sábado, 28 de mayo de 2016

Sigüenza en la Guerra de la Independencia

LAFUENTE ÁNGEL, Manuel y MORENO RÓQUEZ, Diego, Sigüenza, 1808-1815. El manuscrito que narra la guerra de la Independencia en Sigüenza, Sigüenza, Los Autores y Asociación Cultural La Plazuela, 2015, 242 pp. [978-84-606-9292-8].

Poco a poco se van dando a conocer nuevos trabajos, investigaciones y análisis, acerca de la guerra de la Independencia. Muchos de estos trabajos lo hacen a nivel nacional y otros, provincial e incluso local, -entre los que se encuentra el presente caso dado que, hasta ahora, eran relativamente escasos los datos que se conocían sobre Sigüenza durante 1808 y 1815- aunque siempre en relación con otros muchos lugares de los alrededores, como es el caso del libro que aquí comentamos.
El trabajo que comentamos se basa en un cuadernillo manuscrito de cuarenta páginas, datado en 1816, que se conserva en el Archivo Municipal de Sigüenza, en el que se fueron consignando con todo detalle los hechos sucedidos en la ciudad obispal durante el periodo cronológico antes mencionado, aunque ayudados en su realización por una amplia serie de documentos como partes de guerra de la época, actas, correspondencia, prensa coetánea y bibliografía que, conjuntamente, ayudan a una mejor comprensión del texto principal y constituyen su contextualización.
El resultado de dicho estudio, como señalan sus autores, ofrece al lector una crónica o relato en el que junto a multitud de sucesos históricos, aparecen también muchos otros relacionados con el tema conductor del hilo temático, como fueron las actividades llevadas a cabo por las partidas guerrilleras dirigidas contra las tropas del general Hugo por Juan Martín Díez, el Empecinado, -quien consideraba Sigüenza como “digna del mayor elogio por el cariño con que sus ciudadanos acogen a los soldados”- y el establecimiento de la Junta Provincial, además de múltiples anécdotas, algunas de ellas ampliamente conocidas, pero por ello no menos dignas de ser tenidas en consideración.
Así, el desprecio y posterior ultraje sufrido por la imagen de la Virgen de la Mayor; el uso que se le dio al pozo de la nieve; las novilladas que, a pesar de las distintas incursiones y ataques enemigos, se realizaron en la Plaza Mayor; la reacción popular de los seguntinos ante la llegada de los “gabachos”, y hasta la permanencia, aún persistente, de algunos apellidos de procedencia francesa.
Hasta aquí lo que podría considerarse como la parte previa o introductoria al tema, que da título al libro, apartado además que resulta de grata y amena lectura, considerando también su carácter divulgativo.
Tras esta primera parte del estudio, Lafuente y Moreno entran de lleno en el de los acontecimientos acaecidos, dando a conocer los más destacables de cada año.
En 1808, tras la reacción española del 2 de mayo, destacan los primeros alistamientos de tropas, marcados siempre por cierta alegría y optimismo que, a poco tardar, se verá oscurecido por la primera llegada de los imperiales napoleónicos, y en 1809, año en que se efectúan las primeras escaramuzas tras la llegada del Empecinado a la ciudad mitrada.
Después, en 1810, cuando ante las nuevas invasiones se recoge la “salida” del obispo y Sigüenza queda bloqueada por las tropas del general Hugo, coincidiendo con el hecho, mencionado antes, que tuvo a la Virgen de la Mayor como objeto del desprecio extranjero, claro que, en 1811 es cuando se produce el llamado “milagro de Barbatona”, del que queda noticia a través de un interesante exvoto mural pintado en su camarín y en el que puede leerse con total claridad la explicación de lo sucedido:

“En el año de 1811, el día 9 de enero, la división de los franceses de Soria, compuesta de 3000 infantes y 1000 caballos atacaron a la Ilustre Ciudad de Sigüenza, en donde se hallaba D. Juan Martín, alias el Empecinado, con parte de su división, la que se batió y no pudiendo resistir el gran número, se retiraron con orden por este lugar a Bujarrabal, los ciudadanos que en este lance se hallaban fugados de los enemigos en el pinar de dicha ciudad, en medio de dos fuegos imploraron el divino auxilio de María Santísima y por un milagro patente cortó la luz al día por lo que retirándose el enemigo quedaron libres y en acción de gracias se mandó pos la cofradía manifestar este portento que dispensó la Santa para que en todo tiempo conste”,

