(LABRADOR HERRAIZ, José J.
(coord.), HYSTORIA / DEL MUY / NOBLE, Y
VALEROSO / CABALLERO, EL CID / Ruy Diez de Biuar: / En Roman- / ces: En lenguaje antiguo. / RECOPILADOS POR / Iuan de
Escobar. / DIRIGIDA A DON / Rodrigo de Valençuela, Regi- / dor de la Ciudad de
/ Andujar. / EN LISBOA. / Impressa con licencia de la Sancta In- / quisicion:
Por Antonio Aluarez. / Anno M.CCCCCCV., México, Frente de Afirmación
Hispanista, A. C., 2017, 398 pp. José J. Labrador Herraiz (Preámbulo), Arthur
Lee-Francis Askins (Prefacio y actualización bibliográfica) y Arthur
Lee-Francis Askins (Introducción). [ISBN: 978-84-617-7060-1].
V
La serie de Alcalá continua este conjunto con el conocido e importante ROMANCERO
E HISTORIA DEL MUY VALEROSO CABALLERO EL CID RUY DIAZ DE BIVAR, EN LENGUAJE
ANTIGUO (editado por los herederos de Juan Gracián, a principios de 1612), o lo
que es lo mismo, la segunda impresión española del romancero, abanderada de una
serie posterior de ediciones que vio la luz en diversas localidades españolas y
extranjeras y cuyos últimos estertores alcanzaron el año 1829.
Se trata de una edición en la
que se sigue manteniendo la dedicatoria anterior, a Don Rodrigo, del soneto
laudatorio a Don Juan Méndez y, los ciento dos romances, que indican su
perdurabilidad y firmeza, como ya vimos que sucedía también con otras ediciones de la presente serie y con otras
como la de Córdoba, al tiempo que remiten a su personalidad individual, de modo
que, al igual que con los libros de la serie cordobesa, no es menos importante
centrarse y estudiar detenidamente las fuentes de la edición alcalaína, de
1612, toda vez que ambas proceden de lugares distintos.
La de Córdoba, vimos con
Askins, había manejado las anteriores, pertenecientes a la Chronica del famoso caballero Cid…, pero no así la de Alcalá, que
se sirvió de la edición de Lisboa de 1611, al imprimirse de nuevo su aprobación
en la misma lengua portuguesa de Manuel Coelho y seguirla en algunas formas
textuales, como puede apreciarse si la comparamos con la de 1605, además de
habérsele añadido las tres opiniones siguientes:
A. Tassa. Yo Diego Gonçalez
de Villaroel […] doy fee, que auiendose visto por los señores del vn libro
intitulado Romancero, e Historia del Cid, tassaron cada pliego del dicho libro
a tres maravedíes: y mandaron que a este precio se venda, y no a otro alguno: y
para que se sepa se ponga esta tassa a principio de cada libro. Y para que
dello conste […] y de pedimiento de Bartolomé de Selma, di esta fee, en Madrid
a diez y seys de Diziembre de mil y seiscientos onze. Diego Gonçalez de
Villaroel.
B. Vi este libro de Romances
del Cid, y concuerda con su original. Dada en Alcala en 12 de Dizie(m)bre de
seiscientos y onze años. El Maestro Sebastian del Lirio.
C. Licencia. […] a Bartolomé
Selma impresor de libros, y vezino de la Ciudad de Cuenca, para q(ue) por esta
vez pudiesse imprimir y ve(n)der [vn] libro titulado intitulado, la Historia
del Cid que otras vezes ha sido impresso que va rubricado de mi rubrica […] y
firmado […] con que después de impresso y antes q(ue) se venda, le trayga […]
juntamente con el original para que se vea si la dicha impression esta conforme
[…] y que se trayga fee en publica forma […] y que el impresor que imprimiere
el dicho libro, no imprima el principio y primer pliego del ni entregue mas de
vn libro con el original al autor […] hasta q antes y primero el dicho libro
esté corregido, y tassado […] y estando fecho, y no de otra manera, pueda
imprimir el principio y primer pliego, en el qual seguidamente se ponga esta
fee y la aprouacion de la tassa, y erratas […] en Madrid a tres de Setiembre de
mil y seiscientos y onze años. Diego Gonzalez de Villaroel.
Donde, como queda a la vista,
la tasa y la corrección corresponden al propio romancero, mientras que la licencia,
algo imprecisa, deja ver, al igual que lo sucedido en Córdoba, su uso en otra
edición de la Crónica, en prosa,
financiada por el mismo Selma[1].
