viernes, 21 de febrero de 2014

SADECO cumple su número 100


O cuando la voluntad y la ilusión prevalecen sobre el desánimo.

BOLETÍN INFORMATIVO DE SADECO (SOCIEDAD DE AMIGOS DE COGOLLUDO), n.º 100, (Cogolludo, Septiembre-Diciembre 2013), 84 pp.

Hace algún tiempo, concretamente el pasado verano, escribí acerca de este boletín de la Sociedad de Amigos de Cogolludo.
Hoy me alegra volverlo a hacer, puesto que la ocasión así lo requiere ya que no se cumplen cien números todos los días.
Que una Asociación Cultural o una Sociedad de Amigos de..., como sucede en el presente caso, llegue a los cien ejemplares es algo muy significativo, puesto que en primer lugar indica que las relaciones internas entre sus miembros y componentes funcionan a las mil maravillas y, en segundo, que hay motivo suficiente como para seguir escribiendo sobre su tema preferente que es todo aquello relacionado con Cogolludo y sus pedanías, además de aquellos otros aspectos que se refieren al medio rural y medioambiental, que contribuyen a que los lectores de Sadeco completen y amplíen sus conocimientos.
Recuerda su director Alfonso Carlos Sanz Núñez, -muchos de los lectores harán memoria de quien es si les digo que es el hijo mayor de aquel médico tan enraizado con Guadalajara que hace algún tiempo nos habló del nacimiento de Cristóbal Colón en Espinosa de Henares y su relación con la casa de los Mendoza- que al principio de su edición, el boletín de Sadeco salía en un formato DIN A4 doblado por la mitad y con sólo unas cuantas páginas y que, ni por asomo, había en el pensamiento de sus miembros sacarla más adelante -como ahora sale- con una media de entre 80 y 90 páginas, ni menos aún haber logrado llegar a los cien  números, que se dice pronto, pero que nadie mejor que los encargados de los boletines de las asociaciones son capaces de comprender en su total significado.

“En total -dice Alfonso Carlos en su “Primera página”, a modo de editorial- hemos plasmado, a lo largo de estos años, casi 8.000 páginas, con innumerables imágenes actuales, antiguas, o dibujos originales de nuestros colaboradores, que no han faltado a la cita y han cumplido con el reto, tampoco escrita -como condición inicial tácita- de mantener el espíritu de investigación para que nuestra historia, nuestras tradiciones y nuestras actividades en estos años de vida de la Sociedad de Amigos de Cogolludo sean conocidas por quienes siguen en la actualidad su contenido, y por quienes, en años venideros, tengan el privilegio de conocer cómo se desarrollaba la vida en nuestro pueblo en una época bien distinta a la que a ellos les tocará vivir”.

Porque este es, en verdad, el meollo de todo lo que entraña la publicación de un boletín o revista, de estas características: recibir, conservar y transmitir a las generaciones venideras todo aquello que las generaciones actuales hemos recibido de nuestros antepasados, para que, ellas, a su vez, sean capaces de hacer lo mismo con las siguientes, manteniendo así el eterno ciclo de la vida.
Es decir, para que quienes nos sigan, sepan comprender nuestra forma de ser y de pensar actual, considerando sus circunstancias, sus, digamos, coordenadas espacio-temporales.
El hombre y su momento, pero además, su lugar, es decir, todo aquello que contribuye a su “determinismo”.
Parece mentira, cabría decir, que el “sencillo” boletín de una sociedad rural pueda contribuir a tan alto grado de compromiso.
Pero, claro, cuando uno se compromete a una tarea de esta envergadura -a llevar a cabo la edición de una revista-, lo primero que tiene que hacer es ser consciente de sus posibilidades y de su alcance, o no entrar en el juego pseudocultural, tan de moda en estos tiempos que corren, puesto que el tiempo fluye y se mueve, y todos debemos movernos con el y en él para encontrar lo que buscamos a través o a lo largo del cambio.
Dice “a medias” Alfonso Carlos que, en algunas ocasiones, pudiera parecer que algunos de los artículos publicados no se han entendido, bien por lo que dicen en sí -su contenido-, bien por su nivel.
Yo no creo que eso sea malo del todo, puesto que las personas, sin que nadie les diga nada, son capaces -si tienen interés- de buscarse los medios más adecuados para alcanzar esos significados al principio oscuros.
De todas formas tampoco creo que los temas expuestos entre esos miles de páginas sean tan ininteligibles como se apunta, de ahí que, en ciertos momentos surgiera el debate, la discusión, el diálogo necesario para encontrar la luz, como aquél Saulo de Tarso la encontró en “su” camino a Damasco: denominaciones toponímicas que no gustan a ciertas personas (he tenido ocasión de participar en un debate en que una alcaldesa no quiso aceptar el origen toponímico de su pueblo porque le parecía feo y malsonante), orígenes de ciertas construcciones... que dieron lugar a réplicas y contraréplicas interesantísimas, lo cual da idea del interés suscitado por estos temas que, quizá en otros lugares y en otras circunstancias no hubieran interesado = fructificado.
Ese es el gran mérito de este boletín y, por eso mismo, su director, sincerándose con el lector, dice:
“Cuando esto se ha producido -el contraste, la réplica- hemos de afirmar que se han dado estas circunstancias, y por ello felicitamos a quienes discrepan y saben exponer sus criterios con bases razonadas” (las cursivas son mías).
Evidentemente, escribir una revista como la que comento, con casi cien páginas, no es labor de uno solo, sino de un grupo de colaboradores que no es posible nominar individualmente, si exceptuamos al primer director Alejandro Alonso Muñoz, que tanto entusiasmo y entrega inculcó en Alfonso Carlos, el director actual, para continuar la tarea por él iniciada, cumpliendo los plazos, los tiempos establecidos, trimestralmente en un principio y cuatrimestralmente en la actualidad, por aquello del vil metal.
En fin, termina la “Primera página” con una buena intención, deseable, por otra parte: poder seguir dando vida a esta publicación con el mismo entusiasmo y a pesar de los descalabros económicos, que, quizá, no pasen de ser circunstanciales.
Por lo demás -que no es poco- el boletín recoge sus secciones tradicionales, aunque sí, quisiera hacer mención de un trabajo, extenso y meritorio debido a Juan Luis Pérez Arribas, en cierta forma alma mater del boletín, que, dentro de la sección Patrimonio artístico e histórico, lleva por título “La iglesia de Santa María por dentro” (páginas 10-23), realizado ex profeso para esta celebración, que incluye unos maravillosos dibujos de su planta, alzado, cortes, detalles, complementos fotográficos, etcétera, al que no le van a la zaga otras colaboraciones como las de Javier Pérez Fernández, “Pedro Valeros, vecino de Cogolludo, y su matrimonio con la supuesta hija secreta del cardenal Mendoza” (páginas 24-29), de muy interesante contenido y que no desmerecería en una revista universitaria, o el titulado “Firmas y rúbricas” (páginas 53-65), debido a la pluma de José María Segoviano Sierra, curiosísimo en su contenido, que dan buena idea del trabajo que los colaboradores de este boletín se han autoimpuesto cara a realizar una verdadera obra de arte, para hoy y para el mañana.
Enhorabuena, por tanto, a Sadeco, es decir, a la sociedad y a sus socios, por haber cumplido estos cien números, así como a sus asiduos colaboradores y a su director, por contribuir tan altruistamente al desarrollo cultural de Cogolludo y su zona de influencia.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión sobre este libro nos interesa. Escríbela aquí.