MAÑUECO, Juan
Pablo, Cuarenta Sonetos Populares y cinco canciones diversas, Guadalajara, Aache Ediciones, 2014, 100 pp. (I.S.B.N.
978-84-15537-63-2).
Creo yo que
Juan Pablo Mañueco es todo un torrente de creatividad, tantos son sus libros
-por ahora-, pero un torrente caleidoscópico y multifacético, que lo mismo que
escribe un cancionerillo de sonetos sobre los meses del año, que me tanto me
recuerda a los mensarios medievales de Beleña de Sorbe y Campisábalos, que,
como sucede en el libro que comentamos, dedica una década de poemas (2001-2010)
-uno por año- a los hechos más importantes acaecidos a nivel mundial, según su
criterio: las Torres Gemelas de Nueva York, la llegada del Euro a España, la
guerra de Iraq, Benedicto XVI y otros temas que, sin duda, interesarán al
lector y que, algo a tener en cuenta, el día de mañana podrían llegar a
convertirse en fuente histórica, puesto que, al paso que vamos la prensa
desaparecerá y los medios tecnológicos actuales serán basura irrecuperable…
Hay en este
libro, además, otros apartados -hasta cinco- de gran hondura lírica y
psicológica en los que mezcla el amor y la geografía castellano-antigua,
mediante sonoros sonetos, a veces alejandrinos, donde figuran tierras y
paisajes de Soria y Segovia, junto a descripciones de sus obras arquitectónicas
más destacadas, dedicados a sus musas cercanas: María y Victoria, su aurora.
Poemas
extensos en espacio y en contenido, que recuerdan a personas que dejaron su
huella a través de sus obras, estudiando esta Castilla madre, venida a menos,
de ubres rebajadas por la avaricia de sus hijastros periféricos… Así, la huella
de don Ramón Menéndez Pidal, aunque su obra merecería una revisión a fondo. No
olvida el autor el país vecino, al que dedica varios sonetos, llegando a Lisboa
a través de las aguas del padre Tajo. No faltan los encierros de Guadalajara,
bellamente tratados, ni el fútbol.
Pero quisiera
dejar para el final una gavilla bellísima de poemas dedicados a una mujer que
la historia no ha sabido juzgar como se merecía: Doña Juana, “la Beltraneja”.
Un conjunto de cuatro poemas, el último dividido, a su vez, en otros siete,
entre los que van algunos claramente basados en el mundo medieval, y que para
mí, son quizá los mejores del libro.
En fin, un totum revolutum que el lector sabrá
apreciar y cortar para colocar en el lugar que a cada cual le corresponde,
porque podría ser que al final de todo el libro sea una mezcolanza incomprensible,
lo que viene a indicar que todos los temas tienen un valor que hay que saber
descubrir.
Para llegar al
fondo, para desentrañar más y mejor este libro, me he sentado frente a frente
con Juan Pablo Mañueco, cara a cara, y le he preguntado cincuenta mil cosas
acerca del mismo (otras meramente sugeridas). A unas ha contestado como es
debido; a otras, como ha querido, y de muchas ha pasado, como se dice ahora, y
se ha perdido por los cerros de Úbeda.
El
entrevistado y el entrevistador se sientan cara a cara en una cafetería.
Cómodamente sentados, surgen las preguntas acerca del libro, lentas, mientras
van saboreando un café mañanero… Huele a churros calentitos y una televisión de
fondo habla, sin que nadie le haga demasiado caso, de ciertos pactos que se
desean, se quieren o que deben de venir…
P.- Lo primero
que me gustaría saber es ¿por qué el uso constante del soneto y, además, del
soneto popular -que tú mismo empleas en su título-, como así sucede en Cuarenta Sonetos Populares?
R.- Posiblemente
a que, cuando empecé a escribir, allá por los años setenta y ochenta, escribía
verso libre, que era lo moderno, ya que lo demás se consideraba trasnochado.
