sábado, 3 de octubre de 2015

Memoria de Aldeanueva de Guadalajara

RUEDA JUAN, Mariano, Aldeanueva de Guadalajara. Perfiles de su Historia, Guadalajara, Aache Ediciones (col. Tierra de Guadalajara, 92), 2015, 134 pp. (ISBN: 978-84-15537-71-7).

Mariano Rueda Juan comienza este libro, breve en su extensión, con unas notas sencillas y agradables en su prefacio, donde es posible leer palabras tan sinceras, que compartimos, como pensar y decir que “Un pueblo es su gente, su tierra, su patrimonio, sus costumbres…”, incluso las más viejas y olvidadas. Muchas veces hemos dicho que el patrimonio más importante de un pueblo lo constituye su gente, las personas que lo habitan, que son quienes conservan en sus cerebros la memoria ancestral del lugar, de modo que, como dice el refrán musulmán, cuando el habitante de un pueblo muere, muere con él una biblioteca y se pierde una parte de ese patrimonio al que nos referíamos anteriormente.

Dice más, que ningún pueblo carece de historia. Ciertamente, aunque sus habitantes la desconozcan. Por eso es conveniente -y aún necesario- que sea el interesado, el erudito local, el amante del pasado, el aficionado a las leyendas y tradiciones, el historiador de historias minúsculas, quien dedique su tiempo, lenta y pausadamente, preguntando a los lugareños y componga un librejo amable y sencillo, entendible por todos, que dé a conocer esos rincones más o menos oscuros de los que todos han oído hablar y nadie conoce en profundidad, con la debida seriedad que un hecho histórico debe ser conocido para que siga siendo precisamente eso, “un hecho histórico” y no se convierta en un mito o una leyenda, a veces sin sentido.

El libro que aquí y ahora comentamos goza de ese privilegio. No pretende revestirse de galas no concedidas y cuyo autos se limita a recoger, buenamente, como debe ser, los datos más destacados, sonoros e importantes de la historia de Aldeanueva de Guadalajara, que un día decidió ir apuntando en su agenda. Son, por tanto, pequeñas historias de pueblo, hechos sucedidos, recuerdos vividos, esos que, unidos a otros más de los pueblos aledaños conforman la general Historia, ahora sí, con mayúsculas, de  España.

No se trata de un libro extenso, dada su paginación, y consta de trece capítulos, más una bibliografía escueta. “Al principio”, que es su primer capítulo, su autor cae en el pecadillo en que suelen caer quienes como “primíparos” en esto de dar a luz un libro: que quieren demostrar la antigüedad de un lugar remontándose hasta los tiempos “adánicos”. Esto no debería ser así y habría que darse cuenta de algo tan sencillo como el hecho de que si no hay restos a los que referirse hasta la Edad Media, pongamos por caso, pues no pasa nada y comenzamos nuestro libro desde esa etapa. Así nos evitaríamos dejar constancia de numerosas menciones a yacimientos arqueológicos que nada tienen que ver con el pueblo objeto de nuestro estudio que, tal vez, pudo ser poblado por grupos Carpetanos, etcétera. Hay que tener en cuenta, según las coordenadas espacio-temporales actuales, que la distancia geográfica existente entre Aldeanueva y Segontia o Molina o Luzón y tantos otros lugares, no nos permite hablar de esas localidades para demostrar la primera historia de nuestro pueblo.
Del mismo modo que, algunos siglos más tarde, tampoco podemos fiarnos de la casi imposible o nula influencia que Recopolis pudiera tener sobre Aldeanueva. E igualmente sucede con los datos acerca de la ocupación musulmana.

Luego, los capítulos se vienen a centrar en hechos históricos comprobados, es decir, que de  reconquista y posterior repoblación llevada a cabo por Alfonso VI, fechada en 1085, tras la que el territorio pasó a depender de la corona castellana. Entre los lugares recuperados figura una “Aldea” “nueva”, que aparece en el fuero “breve” del siguiente Alfonso, en 1133. Ello indica que fue una repoblación reciente, posiblemente sobre lugares anteriormente ocupados, seguramente durante los primeros años del siglo XIII, de modo que su iglesia románico-mudéjar podría fecharse a finales de dicho siglo o comienzos del siguiente.

