GONZÁLEZ-CALERO, Alfonso (coord.), Castilla y La Mancha en el siglo XVIII.
Aproximación y miscelánea, Ciudad Real, Almud ediciones de Castilla-La
Mancha (Biblioteca Añil, nº. 63), 2016, 640 pp. [ISBN: 978-84-445045-1-3].
Si leemos con detenimiento el índice de este
voluminoso libro, nos daremos cuenta de que abarca aspectos tan variados como
la Economía, -“La Economía de Castilla-La Mancha en el Antiguo Régimen” (Miguel
R. Pardo Pardo)-; la Arquitectura, -“La Arquitectura de siglo XVIII en
Castilla-La Mancha” (Adolfo de Mingo Lorente)-; la Historia de la Literatura,
“Esbozo de una historia de la literatura en Castilla-La Mancha” (Ángel Romera
Valero)-, y la Biografía (VV. AA.), además de una serie cronológica que abarca
desde 1700 hasta 1799 (Alfonso González-Calero) y dos apéndices: “Viaje a la
Mancha (1774)”, de José de Viera y Clavijo y “Viaje a la Alcarria (1781)”, de
Tomás de Iriarte, para finalizar con una “Bibliografía General”, que después se
va ampliando mediante apartados concretos -Religión, Iglesia Católica y
Heterodoxia; Órdenes Militares; textos de la época; Castilla-La Mancha;
Economía; Educación y Cultura; personajes; Cultura y Literatura; Albacete;
Ciudad Real; Cuenca; Guadalajara, y Toledo- hasta ahora no muy conocidos, como
hasta ahora ha venido sucediendo con la mayor parte de los aspectos culturales
del siglo XVIII, siempre estudiados -cuando lo han sido- de una manera parcial.
Por eso, este libro se propone principalmente dar a
conocer todas estas facetas, este amplio espectro de conocimientos que en él se
recogen, desde diversos puntos de vista, con el fin de que sean mejor y más
ampliamente conocidos.
A quien esto escribe, lo primero que le ha llamado la
atención ha sido el título, en el que se aprecia cierta pequeña variante
respecto a otros títulos semejantes, puesto que en lugar de escribirse “Castilla-La
Mancha” figura “Castilla y La Mancha”, y, ciertamente, todos sabemos que
Castilla-La Mancha es una creación reciente y que los trabajos aquí recopilados
aluden al siglo mencionado, el XVIII, es decir, un periodo cronológico en el
que dicha autonomía aun no existía.
Por eso, el libro viene a ser una compilación de
estudios referentes a cada una de las provincias que componen dicha comunidad
autónoma, dejando con ello constancia de que, dicho periodo temporal, no
careció de contenido y que, aunando los datos en ellos contenidos, puede
llegarse a comprender con mayor claridad su historia total, general, puesto que hasta relativamente poco tiempo el
siglo XVIII fue considerado como un periodo carente de interés, intermedio y
que aportó poco o casi nada a los conocimientos universales.
Nada más lejos de la realidad, puesto que los hechos
históricos son como una especie de “cadena de transmisión” en la que lo
anterior pretérito da paso a lo siguiente que, a su vez se lo dará, o va dando
ya, al que le sigue o futuro, y así sucesivamente… De ahí su importancia.
Quizás sea este el principal motivo, la meta que el
coordinador del libro, se propuso desde un primer momento, contando para ello
con una selecta gama de investigadores.
No es posible, por mucho que se quiera, construir (o
escribir) una historia de Castilla-La Mancha, que aún no se había creado -ya lo
hemos dicho-, pero sí se puede llegar a tener una idea muy completa de cómo
eran entonces aquellas tierras y las gentes que
poblaron su amplio espacio geográfico.
El análisis de los hechos que acaecieron en cada
provincia, de sus más importantes personajes, etcétera, servirá, como así se
pone de manifiesto, para buscar un acercamiento a lo que debió ser y en alguna
forma también influyó en lo que posteriormente llegaría a ser, que es nuestro
hoy, lo que actualmente es.
Hasta aquí algunos puntos reseñados por
González-Calero en su sencilla e interesante introducción.
La segunda parte, el grueso del libro, incluye los
trabajos arriba citados: el primero de ellos, debido al Profesor Pardo Pardo
(Universidad de Castilla-La Mancha. Albacete), consiste en un claro análisis de
los procesos económicos que tuvieron lugar durante el siglo XVIII en estas
tierras, así como del tardío afianzamiento del capitalismo; el segundo, que es
un resumen de la tesis doctoral del historiador del arte Adolfo de Mingo, versa
sobre las Artes Plásticas, y se centra principalmente en sus principales
manifestaciones, tanto civiles como eclesiásticas, además de en los más
destacados artistas, arquitectos, etcétera, que las llevaron a buen término, y
en tercer lugar, es el Profesor Romera Valero, gran conocedor de la literatura
de los siglos XVIII y XIX, quien colabora con una profunda y detallada
aportación acerca de los distintos géneros literarios. Finalmente, se incluye,
a modo de diccionario de fácil consulta, una extensa biografía -ciento
cincuenta semblanzas- de otros tantos personajes destacados que nacieron o
vivieron en aquel espacio geográfico que hoy llamamos Castilla-La Mancha, en
las que consta el perfil humano y humanístico de cada uno/una, además de su
peripecia personal, al tiempo que ofrecen una idea del contexto del lugar y el
momento en que vivieron, muchas veces enlazado o unido al perfil de otros
personajes destacados, que se completa con una detallada cronología en la que
constan los principales hechos del siglo XVIII, “a modo de calendario”.
Los dos apéndices, curiosos por sus datos sociológicos
y etnográficos, corresponden a los viajes
descritos -y escritos- por Viera y Clavijo y por Iriarte completan el libro, al
tiempo que dan a conocer al lector de hoy aspectos locales que, en muchos
casos, se iban repitiendo en tantos otros lugares de aquellas tierras.
Un libro que se puede leer con facilidad por cualquier
interesado en los temas que contiene y que, con toda seguridad, será de gran
utilidad para hacerse una idea de cómo era aquel siglo XVIII, borrar de la
mente algunas equivocaciones que quizás se venían arrastrando desde antiguo, y
ayudar a pensar, con mente renovada, que dicho periodo tuvo mucha más
importancia de la que se le ha venido otorgando, tal vez por falta de
profundización en sus hechos más destacados y/o de conocimiento de las
actividades que el habitante, fuera el que fuera, hombre o mujer, desarrollaron
a lo largo de su efímera existencia, formando parte de esa “cadena de transmisión”
a la que antes nos hemos referido.
José Ramón López de los Mozos
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