OREA SÁNCHEZ, Jesús, Buero Vallejo y Guadalajara,
Guadalajara, Diputación de Guadalajara, 2016, 308 pp. [ISBN:
978-84-92502-50-9].
Aprovechando que 2016 fue el
año conmemorativo del centenario del nacimiento en nuestra ciudad del
dramaturgo Antonio Buero Vallejo, fueron muchos los actos, fundamentalmente culturales,
que tuvieron lugar y de los que algunos ya pertenecen al recuerdo, puesto que,
como las palabras, se los llevó el viento, dado su carácter efímero, mientras
que de otros aún se mantiene viva su existencia; nos referimos a las ediciones
de libros que analizan su vida y obra desde distintos puntos de vista.
Uno de estos libros es,
precisamente, el que aquí comentamos, debido a la ágil pluma de Jesús Orea,
consumado periodista, autor de otros trabajos como 125 Luces de bohemia (2011), Guadalajara
para niños (2014), Crónicas del
Tenorio Mendocino (2015) y Viaje a la
Alcarria en familia (2016), además de editar y coordinar el libro Papeles de Javier Borobia (Notas de andar,
sentir y soñar) (2014) y colaborar con dos entregas en el colectivo 100 propuestas esenciales para conocer
Guadalajara (2016).
Buero Vallejo y Guadalajara costa, básicamente, de dos partes.
La primera abarca el periodo que va desde su nacimiento en 1916 hasta el
momento en que Buero Vallejo es encarcelado y condenado a muerte, al final de
la contienda del 36-39, mientras que la segunda lo hace justamente desde la
posguerra, hasta la actualidad, además de contar con un apéndice en el que
figura “un a modo de epílogo” titulado “La esperanza es infinita”, una
recopilación de la obra dramática completa, y una bibliografía final muy
selecta e interesante, dado que en ella se da noticia de numerosos libros y
artículos especializados, no muy conocidos por la mayoría y a que todavía hoy
son relativamente escasos los estudios sobre Buero Vallejo, persona, y más los
dedicados a su extensa obra creativa.
El libro de Jesús Orea, aparte,
claro está, de recoger una biografía bien construida, viene a ser un
reconocimiento doble: por un lado del
amor que Antonio Buero manifestó a lo largo de su existencia, aunque viviera en
Madrid, por su tierra alcarreña y, más concretamente, por la ciudad que lo vio
nacer y, por otro, como un tributo de reconocimiento a su tarea como creador,
fundamentalmente ayudando al desarrollo de la Agrupación Teatral “Antorcha”, a
la que tan unido se encontraba.
Aspectos que vienen a
desmentir esa idea que muchos paisanos suyos han venido teniendo, al creer que
Buero Vallejo nunca quiso saber nada de Guadalajara, quizá mezclando la Cultura
-así, con mayúsculas- con la ideología política. De modo que no conviene
olvidar esas palabras suyas tan definidoras de su personalidad e idiosincrasia:
“Las vivencias que me han fecundado y que se mantienen dentro de mí las he
adquirido aquí” (en Guadalajara), palabras que vienen a ser un testamento de su
afecto.
Pero el libro que comentamos
no es únicamente, como ya se ha dicho, una mera biografía, sino que además es
también una recopilación de los hechos
socio-culturales que acaecieron a lo largo de casi cien años en aquella capital
provinciana que era la Guadalajara de entonces, es decir, un libro de historia
que acompaña a la historia del dramaturgo fundiéndose en una sola expresión: la
del creador y su obra en su contorno, en el momento pretérito en que vivió su
creación, o sea, como dice José Manuel Latre en el prólogo, “un libro que nos
ayuda a poner a Buero Vallejo en el mapa y en la historia de Guadalajara”, por
el que pasan, como en una filmación, su infancia y juventud, el periodo adulto
y la posterior madurez, así como las dudas y cavilaciones que, quizás, pudieron
pasar por su cerebro para dejar de lado aquella primigenia idea de su atracción
por arte pictórico -recuérdese el retrato que le hizo en la cárcel a Miguel
Hernández, de sobra conocido- y dedicarse de lleno a la creación teatral, y a
convertirse en un autor dramático de sobra reconocido.
A todo lo anterior habría que
añadir una “guinda”, para nosotros de notable interés, que no queremos dejar
que pase desapercibida. Se trata de la “cercanía familiar” existente entre
Buero y el autor del libro, a través de su madre, así como con Taracena, lo
que, sin lugar a dudas, ha contribuido a que se corrijan ciertos datos biográficos
hasta ahora equivocados y se aporten otros nuevos, como el expediente que se
custodia en el Archivo General Militar de Guadalajara en el que, en efecto, puede
verse el documento de su condena a la pena capital (“entre marzo y octubre del
40, Buero permaneció ocho largos, duros y angustiosos meses en la galería de
condenados a muerte”).
Jesús Orea se dirige al
lector y le habla desde las páginas de su libro, explicándole con lo que se va
a encontrar… algo que para quien esto escribe no es una manifestación de
intenciones, sino una especie de resumen del mismo.
Si leemos con detenimiento nos
daremos cuenta de que es mucho más fácil escribir acerca de la vida de Buero
Vallejo que hacerlo sobre su obra, más compleja:
“La
circunstancia de celebrarse el 29 de septiembre de 2016 la efeméride del
centenario del nacimiento del gran dramaturgo, Antonio Buero Vallejo, en
Guadalajara, me llevó a reflexionar sobre la oportunidad que se presentaba para
reivindicar la vigencia e interés de su magnífica dramaturgia, al tiempo que
profundizar en el conocimiento de su vida, llena de avatares -que a punto
estuvieron de cercenarla siendo aún muy joven- y plena también de vivencias,
las de un hombre, fundamentalmente, bueno, no solo en el sentido machadiano de
la palabra, pero también honesto, culto, incluso sabio, de aspecto serio pero
con vis cómica, si bien reservada a la intimidad, muy amigo de sus amigos y
absolutamente leal a sus ideas de izquierdas, por las que estuvo, incluso, a
punto de morir al acabar la Guerra Civil y a las que jamás renunció”.
Es algo de siente Orea y que
explica detalladamente al lector a lo largo de un pseudo-preámbulo, como él
mismo reconoce, puesto que fue escrito una vez terminado el libro, cuando su
autor ya sabía de lo que había hablado, lo cual no deja de constituir una
muestra de sinceridad.
En realidad estamos ante un
libro que no es de Historia, sino más bien ante lo que podríamos denominar un
amplio reportaje en el que la lente de la máquina fotográfica o la pluma del
periodista se han fijado detalladamente en la peripecia vital de un hombre,
pero de un hombre que, además de serlo, fue uno de los más importantes
dramaturgos a nivel mundial, que nació en Guadalajara.
José Ramón López de los Mozos
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