GARCÍA LÓPEZ, Aurelio
(Edición y estudio), Suma de la vida del
Cardenal Mendoza, de Francisco Medina y Mendoza, Guadalajara, Editores del
Henares (col. Temas de Guadalajara, vol. 8), 2014, 152 pp. (ISBN:
978-84-617-2458-1).
El libro que comentamos
consta de dos partes principales. La primera está dedicada al estudio de la
vida, la obra y las relaciones epistolares que Francisco Medina y Mendoza
mantuvo con otros intelectuales de su época y, la segunda corresponde a una de
sus obras menos conocidas -que se publica íntegramente- titulada Suma de la vida del reverendísimo cardenal
don Pedro Gonçález de Mendoza, Arzobispo de Toledo, Patriarca de Alexandria, escrita
por dicho autor, al que no se le puede considerar como un simple historiador
local, sino como un investigador que, después de numerosos avatares, entre
ellos el quedarse ciego, pasó a un segundo plano, aunque a él se deban obras de
notable interés como la Historia del rey
Don Enrique IV, una Genealogía de la Casa de Mendoza, la Vida del Cardenal Mendoza y otra más
sobre la Vida del Cardenal Cisneros,
además de muchas obras manuscritas sobre
la ciudad en que nació hacia 1516, una de ellas titulada Anales de la Ciudad de Guadalaxara, que se cree desaparecida.
Su familia gozó de una
gran renta y, gracias a ello, enlazó con algunas de las más ilustres familias:
primeramente con Isabel Carrillo de Mendoza -tal vez acogida en la Casa de los
Mendoza o en la de los Tendilla-, con la que tuvo varios hijos y, en segundas
nupcias, con Isabel de Campuzano, con la que tuvo una hija, Ana de Mendoza, que con el paso del tiempo
llegaría a ser criada de la condesa de Cogolludo.
Nacido en 1493, Medina y
Mendoza fue criado y gentilhombre del IV duque del Infantado Íñigo López de
Mendoza quien, en realidad, fue su mecenas, -dado que fue la persona encargada
de recabar las informaciones necesarias para sacar adelante los numerosos
pleitos y dictámenes de la familia mendocina y, por lo tanto, el custodio de su
importante archivo familiar-, de igual modo que también llegó a ostentar el
cargo de valedor de Diego Hurtado de Mendoza, hijo primogénito del citado
cuarto duque, conde de Saldaña y marqués de Cenete, gracias a su matrimonio con
María de Mendoza y Fonseca, que fue quien le encargó la redacción de la Vida del Cardenal y la Genealogía de la Casa de Mendoza.
Según algunos
investigadores Medina murió en 1566, mientras que otros opinan que el óbito
tuvo lugar en los primeros meses de 1579, aunque, en realidad, al consultar los
libros de defunciones de la iglesia de San Gil de Guadalajara nada consta al
respecto, quizá por haber fallecido en su lugar de Bujes.
A él recurrieron hombres
de gran notoriedad, inteligencia y
prestancia, como Ambrosio de Morales y Alvar Gómez de Castro, con los que
sostuvo frecuente correspondencia como consta a través del primero de sus libros
titulado Las Antigüedades de las Ciudades
de España (1575), en el que el último de los autores se refiere a Medina
como:
“(…)
algunas de estas interpretaciones destos nombres arábigos, las notó muy bien, y
me las comunicó Francisco de Medina de Mendoça, hombre principal de
Guadalajara, y que en la noticia de la historia de Castilla desde el rey don
Fernando primero acá, sabe tanto como otro qualquiera que con mucha curiosidad
y particularidad la aya aprendido. De lo qual puedo yo ser muy buen testigo,
como quien cada día lo goza y lo experimenta, en la mucha amistad y
comunicación que con él tengo. Y como ha muchos años que cegó, todo lo que le
falta de la vista, ha acrecentado en la memoria que tiene maravilla”.
