SIGÜENZA,
Ignacio de, La República Archipiélago. De
cómo los desconcertados Reynos de Península devinieron en una próspera
República, Madrid, J. I. Costero [Ignacio de Sigüenza], 2014, 350 páginas.
[ISBN: 978-84-617-2535-9].
Hace
unos días, Ignacio de Sigüenza, que nada tiene que ver -según dice el propio
autor- con el personaje de la novela que aparece retratado en el Acto V de la
Escena I: Diálogo de Lucronio y un
Bachiller, me envió su libro La República Archipiélago, que tanto
agradezco.
Se
trata de uno de esos libros satíricos (y no sólo satírico, sino también
burlesco, socarrón, malicioso, chocarrero y jacarandoso) con cuya lectura te ríes
(sarcásticamente) y sonríes (inteligentemente), y si, como se dice, la risa rejuvenece,
con la lectura de este libro seguro que habré perdido años, pues que se hace
agradable y amena, si bien, aunque ya se dice en el prólogo, las notas -yo no
me saltaría ninguna-, algunas veces densas, puedan desviar la atención del
lector hacia el texto principal.
Personalmente,
tengo que reconocer que el autor, Ignacio de Sigüenza, debe ser una persona
letrada y gran conocedora de una bibliografía tan selecta como la que se
menciona en el libro que comento, además de un profundo amante de su tierra
seguntina.
La
forma de estar escrito el libro me recuerda los viejos textos del Siglo de Oro,
las obras de Cervantes, Quevedo y Góngora, además de las de un plantel mucho
más amplio que, aparece, generalmente, en nota a pie de página. Notas que no
surgen del propio texto, sino que lo conforman y le dan paso y lugar.
El
libro está escrito en forma de diálogo teatralizado, que se lee en prosa, cuyo
protagonista principal -Lucronio- viene a ser, como el amanuense que lo habría
escrito, un estudiante, que como el cura de El
Quijote, pasó por aquella Universidad seguntina de San Antonio de
Portacoeli (bachiller de la que fue expulsado y pícaro redomado, verdadero
protagonista de la obra).
El
lector avisado se dará cuenta rápidamente de que el tema de que trata es una
aguda crítica satírica hacia el mundo político español actual: una monarquía
corrupta; diecisiete -y más- “reinos de taifa”, que componen el espacio
geográfico español, en busca de dinero; una Universidad pervertida y
endogámica, incompetente a nivel europeo y que en gran parte sobra; una
Justicia injusta y pervertida; una Iglesia retrógrada y obsoleta; y que
arremete también contra el meapilismo social, y contra quienes tienen la
obligación seria y necesaria de informar al pueblo y no lo hacen porque están
pagados con el “fondo de reptiles” de siempre… También, principalmente, contra
Cataluña y contra quienes permiten a tal “reyno” hacer lo que hace en su propio
bien -acercando el ascua a su sardina- de forma inconstitucional y en contra
del resto de las demás “taifas”.
Por
eso los personajes están tan perfectamente descritos, calados,
extraordinariamente definidos: un rey campechano, pero no tonto; un cardenal
vanidoso en nombre de Dios, unos representantes de Catalunya maravillosamente
encajados; y hasta una hetera que más sabe de filosofía…
Sátira,
al fin, lucianesca y menipea, que da a conocer la España actual en sus peores y
más burdos entresijos y que parte de un tema
viejo y conocido: el sueño fáustico, en el que dos pícaros peregrinando
camino a Santiago de Compostela, venden su alma al demonio a cambio de hacer
realidad el sueño que uno de ellos ha tenido: detentar el poder en una próspera
República, durante un periodo de tiempo no desvelado.
Los
aconteceres diarios que tengan lugar en la República deben dejarse al juicio
inexorable del tiempo; pero los juicios humanos, las bromas, las menciones a
hechos antes acaecidos, no se perdonan en el texto y forman parte, por
comparación con tiempos anteriores, de su esencia, y precisamente por eso son
constantes las citas y menciones a Gargantúa y Pantagruel, a la picaresca en
muchas de sus obras y a don Julio Caro Baroja, que tanto sabía de carnestolendas, a obras de escarnio y
risión, a textos sobre judíos y moros, a putas y bellacos, a gentes de mal
vivir y a rufianes, que al fin y al cabo siguen existiendo en este tiempo que
nos ha tocado vivir.
Yo
recomendaría la lectura de este libro a los amantes de la buena lectura; en
primer lugar a los seguntinos, por los gratos y no muy numerosos recuerdos que
contiene acerca de esa bella ciudad episcopal, y, especialmente, a los
políticos “de arriba” -que no tanto a los de medio pelo-, para que se den
cuenta de las tonterías cotidianas de las que son sujetos y partícipes, sin
tener en cuenta al pueblo que les ha votado, que es al que deben deberse pero no se deben, sino que se
sirven de él.
Estas
conclusiones son las que he sacado tras la lectura de este libro. Tal vez me
haya equivocado y no sea eso lo que su autor quiera decir a través de lo que el
libro contiene o quiera decir.
Si
me he equivocado, lo siento.
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