domingo, 13 de septiembre de 2015

Suma de la Vida del Cardenal Mendoza


GARCÍA LÓPEZ, Aurelio (Edición y estudio), Suma de la vida del Cardenal Mendoza, de Francisco Medina y Mendoza, Guadalajara, Editores del Henares (col. Temas de Guadalajara, vol. 8), 2014, 152 pp. (ISBN: 978-84-617-2458-1).

El libro que comentamos consta de dos partes principales. La primera está dedicada al estudio de la vida, la obra y las relaciones epistolares que Francisco Medina y Mendoza mantuvo con otros intelectuales de su época y, la segunda corresponde a una de sus obras menos conocidas -que se publica íntegramente- titulada Suma de la vida del reverendísimo cardenal don Pedro Gonçález de Mendoza, Arzobispo de Toledo, Patriarca de Alexandria, escrita por dicho autor, al que no se le puede considerar como un simple historiador local, sino como un investigador que, después de numerosos avatares, entre ellos el quedarse ciego, pasó a un segundo plano, aunque a él se deban obras de notable interés como la Historia del rey Don Enrique IV, una Genealogía de la Casa de Mendoza, la Vida del Cardenal Mendoza y otra más sobre la Vida del Cardenal Cisneros, además de  muchas obras manuscritas sobre la ciudad en que nació hacia 1516, una de ellas titulada Anales de la Ciudad de Guadalaxara, que se cree desaparecida.

Su familia gozó de una gran renta y, gracias a ello, enlazó con algunas de las más ilustres familias: primeramente con Isabel Carrillo de Mendoza -tal vez acogida en la Casa de los Mendoza o en la de los Tendilla-, con la que tuvo varios hijos y, en segundas nupcias, con Isabel de Campuzano, con la que tuvo una hija, Ana de Mendoza, que con el paso del tiempo llegaría a ser criada de la condesa de Cogolludo.

Nacido en 1493, Medina y Mendoza fue criado y gentilhombre del IV duque del Infantado Íñigo López de Mendoza quien, en realidad, fue su mecenas, -dado que fue la persona encargada de recabar las informaciones necesarias para sacar adelante los numerosos pleitos y dictámenes de la familia mendocina y, por lo tanto, el custodio de su importante archivo familiar-, de igual modo que también llegó a ostentar el cargo de valedor de Diego Hurtado de Mendoza, hijo primogénito del citado cuarto duque, conde de Saldaña y marqués de Cenete, gracias a su matrimonio con María de Mendoza y Fonseca, que fue quien le encargó la redacción de la Vida del Cardenal y la Genealogía de la Casa de Mendoza.

Según algunos investigadores Medina murió en 1566, mientras que otros opinan que el óbito tuvo lugar en los primeros meses de 1579, aunque, en realidad, al consultar los libros de defunciones de la iglesia de San Gil de Guadalajara nada consta al respecto, quizá por haber fallecido en su lugar de Bujes.

A él recurrieron hombres de gran notoriedad,  inteligencia y prestancia, como Ambrosio de Morales y Alvar Gómez de Castro, con los que sostuvo frecuente correspondencia como consta a través del primero de sus libros titulado Las Antigüedades de las Ciudades de España (1575), en el que el último de los autores se refiere a Medina como:

“(…) algunas de estas interpretaciones destos nombres arábigos, las notó muy bien, y me las comunicó Francisco de Medina de Mendoça, hombre principal de Guadalajara, y que en la noticia de la historia de Castilla desde el rey don Fernando primero acá, sabe tanto como otro qualquiera que con mucha curiosidad y particularidad la aya aprendido. De lo qual puedo yo ser muy buen testigo, como quien cada día lo goza y lo experimenta, en la mucha amistad y comunicación que con él tengo. Y como ha muchos años que cegó, todo lo que le falta de la vista, ha acrecentado en la memoria que tiene maravilla”.

