viernes, 24 de agosto de 2012

Un análisis profundo y detallado de la concatedral


Ángel Mejía estudia su evolución desde el siglo XIII hasta nuestros días.


Puede considerarse como un libro “completo” el que ahora comento, y con ello quiero decir que así como en otros libros -igualmente monográficos- se asume el estudio de lo que se trata de una forma aislada, puntual si se quiere, en este, dicho estudio también se realiza aunque de manera más amplia, es decir, analizando cada uno de los aspectos sociales o, mejor, socioculturales, en su relación con los demás, de modo que el resultado es un texto, más bien ameno y de fácil lectura, en el que intervienen numerosos puntos de vista: el político y el económico y, fundamentalmente, el religioso y el artístico, dando como resultado un compendio que ofrece, con la necesaria profundidad, numerosos datos acerca del entorno social de la ciudad de Guadalajara desde finales del siglo XII -o comienzos del siguiente- hasta el momento actual.
Y todo ello, como expone Ángel Mejía en su “Introducción”, sin apenas haber podido contar con la necesaria documentación suficiente, ya que tanto los libros contenidos en el archivo parroquial, como las obras de arte que la iglesia custodiaba, fueron pasto de las llamas en la última contienda civil, si no es única y exclusivamente -y no es poco- el propio edificio como muestra arquitectónica heredada de la Baja Edad Media, como manifiestan las excavaciones arqueológicas que se llevaron a cabo en su subsuelo y que, dicho sea de paso, atestiguan fehacientemente que nunca fue mezquita musulmana o que fuera construida sobre los restos de tal edificio, demostrado inexistente, como tantas veces se ha escrito sin documentación fidedigna alguna que lo confirmara (mucho menos aún que fuese catedral antes de la conquista musulmana). 
Por eso en este libro es pieza fundamental el primer capítulo, precisamente en el que más se profundiza en ese entorno socio-económico al que antes me he referido, en tanto que se estudia la parroquia y su entorno como iglesia matriz de Guadalajara, incardinada desde antiguo en uno de los barrios más populosos, así como cabeza de su arciprestazgo; de donde más tarde surgirán sus relaciones con el propio Concejo de la ciudad, del cual es representativa, como todavía puede comprobarse a través de las numerosas ceremonias litúrgicas que vienen celebrándose a lo largo del año, especialmente de la tradicional procesión del Corpus Christi, y con la familia de los Mendoza -no olvidemos que fue el Cardenal Mendoza quien quiso convertirla en colegiata, contando con el beneplácito de Sixto IV (1478)- (aunque, al parecer, nunca debió servir como tal, o al menos no se conoce documentación que lo corrobore).
Y, si este primer capítulo es de capital importancia e interés, no menos valor tienen los que le siguen, que son cuatro más: el proceso evolutivo del templo, que comienza con una revisión historiográfica desde sus orígenes, es decir, desde aquella pequeña iglesia románica iniciada en el siglo XIII, hasta la iglesia mudéjar del siglo XV, fijándose detenidamente en su torre, puertas y artesonado, así como en la ampliación llevada a cabo por el mencionado Cardenal Mendoza, que mandó  rodear el templo con un alto atrio sostenido por bellísimas columnas rematadas por capiteles estilo “renacimiento alcarreño”, para continuar con las obras y transformaciones de los periodos renacentista y barroco, así como las que se hicieron en la torre y en la capilla de los marqueses de Villamejor (padres del conde de Romanones) y otras que han llegado hasta el hoy.
Un tercer apartado se refiere a las capillas (tanto de la nave del Evangelio y de las de la Epístola) y capellanías, cabildos y cofradías, además de a las ermitas que había en su territorio parroquial: Santa Ana y San Roque, situadas en los arrabales de su nombre, y Nuestra Señora de Afuera, que pertenecía al convento de San Bernardo, al igual que la de San Juan, además de la de San Sebastián -aunque dependiente ésta de la antigua iglesia de San Ginés-. En este mismo capítulo se estudia la capilla mayor.
Gran interés encierra el apartado a las lápidas y laudas funerarias todavía existentes, a pesar de que algunos trabajos anteriores sobre las mismas no se hayan tenido en cuenta.
Estudio de las capillas que se ve ampliado en el cuarto apartado: el retablo mayor, especialmente, quizás la obra artística más representativa de la iglesia de Santa María, cuyo diseño corresponde al franciscano fray Francisco Mir (1622) y que sustituyó a otro anterior del que solamente se conserva la imagen “de bulto” de Nuestra Señora de la Asunción, y otros altares y retablos desaparecidos, la orfebrería y algunas pinturas de interés, entre las cuales destaca por su interés iconográfico la “Apoteosis de los Jesuitas ante la Trinidad”, de Antonio de Pereda.
El capítulo final se refiere al mundo de la liturgia y de las fiestas, comenzando por la de Santa Mónica -anterior patrona de la ciudad- y San Agustín, el Corpus o el juramento de la inmaculada concepción de María.
A mayor abundamiento, el libro se completa con dos colaboraciones “invitadas”. La primera de ellas va firmada por el arquitecto José Juste Ballesta: “La restauración de Santa María de la Fuente: Veinte años de intervención continuada, o historia de una actuación integral” (intervención que se inició en 1990 y que consistió en el estudio de la composición general del edificio y la caracterización de sus elementos más significativos, el análisis de sus lesiones y propuestas de tratamiento y las obras realizadas en cada una de las tres fases efectuadas) y, la segunda, a modo de memoria de las excavaciones llevadas a cabo por Ildefonso Ramírez González: “Arqueología medieval en Guadalajara. La concatedral de Santa María de la Fuente”, realizada en base a los numerosos sondeos manuales llevados a cabo, trece en total, así como al estudio de gran número de enterramientos y restos murales.
Un apéndice final ofrece al lector interesado las fuentes archivísticas y documentales consultadas; una relación muy completa de los curas y beneficiados de Santa María, desde 1483-1494 hasta 2006, y una extensa y selecta bibliografía dividida en dos apartados: Informes, estudios y proyectos, y autores.
Se trata, pues, de un libro de gran interés. Por ello, si alguien está interesado en conocer en profundidad y con el mayor detalle y rigor científico la iglesia de Santa María no debe dejar de leer este libro que le recomiendo
jrlmozos@hotmail.com

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