JIMÉNEZ PICAZO, Pedro, Al amor sencillo. Poesía popular cotidiana con alma, corazón y vida,
Guadalajara, El Autor, 2016, 81 pp.
Escribir es, a veces, una labor ardua, especialmente si
se hace por compromiso.
Afortunadamente no es este el caso, porque el poemario
que comento, escrito por Pedro Jiménez Picazo, está plagado de todas esas cosas
bonitas que hacen que la vida, el día a día de cada uno, sea mejor, ya que al
fin y al cabo son las que surgen del corazón.
Veo yo en este sencillo librito un a modo de
pensamiento machadiano; Jiménez Picazo escribe porque quiere y porque le gusta
y porque lo siente y lo padece, a la vez que entretiene su tiempo, ya que nada
nos debe y, si acaso, somos nosotros quienes le debemos lo que escribe, que
viene a ser algo así como soñar despierto, cosa no muy frecuente en los tiempos
que corren, cargados de egoísmo.
La vida como sueño y el deseo de vivir soñando, que no
deja de ser una forma de escape de la cruda realidad vital.
Y es que son poemas escritos con el corazón en los que
se pone de manifiesto el amor a la familia, a los amigos, a la gente que se
siente a gusto con Pedro, escuchando en voz baja la lectura íntima del último
escrito, cómo para que nadie se entere, excepto el interesado, casi en
secreto.
Pedro Jiménez, amigo, nació en un pueblo de la
Alcarria y allí vivió su más tierna infancia, hasta que por aquello de la
emigración, no tuvo más remedio que marcharse. Pero, como tantas otras cosas,
su pueblo dejó en él una huella imborrable, podríamos decir que le “imprimió
carácter” y, acaso por eso hay ciertas formas de hablar, de decir las cosas con
pocas palabras, empleando diminutivos que calan en el lector poco acostumbrado
a este tipo de rimas.
Habla con todo el cariño del mundo de los “besitos”
que le dan sus “nietecitas” a las que tanto quiere y recuerda constantemente
como se deja ver en alguno de sus poemas más cariñosos -“estrellitas
pequeñitas”- y que, además, han hecho y coloreado los dibujos que acompañan la
edición.
¿Hay algo más bello que estas expresiones que salen
del alma hacia sus seres queridos?
También aparecen los recuerdos de la luz como forma de
vida y de la oscuridad de la muerte y surge el miedo al miedo, porque Pedro
Jiménez, como tantos otros, ignora lo que puede haber tras este tránsito, a
pesar de tener puesto su pensamiento en Dios y en el más allá, buscando su
origen y su destino eternos.
Como si fuera un viaje para ver el mar y observar
detenidamente el vuelo de las gaviotas.
Pedro Jiménez Picazo lo ve todo como algo natural: la
luz, el sol, las flores -especialmente las rosas, que florecen en primavera, y
que suele comparar con las personas amadas: su mujer y sus nietas,
principalmente-, el amor, como recurso universal; la esperanza y hasta la
propia vida, que tanto aprecia, porque tras todo este temario poético hay nada
menos que un pensamiento, que ya hemos adelantado en parte: el de la caducidad
de la vida, como algo efímero y pasajero, a modo de un viaje con sólo billete
de ida.
Se nota que en Jiménez Picazo hay una imperante
necesidad de escribir a base de latidos, de golpes de corazón, sobre todo de
sus seres amados más cercanos y, todo ello, sin olvidar, como ya queda dicho,
aquello que aprendió en sus años mozos, ya lejanos aunque se sea viejo en años,
en el pueblo que lo vio nacer: los mayos, donde describe el cuerpo de la maya o
moza casadera, como si de un retrato se tratase, las cancioncillas o, si se
quiere, oraciones o rezos, más o menos tradicionales en la oralidad popular,
puesto que en eso se convierten, a la Virgen del Collado, patrona de Berninches
y a Santa Lucía, virgen taumaturga protectora de los ojos y la visión…
Y también ciertas réplicas a varias “coplillas de picadillo”,
cargadas de gracejo e igualmente oídas en el pueblo.
Poemario que se hace recuerdo y también agradecimiento,
en el que, de cuando en vez, deja escapar alguna que otra conseja a modo de
refrán o paremia:
“Han sembrado la semilla
sin haber hecho el barbecho”.
En fin, un poemario plagado de sencillez, en el que el
hombre actual también se ve reflejado a pesar de la globalidad y la tecnología
que lo rodea y agobia y aisla.
Gracias a Pedro Jiménez Picazo por esta gavilla
amorosa que deleita y enseña a un tiempo. Gracias por estos poemillas tan
sencillos y humildes…
José Ramón
LÓPEZ DE LOS MOZOS
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