sábado, 27 de junio de 2015

Un siglo conflictivo en Guadalajara

ALEJANDRE TORIJA, Enrique, Guadalajara, 1719-1823. Un siglo conflictivo, Guadalajara, Asociación Cultural Federico Engels, diciembre de 2014, 282 pp. (ISBN: 978-84-16285-05-1).

Enrique Alejandre ofrece al público lector un libro bien estructurado, perfectamente construido, escrito con total claridad y sencillez, a lo largo del cual pueden contemplarse minuciosamente los procesos más destacados que originaron ese proceso conflictivo que caracterizó el espacio de tiempo, de poco más de un siglo de duración, -que comprende desde 1719 a 1823- en el que trabajador, el obrero que aparece en busca de su propio destino, es siempre sujeto y protagonista, generalmente anónimo, de los hechos que se dan a conocer.
En la “Nota de los editores” se dice que “El presente libro es una incursión rigurosa por la protohistoria de esa clase asalariada que se fue forjando en el paso del régimen feudal español al pleno dominio del mercado y la producción capitalista”, idea que, tras su atenta lectura compartimos al cien por cien, puesto que la burguesía no se vio capacitada para emprender una acción revolucionaria al estilo francés, sino que se unió a la oligarquía para medrar a costa de los más débiles, económicamente hablando, que formaban parte del campesinado. Es decir, burguesía y aristocracia debidamente aliadas, para crear una oligarquía poderosa que sirviera de base al futuro capitalismo. Pero para ello la burguesía debió procurarse títulos nobiliarios y lentamente se fue convirtiendo en  terrateniente, de modo que las rentas de sus tierras, unidas a las de los aristócratas, se utilizaron para llevar a cabo acciones comerciales y bancarias, que volvieron a utilizarse para la adquisición de nuevas y mejores tierras, gracias a las sucesivas desamortizaciones, que empobrecieron a los pobres y enriquecieron más a los ricos.
Por eso, esta “clase dominante” no quiso nunca saber nada acerca de revoluciones democráticas, y más concretamente de aquellas que afectasen directamente a la reforma agraria y a la consolidación de la pequeña propiedad campesina.
Este “caldo de cultivo”, este trasfondo histórico, es el que estudia con detalle Enrique Alejandre entre  1719, fecha de la primera huelga de los operarios de la Real Fábrica de Paños de Guadalajara y 1823, en que fue derrotado el segundo intento de revolución liberal, con Fernando VII -rex horribilis- y, para ello, estructura su análisis a lo largo de seis amplios capítulos, que complementa con un anexo en el que recoge -nada menos que dieciocho documentos de gran interés-, además de una extensa, actualizada y selecta bibliografía.
En el primer capítulo analiza, a modo de necesaria introducción para conocer mejor el estado de la cuestión relativo a la economía y la sociedad de la provincia de Guadalajara, su territorio y la población entonces existente; el estado de la agricultura y sus fuentes de riqueza, como la minería, centrándose para ello en las salinas y aguas termales (balnearios de Sacedón y Trillo); el hierro y la piedra; la industria, con especial atención a las reales Fábricas de Paños de Guadalajara y Brihuega, además de alguna otra de menor importancia; el estado del comercio y los transportes, para concluir este apartado con el dominio territorial en manos de la aristocracia y la Iglesia, siempre cómplices, a pesar de lo cual también hubo ciertos tímidos intentos reformistas a través del propio obispado -especialmente gracias a los denominados “obispos ilustrados”-, las Sociedades de Amigos del País en Guadalajara y la primera desamortización, decretada por Godoy.
Todo lo anterior da paso a que Enrique Alejandre entre en el estudio de las luchas de clases y la conformación de los llamados trabajadores asalariados, así como de los prolegómenos del proletariado, recogiendo sus acciones más sonadas. Buen ejemplo de esta conflictividad social durante el siglo XVIII puede verse a lo largo de las numerosas huelgas de los operarios de la Real Fábrica de Paños de Guadalajara, especie de anticipo del movimiento obrero que surgiría un siglo después, luchas que se vieron complementadas con la negativa de los campesinos a pagar los diezmos a los conventos -a la “mano muerta”-, la huella que dejó en Guadalajara el motín de Esquilache, la no aceptación de las quintas y levas, etcétera.
No menos importancia tienen los motines contra las autoridades durante los levantamientos del dos de mayo en Brihuega y Sigüenza, ya durante la Guerra de la Independencia, así como la pasividad y el colaboracionismo de la aristocracia alcarreña con los “gabachos” hasta cierto punto atenta a la formación de las Juntas de Guadalajara y Molina de Aragón, donde hay que tener en cuenta el conflicto laboral surgido entre  los fabricantes de armamento, a quienes no les pudo pagar su trabajo; además del importante papel jugado por las partidas de guerrilleros, y dentro de éstas, de campesinos adinerados que promovieron por su cuenta y riesgo la lucha contra el invasor.
La parte final del libro comienza con el regreso del “deseado” Fernando VII, quien tras su vuelta al poder endureció cualquier ofensiva que tuviera como fin el orden democrático, lo que trajo como consecuencia el hundimiento de Guadalajara, puesto que la “reafirmación del pacto aristocracia terrateniente y burguesía” llevó consigo el cierre de la Real Fábrica de Paños, dado el estado de crisis en que se encontraba la Hacienda Real que arrojó a multitud de trabajadores en la calle; también intervinieron en esta catástrofe las desamortizaciones que, como dijimos anteriormente, beneficiaron fundamentalmente a la burguesía y dieron al traste con las condiciones de vida del campesinado, que terminó por pagar los “platos rotos”, postrándolo a merced de la Iglesia.
Y algo no suficientemente estudiado hasta el momento: La insurrección absolutista de Sigüenza en 1822, prólogo del que devendrían los sucesos del año siguiente, auspiciada por el cabildo de la catedral, que terminará convirtiéndose en una sangrienta represión a nivel “provincial”.
Este es, a grandes rasgos, el contenido de este libro que tanto interés tiene para quienes quieran conocer más a fondo la historia de Guadalajara. Evidentemente, el libro, contiene muchísimos más datos, sobre los que sería prolijo extendernos en tan breve espacio.
Es, en fin, un libro verdaderamente recomendable, no sólo por lo que atañe a la calidad y cantidad de la documentación empleada para su construcción, una muestra de lo cual puede comprobarse a través del interesante anexo documental y la extraordinaria bibliografía que aporta, sino también porque -según lo que hay en los tiempos que corren- está bien escrito, lo cual contribuye a que sea de amena lectura, todo lo amena que un libro de estas características pueda serlo.

José Ramón López de los Mozos

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión sobre este libro nos interesa. Escríbela aquí.