A pesar de todo carecemos de datos acerca de su formación académica, aunque es muy posible que asistiese a la Universidad de Alcalá de Henares. Al parecer su afición a la Historia le vendría de la herencia de la biblioteca de su padre, además de tener a su alcance la amplia biblioteca del marqués de Santillana que, por aquellas fechas, se conservaba íntegramente. Entre los libros que contenía su “librería” privada figuraba una Summa angélica de Carletti de Chiavaso  y, como cosa curiosa, hay que decir que  regaló al IV duque del Infantado un ejemplar del Régimen Principum del franciscano Juan García, en el que figura escrito el siguiente texto:
“Medina de Mendoza “su criado” el cual declara al hacer esta donación, que habían sido puestos en castellano “cerca de los años del señor de mil y trescientos y cuarenta y cinco”. “Aquí comiença el libro este la compilaçion que fiso fray Johan García, confesor de la reyna, sobre el libro del gobernamiento de los prínçipes, para el muy noble infante don Pedro, fijo el primero heredero del muy noble rey don Alfonso, a ruego este petición del honrado padre don Bernabé, obispo de Osma”.
También se interesó por las copias, de tal modo que disponía de viejas crónicas, ejemplares únicos, como una que mandó hacer de El Libro de los Linages de España, escrito por el conde Pedro de Portugal, realizada entre 1540 y 1550, según consta en una nota de la misma:
“por mandado del señor Francisco de Medina y Mendoza” (RAH. Ms. C-142),
que tanto utilizó a la hora de escribir la biografía del Cardenal Mendoza y la genealogía de los duques del Infantado, que tanto menciona José Ramón Prieto Lasa en su trabajo sobre Las leyendas de los señores de Vizcaya y la tradición melusiniana (1992).

En realidad podemos decir que Medina y Mendoza fue el primer historiador que se ocupó de la Guadalajara medieval, es decir, de lo que se había escrito y publicado anteriormente a la segunda mitad del siglo XVI, (aunque si se hizo algo -que se hizo- no ha llegado hasta nuestros días, como sucedió con diversos escritos, generalmente de geógrafos musulmanes nacidos en Guadalajara, citados por José Julio de la Fuente y Juan Catalina García López, tales como Abdallá-ben-Abrahim-ben Tadmir-Ihagiari y tantos otros a los que se les puede seguir la pista a través de la Biblioteca de escritores de la provincia de Guadalajara y bibliografía de la misma hasta el siglo XIX, Madrid, Sucesores de Ribadeneyra, 1899, escrita por el último).

Otro de los méritos de Medina y Mendoza -como historiador que recurre a los documentos contenidos en los archivos custodiados desde antaño- es su colaboración a la hora de elaborar las respuestas del cuestionario que el concejo de Guadalajara remitió a Felipe II, publicadas posteriormente en las tan conocidas -y mal denominadas- Relaciones Topográficas (publicadas en el Memorial Histórico Español, tomo XLVI, Madrid, 1914, págs. 1-18), de modo que debió ser persona muy conocida gracias a sus amplios conocimientos humanisticos, puesto que se recurría a él en cantidad de ocasiones; por ejemplo cuando en 1573 se encontró en Trijueque una carta escrita en caracteres hebraicos, fechada en 1473, que se le hizo llegar para su traducción, como recoge el Padre Fidel Fita en su artículo “Carta dotal hebrea del siglo XV”, publicado en el Boletín de la Real Academia de la Historia, 1905, 309-314.

Sería conveniente recordar que tras Medina y Mendoza fueron muchos los escritores que siguieron sus pasos, unos copiándolo y otros adjuntando algunos datos, mínimos, con los que colaborar al mayor conocimiento de la historia local de Guadalajara, sus gentes y su nobleza, siempre emparentados o contratados por los todopoderosos Mendoza, como Hernando Pecha (1632), Francisco de Torres (1647), Alonso Núñez de Castro (1653), Juan Enríquez de Zúñiga y Baltasar Campuzano, aunque en realidad fueron Pecha y Torres quienes, sin sentido alguno, copiaron al pie de la letra -plagiaron que se diría hoy- la obra medinense, especialmente el segundo, que fue regidor de la ciudad de Guadalajara y que “se encargó” -a placer suyo- de llevar a cabo los Anales en su totalidad.

