BALLESTEROS
SAN JOSÉ, Plácido, Alvar Fáñez.Trayectoria histórica del defensor del reino de Toledo (1085-1114),
Guadalajara, Intermedio Ediciones, 2014, 240 pp. + mapa plegable (ISBN:
978-84-942961-1-6).
(I)
Poco
es lo que se escribe sobre Guadalajara durante la Edad Media y, a veces, lo
poco es también enrevesado. El libro que hoy comentamos es claro y contundente.
No es muy extenso, porque para decir las cosas con claridad no hace falta ser
farragoso y Plácido Ballesteros, autor de Alvar
Fáñez. Trayectoria histórica del defensor del reino de Toledo (1085-1114),
ha dado en el clavo al dejar constancia en este libro de la peripecia vital y
la historia del gran desconocido adalid, al que siempre se consideró un
segundón a la sombra de Rodrigo Díaz de Vivar, tenido como primo suyo o
familiar directo.
El
autor, Doctor en Historia Medieval por la Universidad Complutense de Madrid,
sigue paso a paso, con gran rigor, desgranando numerosas teorías acerca del
personaje, basadas generalmente en leyendas y aspectos folclóricos que vienen
arrastrándose, sin un análisis profundo, desde la misma Edad Media, llegando
hasta nuestros días muy alteradas.
Plácido
Ballesteros consigue desbrozar los aspectos verdaderamente históricos, la
auténtica y verdadera historia a través
de una profunda y exhaustiva revisión de los documentos todavía existentes, por
nimios que puedan parecer los datos que contienen acerca de Alvar Fáñez y
también de otros personajes de la época: fundamentalmente de Alfonso VI y la reina Urraca, en un momento
tan controvertido como el que vino tras la conquista de Toledo, en 1085, cuando
Alvar Fáñez cobró mayor importancia al ser encargado de custodiar y conservar
las fronteras del Tajo frente a la invasión de los terribles almorávides,
deseosos de volver a recuperar la imperial Toledo.
La
labor que el investigador ha tenido que realizar ha sido ardua, puesto que el
grueso de su trabajo ha consistido en ir revisando con el consiguiente rigor,
multitud de crónicas cristianas y musulmanas fiables: la Historia Silense, la Crónica
del Obispo Don Pelayo, el Cronicón
Compostelano, la Historia Roderici,
la Chrónica Adefonsi Imperatoris, las
Crónicas Najerense y Tudense, las obras de Jiménez de Rada,
los Anales Toledanos, I, etcétera,
entre los primeros, y las Memorias de
Abd Allah, la Crónica Anónima de los
Reyes de Taifas, la Historia de
Al-Andalus de Ibn al-Kardabus, y el al-Bayan
al-Mugrib de Ibn Idari (o La caída
del Califato de Córdoba y los Reyes de Taifas), entre las fuentes
musulmanas de primer orden, además de una cuidada selección de estudios, cerca
de una treintena, que el lector puede seguir en la bibliografía final que
acompaña al libro y que, dicho sea de paso, contribuye eficazmente, junto al
extenso apéndice titulado “Personajes. El protagonista y su familia” y un
completísimo “Resúmen gráfico”, a prestar al libro gran interés didáctico.
El
libro está divido en dos grandes capítulos: Alvar Fáñez, entre la historia y la
leyenda y La verdadera trayectoria histórica de Alvar Fáñez.
En
el primero de ellos, queda claramente demostrado que en casi todas las crónicas
mencionadas, Alvar Fáñez viene a ser considerado como un personaje
absolutamente desdibujado, casi llegando a convertirse en ficción o,
simplemente, uno de los capitanes destacados de la mesnada del Cid en su camino
al destierro y durante los sucesos levantinos; algo, señala Ballesteros, que
corresponde a una visión totalmente falsa y alejada de la realidad histórica,
debida principalmente a invenciones juglarescas intercaladas en las crónicas
cultas referentes al reinado de Alfonso VI a partir de finales del siglo XII,
que contribuyeron a que la Historia se convirtiese en Epopeya, como puede
comprobarse a través de los ya conocidos tópicos novelescos propios de aquel
reinado: la partición de los reinos por Fernando I, que dio lugar a los
enfrentamientos subsiguientes entre sus hijos, como así sucedió tras su
fallecimiento y, también, la sustitución
del rito mozárabe por el romano, que se decidió de una manera un tanto truculenta,
elementos estos que fueron integrados y aún ampliados en el Poema del Cid y con mayor amplitud en la
Estoria de España mandada
confeccionar por Alfonso X a fines del siglo XIII.
