sábado, 30 de julio de 2016

Faroles de ayer, de hoy y de siempre


PECES RATA, Felipe G. y NAVARRO NAVARRO, Alejo, El Rosario de Faroles de Sigüenza. Introducciones a los Misterios. De Interés Turístico Regional, 2ª. ed., Sigüenza, Los Autores / Gráficas  Carpintero, S.L., 2015, 120 pp. [Sin ISBN].

Surge este libro puesta ya la vista en la futura inauguración del “Museo del Rosario de Faroles de Sigüenza”, coincidiendo con el Primer Centenario de la Coronación de la Virgen de la Mayor. Peces Rata reconstruye en sus páginas la evolución histórica de la Procesión del Rosario, con el fin de “que sirva de ejemplo y acicate a las generaciones actuales y futuras”, puesto que dicha manifestación, mezcla de fe religiosa, religiosidad tradicional popular y arte, llama tanto la atención a los devotos a la Virgen de la Mayor, que son multitud los que, provenientes de los cuatro puntos cardinales de España, se concentran en Sigüenza para asistir y participar en dicha Procesión, que todos los años se celebra el domingo siguiente al día 15 de Agosto.

La evolución histórica antes mencionada la lleva a cabo Peces valiéndose de la selecta documentación existente al respecto, a la que sigue una documentada enumeración de los hechos más sobresalientes que han tenido lugar con el paso del tiempo. Vida y anécdotas de una devoción mariana que vienen dándose la mano desde el 17 de Agosto de 1928, fecha en que salió a la calle por primera vez, aunque con un “formato” mucho más reducido que el que emplea en la actualidad.
La parte final del libro, indica el autor en su “A guisa de pórtico”, recuerda las efemérides más destacadas acerca de la imagen de la Virgen de la Mayor, así como de sus complementos: trono, estandarte, mantos, fiesta, cofradía, etcétera, y de las restauraciones llevadas a cabo. Por ejemplo, desde el año de su fundación hasta el actual se han restaurado todos los faroles “de mano” y los que representan los Misterios Gloriosos, excepto los Gozosos (primero y segundo), y dieciocho “de mano”, regalo de la Cofradía de Nuestra Señora de la Antigua de Guadalajara, están a la espera de ser restaurados gracias a la generosidad de los fieles seguntinos y de los devotos de la Virgen de la Mayor.

Podemos decir, puesto que se trata de un libro de historia y de piedad  -comenzando por el final de esta reseña-, que el principal cometido de este libro es su contribución a divulgar esa joya de luz y alegría que es el Rosario de los Faroles, tan poco conocida fuera de su entorno geográfico, además de hacer pensar sobre la verdadera piedad y devoción a María, es decir, para llevar a cabo una doble función: histórica y devocional que, como dice Pedro Moreno en su prólogo de 2006, “nos ayudarán a percibir el caminar de esta ciudad [Sigüenza], al menos durante ocho siglos”.

La “Presentación” mencionada, que corre a cargo de Jesús de las Heras y que sigue, aunque cambiado el contenido del refrán de dice “Tres Jueves hay en el año…”, que en esta ocasión se transforma en “Tres noches hay en el año seguntino que relumbran más que el sol…”: la del viernes santo, la de la víspera de san Juan y la de la fiesta de la Virgen de la Mayor, tres noches que parten de las raíces de una idiosincrasia propia, común, de unas creencias y de una misma forma de religiosidad popular o tradicional, propiamente seguntinas, que vale tanto como decir del alma de sus gentes. Una procesión cargada de simbolismo y del significado propio de cada uno de los faroles que componen el Rosario: la luz que, a modo de antorcha, sirve para alumbrar el camino de la vida ascensional.

Parte el texto del origen del Rosario para, inmediatamente, centrarse en el estudio, somero, de la Virgen de la Mayor, cuya devoción es una de las más antiguas de la diócesis, puesto que sus orígenes parecen nacer en el siglo XII -“Nuestra Señora de la Mayor venerada en esta iglesia desde el siglo XII”-, como consta en la reja de su altar-retablo, desde cuya fecha es patrona de Sigüenza y donde, por bula de Celestino III de junio de 1197, ante su imagen podían arder -día y noche- siete lámparas, iconografía que fue empleada antiguamente por el Cabildo para su sello.  

Ya en el siglo XIV, dado su deterioro, se forró de plata por orden del obispo Simón Girón de Cisneros, por lo que fue llamada “la Blanca”, debido al color del metal que la envolvía, aunque este título no llegó a prevalecer. Un siglo más tarde, en las Actas Capitulares del Archivo Catedralicio, puede leerse: “[…] que se faga una proçesion con el cuerpo [imagen] de Nuestra Señora por la çibdad, a XV días de Agosto de 1493”. Parece ser que estuvo colocada en la Capilla Mayor, de donde -dice Peces- podría venirle el nombre, (aunque nosotros creemos que el apelativo “de la Mayor” le viene por haber estado entronizada en la Iglesia Mayor o catedral de Sigüenza).