Por lo que se sabe de la
impresión de Alcalá de 1612 se hicieron dos reimpresiones que la copian en todo,
excepto en las fechas de las licencias: Alcalá, 1615 y Zaragoza, 1618, además
de otra colección más, proyectada por el editor segoviano Diego Flamenco, para
lo que solicitó y recibió licencia el mismo 1618, aunque quedó pendiente hasta
1621, eso sí, llevando una nueva serie de licencias firmadas por Francisco
Murcia de la Llana y por Lázaro de Ríos y Pedro Montemayor del Mármol, que
conserva completo el título original, la dedicatoria, el soneto y la aprobación
de Manuel Coelho, aunque traducida al castellano, lo cual significó un nuevo empuje
que se sigue con total fidelidad en las ediciones de Madrid, 1625 y Segovia,
1629 (debida nuevamente a Flamenco), para la serie que comentamos siguiendo al
Dr. Askins.
Poco más tarde, en 1650,
vieron la luz otras dos ediciones efectuadas en Madrid: una por María de
Quiñones y otra, por Díaz de la Carrera, ambas desconocidas hoy, aunque se
asegura que una de las dos es pieza clave para el seguimiento de la rama base
de la serie que comentamos, dado que se había vuelto a utilizar la aprobación
de Coelho en castellano, el título, el soneto y la dedicatoria, según
los había publicado Diego Flamenco, en los que además se incluía una nueva
serie de licencias, a modo de tercer impulso, firmadas en 1650 por nuevos
censores[2], que
después se incluirían en las ediciones de Madrid de 1668 y Pamplona de 1706 y
que también sirvieron para tiradas tan modernas como las de Madrid 1818 y
Francfort, 1828 y siguiente, como ya vimos más arriba, a pesar de la supresión
de los preliminares, por haber quedado ya obsoletos.
Las ediciones continúan,
puesto que Askins se refiere a dos más, paralelas, que proceden directamente de
la de Diego Flamenco y 1621, que mantienen la aprobación de Coelho (en
castellano), pero de la que se desvían por otros aspectos: las de Madrid y
Alcalá de Henares, ambas de 1661, dedicadas, ex novo, a Don Christoval de Gabiria, sin datar, pero ubicada
cronológicamente, con gran seguridad, en los años1670, tipográficamente muy
inferior, a las que hay que añadir las de Madrid, 1688 y su reimpresión de Cádiz de 1702, sin dedicatoria alguna, y
en busca de licencia.
La de Madrid, 1695 y su
reimpresión pucelana [1695] también carecen de nuevas licencias, algo que, del
mismo modo, sucede con las de Madrid de 1726 y la reimpresión, también de
Valladolid y 1747.
Queda, por lo tanto, aclarada
más o menos la extensa serie de la historia bibliográfica de la serie de Alcalá
de Henares, cuya primera luz se vio en 1612, con sus distintas variantes,
aunque quedan todavía otras, hoy en paradero desconocido, que posiblemente sean
filiales de esta serie y que, al decir de Askins, cuando sean encontradas, si
es que llega a darse el caso, podrán ser conocidas por sus características
propias, contribuyendo con ello a conocer con mayor calado la historia de dicha
serie: Valencia, 1629 [dos: May, Guriz]; Madrid, 1650; [dos: Quiñones, Díaz de
la Carrera]; Madrid, 1661; Madrid, 1662; Madrid, 1668; Pamplona, 1702; Madrid,
1746; Barcelona, 1757; y Londres, 1825, de las que, por el momento, sólo es posible
conocer, aunque de forma imperfecta,
escasos datos, por ejemplo, que la edición de Madrid de 1661 es de María
de Quiñones, que publicó una de las ediciones matritenses, la de 1650, o la que
el mismo año le sirvió para sacar las licencias de la de Madrid de 1668 (“por
llevar ésta las licencias del nuevo turno de revisores firmadas en 1650”), y la
también de Madrid, 1685, modelo evidente de la de 1695, de cuyos mismos
tórculos procede.
Finalmente veremos, aunque
muy someramente, el apartado tercero del estudio introductorio de Askins,
referido a las Fuentes del Romancero de Escobar, que nace con las siguientes
palabras:
Acorde según el mio, en
escoger esta obra, tan humilde para dedicarla a vuessa merced, aunque de algún
trabajo, por auer buscado tantos Romances, y ponellos en concierto como aquí
va(n) […] y en romances a lo antiguo, y algunos tan antiguos, que ya casi no
auia memoria dellos.