fenómeno que se dio con cierta frecuencia siglos antes al acaecido en Barbatona, llegando a convertirse en un “lugar común” relativamente frecuente.
En realidad, este “portento” fue pintado en 1814.
Es también durante el año 1811 cuando surgen las desavenencias entre el Empecinado, por una parte, y la Junta y el Ayuntamiento, por otra, lo que llega a provocar la insubordinación de las tropas.
Aunque, quizás, uno de los aspectos más importantes, si no el más destacado, de cuantos tuvieron lugar en Sigüenza y sus alrededores fue la acción del Rebollar.
Posiblemente la derrota más dura jamás sufrida por Juan Martín a lo largo de la contienda y en la que el guerrillero perdió gran parte de sus tropas, por lo que le fue abierto un expediente en su contra -que se conserva en el Archivo Histórico Nacional-  en el que, además de las fuentes habituales en estos casos, aparecen varios relatos solicitados a testigos presenciales.
Precisamente esta acción del Rebollar, fue utilizada por Pérez Galdós en el Episodio Nacional dedicado al Empecinado, en el que ocupa un lugar destacado, aunque un tanto novelado y, por tanto, alejado de la realidad histórica.
Pero esta desgracia no vino sola, puesto que también se produjo en aquellas fechas la conocida traición de Saturnino Abuin el Manco, quien tras haber sido apresado por Villagarcía se puso al servicio de los afrancesados, preparando ambos la derrota de los “empecinados”, dado el minucioso conocimiento que el antes oficial del jefe guerrillero tenía del terreno.
Hay quien, como Laureano Otero, opinan que el traidor estaba al mando de una de las divisiones francesas que intervinieron en la batalla del Rebollar, aunque dicha teoría no está demostrada documentalmente.
En este mismo apartado, correspondiente a 1812, pueden leerse algunos datos del poco conocido guerrillero de Huérmeces del Cerro quien, en un cuaderno, a modo de diario, recogió multitud de datos interesantes acerca de los guerrilleros, entre otros de los que huyeron a Madrid tras la derrota mencionada. Documento que actualmente conservan los descendientes de Pedro García, conocido entonces por el remoquete de Abuelo Carabajo, el Guerrillero, asignado al batallón de Tiradores de Sigüenza y que, al igual que tantos otros, fue hecho prisionero el día 7 de febrero.
En dicho cuadernillo figura el itinerario que siguió desde que fue capturado hasta que recibió la “licencia absoluta” el 27 de noviembre de 1814, mencionando las localidades a las que llegaba cada jornada -que consta de más de cien registros-, así como las leguas andadas por día que, según sus propias cuentas, fueron unas 1058 (unos 6000 kilómetros).
Luego vendría la recomposición de las tropas, el tiempo del hambre y la continuación de la guerra, que dan paso a los hechos de 1813 consistentes en la batalla del Otero y el fin de la invasión y ya en 1814-1815, el regreso del Deseado, que después pasó a ser considerado como el rey Felón.
En el epílogo con que finaliza el libro se da noticia de una nueva estancia del ya citado Empecinado en Sigüenza, debida a los enfrentamientos armados surgidos durante el Trienio Liberal (1820-1823) que, gracias a la trama absolutista, dio paso a la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis, en la que  no hubo levantamiento popular semejante al que se había manifestado durante la guerra de la Independencia, puesto que las tropas francesas dejarían de exigir a los habitantes de los lugares ocupados las vituallas necesarias, ya que eran, en este caso, los propios soldados quienes deberían adquirir sus víveres en los mercados locales, evitándose así las requisas anteriores, además, según Eslava Galán, del nefasto comportamiento de la Iglesia, a la que no le interesaba enfrentar al pueblo contra los invasores, de modo que Fernando VII volviese a gobernar, mientras los liberales partían al exilio.
Finaliza el libro con un apéndice documental en el que se recoge la primera y la segunda carta remitidas por el afrancesado Intendente Salas al Empecinado, fechadas en Guadalajara a 21 de enero de 1810 y a 5 de febrero, respectivamente; un oficio del general Belliard acompañando a la carta de Salas; la respuesta del Empecinado a dicho Intendente; la correspondencia (dos cartas) mantenida entre Hugo, -fechada en Humanes y diciembre 7 de 1810-, y el Empecinado -Cogolludo, 8 de diciembre de 1810-, así como la carta de despedida del mencionado cabecilla a Sigüenza, correspondiente al año 1823 (13 de marzo), que continua con una amplia cronología de la guerra en Sigüenza, los nombres propios que aparecen en los documentos manejados y una amplia bibliografía.
Es curioso destacar que, a pesar de los esfuerzos realizados por Lafuente y Moreno, no se conoce todavía el nombre del autor del manuscrito, aunque si se sabe que fue una persona a quien el Ayuntamiento seguntino había encomendado la tarea de ir recogiendo todo lo ocurrido con el fin de trasladárselo a Gobierno, que había decidido realizar una historia a base de informes similares recopilados en otras poblaciones igualmente ocupadas por el francés.
Un libro muy interesante para quienes deseen conocer en profundidad este periodo, en realidad breve, de la historia de Sigüenza, escrito de forma amena y lleno de sorpresas para quien llega a ella -a dicha historia- sin conocimientos previos y con ilusión.

 José Ramón López de los Mozos

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