lunes, 19 de diciembre de 2016

Ana de Mendoza, un estudio moderno

Éboli. La princesa de la Alcarria. 475 aniversario de Ana de Mendoza, princesa de Éboli. Cifuentes 1540-Pastrana 1592. Director: Fernando Bermejo Batanero.

Círculo Rojo Editorial, Almería, 2016, 358 pp., ISBN: 978-84-9140-108-7.         PVP: 10 €.

Cifuentes tiene un río que le da vida. Nace alegre a los pies del hermoso castillo de don Juan Manuel y le da alegría. Cifuentes es un pueblo alegre que ha tenido mala suerte. Y, como la cautiva del rey, Ana de Mendoza y de la Cerda, Cifuentes aunque tiene mala suerte mantiene la «persistencia en defenderse y el grado de independencia… a pesar del desfavor real y su semi-encarcelamiento» (Reed/Dadson, p. 23). En términos actuales, Cifuentes se defiende de los estragos producidos por una deuda contraída no hace mucho que ha dejado a la villa «cívicamente muerta» (Marañón), como quedó la princesa en su «cárcel» de Pastrana. ¿Muerta Cifuentes? De ningún modo. Y aquí tenemos hoy una hermosa prueba, una más, de que el río seguirá brotando, llenará la balsa y acabará, como está mandado, en su desembocadura, no sin antes haber hecho la alegre pirueta del salto antes de esconderse en el Tajo. Porque este libro tiene, como las tuvo Ana, dos vertientes. Fernando Bermejo Batanero, director y creador de esta fiesta histórico-literaria, ha sabido aunar la recreación mímica festiva con algunas importantísimas contribuciones literarias que echan nueva   –y muy necesaria luz—a la vida de la Éboli: ¡porque mira que se han escrito majaderías sobre esta mujer![1] Tuerta lo fue (y bella), pero no ciega, ni puta.[2] «Veremos que esta caricatura es una falsificación, y que se puede de-construir la notoriedad de ‘la Éboli’ para descubrir una mujer inteligente y valiente» (Dadson/Reed, p. 20).[3]
            El carácter festivo, la comedia, ¿acaso tragicomedia?, comienza con la alegre foto de las personas solidarias saludando a los invisibles lectores de este libro, alegre gente del pueblo: porque Cifuentes es pueblo alegre. Y detrás de esa alegría queda un girón del desgobierno, por mucho que doña Ana quiera taparlo con su linda cara (p. 11). ¡Qué hermoso pueblo reviviendo un pasado tan remoto! Dieciocho fotos ilustran el aspecto lúdico: danzas y bailes cortesanos adornan la recreación del bautizo de la hija de Catalina y de Diego.
            El libro está dedicado a los cifontinos y abre con un prólogo de Miguel Cabellos Losa, presidente de la Asociación de Hijos y Amigos de Cifuentes. Encomiable es que invitara a la Asociación de Damas y Caballeros de Pastrana: la princesa hubiera estado muy orgullosa de verlos a todos reunidos. Merece la Asociación cifontina nuestro aplauso por haber pensado en recaudar fondos para una obra benéfica. A buen seguro que a la Asociación no le sobran los dineros, pero se han sacrificado para costear la producción del libro. Que no desmayen: sin cultura la vida es muy aburrida. La Introducción sale de la pluma de Fernando Bermejo Batanero, entusiasta organizador del aspecto literario, erudito, del revivido bautizo.
El periodista Nacho Ares es el autor de un artículo divulgativo de la faceta más llamativa de la Éboli: sus amoríos. Divaga por las leyendas urbanas para hurgar en los «secretos» de la princesa, sembrados por mediocres escritores que se autotitulan «historiadores», y concluye que de lo dicho nada, esto es, que mejor es olvidar todas esas trapisondas porque no existe un solo documento que pruebe los carnales amores ocultos de doña Ana con ninguno de sus supuestos amantes. Su aportación ya es meritoria (pp. 29-48).
Esther Alegre Carvajal ha estudiado a la princesa y «las relaciones menos conocidas y menos tratadas de su extensa biografía, que es su estrecha relación emocional con Pastrana». Su trabajo «es una versión reformada de dos artículos de reciente publicación» (2014), que han tenido muy buena acogida. En «La princesa de Éboli, primera duquesa de Pastrana» (pp. 265-302), con buena prosa y acierto explora las relaciones de la familia (desde su abuela que residió en el hermoso palacio renacentista que «adquirió [Pastrana] como señorío (1539)») hasta que, enferma, regresó a Toledo donde falleció; la influencia del poderoso Ruy Gómez de Silva (Alegre se apoya inteligentemente en Boyden), la compra del estado de Pastrana, el esfuerzo por industrializar la villa (moriscos/seda), el intento de hacerla una ciudad de prestigio, la importancia de santa Teresa y la fundación del convento, las desavenencias, la relación de Ana con sus hijos, el entierro del marido, etc. En definitiva, un amplio recorrido por la vida de Ana en el contexto de Pastrana que la amó hasta darle sepultura en su colegiata.
Fernando Bermejo Batanero nos recuerda la relación de Ana de Mendoza con Cifuentes y su condado (pp. 215-264). Reúne una extensa mezcla bibliográfica de obras sobre la princesa, unas que a mi juicio no son serias y otras de alto valor histórico, pongamos de ejemplo los dos extremos: las de Dadson/Reed por útiles y muy bien documentadas y las de Fernández Álvarez, por ser una fabulación inútil, y alguna más. Bermejo adopta el método lineal, biográfico, para su exposición: el nacimiento de «Juana», o Ana, en Cifuentes apoyándose en la tan citada partida de bautismo, infancia y vida de sus familiares, el linaje de los Silva, etc. En cuanto al lugar donde nació, Bermejo piensa que nació en la plaza, en el palacio (sigue a Ares y a Herrera): «para mí es la más acertada» (p. 225), supuesto que está en conflicto con Reed/Dadson quienes, siguiendo a Layna Serrano, piensan que nació en el castillo.
El carácter divulgativo del libro lo completa el profesor titular de la URJC Francisco Marhuenda con sus resúmenes sobre «Ruy Gómez, el gran privado de Felipe II» (pp. 303-358). Parece ser una amena clase, o varias, estructurada en 20 partes con la finalidad de no aburrir a los alumnos.[4] Ocupa las 10 primeras páginas (7 apartados) con una síntesis de lo suyo, de las Instituciones, y el resto repitiendo lo consabido sobre «la figura de Ruy Gómez de Silva».[5]
El libro gana en interés cuando se suman a la parte divulgativa, y útil, sí,  para muchos lectores de pocos libros —que todo hay que decirlo— los trabajos de erudición bien fundamentados. Son tres y dos de capital importancia. Esa doble aportación añade una dimensión internacional al libro.
Ignacio Ruiz Rodríguez se ocupa de las relaciones (por mucho tiempo novelescas) de la princesa con el dinámico humanista Antonio Pérez (pp. 141-214). Afirma, con honradez, que «no son muchas las novedades que este artículo pueda aportar». Tampoco se piden «muchas», basta con dejar las cosas claras y dar algunos pasitos adelante. El profesor titular de la URJC trabaja desde una bibliografía extensa (seleccionada con buen juicio), y desde archivos y bibliotecas. Como consecuencia su contribución se despega de otras en este libro. Además nos regala dos anejos del Archivo Histórico Nacional, uno «Inventario elaborado por Antonio Pérez, sobre los documentos que tiene en su escritorio» y un segundo con las extensas «Memorias» del secretario.
«De fuera vendrán que bueno te harán». Trevor Dadson,[6] de reconocida fama internacional y nacional,[7] aporta «Nuevos documentos para la biografía de la princesa de Éboli» (pp. 49-92) Solo dejándose las pestañas en archivos y bibliotecas se puede encontrar nueva documentación  —y dejarse de historias. Nueve cartas, con sus comentarios previos, y una selecta bibliografía: enorme contribución al tema.
«Tres cartas inéditas» de la madre de Ana doña Catalina de Silva y Andrade» (pp. 93-140) es la aportación de Helen H. Reed que difícilmente podremos agradecer. Otra importante investigación que nos regala la doctora de la SUNY, firma más que conocida en La Alcarria, España y el mundo entero. Se trata de tres cartas a su yerno Ruy Gómez en  1557 y 1558, seguidas de la bibliografía fundamental (con algún añadido generoso).
            El libro es útil, algo repetitivo en un aspecto, en otro es un tesoro que nos regalan historiadores de fuera de nuestras fronteras. Acaso convenga tomar nota. En cuanto a la referencia a mi imposibilidad de participar (p. 21), me tuvieron de quirófanos y me salvaron la vida para que pudiera ahora escribir estos comentarios. Pido disculpas por haber tenido que suspender mi intervención y siento no haber compartido la alegría de la fiesta que retrataron tan bien Enrique Novella y Miguel Cabellos: tampoco me olvido de ellos.


