lunes, 13 de abril de 2015

Trillo y el Agua: una Historia de Amor



Trillo y el agua (285 páginas), es uno de esos raros libros que ven la luz de vez en cuando y que constituyen una explosión de alegría y de color. Lo editó el Ayuntamiento de Trillo en diciembre de 2010 y en su realización participó un numeroso grupo de personas; por un lado, Javier BRAVO, Idoia GARCÍA DE CORTÁZAR y Antonio BATANERO se encargaron de las entrevistas y artículos de fondo, la introducción a los capítulos y del texto “El proyecto de recuperación museográfica del antiguo balneario Carlos III”, respectivamente; las aportaciones fotográficas fueron muchísimas; las ilustraciones, el  diseño y los proyectos escultóricos se deben a Javirroyo, y fue impreso en Barcelona por Artgraf. Francisco Moreno, alcalde, hizo el prólogo.
Es un libro más para ver que para leer, aunque no falten textos, que, en este caso, son breves por lo general, y consta de tan sólo seis capítulos: Trillo y el agua. Una historia de amor; El agua como paisaje; El agua, la vida y la salud; El agua en la cultura; El agua como motor y energía, y El agua como futuro.
“No es un libro corriente (…) Lo único que tiene de corriente es que trata sobre el agua (que) en Trillo nunca está quieta”. El agua en su total transparencia, para que su contemplación haga reflexionar sobre ella y lo que significa, en este caso, para Trillo. Pero, según se recoge en el prólogo, ¿cómo plasmar en  el papel el ensimismamiento que nos puede producir su contemplación? La respuesta no tarda en aparecer: a través de un libro como el presente, muy gráfico que, junto a las entendederas, abriese también el corazón, ya que su textura, el colorido, las imágenes que contiene, los dibujos y los textos, han sido cuidadosamente elegidos, al igual que sucede con las pinceladas de un cuadro, con el fin de transmitir sensaciones y sentimientos.
Cada apartado, cada capítulo, tiene sentido por sí mismo, pero al tiempo se van sucediendo y prolongando, de modo que parecen discurrir como las propias aguas del padre Tajo hasta su desembocadura, la del libro.
Contiene más de mil imágenes y es un libro para gozar con todos los sentidos: con la vista y con el tacto, pero también con el buen gusto y con el oído necesarios para saber escuchar el rumor de las aguas cristalinas y la palabra sabia de tal o cual vecino que cuenta viejas consejas y leyendas del pasado. Un libro, en fin, en el que están plasmados los distintos momentos del agua en las tierras alcarreñas de Guadalajara, dependiendo de la época del año en que nos encontremos.
Además, los textos, que acompañan al extenso trabajo gráfico, vienen a ser un sencillo homenaje a las gentes de Trillo, “que siempre vivió con los pies en el agua”. No se trata, por tanto, de informes históricos, sino de recuerdos amables de aquellas personas para las que el agua fue su medio de vida: en los molinos, las serrerías, los batanes, la pesca, los gancheros… Algunos aún vivos, y otros que ya fueron arrastrados por la corriente del agua.
Las aguas del Cifuentes y del Tajo que se aúnan en Trillo y se confunden en la Isla, a modo de metáfora del amor por esta tierra, el respeto hacia los que en ella vivieron y su memoria. Por eso, este libro es también un homenaje al agua, “motor de vida de nuestra comarca que le dio la energía a nuestros molinos y se la da todavía a los regadíos, al balneario y a la Central Nuclear”, puesto que Trillo no sería lo que es sin esa corriente clara de agua que es su río.
De ahí esta historia de amor, que comienza nada más abrir las páginas de este precioso libro, donde los árboles, el puente lleno de colorido festivo, y las gentes, niños y no tan niños bañándose, las calles y las procesiones de Semana Santa, las hojas vencidas por el tiempo otoñal, la cascada… Todo forma parte de todo, paisaje del paisaje, hasta llegar a la página 52, donde aparecen unos sencillos textos, breves, acerca de “El puente de La Puerta”, “La farola al pie del Tajo y en amor” y “La riada del 41”.
En El agua como paisaje hay fotos de Trillo nevado y algunas, casi las mismas, en tiempo de verano. Y junto a las fotos de los chopos y los álamos de las orillas, bellísimas, nuevos textos que hablan de “La piedra Palomina” y “El camino del Vivero”… El camino que discurre paralelo al Cifuentes parece río salpicado de chopos y sol (con muchísimas fotografías semejantes que conforman un precioso mosaico artístico).
Y luego, el agua, la vida y la salud, las fuentes donde nadan los peces de colores y flotan las hojas caídas de los árboles, y el balneario que mandara construir Carlos III. Las gentes se bañan en el río y los jóvenes hacen muñecos de nieve en invierno, cuando el pueblo cambia de color. Una buena colección de fotografías sepia recuerda los días pasados del balneario y es aquí donde se incluye el texto correspondiente al proyecto de recuperación museográfica del mencionado balneario, así como algunas notas acerca del declive y esplendor de las aguas calientes del Tajo.
El agua en la cultura habla al lector de los anuales descensos en piragua “Villa de Trillo” y de las “Vacas por el Tajo”, donde el río se convierte en coso fluvial único para un festejo taurino popular, también único en estas tierras.
El agua como motor, recuerda el agua pasada que  movió los molinos, aquellas historias del molino, la maquila, el estraperlo y la serrería y también, ¡cómo no! de los gancheros en general, y de Tomás Henche Sancho, en particular, último ganchero de Trillo, que cuenta sus viejos recuerdos, y de esa escultura que es un homenaje a tan sufridos trabajadores de la madera, de la que es autor Javirroyo, con la que finaliza este capítulo y se abre el último, que lleva por título El agua como futuro, donde se comenta la pesca en el río Tajo y se cuenta cómo se hace su lectura desde la Caseta de Aforos.
La nube de peces cierra el capítulo y el libro que, a pesar de tener casi trescientas páginas se hace agradable y ameno.

José Ramón López de los Mozos

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