viernes, 30 de enero de 2015

Costumbrismo tradicional de Castilla



GARCÍA FRANCISCO, Isabel, Los recuerdos de Félix García. Reflejo de la cultura popular castellana, Guadalajara, El Autor / Intermedio, 2014, 288 pp. (I.S.B.N.: 978-84-942961-2-3).
La razón de la existencia de este libro no puede estar tan clara como indica su propia autora:

“Los recuerdos de Félix García, el primer libro que escribe, es una recopilación de todo lo que su padre recuerda desde niño. Con él quiere rendirle un homenaje por esa memoria tan prodigiosa y también dar a conocer nuestras raíces, nuestro folklore y nuestro pasado, para que no quede en el olvido cuando nuestros mayores desaparezcan”.

Isabel García nació y vivió sus más tiernos años infantiles en Trescasas (Segovia), desde donde después de algún tiempo se trasladó a vivir a Azuqueca de Henares. Hoy trabaja en la Diputación Provincial de Guadalajara y, como queda dicho, este es su primer libro, un libro, como podrá comprobar el lector, enamorado de todo aquello que recuerde y represente a su padre, al que adora -esa es la palabra que cabe usar en este momento- le ha ido dictando, recordando año tras año, tiempo tras tiempo, para que quede reflejado y conservado cara a las generaciones venideras.
El subtítulo ya comienza por aclararnos algún que otro concepto: “Reflejo de la Cultura popular castellana”, puesto que esto de “cultura popular” podría ser muy amplio… Pero no es momento para discusiones acerca de una denominación más o menos adecuada: los eruditos del tema dicen que lo mejor sería decir “tradición local”, puesto que los cambios y variaciones son muchísimos, tantos como castellanos, como hombres, mujeres y niños que, antaño (y, a veces, hogaño) habitaban y habitan, por así decir, los pueblos donde nacieron sus abuelos y sus padres. Hoy, en el mejor de los casos como segunda vivienda, si es que los pequeños se juntan con otros y juegan en los soleados días del verano, que no en las lánguidas otoñales tardes, ni menos aún en los gélidos inviernos de la paramera…
El libro, amplio en su paginación de casi trescientas hojas, es una amplia recopilación de coplas y romances, de poesías sencillas, locales, que Félix García fue escuchando en las calles de su pueblo, Trescasas, en las fiestas y regocijos, en bautizos y bodas, a lo largo, fundamentalmente, de un periodo situado entre 1944 y 1945. Además, dice su hija Isabel, su padre se gastaba el poco dinero del que disponía en comprar coplas a los ciegos, cuando “bajaba” a Segovia, “pliegos de cordel” que después aprendía de memoria y que, actualmente, a sus ochenta y cinco años, sigue recordando a la perfección.
Así, pues, surgió la presente recopilación. Como forma de aunar y recopilar los recuerdos de Félix y dejarlos materialmente escritos para que otros, para que los vinieran después o detrás de nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos, puedan leerlos y estudiarlos y, a través de ellos, ver y analizar la forma de vida que vivimos antes, que vivieron nuestros antepasados, a pesar de que el tiempo transcurrido no haya sido tanto, aunque sí los cambios y adelantos tanto en tecnología como en cultura globalizada.
Dice Isabel que su padre nació en 1929 y que es el mayor de once hermanos; que desde pequeño ayudaba a sus padres en las tareas del campo y que no frecuentó con la suficiente asiduidad la escuela del pueblo, aunque terminó los estudios primarios y fue defendiéndose por la vida sin problemas, hasta que llegó a la industrializada Azuqueca donde entró a trabajar en la fábrica de vidrio.
Hombre de una gran memoria, Isabel, su hija, recuerda que en cierta ocasión iban a representarse en Trescasas unas comedias, pero que él, Félix, tuvo que marcharse del pueblo a la sierra, durante una semana, para hacer portes de leña. Tiempo que aprovechó, mientras iba en el carro, para leer detenidamente los papeles de los actores que intervendrían en la comedia, de modo que cuando regresó al pueblo se sabía a la perfección su papel y el de los demás.
Félix es un hombre que recuerda aquellos viejos y antañones tiempos en los que las noches invernales de los pueblos se pasaban junto a la lumbre de la cocina, en la que el abuelo, se sentaba como lo que era, el auténtico paterfamilias, en el “escaño” de madera y respaldo alto (puesto que los hogares calentaban por delante, pero la espalda se quedaba helada si la puerta del fondo no cerraba como era debido).
Allí, viendo las llamas del fuego chisporrotear, el abuelo, como los sabios de la antigua Grecia, contaba anécdotas, hechos pasados -generalmente cruentos: algún asesinato acaecido en un pueblo cercano…-, cuentos anteriormente oídos a sus abuelos y consejas y, en algunas ocasiones, propicias para ello, asustaba un poco a los más pequeños de la saga, con escenas de lobos que se comían a los niños malos que no querían dormir por la noche, o llegaba la oscura figura del Sacamantecas… Eso contribuía a que se siguiese manteniendo viva la tradición oral, a que se conservasen los cuentos y romances, algunos tan bellos como el de “La loba parda”.
Hoy, Félix, viene a ser lo mismo, el hombre que ya ha vivido y deja su huella y sus conocimientos a los venideros a través de la mano recopiladora de su hija. Yo creo que personas de este tipo merecen un respeto profundo y un sincero reconocimiento por su labor y por la obra que desempañan, sin exigir nada a cambio.
Dice su hija Isabel, a modo de resumen, las siguientes palabras, que transcribo letra a letra, porque ese es el fin y el contenido del texto que comentamos:

“En este libro hay recopilado un poco de todo: romances, coplas, poemas, poesías, fábulas, canciones populares, infantiles, del folklore español y otras que cantaban en Trescasas (Segovia) en determinadas épocas del año, coplillas, estribillos de jotas, refranes, adivinanzas, trabalenguas, algún chascarrillo, chistes…, sin faltar, por supuesto, el apartado “picantón””.

Pero, añade, que no está aquí todo lo su padre sabe y recuerda que brota a cada momento, ni tampoco algunos trozos sueltos de otros recuerdos, en parte ya perdidos. De todos modos es mucho lo que hay y mucho lo que se ha ido cayendo del carro y recoge el camino, que, quien sabe, tal vez, cuando menos se esperé, surgirá como un brote fresco y espontáneo en la cuneta.
Lo que no sabe Félix, ni quizá lo sepa su hija Isabel, es que este libro servirá el día de mañana para que muchos estudiosos puedan comparar romances y cuentos, saberes perdidos que, de esta forma, permanecerán para siempre.
Una caja de caudales donde se conserva el patrimonio popular de un pueblo durante una fecha… Nada menos que su memoria colectiva (grandes y pequeñas cosas que valdrán a unos y otros dejarán de lado por creer que no forman parte del “saber popular”).


José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

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