sábado, 4 de abril de 2015

La Carta Candelas de El Casar

CARPINTERO LÓPEZ, Mario, Carta de Candelas leída en El Casar el día 31 de enero de 2015. Escrita por…, sin datos, 88 pp. (Contiene 497 estrofas de cuatro versos y dos fotografías b / n).
A mi querida amiga Inmaculada Moreno Laredo, que tanto tiene que ver en esta fiesta tan maravillosa.

La denominada “Carta de Candelas” de El Casar (Guadalajara), viene a representar el final feliz y jolgorioso de una fiesta que anualmente se viene realizando, desde no sabemos todavía cuándo.
Se trata de una fiesta muy vistosa en la que se entremezclan varios elementos. Por un lado hay actos desde los que se puede decir que se trata de una tradición de carácter votivo; por otro, hechos que se corresponden con lo que podría ser considerado como un rito iniciático, y por otros, -algunos, que no todos-, como una especie de censura pública muy medida y controlada, cada año más atenuada, que es, precisamente, el texto de la famosa “Carta” que comentaremos más abajo.

La fiesta

Un grupo de “mayordomos” elige a sus correspondientes “soldados”: a saber, un “capitán”, un “teniente abanderado”, un “teniente”, un “alférez”, un “sargento” (que forma parte de los propios “mayordomos”), varios “cabos” sin número fijo, y aparte, fuera de este equipo que podríamos denominar como una “soldadesca”, un “pagador”, un “yuntero” y el “cura de las Candelas”, especie de “botarga” vestido de frac y sombrero de copa. Grupo total que se conoce con el nombre genérico de “funcioneros”.
El grupo que podríamos considerar como “soldadesca” va “armado” con una especie de “pica” engalanada con cintas y flores de diversos colores.
Los mozos van reuniéndose poco a poco hasta la hora de la misa, a la que acuden al templo parroquial, en cuyo pórtico -a ambos lados de la entrada- dejan las mencionadas “picas” y forman una especie de procesión, hasta recoger las velas o “candelas”, que deberán permanecer encendidas durante todo el tiempo que dure la misa y la procesión de la Virgen, que tiene lugar después de haber “dado a la bandera” (es decir, después de que cada uno de los miembros de la, hasta aquí llamada “soldadesca”, haya ondeado la bandera -liándola y desliándola con una sola mano-, como signo de hombría). A la hora de la comunión, la tropa de la “soldadesca” permanece de rodillas, a los pies del altar mayor, donde asisten al sacerdote cuatro monaguillos escoltados por otros tantos “cabos”.
Posteriormente, un niño -símbolo de la pureza angelical-, ofrece dos pichones blancos en recuerdo de aquellos otros que la Virgen ofreció el día de su purificación, cuarenta días después del parto de Jesús.
Terminada la misa, el sacerdote bendice un par de mulas debidamente “pintadas” en sus ancas -es decir, con adornos dibujados en forma de esgrafiado, en su pelaje, a base de motivos decorativos de tipo geométrico, especialmente simbólico: estrellas, pentalfas, etc., realizados a punta de tijera) y, nuevamente, la comitiva se encamina hacia la plaza lanzando las “picas” al alto, para ver quien llega más alto, procurando siempre que en su bajada no caigan al suelo, puesto que ello entrañaría un castigo por parte de los “mayordomos”. Una vez en la plaza tienen lugar los ondeos de la bandera, como nuevo acto de destreza. Cada uno de los “funcioneros”, “dando a la bandera”, deberá liarla y desliarla con un solo brazo.
Así, llega la hora de la comida, que realizan juntos todos los “funcioneros”. Posteriormente es cuando se procede a la lectura de la “Carta de Candelas”, que no consiste en otra cosa, más que una colección de sencillas composiciones poéticas, cuartetas, a través las que se dan a conocer los “pecadillos” de los propios “funcioneros” -desde el punto de vista del autor de la “Carta”-, ante un auditorio -que conoce a los “funcioneros”, por ser del mismo pueblo-, atento a las ocurrencias que se digan, y que reirá sus gracias, juzgadas desde un punto de vista meramente jocoso. Lo que viene a significar una nueva “purificación” (no olvidemos que estamos a 2 de febrero) de quienes, como “soldadesca”, representan a su pueblo -al que deben defender, como “quintos” que son- y al propio pueblo de su “pecado colectivo”, iniciando así un nuevo ciclo vital.
Pero también es llamativo el que antes de la citada lectura, los “funcioneros” den varias vueltas a la plaza del pueblo, corriendo perseguidos por un jinete vestido estrafalariamente, especie de “moro”, al que a su vez siguen las mulas “pintadas”, que parece no poder alcanzar a la “soldadesca”.
Pues, bien, esa “Carta de Candelas-2015”, al igual que otras de años anteriores, ha sido escrita por Mario Carpintero López, que también la leyó desde el balcón del Ayuntamiento, el día 31 de enero.
La “Carta” está compuesta, en esta ocasión, nada menos que por 497 cuartetas de rima siempre fácil y sonora, con el fin de que llegue mejor al pueblo, que seguramente, será el que mejor sepa entender su contenido, puesto que van destinadas a recordar aquellos defectos que han tenido lugar a lo largo del año transcurrido, siendo los “funcioneros” los sujetos de dichos comentarios carnavalescos y jocosos las más de las veces.

