Trillo y el agua (285 páginas), es uno
de esos raros libros que ven la luz de vez en cuando y que constituyen una
explosión de alegría y de color. Lo editó el Ayuntamiento de Trillo en
diciembre de 2010 y en su realización participó un numeroso grupo de personas;
por un lado, Javier BRAVO, Idoia GARCÍA DE CORTÁZAR y Antonio BATANERO se
encargaron de las entrevistas y artículos de fondo, la introducción a los
capítulos y del texto “El proyecto de recuperación museográfica del antiguo balneario
Carlos III”, respectivamente; las aportaciones fotográficas fueron muchísimas;
las ilustraciones, el diseño y los
proyectos escultóricos se deben a Javirroyo, y fue impreso en Barcelona por
Artgraf. Francisco Moreno, alcalde, hizo el prólogo.
Es un libro más para ver
que para leer, aunque no falten textos, que, en este caso, son breves por lo
general, y consta de tan sólo seis capítulos: Trillo y el agua. Una historia de
amor; El agua como paisaje; El agua, la vida y la salud; El agua en la cultura;
El agua como motor y energía, y El agua como futuro.
“No es un libro
corriente (…) Lo único que tiene de corriente es que trata sobre el agua (que)
en Trillo nunca está quieta”. El agua en su total transparencia, para que su
contemplación haga reflexionar sobre ella y lo que significa, en este caso,
para Trillo. Pero, según se recoge en el prólogo, ¿cómo plasmar en el papel el ensimismamiento que nos puede
producir su contemplación? La respuesta no tarda en aparecer: a través de un
libro como el presente, muy gráfico que, junto a las entendederas, abriese
también el corazón, ya que su textura, el colorido, las imágenes que contiene,
los dibujos y los textos, han sido cuidadosamente elegidos, al igual que sucede
con las pinceladas de un cuadro, con el fin de transmitir sensaciones y
sentimientos.
Cada apartado, cada
capítulo, tiene sentido por sí mismo, pero al tiempo se van sucediendo y
prolongando, de modo que parecen discurrir como las propias aguas del padre
Tajo hasta su desembocadura, la del libro.
Contiene más de mil
imágenes y es un libro para gozar con todos los sentidos: con la vista y con el
tacto, pero también con el buen gusto y con el oído necesarios para saber
escuchar el rumor de las aguas cristalinas y la palabra sabia de tal o cual
vecino que cuenta viejas consejas y leyendas del pasado. Un libro, en fin, en
el que están plasmados los distintos momentos del agua en las tierras
alcarreñas de Guadalajara, dependiendo de la época del año en que nos
encontremos.
Además, los textos, que
acompañan al extenso trabajo gráfico, vienen a ser un sencillo homenaje a las
gentes de Trillo, “que siempre vivió con los pies en el agua”. No se trata, por
tanto, de informes históricos, sino de recuerdos amables de aquellas personas
para las que el agua fue su medio de vida: en los molinos, las serrerías, los
batanes, la pesca, los gancheros… Algunos aún vivos, y otros que ya fueron
arrastrados por la corriente del agua.
Las aguas del Cifuentes
y del Tajo que se aúnan en Trillo y se confunden en la Isla, a modo de metáfora
del amor por esta tierra, el respeto hacia los que en ella vivieron y su
memoria. Por eso, este libro es también un homenaje al agua, “motor de vida de
nuestra comarca que le dio la energía a nuestros molinos y se la da todavía a
los regadíos, al balneario y a la Central Nuclear”, puesto que Trillo no sería
lo que es sin esa corriente clara de agua que es su río.
De ahí esta historia de
amor, que comienza nada más abrir las páginas de este precioso libro, donde los
árboles, el puente lleno de colorido festivo, y las gentes, niños y no tan
niños bañándose, las calles y las procesiones de Semana Santa, las hojas
vencidas por el tiempo otoñal, la cascada… Todo forma parte de todo, paisaje
del paisaje, hasta llegar a la página 52, donde aparecen unos sencillos textos,
breves, acerca de “El puente de La Puerta”, “La farola al pie del Tajo y en
amor” y “La riada del 41”.
En El agua como paisaje
hay fotos de Trillo nevado y algunas, casi las mismas, en tiempo de verano. Y
junto a las fotos de los chopos y los álamos de las orillas, bellísimas, nuevos
textos que hablan de “La piedra Palomina” y “El camino del Vivero”… El camino
que discurre paralelo al Cifuentes parece río salpicado de chopos y sol (con
muchísimas fotografías semejantes que conforman un precioso mosaico artístico).
Y luego, el agua, la
vida y la salud, las fuentes donde nadan los peces de colores y flotan las
hojas caídas de los árboles, y el balneario que mandara construir Carlos III.
Las gentes se bañan en el río y los jóvenes hacen muñecos de nieve en invierno,
cuando el pueblo cambia de color. Una buena colección de fotografías sepia
recuerda los días pasados del balneario y es aquí donde se incluye el texto
correspondiente al proyecto de recuperación museográfica del mencionado
balneario, así como algunas notas acerca del declive y esplendor de las aguas
calientes del Tajo.
El agua en la cultura habla
al lector de los anuales descensos en piragua “Villa de Trillo” y de las “Vacas
por el Tajo”, donde el río se convierte en coso fluvial único para un festejo
taurino popular, también único en estas tierras.
El agua como motor, recuerda
el agua pasada que movió los molinos,
aquellas historias del molino, la maquila, el estraperlo y la serrería y
también, ¡cómo no! de los gancheros en general, y de Tomás Henche Sancho, en
particular, último ganchero de Trillo, que cuenta sus viejos recuerdos, y de
esa escultura que es un homenaje a tan sufridos trabajadores de la madera, de
la que es autor Javirroyo, con la que finaliza este capítulo y se abre el
último, que lleva por título El agua como futuro, donde se comenta la pesca en
el río Tajo y se cuenta cómo se hace su lectura desde la Caseta de Aforos.
La nube de peces cierra
el capítulo y el libro que, a pesar de tener casi trescientas páginas se hace
agradable y ameno.
José Ramón López de los Mozos
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