O cuando la
voluntad y la ilusión prevalecen sobre el desánimo.
BOLETÍN INFORMATIVO DE SADECO (SOCIEDAD DE AMIGOS DE
COGOLLUDO), n.º 100, (Cogolludo, Septiembre-Diciembre 2013), 84 pp.
Hace algún tiempo, concretamente el pasado verano,
escribí acerca de este boletín de la Sociedad de Amigos de Cogolludo.
Hoy me alegra volverlo a hacer, puesto que la
ocasión así lo requiere ya que no se cumplen cien números todos los días.
Que
una Asociación Cultural o una Sociedad de Amigos de..., como sucede en el
presente caso, llegue a los cien ejemplares es algo muy significativo, puesto
que en primer lugar indica que las relaciones internas entre sus miembros y
componentes funcionan a las mil maravillas y, en segundo, que hay motivo suficiente
como para seguir escribiendo sobre su tema preferente que es todo aquello
relacionado con Cogolludo y sus pedanías, además de aquellos otros aspectos que
se refieren al medio rural y medioambiental, que contribuyen a que los lectores
de Sadeco completen y amplíen sus conocimientos.
Recuerda su director Alfonso Carlos Sanz Núñez,
-muchos de los lectores harán memoria de quien es si les digo que es el hijo
mayor de aquel médico tan enraizado con Guadalajara que hace algún tiempo nos
habló del nacimiento de Cristóbal Colón en Espinosa de Henares y su relación
con la casa de los Mendoza- que al principio de su edición, el boletín de
Sadeco salía en un formato DIN A4 doblado por la mitad y con sólo unas cuantas
páginas y que, ni por asomo, había en el pensamiento de sus miembros sacarla
más adelante -como ahora sale- con una media de entre 80 y 90 páginas, ni menos
aún haber logrado llegar a los cien
números, que se dice pronto, pero que nadie mejor que los encargados de
los boletines de las asociaciones son capaces de comprender en su total
significado.
“En total -dice Alfonso Carlos en su “Primera página”, a modo de editorial- hemos plasmado, a lo largo de estos años, casi 8.000 páginas, con innumerables imágenes actuales, antiguas, o dibujos originales de nuestros colaboradores, que no han faltado a la cita y han cumplido con el reto, tampoco escrita -como condición inicial tácita- de mantener el espíritu de investigación para que nuestra historia, nuestras tradiciones y nuestras actividades en estos años de vida de la Sociedad de Amigos de Cogolludo sean conocidas por quienes siguen en la actualidad su contenido, y por quienes, en años venideros, tengan el privilegio de conocer cómo se desarrollaba la vida en nuestro pueblo en una época bien distinta a la que a ellos les tocará vivir”.
Porque este es, en verdad, el meollo de todo lo que entraña la publicación de un boletín o revista, de estas características: recibir, conservar y transmitir a las generaciones venideras todo aquello que las generaciones actuales hemos recibido de nuestros antepasados, para que, ellas, a su vez, sean capaces de hacer lo mismo con las siguientes, manteniendo así el eterno ciclo de la vida.
Es decir, para que quienes nos sigan, sepan
comprender nuestra forma de ser y de pensar actual, considerando sus
circunstancias, sus, digamos, coordenadas espacio-temporales.
El hombre y su momento, pero además, su lugar, es
decir, todo aquello que contribuye a su “determinismo”.
Parece mentira, cabría decir, que el “sencillo”
boletín de una sociedad rural pueda contribuir a tan alto grado de compromiso.
Pero, claro, cuando uno se compromete a una tarea de
esta envergadura -a llevar a cabo la edición de una revista-, lo primero que
tiene que hacer es ser consciente de sus posibilidades y de su alcance, o no
entrar en el juego pseudocultural, tan de moda en estos tiempos que corren,
puesto que el tiempo fluye y se mueve, y todos debemos movernos con el y en él
para encontrar lo que buscamos a través o a lo largo del cambio.
Dice “a medias” Alfonso Carlos que, en algunas
ocasiones, pudiera parecer que algunos de los artículos publicados no se han
entendido, bien por lo que dicen en sí -su contenido-, bien por su nivel.
Yo no creo que eso sea malo del todo, puesto que las
personas, sin que nadie les diga nada, son capaces -si tienen interés- de
buscarse los medios más adecuados para alcanzar esos significados al principio
oscuros.
De todas formas tampoco creo que los temas expuestos
entre esos miles de páginas sean tan ininteligibles como se apunta, de ahí que,
en ciertos momentos surgiera el debate, la discusión, el diálogo necesario para
encontrar la luz, como aquél Saulo de Tarso la encontró en “su” camino a
Damasco: denominaciones toponímicas que no gustan a ciertas personas (he tenido
ocasión de participar en un debate en que una alcaldesa no quiso aceptar el
origen toponímico de su pueblo porque le parecía feo y malsonante), orígenes de
ciertas construcciones... que dieron lugar a réplicas y contraréplicas
interesantísimas, lo cual da idea del interés suscitado por estos temas que,
quizá en otros lugares y en otras circunstancias no hubieran interesado =
fructificado.
Ese es el gran mérito de este boletín y, por eso
mismo, su director, sincerándose con el lector, dice:
“Cuando esto se ha producido
-el contraste, la réplica- hemos de afirmar que se han dado estas
circunstancias, y por ello felicitamos a
quienes discrepan y saben exponer sus criterios con bases razonadas” (las
cursivas son mías).
Evidentemente, escribir una revista como la que
comento, con casi cien páginas, no es labor de uno solo, sino de un grupo de
colaboradores que no es posible nominar individualmente, si exceptuamos al
primer director Alejandro Alonso Muñoz, que tanto entusiasmo y entrega inculcó
en Alfonso Carlos, el director actual, para continuar la tarea por él iniciada,
cumpliendo los plazos, los tiempos establecidos, trimestralmente en un
principio y cuatrimestralmente en la actualidad, por aquello del vil metal.
En fin, termina la “Primera página” con una buena intención,
deseable, por otra parte: poder seguir dando vida a esta publicación con el
mismo entusiasmo y a pesar de los descalabros económicos, que, quizá, no pasen
de ser circunstanciales.
Por lo demás -que no es poco- el boletín recoge sus
secciones tradicionales, aunque sí, quisiera hacer mención de un trabajo,
extenso y meritorio debido a Juan Luis Pérez Arribas, en cierta forma alma mater del boletín, que, dentro de
la sección Patrimonio artístico e histórico, lleva por título “La iglesia de
Santa María por dentro” (páginas 10-23), realizado ex profeso para esta celebración, que incluye unos maravillosos
dibujos de su planta, alzado, cortes, detalles, complementos fotográficos,
etcétera, al que no le van a la zaga otras colaboraciones como las de Javier
Pérez Fernández, “Pedro Valeros, vecino de Cogolludo, y su matrimonio con la
supuesta hija secreta del cardenal Mendoza” (páginas 24-29), de muy interesante
contenido y que no desmerecería en una revista universitaria, o el titulado
“Firmas y rúbricas” (páginas 53-65), debido a la pluma de José María Segoviano
Sierra, curiosísimo en su contenido, que dan buena idea del trabajo que los
colaboradores de este boletín se han autoimpuesto cara a realizar una verdadera
obra de arte, para hoy y para el mañana.
Enhorabuena, por tanto, a Sadeco, es decir, a la
sociedad y a sus socios, por haber cumplido estos cien números, así como a sus
asiduos colaboradores y a su director, por contribuir tan altruistamente al
desarrollo cultural de Cogolludo y su zona de influencia.
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