La Carta

La “Carta”, como viene siendo tradicional, se divide en varios apartados:

Introducción, a modo de bienvenida a propios y forasteros: “El saludo es el comienzo / de esta singular misiva, / escrita desde el cariño / con pluma siempre sentida”.
Salve, dedicada a la Virgen de las Candelas: “Virgen clemente y piadosa; / Madre nuestra, te imploramos. / Bajo el nombre de “Candelas” / un año más te invocamos”.
Funcioneros: “La lista que me han  traído / es larga y de mucho alterne; / siete picas nada menos: / esto no hay quien lo gobierne”.
Cura: “El Cura de las Candelas / es tranquilote y grandón; / Santiago tiene por nombre / y por apodo “Tolón””.
Capitán: “Con las monjas mismamente / lio una de pistones / cogió la caja de tizas / y la llenó de tampones”.
Teniente abanderado: “Ahora se sonroja y calla / y no dice ni palabra, / pero si se suelta el pelo / es un fenómeno “El Cabra””.
Mayordomo primero: “Tiene una gran verborrea / y una labia extraordinaria. / por eso le va tan bien / la gestión en la inmobiliaria” (sic).
Mayordomo segundo: “De cabeza generosa / y de cuerpo muy menguado; / paticorto, culibajo / y aspecto desaliñado”.
Mayordomo tercero: “Se bajó los pantalones / por las buenas descarado / había niños y mujeres / que se fueron asustados”.
Mayordomo cuarto: “Cuando hay que pagar a escote / sus amigos corroboran / que no sé sabe porqué / es el último que “afora”” (sic).
Mayordomo quinto: “Cuando se pasa de copas / no creáis que es muy locuaz; / se ríe y sólo hace muecas / parece un ave rapaz”.
Cabo del Capitán: “También tiene este lo suyo / en la juerga y el alterne; / cuando se mete en faena / no hay mando que le gobierne”.
Cabo del Teniente: “Me refiero acto seguido, / y de la lista destaco, / a un cabo soso y bisoño / de la estirpe del “burraco””.
Cabo del primer mayordomo: “Buenas tardes tengas, cabo, / bienvenido debutante, / en qué lío te han metido / alguno de estos tunantes”.
Cabo del segundo mayordomo: “Ahí donde le veis tan “cutio” / tan modoso y tan formal, / en cuanto sale de noche / da un cambio descomunal”.
Cabo del tercer mayordomo: “Juega al fútbol en Madrid / y también en El Casar, / por eso a veces no llega / y le tienen que esperar”.
Cabo del cuarto mayordomo: “De pequeño ya era un bicho; / con cuatro años en la escuela, / saltó una valla del patio / y se fue a donde su abuela”.
Cabo del quinto mayordomo: “Sus amigos que le temen / dicen con rotundidad: / “cuando Pablo abre la boca / en el acto “sube el pan””.
Pagador: “Mejor estarías Poli / viviendo del alicate, / pues la chispa da dinero / y la tierra es un dislate”.
Mozo mulas: “Un carro con una mula / en el Rocío alquiló. / carro arriba carro abajo / toda la noche pasó” (sic).
Ramón, capitán, / a Candelas le ha traído”.
Muchachos de la bandera: “La bandera que lleváis / llevarla con arte y celo, / seguro que la está viendo / la abuela Luci en el cielo”.
Pintor de mulas: “Pintar una mula tiene / muchísimas dificultades, / y en ello pones tu empeño / y todas tus facultades”.
Músicos de Candelas: “La vena del cuello tensa, / los carrillos bien “hinchaos”, / los labios bien comprimidos / y el “culo bien apretao””.
Forasteros (a los que en un principio no se les quiere bien, pero a los que después se les ofrece volver en futuras ocasiones a participar de la fiesta): “Sortean cualquier obstáculo / “pa comer por la patilla”; / parecen subsaharianos / en la valla de Melilla”.
Despedida: “Como dicen en las jotas, / allá va la despedida, / comenzando por la Virgen / que es nuestra Madre querida // […] // Esta  carta ya se acaba / no creo haber ofendido; / perdonadme en todo caso / si algún verso os ha dolido” // […] // ¡Seguid por tanto la fiesta / con vuestra ilusión sin par! / ¡Y que vivan las Candelas, / las Candelas de El Casar!”.

Una “Carta de Candelas” sencilla y humana, escrita con el amor que el autor debe a su pueblo y a su gente, queriendo poner en ridículo a los protagonistas de la fiesta, pero sin atreverse osadamente, dejando huella, -apenas unos rasguños-, de los defectillos cotidianos de la juventud que la protagoniza: alguna borrachera, mal genio, salir de mujeres malas, algún accidente de tráfico, glotonería…
Antiguamente sí que había mala intención en los comentarios, que hoy, si se quiere, han perdido en mordacidad y se han convertido en algo un tanto edulcorado y melifluo.
Quien esto escribe piensa que la crítica carnavalesca debería ser más dura y contundente… pero tal y como van las cosas, conformémonos con que, al menos, la fiesta de las Candelas de El Casar se siga manteniendo alegre y vital.
                                              

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