CERDEÑO, Mª. Luisa y GAMO,
Emilio, “Estudio preliminar del campamento romano de La Cabeza del Cid
(Hinojosa, Guadalajara, España). Preliminary
results of the roman camp of La Cabeza del Cid (Hinojosa, Guadalajara, España)”,
Cumplutum, 2016, Vol. 27 (I):
169-184. [ISSN: 1131-6993]. http://dx.doi.org/10.5209/CMPL.53221
En este breve trabajo se dan
a conocer los primeros resultados del estudio llevado a cabo en el recinto
campamental romano, datado en época republicana, de La Cabeza del Cid, en
Hinojosa, en pleno centro de la Celtiberia, con el que se abren nuevas
perspectivas para la investigación de dicho periodo histórico.
Los autores comienzan
describiendo el lugar donde se encuentra el campamento: a 1349 metros de altitud
sobre el nivel del mar y a cien del cerro donde se asienta, un altiplano desde
el que se puede contemplar un amplio espacio de terreno, además de analizar los
primeros datos bibliográficos acerca de su existencia.
El más antiguo de estos
datos, escrito por Francisco Núñez en 1595, tiene un origen legendario pues
cuenta la acampada del Cid en ese lugar, camino de Valencia. Dicho error fue
advertido por Diego Sánchez Portocarrero (1607-1666) en su Antigüedad del muy Noble y muy Leal Señorío de Molina. Historia y lista
real de sus señores, príncipes y reyes, cuya segunda parte -Historia de los Señores de Molina-, se
conserva todavía inédita en la Biblioteca Nacional de Madrid (Sig. K-148-150). Dicho
autor, que conoció personalmente el lugar, dejó escrita una interesante
descripción del mismo, indicando la existencia de restos de muros, cerámicas y
monedas, armas antiguas, etc.
Varios hallazgos
pertenecientes al reinado de Felipe IV indican la frecuencia de las visitas al
lugar en tiempos pasados.
Mucho más tarde volvería a
mencionar los hallazgos arqueológicos el cronista J. M. Escudero: “…en Hinojosa
se han hallado armas antiguas, hierros de lanza de punta cuadrada, cascos e
infinidad de monedas romanas de toda clase de metales”, dados que con toda
probabilidad toma de Sánchez Portocarrero.
Ya en tiempos recientes
aparecieron diversas evidencias que ayudan a comprender mejor la existencia del
establecimiento campamental, entre ellas una punta de flecha de pedúnculo y
aletas fechada entre el Bronce Medio-Bronce Final, además de un conjunto
cerámico con remate bífido y un fragmento de morillo que, por lo general, pieza
que suele ir unida a los ambientes de Campos de Urnas. Años más tarde, se
recogieron numerosas cerámicas realizadas a mano y grafitadas, de diferentes
tipos, datables en el Bronce Final y el Celtibérico Antiguo y Tardío.
Todo ello hizo que se
planificase una intervención arqueológica sistemática -en 2014- cuyos
resultados son los que se presentan en el trabajo que comentamos.
Para ello lo primero que se
hizo fue realizar un diseño a medio plazo con el fin de evaluar el auténtico
potencial arqueológico del yacimiento, aplicando para ello diferentes
metodologías -la fotografía aérea entre otras- y revisando los restos
aparecidos anteriormente conservados en el Museo de Guadalajara.
Todo ello condujo a la
conclusión de que se trataba de un campamento romano de época republicana, cuyo
interés radica, principalmente, en la escasez de campamentos de esta fecha en
la Celtiberia.
Por tanto, se comenzó con un
estudio planimétrico de la zona y su posterior topografía georreferenciada,
identificándose estructuras ocultas gracias al uso del georradar, pero no
pudiéndose apreciar estructuras claras del interior del recinto. Siguió a ello
la prospección electromagnética, pudiéndose evidenciar la existencia de un
recinto defensivo -o muralla-, cuya área ocupa 4,6 hectáreas y cuyo perímetro
está precedido por un terraplén. Se han identificado dos puertas y lo que
podría ser interpretado como foso.