A pesar de todo
carecemos de datos acerca de su formación académica, aunque es muy posible que
asistiese a la Universidad de Alcalá de Henares. Al parecer su afición a la
Historia le vendría de la herencia de la biblioteca de su padre, además de
tener a su alcance la amplia biblioteca del marqués de Santillana que, por
aquellas fechas, se conservaba íntegramente. Entre los libros que contenía su
“librería” privada figuraba una Summa angélica
de Carletti de Chiavaso y, como cosa
curiosa, hay que decir que regaló al IV
duque del Infantado un ejemplar del Régimen
Principum del franciscano Juan García, en el que figura escrito el
siguiente texto:
“Medina
de Mendoza “su criado” el cual declara al hacer esta donación, que habían sido
puestos en castellano “cerca de los años del señor de mil y trescientos y
cuarenta y cinco”. “Aquí comiença el libro este la compilaçion que fiso fray
Johan García, confesor de la reyna, sobre el libro del gobernamiento de los
prínçipes, para el muy noble infante don Pedro, fijo el primero heredero del
muy noble rey don Alfonso, a ruego este petición del honrado padre don Bernabé,
obispo de Osma”.
También se interesó por
las copias, de tal modo que disponía de viejas crónicas, ejemplares únicos,
como una que mandó hacer de El Libro de
los Linages de España, escrito por el conde Pedro de Portugal, realizada
entre 1540 y 1550, según consta en una nota de la misma:
“por
mandado del señor Francisco de Medina y Mendoza” (RAH. Ms. C-142),
que tanto utilizó a la
hora de escribir la biografía del Cardenal Mendoza y la genealogía de los
duques del Infantado, que tanto menciona José Ramón Prieto Lasa en su trabajo
sobre Las leyendas de los señores de
Vizcaya y la tradición melusiniana (1992).
En realidad podemos
decir que Medina y Mendoza fue el primer historiador que se ocupó de la
Guadalajara medieval, es decir, de lo que se había escrito y publicado
anteriormente a la segunda mitad del siglo XVI, (aunque si se hizo algo -que se
hizo- no ha llegado hasta nuestros días, como sucedió con diversos escritos,
generalmente de geógrafos musulmanes nacidos en Guadalajara, citados por José
Julio de la Fuente y Juan Catalina García López, tales como
Abdallá-ben-Abrahim-ben Tadmir-Ihagiari y tantos otros a los que se les puede
seguir la pista a través de la Biblioteca
de escritores de la provincia de Guadalajara y bibliografía de la misma hasta
el siglo XIX, Madrid, Sucesores de Ribadeneyra, 1899, escrita por el último).
Otro de los méritos de
Medina y Mendoza -como historiador que recurre a los documentos contenidos en
los archivos custodiados desde antaño- es su colaboración a la hora de elaborar
las respuestas del cuestionario que el concejo de Guadalajara remitió a Felipe
II, publicadas posteriormente en las tan conocidas -y mal denominadas- Relaciones Topográficas (publicadas en
el Memorial Histórico Español, tomo
XLVI, Madrid, 1914, págs. 1-18), de modo que debió ser persona muy conocida
gracias a sus amplios conocimientos humanisticos, puesto que se recurría a él
en cantidad de ocasiones; por ejemplo cuando en 1573 se encontró en Trijueque
una carta escrita en caracteres hebraicos, fechada en 1473, que se le hizo llegar
para su traducción, como recoge el Padre Fidel Fita en su artículo “Carta dotal
hebrea del siglo XV”, publicado en el Boletín
de la Real Academia de la Historia, 1905, 309-314.
Sería conveniente
recordar que tras Medina y Mendoza fueron muchos los escritores que siguieron
sus pasos, unos copiándolo y otros adjuntando algunos datos, mínimos, con los
que colaborar al mayor conocimiento de la historia local de Guadalajara, sus
gentes y su nobleza, siempre emparentados o contratados por los todopoderosos
Mendoza, como Hernando Pecha (1632), Francisco de Torres (1647), Alonso Núñez
de Castro (1653), Juan Enríquez de Zúñiga y Baltasar Campuzano, aunque en
realidad fueron Pecha y Torres quienes, sin sentido alguno, copiaron al pie de
la letra -plagiaron que se diría hoy- la obra medinense, especialmente el
segundo, que fue regidor de la ciudad de Guadalajara y que “se encargó” -a
placer suyo- de llevar a cabo los Anales
en su totalidad.