Es
en este primer apartado donde Ballesteros va analizando pormenorizadamente el
proceso de incorporación de los elementos que constituyen las “leyendas
juglaresas” en las crónicas medievales, tanto en las más cercanas
temporalmente, como en las posteriores más inmediatas, en las que se ofrecen
noticias puntuales de los hechos más sobresalientes del momento “con pequeñas
pero muy significativas diferencias entre ellas”.
En
las tres se concede el protagonismo a la familia real y no aparece mención
alguna a Alvar Fáñez, pero tampoco al Cid Campeador, como demuestra a
continuación a través del estudio comparativo de las diferentes crónicas:
La Crónica Silense o Historia Legionense (ca. 1110-1118), que refiere la división del
reino y el posterior enfrentamiento entre hermanos.
La
Crónica del Obispo Don Pelayo de Oviedo
(ca. 1120-1128), en la que, además de la división del reino y el consiguiente
enfrentamiento, se habla de otros aspectos como la conquista del reino de
Toledo y la repoblación de la Extremadura castellana, la adopción del rito
romano, la irrupción almorávide y la batalla de Sagrajas (que merecen escasa
atención para el cronista) y la puntual relación de las cinco mujeres legítimas
del rey Alfonso VI, además de dos amantes (una la mora Zaida, madre del infante
Sancho, muerto en la batalla de Uclés).
El
Cronicón Compostelano (ca. 1130), que
vuelve a la división del reino y al posterior enfrentamiento y ofrece pocos
datos sobre el reinado de Alfonso VI, dedicando algunas notas -no muy precisas-
a la conquista de Toledo y con más detenimiento al cambio del rito religioso,
además de una breve reseña, “muy negativa”, del reinado de Urraca, que reinó
tiránicamente y murió “tras una vida infeliz de parto de hijos adulterinos”.
La
Historia Roderici (primeras décadas
del siglo XII / 1188-1190), crónica personal de Rodrigo Díaz fechada
tradicionalmente muy próxima a los acontecimientos, aunque Menéndez Pidal la
creyó escrita por un testigo de los hechos a principios del siglo XII, tras la
muerte del Cid, por lo que se trata de la biografía más antigua del Campeador,
por lo que es la fuente principal para el conocimiento de los hechos de dicho
personaje, donde no aparece por ningún lado la “jura” de Santa Gadea, ni se
menciona Alvar Fáñez.
La
Chrónica Adefonsis Imperatoris (ca.
1153-1157), cuya primera parte detalla los sucesos políticos del reinado de
Alfonso VII, sin mencionar a Alvar Fáñez, mientras que en la segunda narra la
defensa del reino de Toledo de los ataques almorávides, en cuyos primeros
capítulos el protagonismo corresponde a nuestro adalid y donde se dice que las aceifas
musulmanas atravesaban constantemente “aquella tierra que fue de Alvar Fáñez”,
al que denomina “el valiente caudillo de los cristianos”. El final de esta Chrónica de Alfonso VII contiene el Poema de Almería, entre cuya nómina de
personajes se menciona un tal Álvaro, hijo del que fuera alcaide de Toledo
Rodrigo Álvarez, identificado en el Poema
como yerno de Alvar Fáñez.
La
Crónica Najerense (ca. 1173-1194),
sigue el mismo modelo: habla de la división del reino (siguiendo el texto de la
Crónica Silense) y del enfrentamiento
posterior, la conquista de Toledo, la repoblación de la Extremadura, la
irrupción almorávide, salvo en el cambio de rito, donde introduce elementos
claramente juglarescos.
El
Chronicón Mundi, del Obispo Lucas de
Tuy (1236), que ofrece una visión positiva de la reina Urraca al tratar del
enfrentamiento con sus hermanos y destaca que en la conquista de Toledo el rey
recibe a un mensajero que le da cuenta del sueño de Çibrian, obispo de León, en el que san Isidro le comunica que tras
quince días de asedio, Toledo se rendirá.
