Mostrando entradas con la etiqueta iberos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta iberos. Mostrar todas las entradas

viernes, 15 de marzo de 2013

KARUO, el secreto ibérico


CABREJAS IÑESTA, Enrique, Karuo. El secreto íbero, Almería, Editorial Círculo Rojo (Investigación), 2012 [en el colofón, Sevilla, 2013], 308 pp.

Enrique Cabrejas, del Institut Ideal Nol, autor de este libro, participó con la comunicación titulada “Henares” (páginas 25-33), en el XIII Encuentro de Historiadores del Valle del Henares, celebrado en Guadalajara del 22 al 25 de Noviembre de 2012, y puede consultarse en el Libro de Actas que entonces se editó. El propio autor, en el resumen de dicha comunicación, indicaba lo siguiente: “Es un honor para mí poder ofrecerles este comunicado y hoy es un día para todos de alegría, júbilo y también de triunfo pues sin duda alguna les garantizo ha de ser este que les suscribo uno de los comunicados más significativos recibidos en la historia de los Encuentros de Historiadores del Valle del Henares por su trascendencia pues hoy les hago entrega  HENARES de su tesoro más preciado. Su genuina patronimia. De este modo tan solemne honro a los IBEROS y CELTIBEROS legando a sus legítimos descendientes su memoria…”, en la que concretaba que la palabra Henares no hace alusión a “campos de heno”, sino que tal designación, “Henares”, corresponde a un teónimo, es decir, al nombre de un dios: Enio, epíteto común con el que conocía a Ares y a la palabra “Hen”, que en íbero significa pie? O sea, “Hen-Ares” sería algo así como “Los pies de Ares” (así, Alcalá de Henares vendría a significar: “la fortaleza situada sobre los pies de Ares”).
Karuo, el título de este libro, El secreto íbero, se acompaña de dos subtítulos más: El descubrimiento que cambió la historia de España y Un hito en la historia y, como habrá podido comprobar el lector, da a conocer las distintas fases que su autor ha ido atravesando para poder demostrar que el alfabeto empleado por los celtíberos, cuyo nombre original era precisamente el de “Karuo” (que da el título al libro), epichorikós de la lengua helena, es decir, que cada comunidad o territorio lo escribía a su manera, pero lo que se hablaba, en definitiva, era una misma lengua, concretamente frigia del grupo de las lenguas proto-indo-europeas (no preposicional, sino que se escribía con declinaciones), por lo cual asegura que “la lengua castellana y por ende española, es la lengua de nuestros antepasados los íberos y los celtíberos una vez transcrita a la lengua romance” (página 153) y que la lengua del Latio, el latín, es otra lengua absolutamente distinta.
Todo surgió tras informarse acerca del origen de la lengua castellana que, según las enciclopedias, “es una lengua romance del grupo ibérico”, con lo que -según Cabrejas- estaban en lo cierto, pero no así al añadir que “es una continuación moderna del latín hablado (denominado latín vulgar)” y, partiendo de aquí, de la búsqueda del dicho origen dio con una lámina, una enigmática escritura celtíbera punteada: “El Bronce de Luzaga” (que contiene 124 signos que forman 24 vocablos compuestos a su vez de sintagmas con 45 palabras significadas, más 16 signos de puntuación escritos en cinco párrafos), de la que “no hay consenso entre los investigadores sobre la traducción completa del texto, no obstante la mayoría de versiones coinciden en aceptar que contiene un tratado de hospitalidad entre varias ciudades de la zona”, puesto que los investigadores han venido haciendo una transliteración de carácter fonético, aunque, en realidad, “su significado aun hoy en día se desconoce.”