Unas páginas más se destinan
a dar conocimiento de las obras de Medina y Mendoza, comenzando por las
históricas: Los Anales de Guadalajara
(1550), en los que el autor se centra en la narración de los hechos históricos sin
tener en cuenta la realidad social, el factor económico, ni la existencia
cotidiana del pueblo, aunque hay que considerar que se hizo, precisamente, por
mandato de los propios Mendoza, cuyo lema o mote, no lo olvidemos, era nada
menos que la tan cargada de soberbia: “Dar es señorío, recibir servidumbre”.
La obra de Medina y
Mendoza, en efecto, debería ser revisada, puesto que, a pesar de ser muchos sus
aciertos, son también muchos sus errores, especialmente en lo que se refiere al
posible origen romano de Guadalajara, que nunca fue demostrado, puesto que da
como textos epigráficos algunos empotrados en las murallas y torres, que nunca
pudieron ser comprobados.
Otros trabajos suyos
fueron los dedicados al estudio de la Historia
del Rey Enrique IV, del que se ignora su contenido. Obra que, por cierto,
menciona Francisco de Torres en su Historia
de Guadalaxara, donde aparece la siguiente cita:
“Francisco
de Medina y Mendoza, aunque ciego, fue notable historiador; dejó, manuscritos
excelentes, particularmente unos Anales breves de la historia de Guadalajara,
la historia del Rey Don Enrique el 4º; la genealogía de la Casa de Mendoza y
otro de lo que es la nobleza y títulos de ella”,
que puede verse en la Crónica anónima de Enrique IV de Castilla
(1454.1474), a través de la edición crítica y comentada de María Pilar
Sánchez-Parro, Madrid, 1991.
Otra de las obras
-atribuida a Medina y Mendoza- es la Vida
del primer marqués de Santillana, que pudo formar parte de un texto más amplio
encargado por la gran familia a quien profesaba tan gran devoción, como ponen
de relieve tanto Hernando Pecha, como Tomás Antonio. Al parecer, Medina
escribió un trabajo breve acerca del marqués, algo más detallado que el que le
dedica en la Vida del Cardenal Mendoza,
tras haber leído con detenimiento la obra del jesuita Hernando Pecha que, en su
Vidas de los Duques del Infantado,
menciona a numerosos historiadores que escribieron los hechos célebres del
marqués, como Hernando del Pulgar, Juan de Mena, Gómez Manrique, Hernando
Mesía, Hernando Pérez de Guzmán, Rodrigo Sánchez de Arévalo, Alonso de
Cartagena, Esteban de Garibay, Jerónimo de Zurita, Gonzalo Argote, Juan de
Mariana, Pedro Salazar de Mendoza y Alonso López de Haro, entre otros.
Además de los textos
manuscritos anteriormente mencionados, Medina y Mendoza escribió un trabajo
sobre la Vida del Cardenal Fray Francisco
Ximénez de Cisneros, en el que el propio Medina hace alusión en unas
“informaciones” que se hicieron acerca de la nobleza de Bernardino de Mendoza y
Cisneros, hermano del conde de Coruña, que trataba de conseguir el hábito de
Santiago en 1576. Aunque escrita antes de 1550 es una obra que se considera
perdida, tal vez por habérsela regalado o prestado a Alvar Gómez de Castro, que
la utilizó como apoyo para su escrito sobre el Cardenal, en -De las hazañas de Francisco Jiménez de
Cisneros-, quien además estuvo acogido por el propio Medina, en su casa,
entre los años 1550 y 1552. Ignoramos la participación que Medina pudo tener en
el libro De rebus gestis a Francisco
Ximenio Cisnero (1569), aunque varios autores la han puesto de relieve.
Un apartado más se
dedica a la Suma de la vida del Cardenal
Mendoza que, por el momento es el único manuscrito íntegramente conservado
de Medina y Mendoza. García López recoge nuevamente la leyenda de la aparición
de la cruz sobre “las del casas” del Gran
Cardenal en el momento de su fallecimiento, que por su interés simbólico y,
fundamentalmente etnográfico, no queremos dejar pasar por alto:
“Domingo once de Enero, fiesta de Higinio
Papa, y Martyr, quasi al amanecer, el año de noventa y cinco, apareció en el
ayre, sobre el Santo aposento donde estaba el Cardenal, una cruz muy blanca, y
de extraordinaria grandeza. Dixeronselo al punto, y mando que le diessen missa de la Cruz, en la qual recibió el
Santísimo Sacramento, por viático, y la extrema unction, acabada la Missa. A
muy poco rato, y estando con muy fervorosa devoción, partió de esta vida
temporal a la eterna, de que piadosamente se cree está gozando desde aquel
instante. La cruz estuvo a la vista de el pueblo todo el tiempo que duró el
dezirle la missa, la comunión, la extrema unction, y despedirse el alma de el
cuerpo: más de dos horas dixeron los testigos que estuvo presente”.