De Rebus Hispaniae,
del Arzobispo Don Rodrigo Jiménez de Rada (1243 / 1246), tipo de “historia
oficial” en la que su autor evita en todo momento los aspectos negativos que
pudieran surgir, además de seguir en gran parte una fuente literaria; sin
embargo es la primera vez que la figura histórica de Alvar Fáñez aparece en una
crónica “oficial”:
“Llegados
los supervivientes a Toledo [tras la batalla de Uclés], el rey les pregunta,
reprochándoles, por su hijo muerto [el infante Sancho], a lo que el Conde Gómez
le responde que el rey no se lo había encomendado a él. Como quiera que el
monarca, tras indicar que el ayo del infante había muerto protegiendo al niño,
seguía con sus acusaciones por no haber muerto ellos también en la defensa del
heredero, Alvar Fáñez, varón valiente y
fiel, le contestó que el rey debía comprender en su dolor que, una vez
muerto el infante, su sacrificio habría sido en vano, porque dado que ya no se
podía hacer nada por el príncipe, allí estaban para defender lo que con mucho
sacrificio habían conquistado con la sangre de tantos, de manera que la gloria
del rey no se perdiera como se había perdido su hijo”.
La
Estoria de España, de Alfonso X el
Sabio (ca. 1270 / 74-1360) a través de dos de sus versiones: la Primera Cónica General de España y la Crónica de los Veinte Reyes, en las que
se suelen incluir obras literarias como cantares de gesta y fuentes
folclóricas, por lo que Ballesteros solamente presta atención a los relatos
relacionados con la época de Alvar Fáñez, como son el Cantar del rey don Fernando, el Cantar
del rey don Sancho y la Jura de Santa
Gadea (hoy perdidos), la Gesta de las
Mocedades de Rodrigo, el Carmen
Campidoctoris y el Cantar de la Mora
Zaida, además de algunas referencias de tipo tradicional “segund dizen los
ancianos que son muy antigos, que alcançaron mas las cosas daquel tiempo”, como
se puede ver textualmente en el capítulo 866 de la Primera Crónica General, al explicar que el ganador de la batalla
de Almodóvar fue Alvar Fáñez, frente a lo sostenido en otras fuentes. Pero
también en algunas versiones, en los capítulos referentes a los reinados de
Fernando I, Sancho II y Alfonso VI van apareciendo menciones acerca de la
participación del Cid en los hechos más significativos, al igual que sucede con
Alvar Fáñez, al que se identifica con el entorno del Campeador, por ejemplo en
los enfrentamientos surgidos entre Sancho II y el rey García, donde se concede
un papel relevante a nuestro personaje, pues según la Primera Crónica General, Santo II manda como mensajero a Alvar
Fáñez, al que se identifica como sobrino del Cid, ante el rey García, con el
encargo de exigirle la entrega del reino o que, por el contrario, se prepare
para la batalla (aunque nuestro protagonista lamenta tener que realizar dicha
misión, cumple con lo ordenado por su señor).
Sin
embargo, la Crónica de Veinte Reyes
no identifica al mensajero sino con Alvar Fernández, del que no se menciona
relación alguna con el Cid, de modo que aunque Alvar Fáñez sea “citado casi una
cincuentena de veces, aparece como su mejor capitán, su lugarteniente en las
situaciones más difíciles, a que le son encomendadas las misiones más
delicadas…” no deja de ser el alter ego
literario del héroe, lo cual contribuyó a ensombrecer su verdadera trayectoria
histórica.
Y
los Anales Toledanos I y II (ca.
1219-1244 / 1250), siendo en los Primeros
donde se da sucinta noticia de la
toma de Cuenca por Alvar Fáñez en 1111, así como también su muerte en 1114, a
manos de las milicias concejiles de Segovia, mientras que en los Segundos se recogen varios
enfrentamientos de nuestro protagonista con los almorávides: el de Almodóvar de
1091 auxiliando a al-Mu’-tamid, taifa sevillano, antes de su deposición y
posterior destierro a Marrakesh, y el cerco de Montesant en 1113, defendiendo
Aurelia (Oreja).
(Continuará).
José Ramón López de los Mozos
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