sábado, 28 de febrero de 2015

Una guía segura

Pueblos de la Arquitectura Negra, sin lugar, un proyecto de Pelonio para la Diputación de Guadalajara (gcg. Guías Cómodas de Guadalajara), sin fecha, 62 páginas. [Textos: FERNÁNDEZ OTTO, Alberto, Diseño Gráfico y Fotografía: Máximo Recio, Ayudante de Diseño: David G. Uzquiza].
Hace algún tiempo escribimos acerca de las otras dos “Guías Cómodas de Guadalajara” dedicadas íntegramente a Sigüenza y, más tarde, a Torija y ya dijimos entonces que no se trataba de guías corrientes, de esas que suelen entregarse en las oficinas de turismo, que siempre dicen lo mismo, incluidos los errores, puesto que sus textos no se renuevan y ponen al día.
Estas guías, por el contrario están destinadas al viajero antes que al turista, a ese tipo de personas que prefieren ver “cuatro cosas” en profundidad, que no esas otras que prefieren ver casi todo a mil por hora y, en definitiva, no ven nada.
Esta guía se dedica a los siguientes Pueblos de la Arquitectura Negra: El Cardoso de la Sierra (Bocígano, Colmenar de la Sierra, Peñalba de la Sierra, Cabida, Corralejo y el despoblado de La Vihuela), Majaelrayo, Valverde de los Arroyos (Zarzuela de Galve), Campillo de Ranas (Campillejo, El Espinar, Roblelacasa, Robleluengo, Matallana y La Vereda) y Tamajón (Almiruete, Mauriel, Palancares y el despoblado de Sacedoncillo) y su sumario no es muy amplio, aunque sí lo suficientemente interesante desde el mismísimo comienzo -ya que en las páginas ocho y nueve aparece un mosaico compuesto por cuarenta y ocho fotografías en color, en las que se dan a conocer gentes, paisajes, monumentos, detalles, etcétera, de gran belleza y que la mayoría de las guías de mano suelen pasar por alto-.
Páginas que dan paso a un mapa de situación de los mencionados pueblos, así como a exponer algunos datos prácticos de interés: Cómo llegar en coche, la comarca a la que pertenece, cuáles son sus pedanías -incluidas más arriba para mejor información del lector-, distancias a Madrid y a Guadalajara, superficie en kilómetros cuadrados, su gentilicio, las fiestas locales y, finalmente, su sitio web.
Son pueblos situados al noroeste de la provincia de Guadalajara, resguardados por las laderas rocosas de la Sierra Norte, donde se agazapan conservando al tiempo una arquitectura “sin arquitectos” que aún conservan sus ancestrales invariantes, pueblos reconstruidos cuando comenzaban a extinguirse, y que en algunos casos, como en Campillo de Ranas, se sigue manteniendo la yerba -no se ha asfaltado ni enlosado equivocadamente- para “que parezca que se está cayendo, sin ningún peligro de caerse” que es, en realidad, lo que se pretende, el atractivo de estos pueblos que, en algunos casos, no se ha tenido en cuenta.
Es un territorio limitado por los ríos Sobe al Este, y Jarama, al Oeste, además de por el Hayedo de Tejera Negra. Los pueblos se extienden por la zona montañosa, conformando una serie de pueblos casi idénticos, con las mismas o muy parecidas características arquitectónicas, una arquitectura hecha a mano que aprovechaba los materiales que le proporcionaba el entorno geográfico: rocas negras o más o menos negras, madera y pizarra grisácea para las cubiertas y solados.
Casas que suelen ser de forma rectangular, de piedra sobre piedra, sin argamasa, generalmente de dos plantas, cubiertas con tejados cuyos faldones vierten a dos aguas -y que cuando se mojan parecen espejos relucientes-, con muros gruesos y vanos pequeños, aunque algo más grandes los orientados al sol, y amplias chimeneas, pues la cocina es la pieza principal de la casa, donde se hace la vida. Los dormitorios suelen ubicarse sobre las cuadras con el fin de recibir el calor animal tan necesario en los gélidos días invernales.  
