FERNÁNDEZ, María Victoria y MAÑUECO, Juan Pablo, Saetas a las Semanas Santas de España.
Saetas a todas las regiones de España, Guadalajara, Ed. Riodelaire Digital
(Col. Religión y Cultura, nº. 2), 2016, sin paginar (pero 118 pp.).
María Victoria Fernández y Juan Pablo Mañueco nos
ofrecen en las páginas de este libro algunas de sus últimas composiciones, que
recogen en una extensa colección de “saetas”
-cuarenta y ocho en concreto, nuevas e inspiradas en la temática religiosa
tradicional acerca de cada una de las principales Semanas Santas y a cada una
de sus regiones-, en las que ponen de manifiesto su forma de ser y de pensar.
Son poemas sencillos, dolorosos como corresponde, en
los que el hombre se siente tocado por esa flecha de amor que es la “saeta”, como forma de expresión, quizá
la más genuina y propia del pueblo español de su tiempo de dolor, como forma
tradicional popular religiosa que todavía se vive en el conjunto de las tierras
españolas.
En los poemas de Fernández y Mañueco las procesiones
recorren las calles, epatando al hombre sencillo que, al ver las imágenes sobre
las andas, se arrepiente de sus pecados y llora y se lamenta y pide perdón al
Dios asesinado que dentro de poco resucitará.
Procesiones sobrias, como castellano-nuevas que son,
como quienes las realizan, en las que prima el silencio a lo largo de todo su
recorrido, ruando calle por calle los nazarenos apenas alumbrados por unas
sencillas velas.
Allí están una vez más los “pasos” de Guadalajara con las más variadas imágenes recorriendo
como cada año, secularmente, las calles desde el Domingo de Ramos en que se
procesiona la imagen conocida cariñosamente “La
Borriquilla”, que representa la entrada de Jesús en Jerusalén; pasando por
el Miércoles Santo, en que la cofradía de la Virgen Dolorosa camina desde la
concatedral de Santa María a la cárcel, donde antiguamente indultaba a uno de
los presos, y el Jueves Santo en que son dos las procesiones que desfilan: la
de “Jesús Nazareno” y la de “La Pasión de Nuestro Señor”, y ya en la
mañana del Viernes Santo o de Dolores, desde la iglesia de San Ginés, ver salir
la procesión del “Cristo del Amor y de la
Paz”.
Ese Cristo magnífico que llama a la contemplación y al
pensamiento en el más allá.
Aunque, sin duda, la belleza de los pasos
procesionales y el celo de las cofradías y hermandades se concentre, como
siempre ha ocurrido, en la procesión del “Silencio
y Santo Entierro”, que tiene lugar dicho Viernes Santo y que da comienzo a
las ocho de la tarde en la parroquia de San Ginés y cuya comitiva procesional
va recogiendo los pasos de las diferentes parroquias -San Nicolás, Santiago y
Santa María-, desde donde -como concatedral que es y, por lo tanto, primera
iglesia de la ciudad, junto con la catedral de Sigüenza, la llamada “Pulchra Seguntina”- comienza la
procesión general, que suele encabezar el obispo de la diócesis
Sigüenza-Guadalajara y el resto de las autoridades locales y provinciales,
hasta regresar al punto de origen después de haber recorrido las calles principales
de la ciudad.
María Victoria Fernández y Juan Pablo Mañueco han
empleado para la composición de estas saetas suyas, una copla nueva, creada por
él, a la que ha bautizado y puesto un nombre tan sonoro como el de “castellanas”, que convierte en “saetas” por su tema y por la repetición
que significa el estribillo de alguna de sus estrofas.
Pero ¿qué es la estrofa castellana, base de las
presentes saetas? Viene a ser una especie de explicación de cómo es esa
composición así denominada, de la que nos ofrecen tantos y tan variados ejemplos.
Algo parecido a un soneto, dos cuartetos y varios pareados con la misma rima. Y
las hay de arte mayor y de arte menor.
Sirva para ello esta “castellana de arte menor” dedicada “Al Cristo flagelado” de la iglesia de Santiago Apóstol, de
Guadalajara:
A una columna está atado,
el Dios misericordioso,
Jesús, misericordioso,
al látigo ha perdonado.
y por quien le azota airado
ya derrama su precioso
humor de sangre sagrado.
¡Ah, misterio del perdón
de Jesús, el Dios piadoso
que a todos ha perdonado!
Jesús, misericordioso,
al látigo ha perdonado.
¡Ah, misterio del perdón.
pese a la flagelación
de Jesús, el Dios piadoso
a todos ha perdonado.
Otras “castellanas”, también de arte menor,
las dedica “A la Virgen de la Soledad”,
de la iglesia de San Nicolás el Real, de Guadalajara, al “Jueves Santo con la Virgen en Arriaca” y una “Saeta a la Borriquilla”, además -claro está- de una bellísima “castellana”, que no podía faltar, a la “Semana Santa de Sevilla”, donde se celebra
con esa alegría sureña característica y la debida devoción que corresponde a lo sagrado.
Una parte
primera o preludio sobre “La Semana Santa
de Castilla” da paso a unos poemas, muy descriptivos e intimistas, que
tienen como sujeto las procesiones y las imágenes de Guadalajara, con varias
reflexiones acerca del Sábado Santo, cuyo segundo poema constituye un
acróstico:
“Sábado Santo día sin Dios /
Orar sin tercera parte / De Él nota Universo el cataclismo / o las galaxias
siguen su curso indiferentes”.
Amén de otras
muchas dedicadas a las celebraciones que se llevan a cabo en las distintas
comunidades y regiones españolas y que conforman la segunda parte de este
poemario amoroso que da principio con una “Saeta
a las Semanas Santas de España”: Andalucía representada por Baeza, La
Carolina, Málaga, Puente Genil y Sevilla; Aragón, por Calanda y sus tambores;
Asturias, por Avilés, y tantos otros lugares cargados de profundo significado y
anclados de por vida, o quién sabe si también de por muerte, -porque la Semana
Santa viene a ser un periodo donde la muerte permanece latente hasta que surge
la alegría del Domingo de Resurrección, en cuya procesión la imagen de Cristo,
llevada en andas por los hombres, y la de su Madre, por las mujeres, se abrazan
para regocijo general, al igual que sucede con la propia Naturaleza, de la que
el mismísimo Hombre forma parte- en la recia y total raigambre tradicional de
España, en su costumbrismo más profundo y secular.
El libro da fin
con algunos poemas más, con otras “castellanas”,
como si no quisiera terminar. Así, la “Saeta
a la Romería a la Virgen de Barbatona” (Guadalajara) y la “Saeta a la Virgen del Pilar” (Zaragoza),
además de unas “Seguidillas a la
trashumancia” (Extremadura), de gran belleza y sonoridad.
Bienvenida sea,
pues, esta amplia y selecta gavilla de poemas, “castellanas”, que debemos al arte de María Victoria Fernández y
Juan Pablo Mañueco, y por él creadas, para regocijo y solaz del lector
interesado.
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