GARCÍA LÓPEZ, Aurelio (ed. y
est.), Vida y virtudes de María Martínez
de la Cruz, beata de Trillo, de Fray Domingo Caballero, Guadalajara,
Editores del Henares (col. Temas de Guadalajara, 9), 2014, 363 pp. [ISBN:
978-84-617-3519-8].
Este libro de García López
constituye una muestra de literatura basada en la religiosidad popular del
Siglo de Oro, de manera que a través de su lectura es posible ver un ejemplo
claro de la misma aplicado a la tierra alcarreña, “entendida como expresión
vivencial de carácter individual integrada en la sociedad de la que surge”. De
todas formas no son muchas las huellas que sobre este tema han llegado hasta
nuestros días y, muchas menos aún, las que tienen por sujeto las tierras y las
gentes de Guadalajara, pues el caso que comentamos está protagonizado por Sor
María Martínez de la Cruz, cuyas virtudes quedaron recogidas por el dominico
fray Domingo Caballero en un libro, todavía manuscrito, que lleva por título Vida y virtudes de la sierva de Dios María
Martínez de la Cruz. Natural de Trillo, obispado de Sigüenza donde vivió y
murió. La escribió el R. P. presentado fray Domingo Caballero del Orden de
Predicadores. Año de 1731.
Dicho manuscrito se conserva
en la Biblioteca Nacional de Madrid (Mss. 19.136), así como también una copia
del mismo (Mss. 20.985) y existe además otra copia más con el título: Vida y Virtudes de la sierva de Dios Sor
María Martínez de la Cruz y Santa Rosa, re ligiosa de la Tercera Orden de
Penitencia del glorioso Patriarcha Santo Domingo de Guzmán, recopilada del
diario que D. Francisco Cortixo, cura párroco de la villa que fue de Trillo y
confesor de la sierva, dejó escrito, que consta de 360 páginas en folio y
es copia del original de 1731 que perteneció a Don Pedro Otamendi, que se conserva
en la iglesia de Santa Catalina de Siena, de Madrid.
Hay que tener en cuenta que fray
Francisco Cortijo había nacido en Solanillos del Extremo, donde fue bautizado
el 2 de noviembre de 1646.
Este tipo de libros responde
a los acuerdos tomados en el Concilio de Trento, en el que se fomentó la manera
más eficaz de enseñar a los fieles las verdades de la fe, la vida de los santos
y los milagros -que son una manifestación del poder divino-. Sermones,
procesiones con imágenes dolorosas con las que epatar al espectador y hacerle
pensar en los sufrimientos de Cristo, catequesis, publicaciones diversas de
devocionarios y recopilaciones de milagros…
Además, fray Francisco,
parece ser que con su libro pretendió dar comienzo al proceso de beatificación
de la sirva de Dios, pero su no publicación viene a indicarnos que dicha causa
no llegó ni siquiera a iniciarse.
Así, pues, el libro de la Vida y virtudes… que comentamos, es una
forma de sufrir en las propias carnes la Pasión de Cristo, narrada a través de
las visiones de sor María, por lo que sus paisanos de Trillo, llegaron a
considerarla como una especie de intermediaria entre la divinidad y ellos
mismos, ya que aceptaron sus visiones sin entrar en disquisiciones teológicas.
Del autor del manuscrito son
escasos los datos que se conocen. Fue prior del monasterio de San Blas, de
Cifuentes, sin que sepamos cuando llegó al mismo, aunque en 1711, según el
mismo manuscrito, ya debía estar allí, dado que fue uno de los participantes en
la organización del traslado del cuerpo de la beata desde Trillo hasta el
convento de Santo Domingo, de Cifuentes, aunque según parece, los primeros datos
de su estancia en la villa condal corresponden a 1707, año en que se trasladó a
Trillo para confirmar el funcionamiento de la cofradía de Nuestra Señora del
Rosario, que había sido fundada por los dominicos y encargarse de su
predicación: “En la villa de Trillo en 27
días del mes de noviembre de 1707, este día llegaron a Trillo, los padres
lectores fray Julián Molero, y fray Domingo Caballero, a predicar con licencia
y autoridad del ilustrísimo señor don Francisco Álvarez, arzobispo y obispo y
señor de Sigüenza”.
Sabemos que en 1722 se
titulaba prior del convento dominico de Nuestra Señora de la Peña de
Francia y que había editado una historia sobre dicha advocación (Salamanca,
Viuda de Gregorio Ortiz, 1728). Después ejercería el priorato del convento de
Santo Domingo de Soria (1731).
El mismo fray Domingo señala
que para la elaboración de su libro se sirvió de un diario redactado por fray
Francisco Cortijo, confesor de la beata María Martínez de la Cruz. (Se conoce
la existencia de dicho diario gracias a las numerosas referencias que de él
hace fray Domingo y que, según Juan Catalina García López, su manuscrito estaba
dividido en un índice o tabla de capítulos, la protesta del autor, el texto y
algunas adiciones).
Como era de suponer, la obra
que Cortijo escribió, que consta de 33 capítulos y carece de mérito teológico,
moral y hasta literario, abarca toda la vida de la sierva de Dios y en su exposición
se aprecia la influencia de otros tratados similares. Va precedida de una
dedicatoria, una protesta y el prólogo.
