Una obra con gran valor iconográfico. Su autor, Felipe Peces, recoge el
más completo episcopologio seguntino.
PECES RATA, Felipe-G., Los Obispos en la Ciudad del Doncel
(589-2012), Sigüenza, El Autor, 2012, 248 pp.
Con la tinta aún fresca acabamos
de recibir este libro que su autor, el canónigo-archivero de la catedral
seguntina Felipe-Gil Peces, dedica a D. Laureano Castán Lacoma, obispo de
Sigüenza desde 1964 hasta 1980, con motivo de celebrarse el primer centenario
de su nacimiento.
Una “Carta al lector” del también
canónigo de la catedral de Sigüenza Jesús de las Heras Muela -director del
semanario Ecclesia y de Ecclesia digital-, da a conocer las
claves de fondo del libro que comentamos: la diócesis como “una porción del
Pueblo de Dios, que se confía a un obispo para que la apaciente con la
cooperación del presbiterio, de suerte que, adherida a su pastor y reunida por
él en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y de la Eucaristía, constituya
una iglesia particular, en la que verdaderamente está y obra la Iglesia de
Cristo, que es una, santa, católica y apostólica”, según definición del
Concilio Vaticano II, a través de su decreto Christus Dominus (1965), que viene a coincidir con el canon 369 del
Código de Derecho Canónico (1983). De
donde procede la importancia de las diócesis y el importante papel que en ellas
juegan los obispos.
Diócesis que, en el caso de
Sigüenza, cuenta con al menos mil cuatrocientos años de antigüedad; es decir,
desde el 589, como queda de manifiesto en las firmas de los obispos asistentes
al III Concilio de Toledo, hasta nuestros días, aunque, claro está, con algunas
modificaciones debidas a su propia evolución como el cambio de sus límites, que
debían coincidir con los provinciales, llevado a cabo en 1955 por decreto de la
Santa Sede, o el cambio de denominación sufrido en 1959 en que de ser diócesis
de Sigüenza pasó a convertirse y denominarse de Sigüenza-Guadalajara.
Según lo anterior, podemos decir
que en una diócesis son necesarios tres elementos: su cabeza, es decir, el
obispo; quienes lo ayudan en su labor pastoral o presbiterio, y los fieles. Ahí,
precisamente, radica la importancia de este libro; en que los tres son
necesarios y se complementan.
Y para saber quien es quien y
cuales han sido los obispos que se han ocupado del pastoreo de la diócesis
seguntina a lo largo del tiempo se ha escrito este libro que, tras la Carta comentada, comienza con una “Isagoge”
(introducción o exordio) de su autor, en la que manifiesta los deseos y
propósitos que le han movido a escribirlo: el poner al alcance de los amantes
de la Iglesia multisecular de Sigüenza una parte importante de su historia, la
identificación de los distintos obispos a través de sus efigies, contenidas en
soportes tan variados como pueden ser el papel, la madera, los tejidos, los
metales, la cera, etc., incluyendo las de aquellos obispos que no la tienen y
que se han suplido por otras, idealizadas, realizadas por las benedictinas de
Madrid sobre papel apergaminado.
Sigue un segundo apartado “A
guisa de proemio”, en el que Peces Rata alude a la existencia de un
episcopologio seguntino, escrito nada menos que por el que fuese obispo de su
diócesis entre 1898 y 1917 -el obispo número 87 del actual episcopologio-, fray Toribio Minguella y Arnedo, autor de una
interesantísima Historia de la Diócesis
de Sigüenza y de sus Obispos, publicada en tres voluminosos tomos, que
llega hasta finales del siglo XIX, y completada -hasta donde pudo- por el
entonces canónigo-archivero de la catedral Aurelio de Federico Fernández
(fallecido en mayo de 2001).
Obra, esta Historia de fray Toribio que, al decir de Atilio Bislenghi en su
libro La mesnada del Doncel, “[…]
sigue siendo una historia “erudita”, concebida y estructurada como los grandes
Compendios de los siglos anteriores, casi rígidos en su cronología y su fe
ciega en los documentos. Falta, por supuesto, una visión sintética de la
historia, donde tienen también su importancia los acontecimientos sociales y
económicos: visión que se impuso en la historiografía varios decenios después.
[…] porque su amplitud, su
riqueza de datos, su carácter pormenorizado podría llenar muchos y muchos días,
de otra manera, vacíos y solitarios. Pocos son los estudiosos de cosas
seguntinas que pueden decir que conocen a fondo estos tres libros, y si varios
han intentado reescribir, con diferentes éxitos, la historia de esta diócesis,
ni uno ha podido prescindir de un examen detallado de la gran piedra miliar que
es la “Historia” del Padre Minguella”.
Por ello, en el tercer apartado,
“Presentación”, Felipe Peces, como canónigo-archivero de la catedral de
Sigüenza, indica que con este libro quiere completar -todavía más- las obras anteriores,
rescatando imágenes, ya que en Sigüenza no existía una galería de retratos,
-actualmente ubicada en el edificio plateresco de la “Contaduría” del Cabildo,
que fue Palacio y Casa de Estudios en la propia catedral, según el apartado
cuarto del libro “La nueva ubicación”- y datos de los obispos, de entre los
viejos papeles que custodia el archivo.
En el sexto apartado -“Los
obispos en Sigüenza”- se ofrecen algunos datos acerca de las obras que mandaron
realizar los obispos seguntinos: la catedral, el castillo. Seminarios,
hospitales, parroquias, ermitas…
Y ya comienza el libro
propiamente dicho con obispos la serie de los visigodos, que fueron siete,
desde Protógenes (589-610), hasta Sisemundo I (851); los del siglo XII,
comenzando por D. Bernardo I de Agén (1121-1152) y terminando con San Martín de
Hinojosa (1186-1192); y así sucesivamente hasta completar el episcopologio
seguntino con el obispo que hace el número 96, Atilano I Rodríguez Martínez
(2011- ).
No termina aquí la serie, ya que
se incluye un breve apéndice correspondiente a los obispos denominados “apócrifos”, es decir,
aquellos que han sido considerados fabulosos o supuestos: Sergio-Paulo (del año
76), San Sacerdote (del 570), Don Gonzalo (1299) y D. Luis Osorio de Acuña
(1456).
En un sentido “Epílogo”, el autor
quiere recordar al lector a Herodoto cuando escribía aquello “de que no se perdiese
la memoria de las grandes y maravillosas hazañas”, que es lo que él ha
pretendido con la edición de este libro, así como dejar constancia de que ha
procurado hacerlo con la mayor sinceridad, aunque, como sucede con toda obra
humana, no esté exenta de errores.
Una amplia bibliografía completa
los textos.
Es la primera vez que vemos una
gran cantidad de retratos obispales reunidos en un solo libro. ¡Enhorabuena por
esta obra, tan sencilla e interesante al tiempo!
jrlmozos@hotmail.com
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