domingo, 2 de marzo de 2014

El sonambulista

URBANO ANDRÉS, José Miguel, El sonambulista, Madrid, Celesta (Colección Piel de Sal, 6), 2013, 58 pp. (ISBN: 978-84-938907-8-0).

El Sonambulista, es un libro de José Miguel Urbano que nada tiene que ver con La Toba, pueblo con el que está relacionado a través de sus antepasados, puesto que lejos de tratarse de un conjunto de poesías más o menos bucólicas, es un libro pleno de modernidad, de expresiones actuales, en movimiento, ágiles, que dan idea de lo que bulle por el cerebro del poeta.
Son poemas sin apenas puntuación, rápidos, que tratan de ser un viaje interno con el que conocerse mejor, más en profundidad, para así, de la misma manera, conocer a los demás, al mundo externo que rodea a quien los escribe.
Un viaje de implosión y de explosión.
Exultante donde prevalecen las querencias íntimas, las inquietudes propias: el cine -que también es movimiento, arte cinético-, la música -casi centrada en el jazz-, y la necesidad de conocer cosas de otras latitudes, de otros mundos: los viajes, que constituyen el tema principal de la mayoría de los poemas que se recogen en este libro, de no demasiada extensión ya que, como es sabido, un libro de poemas no debe pasar de las cincuenta páginas.
La vida y todo lo que ella conlleva, los actos con que se llena ese especio de tiempo que llamamos vida, hacen que quien vive sea una especie de funambulista, un equilibrista que pisa con precaución la cuerda imaginaria que se tiende sobre el vacío: “el alambre de la vida”, pero, además, una cuerda floja que en muchas ocasiones se va pisando como lo haría tal vez un sonámbulo -como sin darse cuenta, adormiladamente-, lo que podría entrañar gran peligro, puesto que la caída echaría por tierra esa búsqueda que persigue José Miguel Urbano.
Las dos palabras equilibrista / funambulista y sonámbulo, se han mezclado para dar como resultado el título del poemario: El sonambulista.
Se trata de la primera publicación extensa del poeta (Madrid, 1974).
Antes dio a conocer la plaquette titulada Presagios y ha visto algunos poemas suyos publicados en varias antologías: Manos a la obra (2008-2010), Manos a la obra, dos (2010-2011) y Libertad tras las rejas. Además mantiene un blog en internet denominado untejadoadosaguas.
Aparte de su propia poesía, quien mejor define a José Miguel Urbano, que no a su obra, es Jesús Urceloy, quien, en el verano del 2013, escribía lo siguiente en el prólogo del libro que comentamos:

“José Urbano viaja para conocer lo que ha dejado atrás. Viaja para volver. Por las noches, en el duermevela de las calles, viste su desnudez con la elegancia del anonimato y sin arneses ni barras, palancas o paracaídas, ronda de casa en casa, de persona en persona, de aliento en aliento, nuestra vigilia de eternos perdedores. Sonambulista. Caminando en la cuerda imaginaria de un hilo de luz” (p. 10).

O, como también señala:

“La poesía y José Urbano son, desde entonces, sinónimos. Ha conocido el abrazo de las palabras…”.
La poesía de José Miguel es un totum revolutum en el que aparentemente todo está manga por hombro, aunque, en realidad, cada cosa esté en su sitio y sea una manera de expresión tal vez forzadamente alocada, como si el autor de los poemas tuviera prisa antes de que la vida se lo lleve por delante.
Una prisa nerviosa, como son las prisas, según escribe en “No habrá más mañanas como ésta”:

“Un trozo de cristal de Bohemia es una / oportunidad de ser como la autopista que bordea / la falla // sobrevivo al sudor de su filo que emponzoña los / acordes desafinados de mi muñeca // apago el marcapasos, sumerjo los brackets en un / vaso con olas y troceo la lengua en una barra de / catalejos a medida // estoy cansado de acumular afectos cobardes al / bisturí // ya no me vale el sillón en la pradera ni las señales / de humo, la sombra y su huida es una barca pasto / de sus propios fantasmas // las palabras se refugian en los cajones, los carros / de heno se desquician en los abrevaderos y mis / cuerdas susurran socorro sin levantar la vista // la camisa de fuerza y la maceta arrojada al vacío / son tornados que llenan mi cantimplora de bilis // soy un bebedor de mares que anhela los tejados / pajizos de Gauguin”.

Muchos poemas buscan ¿describen? Ciudades, lugares. Así ve “Madrid” José Miguel:

“Viajo para echar de menos Madrid / sus desguaces, las esquinas desnudas sobre el adoquín // y el perro descansando en la escarcha // sigo buscando en fotos / el chorro de esa plaza / con ventanas, barrotes y hojas de geranios // siento el frío de las avenidas / en las calles de Hoy An y sus tenderetes inundados //en el peregrino sin bastón de guía / en el templo de Kamakura cuyos jardines se desplazan // te recuerdo / como el monasterio que nunca quisiste ser / dando la espalda a torres vanidosas / que te pisotean por efecto de los vehículos de reparto // no te preocupes / la calle Amnistía no llorará por ti / y te pasearé con paraguas / sorteando los bolardos”.

A veces, de una palabra: “Carnaval” -que es un título-, surge una idea en tres versos:

“Un sombrero de carnaval con cuernos de diablo
Enseña impúdicamente las muescas de la
Primavera de Praga”.  

O el poeta da pista sobre los poetas que lee, que le llenan, que forman parte de su propio poema, como sucede en “Jazz”:

“Un cálido sonido sube lento, (1)
con el vaso en la mano, cuando pienso en mi vida (2)
veo la caricia en las teclas de un piano. (3)

De repente, aumenta el griterío, y la música
aumenta, (4)
cabalgo la distancia de mis dudas (5)
no parece ser ella… ¿o quizás sea? (6)
a pesar de sus ojos, me ha tocado vivir. (7)
…   …   …   …   …

[(1) Gabriel Celaya, “Jazz”; (2) Jaime Gil de Biedma, “Elegía y recuerdo de la canción francesa”; (3) Francisco Díaz de Castro, “Instantánea”, (4) Carlos Marzal, “Ninguno parecía tener miedo”; (5) José María Hinojosa, “O”; (6) Álvaro Salvador, “Isla negra”; (7) Javier Egea, “Noche canalla”…].

Una poesía, actual y sugerente, que se vuelve mágica como las figuras en un cuadro del Bosco.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS


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