Hubo, además, una Crónica General de España, inconclusa,
que posteriormente fue “utilizada” -en el siglo XVII- por Pedro Salazar y Mendoza, aunque,
evidentemente, sin citar procedencia e indicando, para más “inri”, que él era
el primer historiador del Gran Cardenal.
Salazar y Castro, en su Biblioteca genealógica española (1703),
dice sobre Medina y Mendoza que fue:
“Caballero
de la casa de los Duques del Ynfantado escribió a instancia de la Condesa de
Saldaña la Vida del Cardenal Don Pedro González de Mendoza (…) y con esta
ocasión escribió allí muchas cosas del gran linaje de Mendoza. Es libro raro y
verdadero, mas no se halla ni lo he visto (…) Sirvese mucho de el Salazar de
Mendoza para la Historia del Gran Cardenal de España”.
Y también J. C. García
López, muchos años más tarde, señala en su Biblioteca
de escritores…, antes mencionada, que el tal Salazar y Castro “… creyó
poderse aprovechar, aunque sin mencionar una vez siquiera el nombre del modesto
escritor en quien bebía sus noticias” (págs. 149-150).
Otro de los trabajos que
llevó a cabo Medina y Mendoza fue la Genealogía
de la Casa de Mendoza, de la que se conserva un fragmento custodiado en la
Real Academia de la Historia (N-8, fols. 102r-107r: Breve relación genealógica de la familia de Mendoza. Por Medina de
Mendoza, vecino de Guadalajara. Incompleta), fechado en 1578, que contiene
numerosos espacios en blanco y errores abundantes, dado que su autor andaba ya
mermado en sus facultades y casi ciego. Según García López, se trata de una
simple relación de nombres, de una labor de síntesis que no entra en detalles,
contrariamente a lo que sucedía en el siglo XVI con este tipo de obras, que
pretendían cantar las grandes virtudes y hazañas, cuanto más antiguas mejor, de
sus protagonistas, por lo que suelen ser trabajos fantásticos y parciales: de
tal manera que se hace descender a los Mendoza nada menos que de Mendíbil y
Mandonio, príncipes astures que lucharon contra el romano Scipión, de donde el
apellido Mendoza deriva de Mendonio, como acepta sin dudar el jesuita Hernando
Pecha. Además, claro, de descender del Cid Campeador. El texto, que se conserva
en la RAH, figura transcrito en las págs. 49-56 procurando reproducir el texto
fielmente, modernizando la acentuación y la puntuación, así como la ortografía
de la época, con aclaraciones al texto entre corchetes y en cursiva.
El libro que comentamos
finaliza con una terna de capitulitos, no muy extensos: “Breve bibliografía
sobre el Cardenal Mendoza”, otra “Breve reseña bibliográfica del Cardenal
Mendoza como humanista y mecenas del arte” y una minúscula nota sobre “Los
retratos del Cardenal como fuente documental”, entre los que se mencionan el
ecuestre de la Biblioteca del Colegio de Santa Cruz de Valladolid y el que
representa al Cardenal frente al mencionado Colegio, obra de Manuel Peti Vander
(del siglo XVIII), procedente de la Casa de Silva -que sirve como portada del
libro que comentamos-, en cuya cartela puede leerse las dignidades y beneficios
que llegó a ostentar y que dan paso a la edición, con diferente papel y color,
a la traducción del manuscrito titulado Suma
de la vida del Reverendíssimo Cardenal Don Pedro Gonçalez de Mendoça, Arçobispo
de Toledo y Patriarcha de Alexandría (Biblioteca Nacional. Ms 1454, vol. en
4º, en pergamino, con 158 hojas, de la que también existe una copia en la Real
Academia de la Historia, M 9/572).
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