El campamento, por su
distribución y forma constructiva, recuerda otros recintos como los de La Cerca,
de Aguilar de Anguita y el de Renieblas (Soria), así como a otros campamentos
del área numantina que se han terminado definiendo como oppidum indígena, aunque existan numerosas diferencias entre las
fortificaciones de estos oppdida
celtibéricos de los siglos II-I a. C. y los campamentos romanos, gracias a su
técnica constructiva, dimensiones y
diseño, como puede comprobarse con los restos excavados en Los Rodiles (Cubillejo
de la Sierra), La Cava (Luzón), El Castejón (Luzaga), El Losar I (El Atance) o
el Llano de San Pedro-Las Viñas (Valderrebollo), este último ubicado entre
Celtiberia y Carpetania.
Posteriormente se recogieron
abundantes materiales, por un lado de cerámica (de la no se han encontrado
ejemplares de importación) celtibérica tardía, un kalathos -forma frecuente en los yacimientos antes mencionados-
asociado a cerámica de barniz negro y terra
sigillata aretina, además de otras piezas como cuencos de bordes reentrantes,
tinajas de “pico de ánade”, un fragmento de tinaja “ilduratin”, característica
del Valle del Ebro.
También se recogieron algunos
objetos metálicos, generalmente de hierro: una punta de sección cuadrangular,
semejante a las “puntas de flecha bipiramidales” o “dardos”, de las que se han
documentado 130 ejemplares de finales del siglo III a. C. en Baecula; un pilum (lanza); clavos largos de sección
cuadrangular rematadas en T, que bien pudieron ser utilizados como vientos de
tienda de campaña; un resorte de fíbula de hierro con muelle de seis espiras a
cada lado (modelo La Tène II); un fragmento de placa rectangular; una pequeña
pesa cilíndrica con perforación central, de hierro y plomo, de 38 gramos y otra
muy deteriorada. Curiosamente se observa la ausencia de tachuelas de caligae -calzado- y no se han encontrado
monedas tras tantas visitas y expolios realizados en el siglo XVII, aunque
debieron existir en gran cantidad según
indica Sánchez Portocarrero, quien dice tener “…más de treinta monedas antiquísimas
de todos los metales, halladas en mis tiempos y sé que han perdido o
despreciado otras tantas…”.
Tampoco se han encontrado
objetos de piedra, aunque en el Museo de Guadalajara se conserva un fragmento
de cotícula o afiladera.
Tras el estudio arqueológico
reseñado se pasó a revisar los textos clásicos relacionados con la zona y la
época del campamento de Hinojosa, con el fin de establecer una correspondencia
coherente entre las fuentes de información, resultando que el campamento de La
Cabeza del Cid -siglo I a. C.- es muy posible que fuese construido como
consecuencia de las operaciones militares correspondientes al conflicto
sertoriano, cuya importancia es bien conocida por la arqueología y así como por
las fuentes escritas, ya que las huellas existentes en la provincia de
Guadalajara son muy numerosas debido a que Sertorio atacaba los oppida más estratégicos como se puso de
manifiesto en puntos cercanos a Hinojosa como Rodiles II (Cubillejo de la
Sierra), lo que le otorgó gran popularidad entre los indígenas por su decisión
de limitar el alojamiento de las tropas dentro de las civitas.
Los autores del trabajo
concluyen que el recinto campamental de La Cabeza del Cid ofrece nuevos datos sobre la actividad romana
en Celtiberia y sobre algunos de los episodios bélicos más destacados,
abarcando un espacio de cerca de dos siglos, por lo que la identificación de
este campamento amplia el aún breve catálogo de los ya existentes en el centro
peninsular, polarizados anteriormente por los enclaves numantinos.
José Ramón López de los Mozos
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