sábado, 28 de marzo de 2015

Una historia de Archilla

GARCÍA LÓPEZ, Aurelio, Historia de Archilla, Guadalajara, Aache Ediciones (col. Tierra de Guadalajara, 78, guías), 2011, 271 pp. (ISBN: 978-84-96885-61-6).

Veinticinco años antes de la publicación del libro que comentamos (2011) fue creada la Asociación Cultural “Amigos de Archilla” con el fin de salvaguardar el patrimonio y, en general, la cultura toda de dicha localidad, centrada principalmente en tres ambiciosos proyectos: la restauración del edificio que antiguamente albergó las escuelas, dotándolo de una planta más y del mobiliario apropiado para que sirviese se sede de la Asociación; salvar de la ruina la ermita de San Román y restaurar su imagen (recuperándose también la fiesta del santo, perdida setenta años atrás, momento en que se creó la “Jarra de  San Román”, máximo galardón que se otorgaba a aquellas personas e instituciones que, desprendida y generosamente, hubiesen contribuido en pro del desarrollo de Guadalajara y sus gentes), y finalmente, la edición de un libro en el que se recogiese la historia de Archilla, gracias a la gran cantidad de documentos: textos y fotografías, que la propia Asociación fue recopilando a través del tiempo y que, posteriormente, puso en manos del historiador Aurelio García López, cuyo resultado es el presente libro, con cuya edición se pretendió conservar la memoria del pueblo de una forma duradera, con el fin de que, más adelante, pudiera servir de guía para futuros trabajos “a quienes quieran estudiar y conocer más concienzudamente la vida de este pintoresco pueblo de la ribera del río Tajuña.”
Parte el libro, como es menester, del conocimiento del conocimiento del nombre del pueblo, del estudio de su topónimo, que viene a tener varios significados: depósito o fuente; jefe o comisario de provisiones, y arca o zarza, propuestos por Ranz Yubero); archa, hispano-romano, según Juan Catalina García López, y arca o cofre, al parecer de Herrera Casado, quien gracias a este supuesto fue el autor del escudo heráldico de Archilla: “Escudo español, partido y medio cortado. En el primero, de azur, un cofre o arca de plata…”.
Poco o muy poco es lo que se sabe acerca de la Prehistoria y la Historia antigua de la zona, salvo algunas breves notas debidas a Juan Manuel Abascal Palazón, hasta la Reconquista cristiana (siglos XI-XII), aunque posiblemente pudo haber pequeños hábitats anteriores (romanos, visigodos y  musulmanes), por lo que el libro comienza a escribirse desde la Edad Media, cuya primera mención documental está fechada en 1133, como perteneciente al Común de Villa y Tierra de Guadalajara, al que perteneció medio siglo más, hasta que en 1184 fue donada a un tal don Gonzalo, médico, como remate de un antiguo pleito. Dos años más tarde, este don Gonzalo, hizo entrega de Archilla, Balconete y Romancos, a la Orden de Santiago que, a su vez, en 1214, hizo entrega de Archilla al arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximénez de Rada, que poco después lo concedió al Cabildo toledano, reservándose algunos privilegios y rentas, hasta que en el siglo XIII queda encuadrada en la Tierra y Villa de Brihuega y eclesiásticamente al arzobispado de Toledo.
Finaliza este apartado dedicado a la Edad Media con un estudio sencillo acerca del denominado “Fuero” de Archilla, dado a conocer por Pareja Serrada, que se traslada íntegramente.
La Edad Moderna comienza con un estudio demográfico de la zona, pudiéndose apreciar la evolución poblacional de Archilla entre los siglos XVI y XVIII. Es decir, desde mediados del siglo XVI, en que quiere desprenderse del yugo del arzobispado toledano, bajo el que se encontraba, precisamente cuando los moradores de Archilla solicitan el título de villazgo para su pueblo. De este modo Archilla tiene que cambiar totalmente su sistema de administración municipal, apartado que estudia García López con detenimiento. Aquí, en este contexto, puede verse el tema de la adquisición de las alcabalas y el posterior intento de integrarse de nuevo en la Dignidad Arzobispal de Toledo, de la que se habían desmembrado en 1579, así como el posterior levantamiento de los vasallos contra su señor,  don Alonso Dávalos, cacique de Guadalajara, segundón mendocino.