Luego, con el paso del tiempo comencé a utilizar la rima asonante y a la
medida, además de estrofas sencillas: romances, seguidillas, canciones y coplas
populares, en la que compuse aquel primer libro “serio” que titulé Romancero y Cancionero de la Alcarria,
que ganó el Premio “Provincia de Guadalajara” el año 1981.
Luego formé
parte de la Generación castellana de los
80, cuyos componentes preferíamos la rima consonante, frente al
versolibrismo todavía de moda.
P.- Haciendo
un inciso. ¿Qué Generación castellana de
los 80 es esa? ¿De qué se trataba, quienes la componían, cuál era su
principal preocupación?
R.-
Sencillamente; un grupo de personas de diferentes procedencias y ámbitos cuya
preocupación era Castilla; una Castilla que, a pesar de ser un puntal necesario
para el resto de España y poseer una de las culturas más brillantes, fue ninguneada
por muchos políticos, sin explicación alguna, tratando de eliminarla de entre
los demás pueblos.
Una Generación que vino a ser como una
especie de grito o de quejido de Castilla durante la Transición. De allí surgió
una entidad cultural titulada Los amigos
de las Castillas y León, a través de la que editábamos numerosos libros,
folletos, etcétera, de la que fue su principal cabeza pensante don Claudio
Sánchez-Albornoz, ampliamente conocido, que llamaba siempre a que se respetara
la identidad cultural castellana al mismo nivel que otras partes de España.
Pero el poder
político no hizo caso alguno a tales llamamientos.
P.- Y, según
lo que hoy se puede apreciar, sus palabras fueron proféticas…
R.-
Absolutamente. Se deshizo Castilla, la deshuesaron completamente y, lo peor, es
que se siguió manteniendo la emigración, como había sucedido en tiempos de
Franco, de modo que hoy, Castilla es casi un despoblado cuyos habitantes fueron
fagocitados por los de la periferia. Un gran vacío en el interior de la piel de
toro.
P.- ¿Aparte de
don Claudio, quienes más componían esa Generación?
R.- Sería muy
largo de explicar, pero para que te hagas una idea, hay un libro: Castilla: manifiesto para su supervivencia
(1984), donde Ramón Carnicer, leonés; Gonzalo Martínez Díez, burgalés; Demetrio
Casado, segoviano, y yo mismo, alcarreño, reunimos una serie de textos de
anteriores conferencias que se habían pronunciado en el Centro
Castellano-Leonés de Tarragona, el verano anterior.
P.- Supongo
que la Asociación terminaría disolviéndose…
R.- Sí, eso
fue lo que ocurrió. Aunque duró tres años más…
P.- Perdona,
Juan Pablo, pero si te parece bien vamos a volver al tema anterior, que es el
que nos ha reunido, a tus Cuarenta
Sonetos Populares y cinco canciones diversas. En una de sus partes, concretamente
en la primera, dedicas unos poemas a cada uno de los meses del año, que me
recuerdan, sinceramente a las iconografías representadas en los menologios de
Beleña y Campisábalos. A lo mejor me dejo llevar por mi pasión por Guadalajara.
R.- No. Simplemente
es mera coincidencia. Ya sabes que se trata de un tema universal: el paso del
tiempo, de las estaciones y del calendario. Algo tan popular como los mismos
refranes climatológicos o del año agrícola. Como has visto, se trata de un
soneto por cada mes del año, comprensibles todos para quienes se acerquen a su
lectura.
P.- De
acuerdo. “Década”, otra de las partes
del libro, viene a ser una especie de crónica escrita en poesía…
R.- Efectivamente,
es la historia de la primera década del presente siglo, escrita en sonetos con
estrambotes más o menos extensos. Uno por año.
P.- No crees
que al tratarse de una crónica sería más fácil de entender utilizando la prosa
cotidiana.
R.- Mis
sonetos se entienden perfectamente ya que no existe complicación alguna en el
estilo ni utilizo metáforas barroquizantes.
