TRIJUEQUE GARCÍA, Antonio (autor y compositor), Colección de partituras para Dulzaina.
Nuevas composiciones para dúo y grupo de dulzainas castellanas,
Guadalajara, 1.ª ed. Asociación Cultural “Gaiteros del tío Maroto”/AACHE
Ediciones, 2013, 96 pp. Prólogo de Luis Manuel García Muñoz.
Este libro no es para leer, me
explico, no es para leer textos al uso, sino para leer partituras musicales.
No es frecuente encontrarse con
la edición de libros de este tema, puesto que, incluso en estudios que
pretenden ser etnográficos, se encuentran con frecuencia trabajos que hablan de
música refiriéndose única y exclusivamente al texto, dejando a un lado la
música objeto del trabajo, la partitura y hasta propio el sonido…
Este, como digo, es un libro al
que le falta texto, porque es un conjunto, ya lo dice el título, una colección
de partituras, que su autor, profesor de dulzaina en la Escuela de Folklore de
la Diputación Provincial de Guadalajara y miembro del grupo “Gaiteros del tío Maroto”, ha compuesto basándose en los ritmos populares que hasta no hace
muchos años llenaban de alegría las fiestas de cualquier pueblo.
Muchos pensarán que una cosa es
la dulzaina, como instrumento musical, y otra la “gaita” -lo digo por eso de
los “Gaiteros del tío Maroto”, que nada tienen que ver con los tradicionales
gaiteros gallegos-, pero en realidad, desde siempre se ha conocido la dulzaina
con el nombre de gaita y al dulzainero con el de gaitero o en ocasiones “chiflero”.
La verdad es que ya iba haciendo
falta un libro como este que agavillara una amplia colección de temas tan
relacionados con la provincia de Guadalajara, con sus fiestas y al fin con sus
gentes, que son las que se divierten cuando surge o llega el momento y la
ocasión.
Se trata de un conjunto de
cuarenta y cinco partituras que su autor divide en dos amplios bloques. El
primero recoge composiciones para dúo de dulzainas y abarca una treintena de
piezas: “A la Virgen de la Herrería”, “Rondó de la Olmeda”, “Algarabía
alcarreña”, “Baile corrido del Quijigal”, “Jota de San Miguel”, Marcha de
gigantes y cabezudos”, “Jora de la Cañá Valdeminía”, “La botarga de Montarrón”,
“Jota del Bustar”, “Maranchón”, etcétera, entre otras; mientras que el segundo,
destinado a grupos de hasta cinco dulzainas,
contiene la mitad, es decir, quince: “A las puertas de la iglesia”, “A la
Virgen de la Antigua”, “Camino del Enebral”, “Rebolada Vega Peñalba”, “Jota del
Olivar y muchas más, de manera que en ambos apartados se incluyen diferentes
géneros y ritmos, lo que sin duda contribuye a hacer más amena su lectura
musical.
Aparecen relacionadas por orden
alfabético: desde el baiao, el baile corrido, la cumbia, el chotis procesional,
la entradilla, el fandango castellano, el fox-trot, la jota y el mambo, hasta
el pasodoble, la polca, la ranchera, la rebolada, la rueda al estilo zamorano y
el vals, pasando por la mazurca, la mudanza, el pasacalles y el pasodoble. Las
piezas más numerosas, como era de esperar, son las jotas y las reboladas,
seguidas de los bailes corridos y los pasacalles.
Dos piezas -“Marcha de gigantes y
cabezudos” y “La botarga de Montarrón”- nos han llamado la atención en
especial. La primera de grato recuerdo porque, hace ya muchos años, cuando
quien esto escribe lo hacía en las páginas para Guadalajara del diario Pueblo, solía dar un toque de atención a
los encargados de festejos para que la música que acompañaba a los gigantes y
cabezudos en sus recorridos a lo largo de las Ferias y fiestas de la capital no
fuese una música chabacana al uso (de moda), sino que debía ser como siempre
había sido en los pueblos de Castilla: a base de gaita (o dulzaina, como queda
dicho) y tamboril. La verdad es que ha tenido que pasar bastante tiempo para
que las cosas se arreglasen (con lo
fácil que hubiese sido hacerlo en su momento). La segunda porque constituye un
sencillo y amigable homenaje a Félix Megía San José, que tantos años lleva
desempeñando el papel de botarga en Montarrón, el día de San Sebastián y su
víspera. Se lo merecía.
Una colección de partituras que,
como señala Antonio Trijueque, “es un recorrido por distintos ritmos y géneros,
que de una forma u otra han pasado a formar parte del repertorio de dulzaina
como lo hicieran en tiempos los antiguos dulzaineros para llenar de música cada
uno de los momentos de la fiesta, fueran éstos más o menos rituales”.
Estamos, pues, ante un libro –
que casi podríamos considerar como “de texto”- que seguramente vendrá muy bien
a quienes tengan interés por tocar la dulzaina y que, como muy bien saben en la
Escuela de Folklore, cada día son más.
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