sábado, 15 de abril de 2017

Más información sobre el romancero del Cid

(Continuación)

LABRADOR HERRAIZ, José J. (coord.), HYSTORIA / DEL  MUY / NOBLE, Y VALEROSO / CABALLERO, EL CID / Ruy Diez de Biuar: / En Roman- / ces: En  lenguaje antiguo. / RECOPILADOS POR / Iuan de Escobar. / DIRIGIDA A DON / Rodrigo de Valençuela, Regi- / dor de la Ciudad de / Andujar. / EN LISBOA. / Impressa con licencia de la Sancta In- / quisicion: Por Antonio Aluarez. / Anno M.CCCCCCV., México, Frente de Afirmación Hispanista, A. C., 2017, 398 pp. José J. Labrador Herraiz (Preámbulo), Arthur Lee-Francis Askins (Prefacio y actualización bibliográfica) y Arthur Lee-Francis Askins (Introducción). [ISBN: 978-84-617-7060-1].

Por otra parte, añade, el apellido Escobar aparece frecuentemente en documentos coetáneos procedentes de Andújar, Jaén y Córdoba, lo que conduce a pensar en el origen español del compilador, aunque quizás residente en Lisboa, y considerando también como lícita una tercera lectura de los datos publicados hasta entonces. Si, como se ha dicho, el error reside en la fecha contenida en la portada, del mismo modo podría pensarse que simplemente se tratase de una errata, aunque, dada la escasa importancia del hecho, puede dejarse de investigar por este camino, dado que se considera resuelto favoreciendo una de las dos ediciones: la de 1610 o la de 1611, con lo cual, no dejaría de seguir siendo la tercera, precedida por las de Lisboa (1605) y por la de Córdoba (de mediados de 1610).
Es decir, tan cierta podría ser la interpretación de Menéndez Pidal (1611), como la de Sousa Viterbo y de Pérez Gómez (1601). Los demás datos de que se dispone hoy no permiten establecer con total certeza la prioridad de uno o de otro, observando alguna validez en los que llevan a la conclusión de que la edición príncipe fue la datada en 1605.
Se trata por lo tanto, tal y como opinaba Sousa, de un tomo realizado a imitación del otro, a pesar de contener cada uno de ellos, independientemente, sus propios rasgos y preliminares, puesto que tanto las variantes que pueden observarse en su ortografía y en su lectura, como las rectificaciones de sus erratas, no son suficientes como para poder proceder a la identificación de una posible primera edición, además de que, lo poco de valor que hay sobre ellas, es decir, las cabeceras de la de 1605 recogen, sin excepción, “Hystoria / Del Cid” y las del otro tomo “Hystoria / De El Cid”, hasta el folio 137 y de ahí hasta el final, la formen la “Hystoria / Del Cid” dos vezes con la inicial; el empleo característico en la edición de 1605 de la palabra “Fin” al cabo de varios de los textos, en todo el volumen, cosa que no sucede en el ejemplar de Porto, en el que solo aparece en el texto núm. 2, utilizando barras tipográficas ornamentales en los demás; que la aprobación de la edición de 1605 es de Frey Luis dos Anjos, la del tomo de Porto es del primer revisor de las Rimas de Camoes, Frey Manuel Coelho, de quien también procede la de Lisboa de 1615, donde apunta “Vi segunda vez este libro…”, por lo que Askins cree más verosímil que Coelho viera las dos ediciones, y, finalmente, que la edición de Alcalá de Henares de 1612 sigue en todo al tomo de Porto, consideraciones pocas que adquieren cierta categoría al ser comparadas con otras procedentes de diferentes fuentes, como, por ejemplo, el que aunque el recopilador Juan de Escobar figure todavía en el anonimato, no sucede lo mismo con Don Rodrigo de Valenzuela, al que se supone miembro de los Valenzuela que se rastrean en la historia de Jaén, Córdoba y Andújar durante los Siglos de Oro y del que se conoce su función de regidor de esta última ciudad entre 14-I-1605 y 14-III-1650 según consta en las Actas de su Ayuntamiento, así como que fue Hermano Mayor de la Cofradía de Hijosdalgo en el mismo año de 1605 , además de las propias fuentes manejadas por Escobar con casi total probabilidad.
El segundo capítulo, no muy extenso, lo dedica Askins a las tres series del romancero de Escobar, señalando al comienzo la ardua problemática que conlleva la búsqueda de la verdadera identidad de la edición príncipe del romancero que comenta, así como la bibliografía de sus reimpresiones, que distorsionan en muchos casos los estudios acerca de las antologías del Siglo de Oro. Sabemos que la colección apareció en Portugal a comienzos del siglo XVII, con noventa y seis romances, de donde muy pronto pasó a España agregándosele a seis más, o sea, llegando a los ciento dos textos romancísticos, y continuar reimprimiéndose sin más aumentos ni alteraciones que algunos daños, como la pérdida del soneto laudatorio en algunas ediciones y la extirpación de algún que otro romance en otras, hasta la nefasta edición de Madrid, 1818, en la que se eliminaron nada menos que veinticuatro textos, además del soneto mencionado.
Otro aspecto diferente a tener en consideración es el relativo a las características específicas de cada edición, aunque con los elementos bibliográficos de que actualmente se dispone seguirá siendo muy difícil e incompleta la obra de Escobar que podría resolverse en gran parte por la aparición de algún tomo atestiguado y en paradero desconocido. Pero, de momento, eso sería tanto como pedir peras al olmo. Lo que sí sería interesante es que seguramente contribuiría a clarificar algunos aspectos concretos de la vida del romancero y diferenciar las tres grandes series “a base de los títulos, dedicatorias y licencias en que se abrigan todas las ediciones impresas durante más de dos siglos: la serie que denominamos de Lisboa, la de Córdoba y la de Alcalá de Henares”, según indica Askins.