Unas páginas más se destinan a dar conocimiento de las obras de Medina y Mendoza, comenzando por las históricas: Los Anales de Guadalajara (1550), en los que el autor se centra en la narración de los hechos históricos sin tener en cuenta la realidad social, el factor económico, ni la existencia cotidiana del pueblo, aunque hay que considerar que se hizo, precisamente, por mandato de los propios Mendoza, cuyo lema o mote, no lo olvidemos, era nada menos que la tan cargada de soberbia: “Dar es señorío, recibir servidumbre”.

La obra de Medina y Mendoza, en efecto, debería ser revisada, puesto que, a pesar de ser muchos sus aciertos, son también muchos sus errores, especialmente en lo que se refiere al posible origen romano de Guadalajara, que nunca fue demostrado, puesto que da como textos epigráficos algunos empotrados en las murallas y torres, que nunca pudieron ser comprobados.
Otros trabajos suyos fueron los dedicados al estudio de la Historia del Rey Enrique IV, del que se ignora su contenido. Obra que, por cierto, menciona Francisco de Torres en su Historia de Guadalaxara, donde aparece la siguiente cita:

“Francisco de Medina y Mendoza, aunque ciego, fue notable historiador; dejó, manuscritos excelentes, particularmente unos Anales breves de la historia de Guadalajara, la historia del Rey Don Enrique el 4º; la genealogía de la Casa de Mendoza y otro de lo que es la nobleza y títulos de ella”,

que puede verse en la Crónica anónima de Enrique IV de Castilla (1454.1474), a través de la edición crítica y comentada de María Pilar Sánchez-Parro, Madrid, 1991.

Otra de las obras -atribuida a Medina y Mendoza- es la Vida del primer marqués de Santillana, que pudo formar parte de un texto más amplio encargado por la gran familia a quien profesaba tan gran devoción, como ponen de relieve tanto Hernando Pecha, como Tomás Antonio. Al parecer, Medina escribió un trabajo breve acerca del marqués, algo más detallado que el que le dedica en la Vida del Cardenal Mendoza, tras haber leído con detenimiento la obra del jesuita Hernando Pecha que, en su Vidas de los Duques del Infantado, menciona a numerosos historiadores que escribieron los hechos célebres del marqués, como Hernando del Pulgar, Juan de Mena, Gómez Manrique, Hernando Mesía, Hernando Pérez de Guzmán, Rodrigo Sánchez de Arévalo, Alonso de Cartagena, Esteban de Garibay, Jerónimo de Zurita, Gonzalo Argote, Juan de Mariana, Pedro Salazar de Mendoza y Alonso López de Haro, entre otros.

Además de los textos manuscritos anteriormente mencionados, Medina y Mendoza escribió un trabajo sobre la Vida del Cardenal Fray Francisco Ximénez de Cisneros, en el que el propio Medina hace alusión en unas “informaciones” que se hicieron acerca de la nobleza de Bernardino de Mendoza y Cisneros, hermano del conde de Coruña, que trataba de conseguir el hábito de Santiago en 1576. Aunque escrita antes de 1550 es una obra que se considera perdida, tal vez por habérsela regalado o prestado a Alvar Gómez de Castro, que la utilizó como apoyo para su escrito sobre el Cardenal, en -De las hazañas de Francisco Jiménez de Cisneros-, quien además estuvo acogido por el propio Medina, en su casa, entre los años 1550 y 1552. Ignoramos la participación que Medina pudo tener en el libro De rebus gestis a Francisco Ximenio Cisnero (1569), aunque varios autores la han puesto de relieve.

Un apartado más se dedica a la Suma de la vida del Cardenal Mendoza que, por el momento es el único manuscrito íntegramente conservado de Medina y Mendoza. García López recoge nuevamente la leyenda de la aparición de la cruz sobre “las  del casas” del Gran Cardenal en el momento de su fallecimiento, que por su interés simbólico y, fundamentalmente etnográfico, no queremos dejar pasar por alto:

 “Domingo once de Enero, fiesta de Higinio Papa, y Martyr, quasi al amanecer, el año de noventa y cinco, apareció en el ayre, sobre el Santo aposento donde estaba el Cardenal, una cruz muy blanca, y de extraordinaria grandeza. Dixeronselo al punto, y mando que le diessen  missa de la Cruz, en la qual recibió el Santísimo Sacramento, por viático, y la extrema unction, acabada la Missa. A muy poco rato, y estando con muy fervorosa devoción, partió de esta vida temporal a la eterna, de que piadosamente se cree está gozando desde aquel instante. La cruz estuvo a la vista de el pueblo todo el tiempo que duró el dezirle la missa, la comunión, la extrema unction, y despedirse el alma de el cuerpo: más de dos horas dixeron los testigos que estuvo presente”.

