sábado, 8 de octubre de 2016

La beata de Trillo


GARCÍA LÓPEZ, Aurelio (ed. y est.), Vida y virtudes de María Martínez de la Cruz, beata de Trillo, de Fray Domingo Caballero, Guadalajara, Editores del Henares (col. Temas de Guadalajara, 9), 2014, 363 pp. [ISBN: 978-84-617-3519-8].

Este libro de García López constituye una muestra de literatura basada en la religiosidad popular del Siglo de Oro, de manera que a través de su lectura es posible ver un ejemplo claro de la misma aplicado a la tierra alcarreña, “entendida como expresión vivencial de carácter individual integrada en la sociedad de la que surge”. De todas formas no son muchas las huellas que sobre este tema han llegado hasta nuestros días y, muchas menos aún, las que tienen por sujeto las tierras y las gentes de Guadalajara, pues el caso que comentamos está protagonizado por Sor María Martínez de la Cruz, cuyas virtudes quedaron recogidas por el dominico fray Domingo Caballero en un libro, todavía manuscrito, que lleva por título Vida y virtudes de la sierva de Dios María Martínez de la Cruz. Natural de Trillo, obispado de Sigüenza donde vivió y murió. La escribió el R. P. presentado fray Domingo Caballero del Orden de Predicadores. Año de 1731.

Dicho manuscrito se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid (Mss. 19.136), así como también una copia del mismo (Mss. 20.985) y existe además otra copia más con el título: Vida y Virtudes de la sierva de Dios Sor María Martínez de la Cruz y Santa Rosa, re ligiosa de la Tercera Orden de Penitencia del glorioso Patriarcha Santo Domingo de Guzmán, recopilada del diario que D. Francisco Cortixo, cura párroco de la villa que fue de Trillo y confesor de la sierva, dejó escrito, que consta de 360 páginas en folio y es copia del original de 1731 que perteneció a Don Pedro Otamendi, que se conserva en la iglesia de Santa Catalina de Siena, de Madrid.

Hay que tener en cuenta que fray Francisco Cortijo había nacido en Solanillos del Extremo, donde fue bautizado el 2 de noviembre de 1646.

Este tipo de libros responde a los acuerdos tomados en el Concilio de Trento, en el que se fomentó la manera más eficaz de enseñar a los fieles las verdades de la fe, la vida de los santos y los milagros -que son una manifestación del poder divino-. Sermones, procesiones con imágenes dolorosas con las que epatar al espectador y hacerle pensar en los sufrimientos de Cristo, catequesis, publicaciones diversas de devocionarios y recopilaciones de milagros…

Además, fray Francisco, parece ser que con su libro pretendió dar comienzo al proceso de beatificación de la sirva de Dios, pero su no publicación viene a indicarnos que dicha causa no llegó ni siquiera a iniciarse.

Así, pues, el libro de la Vida y virtudes… que comentamos, es una forma de sufrir en las propias carnes la Pasión de Cristo, narrada a través de las visiones de sor María, por lo que sus paisanos de Trillo, llegaron a considerarla como una especie de intermediaria entre la divinidad y ellos mismos, ya que aceptaron sus visiones sin entrar en disquisiciones teológicas.

Del autor del manuscrito son escasos los datos que se conocen. Fue prior del monasterio de San Blas, de Cifuentes, sin que sepamos cuando llegó al mismo, aunque en 1711, según el mismo manuscrito, ya debía estar allí, dado que fue uno de los participantes en la organización del traslado del cuerpo de la beata desde Trillo hasta el convento de Santo Domingo, de Cifuentes, aunque según parece, los primeros datos de su estancia en la villa condal corresponden a 1707, año en que se trasladó a Trillo para confirmar el funcionamiento de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario, que había sido fundada por los dominicos y encargarse de su predicación: “En la villa de Trillo en 27 días del mes de noviembre de 1707, este día llegaron a Trillo, los padres lectores fray Julián Molero, y fray Domingo Caballero, a predicar con licencia y autoridad del ilustrísimo señor don Francisco Álvarez, arzobispo y obispo y señor de Sigüenza”.

Sabemos que en 1722 se titulaba prior del convento dominico de Nuestra Señora de la Peña de Francia y que había editado una historia sobre dicha advocación (Salamanca, Viuda de Gregorio Ortiz, 1728). Después ejercería el priorato del convento de Santo Domingo de Soria (1731).
El mismo fray Domingo señala que para la elaboración de su libro se sirvió de un diario redactado por fray Francisco Cortijo, confesor de la beata María Martínez de la Cruz. (Se conoce la existencia de dicho diario gracias a las numerosas referencias que de él hace fray Domingo y que, según Juan Catalina García López, su manuscrito estaba dividido en un índice o tabla de capítulos, la protesta del autor, el texto y algunas adiciones).
Como era de suponer, la obra que Cortijo escribió, que consta de 33 capítulos y carece de mérito teológico, moral y hasta literario, abarca toda la vida de la sierva de Dios y en su exposición se aprecia la influencia de otros tratados similares. Va precedida de una dedicatoria, una protesta y el prólogo.
El original de la obra ya fue estudiado en su momento por algunos investigadores como don Juan Catalina García López (Biblioteca de escritores de la provincia de Guadalajara y bibliografía de la misma hasta el siglo XIX); don Francisco Layna Serrano (Historia de la villa de Cifuentes) y fray Toribio Minguella y Arnedo (Historia de la Diócesis de Sigüenza y sus Obispos), pero fue don Agapito Pérez Bodega (Guía y notas para una historia de Trillo) quien profundizara en la documentación histórica existente, basada en los libros parroquiales de la iglesia de Trillo, y diera a conocer la genealogía y la vida de Sor María, aunque dejando numerosas preguntas sin contestación -debido a no haber consultado directamente las copias manuscritas de la Vida y virtudes…, de fray Domingo Caballero-, a pesar de lo cual su trabajo es digno de consideración debido al gran esfuerzo de síntesis realizado.