La serie de Lisboa, cuya identificación de la edición príncipe sería fundamental, como ya se ha visto más arriba, aunque ello no impidiese la filiación de otras ediciones producidas en imprentas portuguesas. El tantas veces mencionado Askins apunta las tres tiradas conocidas y una más, citada por Salvá, que constituyen la serie: 1605, 1611 y 1615, impresas por Antonio Álvarez, y otra de 1650, hoy desconocida. Las dos de 1611 y 1615, reimprimen ajustadamente la obra de Escobar de 1605 (título, dedicatoria, soneto laudatorio, y noventa y seis romances con sus rúbricas explicativas) y lleva cada una, según se recoge en sus preliminares, distintas licencias y grabados decorativos.
La primera edición aparece con las aprobaciones de Frey Luis dos Anjos, Marcos Teixeira y Pires da Veiga, y, en lugar de dos Anjos, Frey Manuel Coelho. La tercera, la vio “segunda vez” Coelho y le secundaban el obispo Fonseca, Saraiva, Dias Cardoso, Pinto y Machado, nombres todos suficientemente conocidos en el mundo de la censura lisboeta del momento y que figuran constantemente en multitud de libros allí publicados tanto en español como en portugués.
De la edición de Lisboa de 1650 solo quedan hoy los siguientes datos: en el primer tomo del catálogo de la biblioteca de su padre, Vicente Salvá incluye la esta nota: “En una apuntación de mi padre se menciona otra de Lisboa, 1650, 12º advirtiendo que solo contiene 96 romances”, que por la calidad intelectual de quien la escribió puede ser considerada como segura.
Una vez en la calle la primera edición de Lisboa, comenzó a regresar a su procedencia original la primera colección dedicada exclusivamente a reunir sus romances en libro aparte. Libro que, por cierto, alcanzó una gran popularidad en España. En una de las dos ediciones nacionales, la de 1610 o la de 1612, se añadieron seis textos más a los noventa y seis existentes, reunidos por Escobar. De modo que, en total, son treinta y dos las ediciones hoy atestiguadas -conocidas y referidas- que vieron la luz en imprentas españolas: treinta y una entre 1610 y 1757 y una en 1818, como reflejo tardío, a las que siguen tres más, extranjeras: la de Londres (1825) y las de Francfort (1828 y 1829), como productos del hispanismo romántico inglés y alemán, últimas muestras ya muy tardías de la vieja colección, puesto que fueron muchos los Romancero del Cid que aparecieron durante los siglos XIX y XX, lo que da paso a realizar un somero análisis de las ediciones españolas y las familias en que se ofrecen al lector.
La serie de Córdoba, que consta de cuatro ediciones: la de la propia Córdoba (1610), actualmente en paradero desconocido; la de Sevilla (1639) y las dos de Cádiz (1664 y 1682), idénticas en su contenido a las de Alcalá, pero de las que se distinguen gracias a dos aspectos principales: el título común: HISTORIA DEL MVY VALEROSO CAVALLERO EL CID RUY DIAZ DE BIUAR, EN ROMANCES, EN LENGUAJE ANTIGUO (o sea, el título de las ediciones lisboetas abreviado y nacionalizado) y las licencias, cuyas fuentes ya fueron expuestas antes.
Se ha aceptado la edición de Córdoba (1610) siguiendo las justificaciones de Valdenebro y Pérez Gómez, no siendo raro que esta proceda de la misma ciudad de Córdoba, próxima a Andújar, de la que en 1610 era todavía regidor Don Rodrigo de Valenzuela, mecenas de la edición príncipe. A pesar de ello, Askins hace constar sus dudas acerca del contenido del tomo de Córdoba y la relación que pudiera tener con la de Alcalá (1612), primera de la serie que lleva su nombre y segunda española. Características suyas casi seguras serían el título, las licencias, la dedicatoria y el soneto laudatorio, duplicados en la siguiente edición, que es la de Sevilla (1639), aunque de ella es muy poco lo que se puede asegurar -porque como sostiene Askins, “¿Contendrá ya los seis textos adicionales que caracterizan las ediciones españolas?-.
En cuyo caso la edición alcalaína de 1612 debió aprovecharse de los añadidos, aunque tuviera también a mano la edición de Lisboa (1611) que lleva en sus preliminares la aprobación en portugués de Manuel Coelho que no figura en ninguna de la serie cordobesa que conservó la disposición original de la serie (noventa y seis romances). La segunda de la serie es la de Sevilla (1639) que, al repetir las licencias de la de 1610, se aprovechó de una de las ocho ediciones de la serie de Alcalá, aparecida mientras tanto.
De todos modos, seguimos nuevamente a Askins, las ediciones de 1639, 1664 y 1682 se mantienen fieles a la filiación del título y a las licencias, aunque en las de 1664 y 1682 se haya eliminado el soneto laudatorio y una dedicatoria se suprima a cambio de otra, firmada por un tal Juan López de Fregido y Montero, tal ver por haber dejado de ser regidor Don Rodrigo, y en la de 1682, se haya suprimido el texto Cuantos dicen mal del Cid, quedando patente, además, que entre las ediciones de 1664 y 1682, las licencias aparecen firmadas por Gonzalo de la Vega y lleven la fecha -al día- de 1652, a pesar de lo cual Askins no se atreve a considerar la existencia de otra edición más, filial de esta serie, publicada por los años 1652/1653 (quizás de Sevilla por Rodríguez) y aprovechada por Machado en 1664 (con lo que queda apuntada esta posibilidad.

(Continuará)

José Ramón López de los Mozos

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