En realidad
los temas son muy conocidos -La Guerra
del Golfo, La presidencia de Obama,
La crisis económica y la crisis bancaria
y sus consecuencias…, por ejemplo- y precisamente por eso, muy fáciles de
entender por cualquier persona y, además, están contados de una forma amena,
sencilla, sonora y rimada en sonetos, de modo que pienso que dentro de
cincuenta años se seguirán entendiendo por todos.
P.- ¿Vas a
continuar con la serie anual?
R.- Sí, en
principio ese es mi propósito. Ya debería estar escrita otra serie que se
titulara Quinquenio y que cubriese el
espacio que media entre 2011 y 2015, pero otros escritos pendientes -en novela,
teatro y en versos de todo tipo de medida- me han impedido poner manos a la
obra en esa tarea.
P.- Pero,
cuéntame, en realidad ¿qué es lo que te movió a hacer versificada la Década inicial del siglo XXI de Cuarenta Sonetos Populares y la Historia total de Castilla en Castilla,
este canto es tu canto. Parte I y II?
R.- En los ya
aludidos años ochenta, comentaba con alguno de los miembros de aquella Generación que yo quería escribir la
Historia del siglo XX en verso libre o romanceado, y que lo haría conforme
fuéramos acercándonos al final del siglo. Ha pasado el tiempo y, ahora, ya no
le veo ningún interés a versificar aquellos acontecimientos.
De todas
formas escribí un larguísimo poema -¿Dónde
estáis los que solíais?-, especie de historia versificada en 4.500 versos,
que inauguran por primera vez la estrofa que he denominado “octava ola o copla
alcarreña”.
P.- Bueno,
pero aún no me has aclarado por qué no empleaste la prosa para historiar en
siglo XXI o las décadas finales del XX.
R.- Podríamos
iniciar un debate acerca de si la Historia es Historia o se trata de un mero
relato fabulado por parte de quien la escribe, a propósito o sin darse cuenta.
Pero creo que
nos llevaría muy lejos.
P.- Por
supuesto, es un tema muy amplio que da para mucho…
R.- Pero,
ciñéndome a lo que me preguntas, te diré que porque también se puede recorrer
el camino inverso, es decir, ir desde el arte literario, desde el verso
incluso, a la verdad histórica de lo sucedido... Si se consigue quedará más
“hermosa”, más “sonora” y quizás no tan plomiza como tantos textos de
soporíferos historiadores. Incluso yo diría que más exacta que la Historia
pura, porque a través de una metáfora, una frase o una simple imagen podrían
resumirse mejor algunos aspectos que de otra manera resultan tan fastidiosos y
somníferos en tratados y estudios especializados.
P.- Otro
aspecto que tratas en el libro que comentamos y que veo que te apasiona, es
“Juana la Enriqueña” o “la Beltraneja”. Quizá se trate de una de las mejores
composiciones del mismo. A ti que te parece…
R.- Ahí tienes
un ejemplo de verso que puede contar una Historia completa, bellamente, pero
además, si te das cuenta, apenas si se nota el verso porque la estrofa elegida
es muy suave. Por cierto, una estrofa a la que bautizado como “torrente
asonantado”.
P.- ¿Torrente
asonantado?
R.- Eso es.
Ese es el nombre que le he puesto, pero no es momento para detenernos en su
estructura, características, ni utilización. Si te parece lo dejaremos para
otra conversación.
P.- Entonces
sigamos con el tema de la Historia rimada que cuentas sobre la Beltraneja, tan
ligada a la provincia de Guadalajara…
R.- Pues es
eso precisamente. La Historia de la legítima heredera del trono de Castilla,
puesto que era hija real, legal y legítima de Enrique IV de Castilla,
destronada cuando aún era una niña por su tía Isabel, la futura reina llamada
“Católica”, tras perpetrar ese auténtico golpe de Estado, que tanta sangre hizo
derramar. Yo narro la Historia de esa Juana que, con doce años, tuvo que
defender su trono a través de múltiples batallas.