Hubo, además, una Crónica General de España, inconclusa, que posteriormente fue “utilizada” -en el siglo XVII-  por Pedro Salazar y Mendoza, aunque, evidentemente, sin citar procedencia e indicando, para más “inri”, que él era el primer historiador del Gran Cardenal.
Salazar y Castro, en su Biblioteca genealógica española (1703), dice sobre Medina y Mendoza que fue:
“Caballero de la casa de los Duques del Ynfantado escribió a instancia de la Condesa de Saldaña la Vida del Cardenal Don Pedro González de Mendoza (…) y con esta ocasión escribió allí muchas cosas del gran linaje de Mendoza. Es libro raro y verdadero, mas no se halla ni lo he visto (…) Sirvese mucho de el Salazar de Mendoza para la Historia del Gran Cardenal de España”.    

Y también J. C. García López, muchos años más tarde, señala en su Biblioteca de escritores…, antes mencionada, que el tal Salazar y Castro “… creyó poderse aprovechar, aunque sin mencionar una vez siquiera el nombre del modesto escritor en quien bebía sus noticias” (págs. 149-150).

Otro de los trabajos que llevó a cabo Medina y Mendoza fue la Genealogía de la Casa de Mendoza, de la que se conserva un fragmento custodiado en la Real Academia de la Historia (N-8, fols. 102r-107r: Breve relación genealógica de la familia de Mendoza. Por Medina de Mendoza, vecino de Guadalajara. Incompleta), fechado en 1578, que contiene numerosos espacios en blanco y errores abundantes, dado que su autor andaba ya mermado en sus facultades y casi ciego. Según García López, se trata de una simple relación de nombres, de una labor de síntesis que no entra en detalles, contrariamente a lo que sucedía en el siglo XVI con este tipo de obras, que pretendían cantar las grandes virtudes y hazañas, cuanto más antiguas mejor, de sus protagonistas, por lo que suelen ser trabajos fantásticos y parciales: de tal manera que se hace descender a los Mendoza nada menos que de Mendíbil y Mandonio, príncipes astures que lucharon contra el romano Scipión, de donde el apellido Mendoza deriva de Mendonio, como acepta sin dudar el jesuita Hernando Pecha. Además, claro, de descender del Cid Campeador. El texto, que se conserva en la RAH, figura transcrito en las págs. 49-56 procurando reproducir el texto fielmente, modernizando la acentuación y la puntuación, así como la ortografía de la época, con aclaraciones al texto entre corchetes y en cursiva.

El libro que comentamos finaliza con una terna de capitulitos, no muy extensos: “Breve bibliografía sobre el Cardenal Mendoza”, otra “Breve reseña bibliográfica del Cardenal Mendoza como humanista y mecenas del arte” y una minúscula nota sobre “Los retratos del Cardenal como fuente documental”, entre los que se mencionan el ecuestre de la Biblioteca del Colegio de Santa Cruz de Valladolid y el que representa al Cardenal frente al mencionado Colegio, obra de Manuel Peti Vander (del siglo XVIII), procedente de la Casa de Silva -que sirve como portada del libro que comentamos-, en cuya cartela puede leerse las dignidades y beneficios que llegó a ostentar y que dan paso a la edición, con diferente papel y color, a la traducción del manuscrito titulado Suma de la vida del Reverendíssimo Cardenal Don Pedro Gonçalez de Mendoça, Arçobispo de Toledo y Patriarcha de Alexandría (Biblioteca Nacional. Ms 1454, vol. en 4º, en pergamino, con 158 hojas, de la que también existe una copia en la Real Academia de la Historia, M 9/572).


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