Tres siglos después tal Aldeanueva pasó llamarse Santa Fé (1630) para en el siglo XVIII recuperar su denominación originaria, ya que el añadido “de Guadalajara” se debe a la necesidad -por parte del Servicio de Correos-, de diferenciarla de otras “aldeanuevas” existentes en el resto de España, lo que vino a ocurrir hacia 1919.
Durante la invasión de los Infantes de Navarra y Aragón, la zona briocense sufrió su ocupación, contándose entre los sitios ocupados la “aldea nueva”, que hubo de pagar fuertes tributos hasta la toma del Torija y su castillo por el Marqués de Santillana, su hijo Diego Hurtado de Mendoza y el arzobispo Carrillo, en 1446, a petición del rey Juan.
Aquí comienza la señorialización de Aldeanueva y su declive, puesto que comienza a pagar elevados tributos, entre ellos al Gran Cardenal Mendoza, que disponía de las tercias de 27 lugares, entre los que encontraba Aldeanueva.  Más tarde, ya en el siglo XVI, el rey Felipe II mandaría a los concejos un cuestionario que todos los lugares habitados debían contestar: son las llamadas Relaciones Topográficas. Mariano Rueda da a conocer las de Aldeanueva en el cuarto capítulo de su libro. Y, poco después, veremos como nuestro pueblo fue adquirido por Nuño de Córdoba y Bocanegra, de manera que, a finales del siglo XVII, era su dueña doña María Gregoria Flórez y Chávez y su marido don Vicente de Vera y Moctezuma, a quienes había que entregar anualmente sesenta y dos gallinas y un gallo.
Desde el punto de vista etnográfico es interesante el apartado que se destina al estudio del mundo funerario -a finales del siglo XVII-, que ocupa las páginas 42-46.
Unos breves apuntes acerca de la Guerra de Sucesión, más bien centrada en Brihuega, nos hablan de la disputa entre Atanzón y Aldeanueva sobre el despoblado de San Marcos y al estado en que se encontraba su archivo. Un testigo de Atanzón indica lo siguiente:
“Asimismo sabe que por la injuria de los tiempos y paso de las tropas enemigas en los años 1706 y 1710, se hallan muchos de los papeles del archivo destrozados, comidos por los ratones y podridos por las humedades”.
(O sea, que la cosa viene ya de antiguo).
Siguen las Respuestas Generales al Catastro del Marqués de la Ensenada, y se dedica el apartado séptimo al conocimiento del despoblado de San Marcos y sus problemas limítrofes, puesto que
“Entre el término de Aldeanueva y el de Atanzón hay un despoblado del lugar que se llamaba Centenera de Suso (arriba), aldea y jurisdicción de la ciudad de Guadalajara, y que ahora llaman San Marcos, cuyo nombre se deriva de la iglesia parroquial, del cual el titular es el Sr. San Marcos, y hoy su ermita existe, en cuyo término tienen recíproca jurisdicción las justicias de dicha villa, y hechas sus mojoneras y en uso de su posesión está de Aldeanueva de cumbres abajo ó aguas vertientes, y la de Atanzón, de cumbres arriba todo el llano”,
por lo que abundaron los pleitos tras quedar abandonado y querer Aldeanueva y Atanzón anexionarlo a su término, aunque como se demostrará, la Justicia otorgó la posesión definitiva de dicho despoblado a la primera.
El paso del tiempo da lugar a la llegada del periodo desamortizador (1766-1924), al que se le concede un capítulo entero en el que se ofrece una relación de las fincas embargadas, las deudas correspondientes y las costas devengadas. Evidentemente las sucesivas Desamortizaciones sirvieron para que los pobres se hicieran más pobres y los ricos mucho más ricos, puesto que privó a los primeros de las tierras comunales, al igual que contribuyó a la ruina de los ayuntamientos que, en muchos casos, no pudieron sostener el pago de la instrucción pública. Son muchos los nombres de quienes adquirieron fincas a bajo precio y de sus propietarios: Arzobispado de Toledo, Virgen de la Soledad, Santa Lucía, Nuestra Señora de la Asunción, el Santísimo, la memoria de los huérfanos, el curato (regadío, secano, yermos y viñas); fábrica de la parroquial, bienes de propios del Ayuntamiento, el molino y el tejar.

Con lo que se llega a la Aldeanueva de Guadalajara en el año 1845, cuyos datos pertenecen al Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar (Madrid, 1845-1850), más conocido como Diccionario de Pascual Madoz.

Interesa constatar la epidemia de gripe que España sufrió en el otoño de 1918, que posiblemente segó la vida de más de un cuarto de millón de personas -el 1,5% de la población- y que en noviembre de dicho mes llegó a Aldeanueva, tal y como se recoge en el periódico Flores y Abejas del día 10, a través del artículo titulado “El origen de la epidemia” y que poco después, el día 17, se centra exclusivamente en nuestra población mediante otro suelto: “La epidemia”, suficientemente aclaratorio de la situación sanitaria de la población.

El apartado onceno ofrece algunos datos acerca de los principios del siglo XX en Aldeanueva; riqueza territorial, contribución, comercios públicos, derramas, etcétera, además de la construcción de una carnicería-matadero en 1914, de cuyo acuerdo por parte del Ayuntamiento, se transcribe el acta correspondiente, en la que constan, como debe ser, las firmas de los vecinos que así lo estimaron.

Aparte de los temas apuntados, un capítulo, el doceno, se dedica al estudio y descripción de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, quizá la joya más importante de Aldeanueva en lo que a su patrimonio artístico se refiere. Una iglesia románico-mudéjar, con ábside semicircular, cuyas imágenes y planos, reproducen los del libro de Nieto Taberné y colaboradores, El Románico en Guadalajara, apartado que finaliza con un espacio destinado a la orfebrería conservada a lo largo del tiempo,  datada entre los siglos XVI y XIX (entre la que no aparece citado un portapaz del XVI, tal vez desaparecido), como tampoco la pintura al fresco conservada en la sacristía que representa una “Piedad”, que apareció bajo una capa de cal moderna, quizá dada con motivo de la peste.

Una escala demográfica de los últimos ciento sesenta años y la descripción del escudo municipal dan fin al libro, junto a una escueta bibliografía en la que se echan en falta algunos títulos suficientemente conocidos.


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