Al instalarse el retablo mayor, obra de Giraldo de Merlo, la imagen de la Virgen fue trasladada, aunque por poco tiempo, al convento de monjas franciscas de Santiago, desde donde pasó nuevamente a la catedral -a la Capilla de la Anunciación-, donde permaneció por espacio de más de medio siglo. Mientras tanto, se hicieron gestiones para construirle un altar-retablo, pero hubo que esperar hasta que el obispo Andrés Bravo de Salamanca presentó al Cabildo el proyecto de la obra que había pensado realizar (2 de Julio de 1666) en el trascoro, que en aquella época albergaba tres altares, pero tras el fallecimiento del citado obispo hubo que esperar catorce años para su conclusión, hasta que fue trasladada allí en 1673.

Se trata de una imagen de tipo eucarístico tallada en ciprés, en cuya espalda conserva unas portezuelas que permiten ver su interior, que en otro tiempo fue utilizado como Tabernáculo. Ha sido restaurada en varias ocasiones, una de ellas en 1809, tras haber sido reducida a astillas.

En la actualidad su fiesta se celebra, como se dijo más arriba, el domingo siguiente al día de la Asunción, fiesta patronal de la catedral y su diócesis, lo que viene a convertirla en una especie de octava de dicha fiesta principal. Su celebración va precedida de novenario, para continuar al día siguiente con el rosario “de la aurora”, Eucaristía y novena con Salve cantada y, por la tarde, por el rezo del rosario, novena y Eucaristía con predicación. La misa del día principal es presidida por el obispo. Parece ser que la cofradía de la Virgen de la Mayor se remonta al siglo XVI (1598), siendo, según se dice, el obispo Fadrique de Portugal, el que ordenó su creación. Hoy cuenta con más de seiscientos hermanos.

No se sabe con certeza cuando comenzó a rezarse el Rosario en la catedral de Sigüenza, aunque se dice que muchas vecinas comenzaron a rezarlo saliendo a la calle en los últimos misterios.  Ya hemos visto antes que su imagen se procesionaba al menos desde en 1493. Este Rosario, llamado “de la aurora”, fe adquiriendo pujanza gracias al celo del licenciado Francisco Toro, Maestrescuela, natural de Sigüenza y Abad de la cofradía de la Virgen de la Mayor, gracias que se consiguió celebrar el Rosario “de la tarde”, llamado también “de la calle”, porque se salía con estandartes y velas encendidas, rezando y cantando, hecho que después cristalizaría en la salida del actual Rosario de Faroles, por lo que cada uno de ellos (de vidrio policromado) lleva pintada alguna escena de los Misterios Gloriosos.

Se encargó de su elaboración el artesano de Zaragoza León Quintana, quien al poco tiempo, no solo entregó los faroles correspondientes a los Misterios Gloriosos, sino que también lo hizo con los denominados “de mano”: Padrenuestro, Avemaría, Gloria y Letanía, de modo que en el mes de Agosto de 1928 fueron expuestos en las naves de la catedral, acordándose que el Rosario vespertino se alargara en su recorrido.

Desde entonces al Rosario “de la tarde” se le bautizó con el nombre de “Rosario de la Noche” o “de los Faroles”, por sus bellos vidrios policromados. Preceden al trono-carroza de la imagen las insignias y estandartes de las cofradías y hermandades seguntinas. Las  campanas tañen sus mejores sones y desde los balcones se arrojan pétalos de rosa a la Virgen.

Continua el libro con la descripción pormenorizada de cada farol, así como con el recuerdo de las efemérides más notables acerca de la Virgen de la Mayor, desde 1124, fecha de la restauración de la diócesis por Bernardo de Agén, hasta el año 2006, y unos apéndices que recogen alguna de sus tradiciones más sonadas, como la historia de la mujer que arriesgando su vida, salvó la imagen de la hoguera a la que la habían arrojado las tropas francesas, que dio origen a una conocida coplilla que dice: “Tanto te quiere Sigüenza / ¡oh Virgen de la Mayor!, / que, por salvarte, su vida / una mujer despreció”. También recoge el robo sacrílego perpetrado en la catedral el 18 de marzo de 1906 y que se conserva debidamente registrado en el Acta del Cabildo Extraordinario del día siguiente, etcétera, finalizando con una breve bibliografía.

Un libro que, como hemos visto, no solo recoge la materialidad de la imagen y de los faroles, sino que además ofrece al etnólogo aspectos interesantes para este saber popular, a veces tan olvidado.

José Ramón López de los Mozos


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