P.- Casi una
novela…
R.- Eso es lo
que he hecho en un poema de menos de diez páginas. Novelar dicha historia
empleando un verso tan liso y blando que apenas se nota.
P.- Perdona
que insista de nuevo, pero ¿por qué en verso?
R.- Porque una
buena historia novelada en suave rima viene a ser la mejor de las prosas. La
verdad es que no se me ocurre un estilo prosístico narrativo mejor.
P.- ¿Quieres
decir que la mejor prosa es un verso suave?
R.- Cabía la
posibilidad… Pero solo me faltaba intentarlo… y el intento se llama La Beltraneja o Juana la Enriqueña como yo la llamo en mi libro Cuarenta Sonetos Populares y cinco canciones
diversas.
P.- ¿Y el
argumento se te ocurrió directamente en verso?
R.- Cuando me
puse a ello, sí; aunque, en realidad, llevaba tiempo acariciando la idea de
escribir una novela sobre ese tema, de la que este poema es un fragmento. Es
posible que por algún cajón de casa ande un original con el comienzo ya
avanzado…
P.- ¿Se puede
saber el título de esa novela inconclusa?
R.- Se puede,
porque nunca voy a escribirla… Lo esencial ya está narrado en el poema y el
resto sería como ese relleno molesto y desganado que suelen llevar casi todas
las novelas actuales: una idea central y mucha paja de relleno.
P.- Venga el
título de la nunca escribirás.
R.- Mujeres junto al Duero.
P.- Parece un
buen título.
R.- Eso pienso
yo.
P.- ¿Y dices
que nunca vas a escribir una novela con ese título?
R.- No.
P.- ¿Por?
R.- Porque
ahora tengo mejores argumentos que desarrollar y lo fundamental de ése ya está
recogido.
P.- Bien, pero
al menos se podrá saber cuántas mujeres iban a estar junto al Duero.
R.- Tres. La
Beltraneja y dos más.
P.- ¿Quiénes?
R.- Eso no lo
digo.
P.- ¿Por algún
motivo especial?
R.- Porque
entonces se vería lo atractivo del proyecto y seguro que saldría alguien
dispuesto a escribir ese argumento.
P.- ¿Ni tú
mismo?
R.- No. Yo
mismo, no. Yo ya he escrito en pura prosa, más elegante y sonora que la usual
en estos tiempos. Ese es el caso de mi novela La Virgen de las Batallas, sobre la reconquista del valle del
Guadalquivir (Sevilla, Córdoba, Jaén), y tengo bastante Edad Media de momento.
Aunque
¡cuidado! si pronuncio el nombre de las otras dos mujeres junto al Duero, quizá
encuentre sugestivo el proyecto y lo retome.
P.- Pues
aprovecha y di qué otras mujeres son.
R.- Se me han
olvidado… Que echen cálculos los escritores que busquen argumentos de interés…
y verán qué otras mujeres pueden ser.
P.- Tú ya les
has dado el tentador título y una de las componentes del trío.
R.- Ahí los
tienen y que los disfruten.
P.- Pero nada
sobre las otras dos protagonistas.
R.- Algo sí…
Una pista… Aunque a primera vista pueda parecer lo contrario e incluso que
vivieron en distintos siglos… La realidad es que las tres fueron coetáneas y a
las tres las unió el río Duero.
Por ello, lo
que la escena culminante de lo que iba a ser esa novela, -que no nos consta que
ocurriera históricamente-, por su época sí pudo haberse producido.
P.- ¿La
narración que has trasladado parcialmente a verso dócil en Cuarenta Sonetos Populares… tenía una escena culminante?
