sábado, 17 de diciembre de 2016

Del amor sencillo

JIMÉNEZ PICAZO, Pedro, Al amor sencillo. Poesía popular cotidiana con alma, corazón y vida, Guadalajara, El Autor, 2016, 81 pp.
Escribir es, a veces, una labor ardua, especialmente si se hace por compromiso.
Afortunadamente no es este el caso, porque el poemario que comento, escrito por Pedro Jiménez Picazo, está plagado de todas esas cosas bonitas que hacen que la vida, el día a día de cada uno, sea mejor, ya que al fin y al cabo son las que surgen del corazón.
Veo yo en este sencillo librito un a modo de pensamiento machadiano; Jiménez Picazo escribe porque quiere y porque le gusta y porque lo siente y lo padece, a la vez que entretiene su tiempo, ya que nada nos debe y, si acaso, somos nosotros quienes le debemos lo que escribe, que viene a ser algo así como soñar despierto, cosa no muy frecuente en los tiempos que corren, cargados de egoísmo.
La vida como sueño y el deseo de vivir soñando, que no deja de ser una forma de escape de la cruda realidad vital.
Y es que son poemas escritos con el corazón en los que se pone de manifiesto el amor a la familia, a los amigos, a la gente que se siente a gusto con Pedro, escuchando en voz baja la lectura íntima del último escrito, cómo para que nadie se entere, excepto el interesado, casi en secreto.
Pedro Jiménez, amigo, nació en un pueblo de la Alcarria y allí vivió su más tierna infancia, hasta que por aquello de la emigración, no tuvo más remedio que marcharse. Pero, como tantas otras cosas, su pueblo dejó en él una huella imborrable, podríamos decir que le “imprimió carácter” y, acaso por eso hay ciertas formas de hablar, de decir las cosas con pocas palabras, empleando diminutivos que calan en el lector poco acostumbrado a este tipo de rimas.
Habla con todo el cariño del mundo de los “besitos” que le dan sus “nietecitas” a las que tanto quiere y recuerda constantemente como se deja ver en alguno de sus poemas más cariñosos -“estrellitas pequeñitas”- y que, además, han hecho y coloreado los dibujos que acompañan la edición.
¿Hay algo más bello que estas expresiones que salen del alma hacia sus seres queridos?
También aparecen los recuerdos de la luz como forma de vida y de la oscuridad de la muerte y surge el miedo al miedo, porque Pedro Jiménez, como tantos otros, ignora lo que puede haber tras este tránsito, a pesar de tener puesto su pensamiento en Dios y en el más allá, buscando su origen y su destino eternos.
Como si fuera un viaje para ver el mar y observar detenidamente el vuelo de las gaviotas.
Pedro Jiménez Picazo lo ve todo como algo natural: la luz, el sol, las flores -especialmente las rosas, que florecen en primavera, y que suele comparar con las personas amadas: su mujer y sus nietas, principalmente-, el amor, como recurso universal; la esperanza y hasta la propia vida, que tanto aprecia, porque tras todo este temario poético hay nada menos que un pensamiento, que ya hemos adelantado en parte: el de la caducidad de la vida, como algo efímero y pasajero, a modo de un viaje con sólo billete de ida.
Se nota que en Jiménez Picazo hay una imperante necesidad de escribir a base de latidos, de golpes de corazón, sobre todo de sus seres amados más cercanos y, todo ello, sin olvidar, como ya queda dicho, aquello que aprendió en sus años mozos, ya lejanos aunque se sea viejo en años, en el pueblo que lo vio nacer: los mayos, donde describe el cuerpo de la maya o moza casadera, como si de un retrato se tratase, las cancioncillas o, si se quiere, oraciones o rezos, más o menos tradicionales en la oralidad popular, puesto que en eso se convierten, a la Virgen del Collado, patrona de Berninches y a Santa Lucía, virgen taumaturga protectora de los ojos y la visión…
Y también ciertas réplicas a varias “coplillas de picadillo”, cargadas de gracejo e igualmente oídas en el pueblo.
Poemario que se hace recuerdo y también agradecimiento, en el que, de cuando en vez, deja escapar alguna que otra conseja a modo de refrán o paremia:
“Han sembrado la semilla
sin haber hecho el barbecho”.

En fin, un poemario plagado de sencillez, en el que el hombre actual también se ve reflejado a pesar de la globalidad y la tecnología que lo rodea y agobia y aisla.
Gracias a Pedro Jiménez Picazo por esta gavilla amorosa que deleita y enseña a un tiempo. Gracias por estos poemillas tan sencillos y humildes…

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

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