Sor María había nacido en Trillo, según fray Domingo Caballero indica, el día 14 de noviembre de 1652 y bautizada el 21 del mismo mes. Sus antepasados procedían de Tolosa (Francia); concretamente el matrimonio constituido por Juan de Tolosa y Margarita Ramírez, quienes desde el país vecino se habían establecido en Pareja, donde el padre cambió su apellido por el de “de la Cruz”. Hijo de este matrimonio fue Juan Martínez de la Cruz, que casó con María Delgado, vecina de Trillo en 1612, cuyo único hijo, Francisco Martínez, nacido en Trillo, donde se casó en 1652 con María Batanero (viuda de Cristóbal Romancos), fueron los padres de la sierva Sor María: “Nació la sierva de Dios María, que fue el 11 de noviembre de 1652, el día 31 del mismo fue bautizada en la iglesia de Trillo por el licenciado Leonardo Martínez, y confirmada el 4 de junio de 1658 por el obispo D. Antonio de Luna”, datos que no coinciden con los que aporta el señor Pérez Bodega, consultados, como ya hemos visto, en libros de bautismo -en concreto el correspondiente a los años 1575-1681 y, en particular en el fol. 273v.-, de la parroquia trillana, por lo que la protagonista nació el día 22 de noviembre (once días más tarde).

Sor María vivió en casa de sus padres hasta 1664, en que con doce años pasó a servir a casa de un sacerdote de la villa y tras rechazar un ventajoso matrimonio con un tío suyo, volvió a servir en la casa del hidalgo don Carlos Carrillo, una de las principales, donde permaneció cuatro años, hasta que, con 17 años de edad, contrajo matrimonio con Miguel de Elvira, herrero y labrador.

Un matrimonio contra su voluntad, pues la sierva deseaba “vivir en perpetua virginidad”. Es entonces cuando fray Domingo la describe como de “buena estatura, bastante alta, color moreno, cabello negro con rarísimas canas, ojos claros humildemente modestos, la nariz larga aguileña, boca proporcionada, su cuerpo era bien dispuesto”, además era de conversación dulce y afable. Vivió casada durante 31 años, hasta el fallecimiento de Miguel de Elvira (22 de junio de 1701), momento en que vistió el hábito de la Tercera Orden de Penitencia de Santo Domingo.
Es sabido que antes de ingresar en esta Orden tenía revelaciones y visiones de la Pasión de Cristo, además de aficiones poéticas y cantaba canciones piadosas.
En los últimos años de su vida, debido a los rigurosos ayunos, padeció tercianas, tanto en 1708 como 1709, año en que por su estado de salud, su confesor le prohibió salir a oír misa. Murió en Trillo el 15 de diciembre de 1710 a la edad de 57 años, conservándose su acta de defunción en el libro primero de defunciones de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Trillo (1612-1756, fol. 138), en el que puede leerse:
María Martínez, mujer que fue de Miguel de Elvira. Murió día de la octava de la Conçepción. En la villa de Trillo en quinze días del mes de diciembre de mil setezientos diez años. Falleció María Martínez. Mujer que fue de Miguel de Elvira, vecino que fue de esta villa. Rezibió en su enfermedad los tres sacramentos de la penitencia, eucaristía y extremaunción. Enterrose en la tanda de quinientos maravedís. Hyzo testamento ante Antonio Fernández, escribano de su majestad. Y en quanto a lo espiritual es como se sigue, mandó misa de cuerpo presente, por su alma, misa de alma en Santo Domingo de la villa de Zifuentes y un oficio que a cavo de año, seis misas por su alma. Por cargos dos misas. Por ánimas del Purgatorio dos misas. Por su marido y difuntos de su obligación dos misas, ofrenda a libras de pan los nueve días, una luz todo el año. Y mandas forzosas. Testamentarios Juan de Elvira, y Francisco Lázaro, herederos; Juan, Miguel, Isabel, Juana y Teresa de Elvira, así consta por el dicho testamento y lo firme. Francisco Cortijo.
Siguen algunos datos más, como los posibles “milagros” que se le atribuyeron, la bibliografía y la transcripción completa del manuscrito (páginas 59-359).
Un libro interesante desde el punto de vista del estudio de la religiosidad tradicional -a cierta escala-, aunque no popular, pues las visiones pudieran parecer exageradas a día de hoy, en cuyo manuscrito pueden observarse números aspectos que solían darse en libros de este mismo tema o similares (véase, por ejemplo, Labrador / DiFranco, Espejo de virtudes. La Santa de Cifuentes). De todos modos la sierva fue venerada tanto durante su vida como tras su muerte, especialmente en el convento de San Blas de Cifuentes.

Manuscrito que, aunque no muy importante como tal, lo es por lo que puede aprenderse tras su lectura: raptos, visiones, trato y comunicación con Dios, que fueron constantes en su vida, aunque a veces se trate de una lectura densa y algo farragosa, propia de la época.


José Ramón López de los Mozos

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