José J. Labrador Herraiz
Professor Emeritus CSU



[1] Sorpresa me produce ver en la bibliografía, pp. 21-26, nombres que nunca debieron sentarse en la misma grada que Muro, García Mercadal, Marañón, Dadson y Reed. Conviene tener criterio más formado a la hora de leer.
[2] El calificativo lo difundió el irresponsable y acaso plagiario gallego cuyo nombre todos conocemos.
[3] «El supuesto común en todas esas versiones -[invenciones, diría yo]- de la vida de Ana de Mendoza es que las mujeres orgullosas, independientes, apasionadas o rebeldes son castigadas en vida. En efecto, Ana de Mendoza representa a menudo un polo de la dicotomía tradicional mediterránea impuesta a las mujeres desde tiempo inmemorial.» (Dadson/Reed, p. 19).
[4] Trató el mismo tema en una conferencia impartida en la Real Asociación de Hidalgos de España el 3 de noviembre según un suelto de prensa.  
[5] En pp. 20-21 da cuenta Fernando Bermejo Batanero del título de la charla de Francisco Marhuenda García, quien sustituyó ese texto por otro.
[6] Fue en Pastrana, en uno de aquellos congresos que organizaba el llorado profesor Criado de Val donde Dadson y yo nos conocimos. Han corrido los años.
[7] Villarrubia de los Ojos (CR) le ha dedicado una calle por su monumental estudio de los moriscos.

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