Palabras, por cierto, las de
nuestro compilador Escobar, con las que viene a abocetar lo que será su libro,
realizado en base a los romances recopilados y cuyo conocimiento permite
conocer en profundidad qué libros, antiguos y modernos, pudo emplear a
comienzos del siglo XVI, y la gran importancia de “ponellos en concierto” para
un mejor conocimiento de la historia del romancero español y de su transmisión,
aunque, al parecer, Escobar se preocupara de algo más que de aunar los textos
recogidos y ponerlos siguiendo lo que podríamos considerar como su orden lógico,
antes de publicarlos.
Según se desprende de la
lectura del texto fue muy posible que el autor no emplease únicamente las
copias de los romances ya impresos, sino que, en alguna que otra ocasión
introdujese aspectos propios de su creatividad, con lo que en ocasiones viene a
alterar el contexto de algunos romances, no solo de los relativos al Cid, sino
de otros más modernos, con lo que los reforma.
Pensemos que nos encontramos
en el siglo XVII, un siglo más tarde, confiriéndoles una nueva visión, que
terminó por imponerse gracias a la gran cantidad de reimpresiones del texto y
que vino a mantenerse viva hasta mucho tiempo después, siglo XIX, de modo que
el mismo Don Ramón Menéndez Pidal, en su Romancero
hispánico, diera a conocer una de las primeras valoraciones de los romances
recopilados y publicados por Escobar, realizando, además, “la primera tentativa
de identificación de sus fuentes, según el texto ampliado (102 romances) de las
series españolas.”
La inmensa mayoría son poemas eruditos o artificiosos que,
generalmente se nutren de las fuentes ya reeditadas como los “Romances
nuevamente sacados de historias antiguas”, debidos a Lorenzo de Sepúlveda
(1551, etc.), del que tomó 26 romances. Después, hace lo propio con 20 del Romancero General de 1604; 2 con la
Segunda Parte del Romancero de Miguel de Madrigal, 1605, y otros 2 del
Romancero Historiado de Lucas Rodríguez, 1582, aunque, sin duda, la mayor parte
de las fuentes empleadas por Escobar permanece desconocida: así, 40 [sic, por
42] romances de los que se desconoce su publicación anterior, aunque, más tarde
dirá que “Escobar tomo cinco de Timoneda…, otros cinco del Cancionero de Amberes…”, etc.
Con lo que, los ciento dos
romances de que constan las series españolas, los atribuyó de la siguiente
forma: 42 a fuentes desconocidas; 26 procedentes a Sepúlveda; 20 al Romancero
General de 1604; 5 a Timoneda y otros 5 al Cancionero
de romances de Amberes, y 2, a Lucas Rodríguez; fuentes que también podrían
aplicarse a los 96 romances lisboetas, según fueron pensados por Escobar para
su romancero, ya que de los seis añadidos en las series españolas, cinco
pertenecen a una fuente todavía desconocida y el otro se corresponde con uno de
los dos hallados en la obra de Lucas Rodríguez.
A pesar de todo lo anterior
el Dr. Askins es del parecer de que todos los textos que Escobar utilizó en
beneficio propio, como hemos podido comprobar, llegan a ser sorprendentes,
puesto que las dos colecciones romancísticas mayoritarias estaban al alcance de
la mano de cualquiera en aquellos tiempos, es decir, a principios del siglo
XVII, aunque también pudo haber manejado otras fuentes de menos interés.
Esto solo podría afirmarse
con claridad en caso de haber conocido otros textos de los que también se
sirvió como fuente en notable proporción y que, tal vez “¿Representan una
fuente única, de importancia primaria, desconocida en la actualidad? Poco
probable. ¿Atestiguan el aprovechamiento de fuentes diversas: libros, pliegos
sueltos, y manuscritos? Parece algo más probable.”
(Continuará)
José Ramón López de los Mozos
[1] De gran interés es la nota en la señala:
Confesamos que, mientras tuvo feliz resolución
la busca de la edición de la Crónica
que dio sus licencias a la edición de Córdoba, ha sido frustrada la
identificación del supuesto libro de Selma. Todavía está por esclarecer la
bibliografía de las varias Historias y
Crónicas en prosa del Cid, y a ello se dedica actualmente nuestro colega
Don Felipe R. Camarero Maldonado.
[2] Entre ellos, por Don Carlos Murcia de la Llana, hijo del Licenciado,
por Don Diego de Cañizares y por Mateo de la Bastida.
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