El original de la obra ya fue
estudiado en su momento por algunos investigadores como don Juan Catalina
García López (Biblioteca de escritores de
la provincia de Guadalajara y bibliografía de la misma hasta el siglo XIX);
don Francisco Layna Serrano (Historia de
la villa de Cifuentes) y fray Toribio Minguella y Arnedo (Historia de la Diócesis de Sigüenza y sus
Obispos), pero fue don Agapito Pérez Bodega (Guía y notas para una historia de Trillo) quien profundizara en la
documentación histórica existente, basada en los libros parroquiales de la
iglesia de Trillo, y diera a conocer la genealogía y la vida de Sor María,
aunque dejando numerosas preguntas sin contestación -debido a no haber
consultado directamente las copias manuscritas de la Vida y virtudes…, de fray Domingo Caballero-, a pesar de lo cual su
trabajo es digno de consideración debido al gran esfuerzo de síntesis
realizado.
Sor María había nacido en
Trillo, según fray Domingo Caballero indica, el día 14 de noviembre de 1652 y
bautizada el 21 del mismo mes. Sus antepasados procedían de Tolosa (Francia);
concretamente el matrimonio constituido por Juan de Tolosa y Margarita Ramírez,
quienes desde el país vecino se habían establecido en Pareja, donde el padre
cambió su apellido por el de “de la Cruz”. Hijo de este matrimonio fue Juan
Martínez de la Cruz, que casó con María Delgado, vecina de Trillo en 1612, cuyo
único hijo, Francisco Martínez, nacido en Trillo, donde se casó en 1652 con
María Batanero (viuda de Cristóbal Romancos), fueron los padres de la sierva
Sor María: “Nació la sierva de Dios
María, que fue el 11 de noviembre de 1652, el día 31 del mismo fue bautizada en
la iglesia de Trillo por el licenciado Leonardo Martínez, y confirmada el 4 de
junio de 1658 por el obispo D. Antonio de Luna”, datos que no coinciden con
los que aporta el señor Pérez Bodega, consultados, como ya hemos visto, en
libros de bautismo -en concreto el correspondiente a los años 1575-1681 y, en
particular en el fol. 273v.-, de la parroquia trillana, por lo que la
protagonista nació el día 22 de noviembre (once días más tarde).
Sor María vivió en casa de
sus padres hasta 1664, en que con doce años pasó a servir a casa de un
sacerdote de la villa y tras rechazar un ventajoso matrimonio con un tío suyo,
volvió a servir en la casa del hidalgo don Carlos Carrillo, una de las
principales, donde permaneció cuatro años, hasta que, con 17 años de edad,
contrajo matrimonio con Miguel de Elvira, herrero y labrador.
Un matrimonio contra su
voluntad, pues la sierva deseaba “vivir
en perpetua virginidad”. Es entonces cuando fray Domingo la describe como
de “buena estatura, bastante alta, color
moreno, cabello negro con rarísimas canas, ojos claros humildemente modestos,
la nariz larga aguileña, boca proporcionada, su cuerpo era bien dispuesto”,
además era de conversación dulce y afable. Vivió casada durante 31 años, hasta
el fallecimiento de Miguel de Elvira (22 de junio de 1701), momento en que
vistió el hábito de la Tercera Orden de Penitencia de Santo Domingo.
Es sabido que antes de
ingresar en esta Orden tenía revelaciones y visiones de la Pasión de Cristo,
además de aficiones poéticas y cantaba canciones piadosas.
En los últimos años de su
vida, debido a los rigurosos ayunos, padeció tercianas, tanto en 1708 como
1709, año en que por su estado de salud, su confesor le prohibió salir a oír
misa. Murió en Trillo el 15 de diciembre de 1710 a la edad de 57 años, conservándose
su acta de defunción en el libro primero de defunciones de la iglesia de
Nuestra Señora de la Asunción de Trillo (1612-1756, fol. 138), en el que puede
leerse:
María Martínez, mujer que fue de
Miguel de Elvira. Murió día de la octava de la Conçepción. En la villa de
Trillo en quinze días del mes de diciembre de mil setezientos diez años.
Falleció María Martínez. Mujer que fue de Miguel de Elvira, vecino que fue de
esta villa. Rezibió en su enfermedad los tres sacramentos de la penitencia, eucaristía
y extremaunción. Enterrose en la tanda de quinientos maravedís. Hyzo testamento
ante Antonio Fernández, escribano de su majestad. Y en quanto a lo espiritual
es como se sigue, mandó misa de cuerpo presente, por su alma, misa de alma en
Santo Domingo de la villa de Zifuentes y un oficio que a cavo de año, seis
misas por su alma. Por cargos dos misas. Por ánimas del Purgatorio dos misas.
Por su marido y difuntos de su obligación dos misas, ofrenda a libras de pan
los nueve días, una luz todo el año. Y mandas forzosas. Testamentarios Juan de
Elvira, y Francisco Lázaro, herederos; Juan, Miguel, Isabel, Juana y Teresa de
Elvira, así consta por el dicho testamento y lo firme. Francisco Cortijo.
Siguen algunos datos más,
como los posibles “milagros” que se le atribuyeron, la bibliografía y la
transcripción completa del manuscrito (páginas 59-359).
Un libro interesante desde el
punto de vista del estudio de la religiosidad tradicional -a cierta escala-,
aunque no popular, pues las visiones pudieran parecer exageradas a día de hoy,
en cuyo manuscrito pueden observarse números aspectos que solían darse en
libros de este mismo tema o similares (véase, por ejemplo, Labrador / DiFranco,
Espejo de virtudes. La Santa de Cifuentes).
De todos modos la sierva fue venerada tanto durante su vida como tras su
muerte, especialmente en el convento de San Blas de Cifuentes.
Manuscrito que, aunque no muy
importante como tal, lo es por lo que puede aprenderse tras su lectura: raptos,
visiones, trato y comunicación con Dios, que fueron constantes en su vida,
aunque a veces se trate de una lectura densa y algo farragosa, propia de la
época.
José Ramón López de los Mozos
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