viernes, 19 de julio de 2013

Recuerdos de Centenera

Concejo de Centenera, Centenera 1870-1975. “Volver a verte”, Guadalajara, Ayuntamiento de Centenera/Intermedio Ediciones, Febrero 2009, 128 pp.  (29,5 x 21 cm.).

Centenera 1870-1975 “Volver a verte” es el título del libro que comentamos hoy y que fue editado por su concejo, acogiéndose al Programa “Los Legados de la Tierra”, que tanto hizo por la salvaguarda de la fotografía en los pueblos de Castilla-La Mancha.
Como en casi todos los casos anteriores se trata de un libro compartimentado según un esquema parecido.
Comienza con un “Saluda” del entonces Alcalde, en el que da constancia de la importancia que tiene este tipo de libros, con las siguientes palabras:

“Antes de comenzar el trabajo de este libro y al ver otros realizados en otros pueblos, me parecía imposible, y así lo sigo creyendo, resumir en cien páginas la historia de un pueblo, ni siquiera la de una persona. Pero también me he dado cuenta que no es ese el fin, sino que lo que se pretende es tener recogidos momentos de nuestra historia, de nuestro pueblo, de nuestras familias. Momentos que han marcado quién somos y donde estamos.
Parece pues interesante guardar este catálogo en un lugar especial de nuestras vidas. En sus hojas, en cada foto, en sus textos, encontraremos algo de nosotros, de nuestros antepasados.”  

Unas notas históricas, a modo de introducción, dan paso al libro propiamente dicho, que lo hace con una visión general titulada “El Concejo”, y que a su vez comienza con una serie de “Recuerdos y vivencias de Centera”. Una página escrita por Luis Herranz Riofrío, a la que siguen cincuenta y cuatro fotografías en blanco y negro, fechadas entre mediados de los años cuarenta y comienzos de los setenta, incluyendo además una interesante muestra de seis perteneciente a los fondos de Tomás Camarillo conservadas en el CEFIHGU de la Diputación Provincial de Guadalajara: “Iglesia parroquial. Puerta con clavos, herrajes y llamadores estilo Renacimiento”, “Iglesia parroquial. Estilo Renacimiento” (en realidad se trata de un expositor), “Vista general” (el palacio de Ibarra en primer plano), “Iglesia parroquial. Cartelas de talla dorada con escudos y adornos Renacimiento siglo XVII” (¿?), “Iglesia parroquial, Virgen Románica. Siglo XIII” e “Iglesia parroquial. Tenebrario de estilo plateresco. Siglo XVII”.
Entre las fotos de los años setenta hay una en la que pueden verse los restos del avión norteamericano que se estrelló en las proximidades de Centenera en junio del setenta y uno. El resto corresponden a gentes del lugar y a labores agrícolas y ganaderas.
“Vidas privadas” es el segundo bloque y, al igual que el apartado anterior, comienza con un texto, no muy largo, de Marisol Galdón, una mujer que descubrió los encantos del pueblo tras vivir el tráfago urbanita. Lleva por título “2001: Odisea en Centenera” y continua con una amplia colección de fotografías en las que se recogen bautizos, bodas, comuniones y tiempos compartidos: es decir, temas matrimoniales, del colegio, niños (algunos a lomos de un caballo de cartón o en coche ficticio).
Una página registra los nombres de quienes dejaron sus fotos de familia para la confección del libro, que continua con otro apartado, quizá el más breve, “Rincones de Centenera”, cuya introducción corresponde a Yolanda Ventosa Gómez, que junto a Mercedes Espada, se encargó de las ilustraciones y de ir acopiando las fotos cedidas y de ir escaneándolas para su posterior publicación.
Sigue el capítulo “Entre nosotros”, que en esta ocasión se inicia con un trabajo de M.ª Pilar Monge Espada acerca de los apodos de las gentes del pueblo, como “Una forma tradicional de identificar a las personas en los pueblos: “apodos y/o motes”. En él se incluyen las fotografías de dichas gentes: grupos de amigos en fiesta, endomingados, cosiendo, jugando, en bici, en el palacio, en la puerta de su casa, en la presa del Lagar tomando un baño, o en las Cañadas; algunas de familia.
El apartado de “Retratos”, que abre Antonio Martínez Arguedas con un texto titulado “Del pasado al presente”, refiere las diferencias existentes entre el pueblo de hace cincuenta años y el actual. Las fotografías son más antiguas; algunas están fechadas hacia 1875, 1890, a finales del siglo XIX y otras son de comienzos del XX; pocas llegan a la meta del año 75.
No podía faltar el apartado de los “Militares” con introducción, en este caso, de Roberto Gómez Monge que firma el texto titulado “Identidades”, una hoja en la que habla del tiempo pasado y la huella que ha ido dejando. Las fotos más antiguas datan de 1870 y 1911 y las demás van evolucionando. Son, generalmente, fotos de estudio, con poses muy estudiadas y fondos decorativos pintados en telones de fondo. Al igual que sucede con los retratos anteriormente citados, ninguna aparece firmada. Llama la atención, en este último apartado, una imagen de la guerra civil (1937), de grupo.
Finaliza el libro con el capítulo sobre las “Fiestas” y el trabajo “Pincelada coral”, de Ángel Salvatierra, que agrupa fotografías de la procesión de Santa Águeda, la patrona; de los toros, y algunas de grupo -divirtiéndose en las fiestas de los años 71 y 72-.
Una foto final incluye un amplio pie en el que se dice:

“Esta última foto representa algo más que un grupo de personas, son un grupo de amigos unidos por un lugar común, por una vida en común. Con un pasado que les unió y con un futuro que compartirán. Principio y fin, fin y principio. Con esta foto ponemos el punto y final a este catálogo, pero abrimos la puerta para que también sea el punto y seguido, el principio de una próxima exposición y catalogación de los recuerdos más cercanos a la memoria”. 
 
Sería bueno seguir y ampliar este libro con otros que ofrezcan más datos del pasado de Centenera, pero, de momento, aquí queda esta entrega que ya deja una huella cara al mañana.

                                                                                       

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