No menos importante es el estudio de los aspectos económico y social durante los siglos de la modernidad. Los tipos de cultivo (hortalizas, cereales, vid y olivo), el valor de los diezmos y, especialmente, la importancia -como ayuda al agricultor- del pósito municipal y del monte de piedad del arzobispado de Toledo.
Un amplio apartado se destina al conocimiento de los distintos señores de Archilla, desde don Juan Hurtado, I Señor (1578), vecino de Guadalajara, hasta doña Josefa Dávalos, VI Señora (+ 1719), de cuyas manos pasó a ser posesión de los marqueses de Tejada (1752).
García López comienza su estudio sobre el siglo XIX con un apartado demográfico y el estudio de la Guerra de la Independencia en Archilla, en el que se recoge el testimonio de su Ayuntamiento, datado en 1812, mediante el que se deja muy clara la grave situación que padeció el vecindario, contrariamente a lo que se conoce acerca de la primera Guerra Carlista, de la que se ignora casi todo lo sucedido. Sigue, al igual que hemos podido ver en los periodos anteriores, con el estudio del ayuntamiento y quienes fueron sus dirigentes y componentes, además  de su patrimonio; la economía y sociedad y la repercusión que las distintas desamortizaciones tuvieron en Archilla y otros aspectos puntuales como la escuela pública, que dan paso a la demografía en el siglo XX y la vida municipal hasta su agregación a Brihuega
El segundo gran bloque que compone este libro corresponde al Patrimonio artístico y se centra, fundamentalmente, en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción a través de sus retablos e imágenes: el mayor, el del Santísimo Cristo de la Expiración, Nuestra Señora del Rosario y San Diego de Alcalá, además de otras imágenes, como la de la Virgen del Amor Hermoso y tallas y esculturas, que complementa un sencillo estudio de la orfebrería, para finalizar este tipo de patrimonio religioso con las referencias y descripción de las ermitas de San Román y San Juan (con el tiempo convertida en la de San Roque).
Desde donde pasa al estudio del arte civil, que en realidad se trata de la arquitectura civil: fuentes públicas y puentes, hasta llegar a la denominada arquitectura “popular”: la casa tradicional y las casas solariegas de los señores de Archilla, de los Pérez, los Medrano, los Bedoya… y el antiguo Ayuntamiento, para describir someramente el urbanismo local.
Un tercer apartado trata de la religiosidad popular, que analiza a lo largo de la iglesia, hermandades y cofradías, como las de San Sebastián, el Santísimo Cristo de la Aspiración (sic), Nuestra Señora del Rosario, San Miguel, San Nicolás, las Ánimas, el Santísimo Sacramento, San Roque, San Román y Virgen del Amor Hermoso, además de las numerosas memorias pías y capellanías, terminando con la celebración de la fiesta de la Inmaculada Concepción del año 1855.
Las fiestas y tradiciones populares ocupan el cuarto apartado o capítulo y, en él, se ofrecen multitud de datos acerca de las muchas que hubo a lo largo del tiempo, amén de la tradicional entrega de la anteriormente citada “Jarra de San Román”, [cuyo mantenedor, en la modalidad de “Investigación histórica” fue quien esto escribe, en el año 1995, -en homenaje al doctor Castillo de Lucas, etnólogo y folclorista, y a la archivera provincial, doña Juana Quiles-.].
Fiestas decimos, como las de Navidad, la Candelaria, Santa Águeda, Semana Santa, los Mayos, el Corpus, San Roque, San Román y tantas otras, que conformaron su ciclo anual, a las que García López agrega una serie de datos sobre el cancionero popular que se limitan a determinados villancicos y letras de ronda.
Un brevísimo apartado, el quinto, hace alusión a los hombres ilustres de Archilla, entre los que destaca la figura de aquel gran hombre que fuera don Pedro Castillo Gálvez, al que tan agradecidos debemos estar tantísimos alcarreños, Director -durante muchísimos años (nada menos que treinta y seis)- de la Escuela Graduada Aneja de Guadalajara.
Finaliza el libro con unas conclusiones y un apéndice documental de nueve documentos que van de 1580 a 1885, además de una extensa bibliografía, interesante, aunque no muy cuidada en su elaboración.

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