R.- Sí. Y esa
escena, quizá, sí la versifique en sí misma, narrándola del mismo modo, en
pocas páginas condensadas y con rima muy sutil y sedosa, que no moleste a los
que no gustan de los versos, pero que atraiga mucho más y más sugestivamente a
quienes sólo gusten de la prosa.
P.- Porque… la
mejor prosa es un verso suave.
R.- Eso es.
Veo que nos entendemos perfectamente.
P.-
Experimentar. ¿Es eso lo que pretendes con tu poema o, mejor dicho, con tu
narración rimada, Juana la Enriqueña?
R.- Eso mismo. Y otras cosas más, tal vez más
ambiciosas, que ya he publicado en libros anteriores a este, y posteriores.
P.- ¿Y crees
que lo has conseguido?
R.- No lo sé.
Lo que si te puedo asegurar es que personas sumamente reacias a leer en general
y mucho más a leer poesía, después de haber leído esa narración/poema han
venido a felicitarme y darme las gracias por haberles sabido contar una
historia tan interesante que han leído con verdadero placer.
P.- ¿Y la
crítica cómo ha reaccionado?
R.- Hay que
darse cuenta que vivo en una ciudad pequeña -Guadalajara- alejada de la mirada
de los santones de la crítica; no donde se cuecen las famas literarias de
España, o sea, ni Madrid, ni Barcelona, ni en ninguna otra ciudad con
suficiente peso específico, periodístico o cultural.
P.- No me has
respondido.
R.- Yo creo
que sí. Además yo no hago, ni pretendo hacer, carrera literaria. La literatura
es mi afición, no mi profesión.
P.- Entiendo…
R.- Por otra
parte, ¿sabes esa anécdota tan expresiva que se atribuye a Jacinto Benavente
sobre la crítica y los críticos?
P.- No
recuerdo ahora mismo…
R.- Refería
Benavente, que en una obra de teatro él tenía la costumbre de subrayar las
ideas importantes hasta tres veces…
P.- Sí, voy
recordando…
R.- La primera
vez, captaban la idea esencial los espectadores más despiertos; la segunda vez,
la entendía ya casi toda la sala; y la tercera repetición empezaba a percibirla
y a formarse una ligera idea la parte más sutil, ingeniosa e inteligente de la
crítica.
P.- Sí. Ya
sabes que don Jacinto era bastante socarrón y malicioso.
Pero si
quieres insinuar con ello que la crítica puede estar adocenada y hastiada de
leer sin disfrutar, sino para cumplir su mal vista y aburrida tarea, sin
enterarse muchas veces de las novedades, entre las montañas de tedio aburrido e
igual, día tras día, para dar salida a
sus reseñas literarias…
R.- Ahora es
el entrevistador quien lo ha dicho.
P.- ¿Y el
entrevistado, qué dice?
R.-Responde a
lo que le pregunte el entrevistador…
P.-La verdad
es que tienes salidas para todo. Pero eso es una forma de ser y de vivir, y me
gusta, porque a través de lo que no se dice, se dicen muchas cosas que quedan
en la elipsis del tiempo, lo cual de agradecer también y más cuando el
entrevistado y el entrevistador no se deben nada. De todos modos el
entrevistador aprovecha la coyuntura y dice, al menos a él le parece, que en Cuarenta Sonetos Populares… hay al final
cinco canciones que quizá estén algo mezcladas en cuanto a su temática.
R.- Y así es,
porque como añadidura al libro, y por eso parece mezclado, a modo de epílogo,
van unos poemas que dedico al Real Madrid, al Depor de Guadalajara y alguno
más.
El
entrevistador cree que nos podrían dar las tantas y decide parar el turno de
preguntas, aunque serían muchas más las que podría formular a Juan Pablo
Mañueco. Surge la sonrisa de la comprensión. Se paga la consumición y nos vamos
calle arriba, casi somos vecinos, mientras seguimos hablando de versos, novelas
y libros. Pero sobretodo de ilusiones… Esas ilusiones de unirnos para gozar,
aunque solo sea y tanto en paz.
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