sábado, 25 de abril de 2015

Un viaje por la ciudad

MAÑUECO, Juan Pablo, Viaje por Guadalajara ¿Dónde estáis los que solíais?, Guadalajara, El Autor / Aache Ediciones, 2014, 303 páginas. (ISBN: 978-84-15537-58-8).

Juan Pablo Mañueco es un escritor prolífico; en un año más, o menos ha escrito cuatro o cinco libros sobre Guadalajara y sus gentes, tanto en prosa como en verso. El verso le gusta e incluso ha inventado alguna composición como las que aquí, en este libro introduce que denomina “copla alcarreña” y “octavas olas” o, simplemente “octavas”, formando un conjunto generoso de entre cuatro y cinco mil versos.
Hoy comentamos una novela que, como sucede en otras anteriores, encierra a su vez otras novelas más, en este caso tres, además de poesía, nada menos que como sucede con el Quijote, pongamos por caso. Se trata de un viaje agosteño de medio día, -de diez de la mañana a diez de la noche del tiempo actual-, por la ciudad de Guadalajara, recorriendo sus monumentos, sus gentes y sus otras gentes (aquí aparecen lugares tan conocidos por los guadalajarenses como la calle Mayor, el Jardinillo, la plaza de Santo Domingo, la Concordia, la concatedral de Santa María, el Infantado…, además de gentes reales y ficticias que viven la ciudad cotidianamente y relatan sus sentimientos: donde toman su cerveza o en qué librería compran un libro) un mundo corto temporalmente hablando que recuerda al lector, salvando las distancias, al Ulises de Joyce, llevado de la mano de su protagonista, que es el Viajero. Y nunca mejor dicho, porque el viajero viaja deteniéndose en cada quisicosa, en las minucias, en los detalles nimios, mientras que el turista, agarrado a su Baedecker, no es más que un mirón de paso.
Se trata de una verdadera conjunción, bien tramada, entre prosa, teatro (dos piezas en verso: un sueño del Viajero y cuestiones que surgen de su mente calenturienta, que pasan por ella como al igual que una especie de película de cine) y poesía; en realidad un amplísimo monólogo introspectivo que acompaña al texto del viaje que, como en casi todos los viajes, no deja de ser interno (el Viajero ve y dice lo que piensa para que el lector se vaya introduciendo en el tema que se trata en cada momento); páginas por las que el interesado puede optar por leer según su propio gusto o estado de ánimo, puesto que forman un conjunto con entidad propia.
El texto comienza con poesía, ¿Dónde estáis los que solíais?, realizada a base de “redondillas dobles”, una invención en la que se va conjugando armoniosamente una rima alternante, graciosa y sonora, que en música vendría a ser equivalente a las famosas fugas de J. S. Bach, que van y vienen alternativamente y que, al final, reciben el nombre de “olas”, al igual que las marinas, por aquello del flujo y del reflujo. Poema que podría extraerse del tema y leerse independientemente, aunque lo interesante es leer la obra en su conjunto, puesto que su temática es tradicional y por tanto tópica, en el mejor y más amplio sentido de la palabra: Dios, el tiempo, el Amor, la existencia del ser…
El texto, es decir, la novela aparece dividida en dos partes, que son dos relatos. El más amplio es el que dio origen al título del libro: Viaje por Guadalajara, donde se narra todo aquello que el Viajero recorre a lo largo de las doce horas de su viaje, lo que ve: calles, monumentos, gentes, tiendas y demás, y lo que cada uno de ellos le va sugiriendo en cada caso; descripciones fundamentalmente, en algún caso profundas y penetrantes, además de algún que otro diálogo, que se destacan del resto de los textos a través de una  tipografía de diferente tamaño.
Precisamente en este apartado de prosa, es donde se encuentra una narración más bien breve -Conversación ante San Ginés- que constituye por sí misma una novela corta, que se acompaña de otra serie de relatos en verso, que son justamente Evocaciones y que Juan Pablo Mañueco considera imparables, a las que denomina “torrentes asonantados”, de carácter intimista, que sirven para que el lector vaya conociendo la personalidad del protagonista, que a nuestro parecer nos es más que un trasunto del propio autor del libro.
Al igual que en el caso anterior, los aspectos teatrales se reparten también en dos bloques netamente diferenciados: un a modo de auto religioso, -pues que no alude a la Eucaristía y por lo tanto no debe ser considerado como sacramental- titulado “La danza del Amor, el Desengaño y la Esperanza” y un sencillo entremés “Vive el momento presente”, siguiendo los esquemas del carpe diem, cargado de alegorías y metáforas.
El fin del libro es policiaco y en él se descubre el lugar de la ciudad donde se encuentra el Paraíso Terrenal, al que se llega después un viaje por el éter hasta el momento de la mismísima creación del mundo (se llega el Tercer Día, cuando el hombre todavía no había sido creado por Dios), donde se encuentra el llamado “Árbol de las Letras del Bien y del Mal", del que se describen sus frutos.
Finalmente el libro vuelve a la realidad y se termina la descripción de la ciudad de Guadalajara, cuando la luz del día se va apagando tenuemente...

José Ramón López de los Mozos

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