Comentamos aquí un libro de
gran interés para historiadores y analistas del pasado devenir de la sociedad y
la tierra de Guadalajara. Se trata de “El Movimiento Obrero en Guadalajara
(1868-1939)” y ha sido su autor Enrique Alejandre. Ha sido editado por la Fundación Federico
Engels de Madrid, en 2008, y cuenta con 300 páginas y un buen
álbum de gráficos y fotografías de la época.
Es este libro la expresión
impresa de una investigación larga y meticulosa. La investigación de todos los
asuntos relativos a la lucha obrera durante la segunda mitad del siglo XIX y
primera del XX. Un siglo entero, a caballo entre otros dos, en los que podemos
decir que esa lucha surgió, se mantuvo, ganó batallas desde la base y perdió
muchas otras desde el poder. Épocas en
las que se plantean fundamentos filosóficos y sociales que determinan el empeño
de unos cuantos dirigentes, secundados por miles, por millones de trabajadores,
para conseguir, de una parte, dignificar la calidad social y humana de los
obreros, y de otra alcanzar y desarrollar el poder en la sociedad. Países
como Rusia tras su Revolución de 1917, y muchos otros espacios del mundo a los
que fue llevada esa forma de sociedad, la “dictadura del proletariado”, han
demostrado luego las alternativas reales que daban a la clase obrera.
Alternativas que han sido, en todo caso, muy cuestionables, al ver la forma en
que hoy viven los obreros de uno de los últimos estados marxistas que existen (la República de Cuba, por
ejemplo) o en otro en el que esa lucha no se produjo o, en todo caso, nunca
alcanzó el poder, como Dinamarca, por poner otro ejemplo.
Obreros y dirigentes en la Guadalajara de entre
siglos
El estudio de Alejandre,
sumamente interesante, y fuente histórica fundamental para conocer los datos de
nuestra provincia entre los años que indica el título de su libro (1868 a 1939) se basa en
numerosos pilares: uno de ellos es la relación y análisis exhaustivo de los
elementos productivos en los que están implicados obreros. Desde la Fábrica de Paños de
Guadalajara, fundada en el siglo XVIII y cuyos operarios plantearon los
primeros conflictos laborales conocidos en España, a los lugares donde hubo
explotaciones mineras (Hiendelaencina con sus minas de plata, Setiles y sierra
Menera con sus minas de hierro, y las salinas del norte provincial con las
centradas en Imón (Atienza) y Armallá (Molina) principalmente. Además abarca el
análisis de los telares productores de lienzos en Brihuega, Trillo, Alcocer,
Ariecilla, Horche, Budia y Sigüenza; las industrias de jabones de Brihuega y
Mondéjar, las de vidrios en Arbeteta y El Recuenco, las de papel en Gárgoles de
Abajo y en Cívica, las de alfarería en Guadalajara, Cifuentes, Sigüenza y
Cogolludo, o las de muebles rurales en Atienza. Añade Alejandre el estudio de
la explotación de los pinares resineros de la zona del ducado de Medinaceli, en
la fábrica de Mazarete que funda en 1882 don Calixto Rodríguez, o la
explotación industrial a gran escala y empeño europeo que arranca la Unión Resinera Española
en 1898. A
cientos se contaban los individuos que en esa época trabajaban en ese tema. Y
no olvida, finalmente, la naciente masa obrera que se suma a los trabajos
iniciales de instalación de los nuevos descubrimientos técnicos, como el
ferrocarril (de 1859-1860 es la puesta en marcha atravesando la provincia de
Guadalajara del primer ferrocarril Madrid-Zaragoza), los tendidos telegráficos,
y los de energía eléctrica, realidad plena a partir de 1897 con la constitución
de la Sociedad Eléctrica
de Guadalajara.
Todas esas actividades las
vemos divididas claramente en dos periodos: el primero abarca desde la Revolución liberal de
1868 y la proclamación de la I República
(hasta fin de siglo y el crack de 1898) y la segunda desde inicio del XX hasta
el fin de la Guerra Civil.
A las industrias analizadas en el XIX se suman en el nuevo siglo la Compañía angloespañola de
Cementos Pórtland, la
Hispano-Suiza y la Fibrocementos
Castilla.
El PSOE y la UGT nacen en Guadalajara
Además de esos “núcleos de
trabajo” a los que se suma el más numeroso en la provincia, el “campesinado”,
Alejandre analiza con rigor y detalle la evolución de los partidos, las
asociaciones, las agrupaciones, uniones, confederaciones, etc, que van
cimentando la lucha de los obreros por conseguir sus objetivos.
No es exagerado decir que
tanto el PSOE como la UGT
nacieron en Guadalajara. De hecho, los mejores colaboradores de Pablo Iglesias
en sus primeros años de lucha, son de aquí. El “grupo de los nueve”, todos
ellos de ideas marxistas, es el que en 1872 crea en Madrid la Nueva Federación que va a
constituirse pocos años después en el Partido Socialista Obrero Español. Sus
ideas fueron proclamadas a través del periódico “La emancipación”. Y su base la
tuvo en la Asociación
del Arte de Imprimir, creada en Madrid como cooperativa, y presidida desde 1874
por Pablo [Paulino] Iglesias.
En Guadalajara nació, al
compás de la Imprenta Provincial
creada por la Diputación Provincial ,
y desde 1877, siendo su administrador Tadeo Calomarde, y su regente un joven
tipógrafo de 25 años, llamado Alfonso Martín Manzano, al que se añadió Julián
Fernández Alonso y luego Iglesias.
En Madrid, este grupo de
dirigentes se reunía en el Café “El Brillante” o en la cafetería “Lisboa” de la
puerta del Sol. De todos los asistentes, en 1879 surgió la idea de crear y
formalizar el PSOE, cosa que ocurrió en la taberna “La Labra ” de la calle Tetuán.
Al año siguiente, empezaron a formarse agrupaciones de este partido por toda
España. La 2ª tras la de Madrid, fue la de Guadalajara, a cuyo frente se puso
Julián Fernández Alonso, en 1880. También al crearse la UGT , una de las primeras
agrupaciones fue la de Guadalajara. Su grupo de tipógrafos, siempre pioneros en
este campo de la lucha obrera y sindical, fueron claves en todo ello.
En cualquier caso, la densa historia que Enrique Alejandre nos
entrega en su libro, aclara estos hechos y pone en negro sobre blanco tanta
fecha y tanto nombre que hoy ya son eso: historia del movimiento obrero en Guadalajara.
Entre tantas noticias, nos llaman
la atención algunos aspectos biográficos de gentes encontradas. Por ejemplo, la
de don Alvaro Figueroa y Torres, conde
de Romanones, del que entrega muchos datos, como por ejemplo el de ser uno de
los mayores latifundistas de España, teniendo en el año 1931 exactamente 15.132 hectáreas ,
de las cuales casi la mitad estaban en Guadalajara. En paralelo, Alejandre nos
da noticia amplia de la vida y hechos de Isabel Muñoz Caravaca, la maestra de
Atienza que tanto escribió y luchó por el socialismo en Guadalajara y en
España.
Un amplio
recuerdo histórico de esta época nos viene a entregar este libro. Acaba con la
desaparición de
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