Por ello son tan parecidos los pueblos de Campillo de Ranas, Majaelrayo y Valverde de los Arroyos, situados en las faldas del Pico Ocejón, de los que algunos historiadores sostienen su existencia desde el siglo XII.
Bastante diferente de los “pueblos negros” es Tamajón, cuyas casas se construyeron con caliza, por lo que algunos consideran que su arquitectura no es “negra” pero sí “dorada”, especialmente cuando las fachadas se ven alumbradas por los rayos del sol. Además, Tamajón no es tan silvestre ni montaraz y tiene un perfil más bien medieval.
Pasa después la guía a señalar los “10 monumentos de piedra imprescindibles”, o sea, los que hay que ver cuando se viaje por la zona. Son los siguientes: el reloj de sol y la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, de Campillo de Ranas, así como el conjunto urbano visto desde el Mirador y la Fuente de las Ranas; el palacio de los Mendoza y la ermita de la Virgen de los Enebrales, en Tamajón, además de los restos del monasterio cisterciense de Bonaval, en Retiendas -cerca de Tamajón-; la iglesia parroquial de El Cardoso de la Sierra; la de San Ildefonso y la ermita de la Virgen de Gracia (camposanto), en Valverde de los Arroyos, y el puente de Matallana, sobre el Jarama, en Campillo de Ranas.
Otro apartado lleva por título “En qué consiste ser un nuevo pueblo antiguo”. El ejemplo es nuevamente Campillo de Ranas: Un pueblo “reinventado”, un escenario que ha resistido siglos, con una nueva forma de vivir. La mayor parte de sus vecinos procede de Madrid, generalmente treintañeros que llevaban gran parte de su vida pisando asfalto, urbanitas sin quererlo que necesitaban pisar tierra, ser de pueblo. De modo que acudieron a Campillo, compraron una casa y la arreglaron para instalar una tienda de productos artesanos, pongamos por caso, una casa rural o un restaurante. Hoy ondea en Campillo la bandera arcoíris por ser el pueblo pionero en oficiar bodas gays sin ser un pueblo gay.
Pero lo mejor es disfrutar del campo sin perderse, y por eso la guía que comentamos recomienda algunos parajes naturales de gran belleza como Las Chorreras de Despeñalagua, en Valverde; la pequeña “Ciudad Encantada”, de Tamajón; el arroyo y la cascada de la Matilla, en Majaelrayo; el embalse de El Vado; el propio Pico Ocejón (con 2.048 metros de altitud); la ribera y la Hoz del Jaramilla; el valle de Robles, en Robleluengo; la cascada del Aljibe, y el Roble Hueco, de Campillo de Ranas.
“En qué taberna nos vemos” “¿Dónde está la gente en un pueblo de montaña? O en su casa o recogidos en una taberna. Hay que pasar una tarde con ellas, como La Garduña (Campillo de Ranas), para saber de qué se habla en un pueblo de pizarra” Y viene luego la relación de sitios recomendables donde poder comer y beber, indicando la calle, el teléfono y, en ocasiones, el correo electrónico. También donde poder dormir con demasiado silencio.
Termina la guía con una galería de retratos de algunas personas que viven allí, porque si el viajero conoce el nombre de las calles y plazas principales de un lugar antes de visitarlo, también debería conocer por adelantado algunos nombres de la gente que vive allí, para saludarlos al llegar: a Paloma, la de la casa rural de Majaelrayo; a Jose (no José), que es el profe de los niños de Campillo de Ranas; a Mari, que junto a su hermana llevan el pub Contrabajo, en Majaelrayo; a Maricarmen y Paco, paseantes, jubilados y enamorados, que viven en Campillo; a Julián y Alberto, que abandonaron su asesoría fiscal y su estudio de animación de Madrid y se fueron a Campillo de Ranas, donde regentan la taberna La Garduña; a Julián, que atiende la barra del restaurante La Fragua, también en Campillo; a Javier y María, que son los dueños de la casa rural La era de la tía Donata, a Paco, apicultor y alcalde Campillo de Ranas; a… tantos y tantos con los mantener una charla entretenida paladeando un tinto.

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