López de los Mozos, J.R., y Ranz Yubero, J.A.: “Topónimos de
Villanueva de Alcorón (Guadalajara) contenidos en “La Calle Angosta” de María
Luisa Martínez Martínez". Revista de Folklore, nº 406. Diciembre de 2015. Págs.
39-54.
Una sencilla y modélica publicación que estos autores,
especialistas en la toponimia de nuestra tierra, han visto publicada en la
prestigiosa Revista de Folklore que dirige el etnógrafo Joaquín Díaz.
Centran su atención en la toponimia de Villanueva de
Alcorón, una localidad de nuestra más alta Alcarria, rayando con el Señorío de
Molina. Pero basan su estudio en una fuente novedosa, como es una novela [o
relato] centrado en ese pueblo, y que escribió y publicó, hace ahora 10 años,
María Luisa Martínez Martínez. De ese libro, titulado “La Calle Angosta”,
basado en la vida rural, desmenuzan sus alusiones toponímicas, y las clasifican
en urbanas y campestres, aunque estas últimas a su vez se clasifican en temas
relativos al agua, a la agricultura, a los bosques, a las cuevas, etc.
Es una forma nueva y sorprendente, la que los autores que
comentamos, de analizar la toponimia de un lugar, porque dan por sentado que
todos los términos que utiliza la autora de la novela son reales, existen. No
lo dudamos en ningún momento, pero el riesgo de que sean inventados también
existe. En cualquier caso, son muy realistas y parecen entroncar fielmente con
la realidad de Villanueva de Alcorón, a nada que se conozca esta localidad.
Tras la enumeración de los lugares de interés que tiene el
término serrano de Villanueva de Alcorón, en el que priman las cuevas y
cavidades kársticas, y de la elucibración acerca del topónimo principal del
pueblo, pasan a poner en un listado por orden alfabético los toponimos
incluidos en la obra, lo que llaman “Nómina Toponímica” y en la que incluyen
159 entradas, muchas de ellas comentadas. Como siempre ocurre en estos estudios
de toponimia local, se aprende mucho y se divierte uno mucho, encontrando
sugerencias y aclarando viejas dudas acerca de las palabras que la tradiciçon ha
mantenido para nombra los lugares por los que discurre la vida humana.
De la última parte, la toponimia urbana, los nombres de las
calles, y la aparición de estructuras urbanas que dan vida a un pueblo (aunque
curiosamente en la novela no aparece en ningún caso referencia al Ayuntamiento
o a la iglesia, que suelen ser los ejes de una vida local reducida) se colige
la forma en que se vivían, y las preferencias de unos espacios sobre otros en
la cotidiana existencia.
Acaba la aportaciçon de López de los Mozos y Ranz Yubero con
una generosa bibliografía de estudios que han necesitado utilizar para componer
este que aquí comentamos, y al que no dudamos en calificar de oportuno y
desvelador de viejas fórmulas nominales. Lástima que la distribución de estas
publicaciones (la excelente “Revista de Folklore” de Joaquín Díaz) sea reducida
y hoy ya limitada al formato digital, aunque así puede leerse con suma
facilidad.
A.H.C.
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