa, como son las prisas, según escribe en “No habrá más mañanas
como ésta”:
“Un trozo de cristal de
Bohemia es una / oportunidad de ser como la autopista que bordea / la falla // sobrevivo
al sudor de su filo que emponzoña los / acordes desafinados de mi muñeca // apago
el marcapasos, sumerjo los brackets en un / vaso con olas y troceo la lengua en
una barra de / catalejos a medida // estoy cansado de acumular afectos cobardes
al / bisturí // ya no me vale el sillón en la pradera ni las señales / de humo,
la sombra y su huida es una barca pasto / de sus propios fantasmas // las
palabras se refugian en los cajones, los carros / de heno se desquician en los
abrevaderos y mis / cuerdas susurran socorro sin levantar la vista // la camisa
de fuerza y la maceta arrojada al vacío / son tornados que llenan mi
cantimplora de bilis // soy un bebedor de mares que anhela los tejados /
pajizos de Gauguin”.
Muchos
poemas buscan ¿describen? Ciudades, lugares. Así ve “Madrid” José Miguel:
“Viajo para echar de
menos Madrid / sus desguaces, las esquinas desnudas sobre el adoquín // y el
perro descansando en la escarcha // sigo buscando en fotos / el chorro de esa
plaza / con ventanas, barrotes y hojas de geranios // siento el frío de las
avenidas / en las calles de Hoy An y sus tenderetes inundados //en el peregrino
sin bastón de guía / en el templo de Kamakura cuyos jardines se desplazan // te
recuerdo / como el monasterio que nunca quisiste ser / dando la espalda a
torres vanidosas / que te pisotean por efecto de los vehículos de reparto // no
te preocupes / la calle Amnistía no llorará por ti / y te pasearé con paraguas
/ sorteando los bolardos”.
A
veces, de una palabra: “Carnaval” -que es un título-, surge una idea en tres
versos:
“Un sombrero de carnaval
con cuernos de diablo
Enseña impúdicamente las
muescas de la
Primavera de Praga”.
O
el poeta da pista sobre los poetas que lee, que le llenan, que forman parte de
su propio poema, como sucede en “Jazz”:
“Un cálido sonido sube
lento, (1)
con el vaso en la mano,
cuando pienso en mi vida (2)
veo la caricia en las
teclas de un piano. (3)
De repente, aumenta el
griterío, y la música
aumenta, (4)
cabalgo la distancia de
mis dudas (5)
no parece ser ella… ¿o
quizás sea? (6)
a pesar de sus ojos, me
ha tocado vivir. (7)
… …
… … …
[(1)
Gabriel Celaya, “Jazz”; (2) Jaime Gil de Biedma, “Elegía y recuerdo de la
canción francesa”; (3) Francisco Díaz de Castro, “Instantánea”, (4) Carlos
Marzal, “Ninguno parecía tener miedo”; (5) José María Hinojosa, “O”; (6) Álvaro
Salvador, “Isla negra”; (7) Javier Egea, “Noche canalla”…].
Una
poesía, actual y sugerente, que se vuelve mágica como las figuras en un cuadro
del Bosco.
José Ramón LÓPEZ DE LOS
MOZOS
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