viernes, 8 de febrero de 2013

Música popular de Guadalajara: de hoy y de siempre


TRIJUEQUE GARCÍA, Antonio (autor y compositor), Colección de partituras para Dulzaina. Nuevas composiciones para dúo y grupo de dulzainas castellanas, Guadalajara, 1.ª ed. Asociación Cultural “Gaiteros del tío Maroto”/AACHE Ediciones, 2013, 96 pp. Prólogo de Luis Manuel García Muñoz.

Este libro no es para leer, me explico, no es para leer textos al uso, sino para leer partituras musicales.
No es frecuente encontrarse con la edición de libros de este tema, puesto que, incluso en estudios que pretenden ser etnográficos, se encuentran con frecuencia trabajos que hablan de música refiriéndose única y exclusivamente al texto, dejando a un lado la música objeto del trabajo, la partitura y hasta propio el sonido…
Este, como digo, es un libro al que le falta texto, porque es un conjunto, ya lo dice el título, una colección de partituras, que su autor, profesor de dulzaina en la Escuela de Folklore de la Diputación Provincial de Guadalajara y miembro del grupo “Gaiteros del tío Maroto”, ha compuesto basándose en los ritmos populares que hasta no hace muchos años llenaban de alegría las fiestas de cualquier pueblo.
Muchos pensarán que una cosa es la dulzaina, como instrumento musical, y otra la “gaita” -lo digo por eso de los “Gaiteros del tío Maroto”, que nada tienen que ver con los tradicionales gaiteros gallegos-, pero en realidad, desde siempre se ha conocido la dulzaina con el nombre de gaita y al dulzainero con el de gaitero o en ocasiones “chiflero”.
La verdad es que ya iba haciendo falta un libro como este que agavillara una amplia colección de temas tan relacionados con la provincia de Guadalajara, con sus fiestas y al fin con sus gentes, que son las que se divierten cuando surge o llega el momento y la ocasión.
Se trata de un conjunto de cuarenta y cinco partituras que su autor divide en dos amplios bloques. El primero recoge composiciones para dúo de dulzainas y abarca una treintena de piezas: “A la Virgen de la Herrería”, “Rondó de la Olmeda”, “Algarabía alcarreña”, “Baile corrido del Quijigal”, “Jota de San Miguel”, Marcha de gigantes y cabezudos”, “Jora de la Cañá Valdeminía”, “La botarga de Montarrón”, “Jota del Bustar”, “Maranchón”, etcétera, entre otras; mientras que el segundo, destinado a  grupos de hasta cinco dulzainas, contiene la mitad, es decir, quince: “A las puertas de la iglesia”, “A la Virgen de la Antigua”, “Camino del Enebral”, “Rebolada Vega Peñalba”, “Jota del Olivar y muchas más, de manera que en ambos apartados se incluyen diferentes géneros y ritmos, lo que sin duda contribuye a hacer más amena su lectura musical.
Aparecen relacionadas por orden alfabético: desde el baiao, el baile corrido, la cumbia, el chotis procesional, la entradilla, el fandango castellano, el fox-trot, la jota y el mambo, hasta el pasodoble, la polca, la ranchera, la rebolada, la rueda al estilo zamorano y el vals, pasando por la mazurca, la mudanza, el pasacalles y el pasodoble. Las piezas más numerosas, como era de esperar, son las jotas y las reboladas, seguidas de los bailes corridos y los pasacalles.
Dos piezas -“Marcha de gigantes y cabezudos” y “La botarga de Montarrón”- nos han llamado la atención en especial. La primera de grato recuerdo porque, hace ya muchos años, cuando quien esto escribe lo hacía en las páginas para Guadalajara del diario Pueblo, solía dar un toque de atención a los encargados de festejos para que la música que acompañaba a los gigantes y cabezudos en sus recorridos a lo largo de las Ferias y fiestas de la capital no fuese una música chabacana al uso (de moda), sino que debía ser como siempre había sido en los pueblos de Castilla: a base de gaita (o dulzaina, como queda dicho) y tamboril. La verdad es que ha tenido que pasar bastante tiempo para que las cosas  se arreglasen (con lo fácil que hubiese sido hacerlo en su momento). La segunda porque constituye un sencillo y amigable homenaje a Félix Megía San José, que tantos años lleva desempeñando el papel de botarga en Montarrón, el día de San Sebastián y su víspera. Se lo merecía.
Una colección de partituras que, como señala Antonio Trijueque, “es un recorrido por distintos ritmos y géneros, que de una forma u otra han pasado a formar parte del repertorio de dulzaina como lo hicieran en tiempos los antiguos dulzaineros para llenar de música cada uno de los momentos de la fiesta, fueran éstos más o menos rituales”.
Estamos, pues, ante un libro – que casi podríamos considerar como “de texto”- que seguramente vendrá muy bien a quienes tengan interés por tocar la dulzaina y que, como muy bien saben en la Escuela de Folklore, cada día son más.

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