MARTÍNEZ DE MIGUEL, Iván, Los misterios de Río Dulce, Guadalajara, Aache Eds. (Col. Letras
Mayúsculas, 41), 2016, 216 pp. [ISBN: 978-84-15537-96-0].
Esta es la primera novela, aunque en realidad se trate
de la segunda (puesto que la primera duerme manuscrita en el fondo de algún
cajón), que escribe Iván Martínez, y que da a las prensas. Podríamos decir, en
principio, que se trata de una novela de “misterio” que se aparta de los
modelos al uso, dado que, según indica su autor en alguna parte, para él las
auténticas novelas de misterio son las de Agatha Christie, en las que no se
descubre al asesino hasta casi el final. Aunque en esta no hay asesinato
alguno.
El hecho real es que la naturaleza cambiante y agreste
y el hombre mediante su agresividad y violencia, comparten un mismo espacio
vital, en el que una, la naturaleza, sería imposible sin la otra, la
agresividad.
Y sí, claro que sí, hay misterio, pero al mismo tiempo
hay materia geológica y formas de pensar que se pueden vislumbrar tan solo a
través de la forma de mirar, que no de ver. Esa sería parte de la actuación
psicológica que caracteriza algunos personajes, el alcalde, el director del
periódico local, cuyos recelos deben salvar los protagonistas de la novela,
Oliver y Elías, desde el mismo momento en que llegan al pueblo, con el fin de
realizar una serie de investigaciones necesarias para escribir reportaje, encargado
por el director del periódico donde trabajan, acerca los sucesos que vienen
sucediéndose ¿desde antiguo? en Río Dulce: tejas que se rompen, tejados que se
derrumban, grietas que recorren las paredes de las casas del suelo al techo,
canalones que revientan y hasta pequeños movimientos sísmicos.
Calamidades que ambos periodistas van desentrañando poco
a poco, como “por entregas” y, donde la forma de ver las cosas, desde un punto
de vista meramente periodístico, y la propia reacción humana ante ellas
(comprender la debilidad humana y por lo tanto sus faltas, que posiblemente
tuvieron origen en el pasado y quedaron latentes, como a la espera de que
alguien las desvelase y diese a conocer), parecen complementarse, aunque
prevalezca la segunda. Manifestaciones, las dos, que son precisamente las que
dan valor a la trama de la novela.
Es, al tiempo, una novela hasta cierto punto basada en
hechos reales, vividos por su propio autor, por lo que tiene mucho de
autobiográfica. Las descripciones que su autor hace de algunas cosas, de
sucesos y pensamientos, es evidente que no son un producto directo de la
creación de Iván; se nota que son elementos introducidos en la trama argumental
de la obra y que se han vivido directamente, en primera persona, de modo que si
los comparásemos con algún que otro elemento de los que aparecen a su lado,
estos últimos se verían distorsionados, puesto que no se aprecia en ellos la
misma agilidad narrativa que en los anteriormente citados.
Algo así queda también a la vista en el conjunto de la
obra. Pareciera como si tanto el principio, como el final de la misma, fuesen
conocidos de antemano, quizás a través de algunos apuntes y notas
posteriormente retomados y que, el grueso de la novela, el tema principal y su
hilo conductor, siguiesen ese esquema originariamente trazado, al que se le han
añadido otras “historias”, dos o tres, con el fin de darle cuerpo a la obra.
El lugar elegido por Iván Martínez para situar la
trama argumental de su novela es un pueblo castellano cualquiera, de esos que
ha ido cambiando paulatinamente con el paso del tiempo, para irse adaptando, o
casi, al momento actual, como puede apreciarse a través de sus principales
personajes, cuyas vidas no pasan de ser las meramente cotidianas en este tipo
de pueblos, aunque en esta ocasión se haya elegido para él el apelativo de Río
Dulce, por aquello se tratarse de un río ampliamente conocido, situado en las
proximidades de Sigüenza, donde podrían haber sucedido perfectamente los hechos
que en él se narran y que, en parte, nos recuerdan a los también sufridos no
hace muchos años en Paredes de Sigüenza, pueblo que se puede visitar, es decir,
que no es ficticio, situado en la misma zona seguntina, como aclara su
“apellido”.
Por lo demás, creemos que, para tratarse de una novela
primeriza, está en general bien trazada y contiene algunos elementos bien
desarrollados gracias al empleo de la imaginación, que no falta, con la que el
lector disfrutará y, sin quererlo en muchas ocasiones, se pondrá en lugar del
protagonista principal y pensará qué podría haber hecho él en un momento
similar o cómo hubiese reaccionado.
José Ramón López de los Mozos
Lo increíble de este libro es la inmensa cantidad de faltas de ortografía que contiene. Y no solo eso: frases sin sentido alguno, verbos que no concuerdan con el sujeto, repeticiones... Es increíble que una editorial publique esto y que nadie le haya dicho al autor que lo revise antes de sacarlo a la luz.
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