Peñamelera, n.º 21 (Peñalver, Asociación de Amigos de Peñalver, Agosto de 2011), 68 pp.
En alguna que otra ocasión he tenido la oportunidad de escribir sobre las revistas y boletines que editan algunas asociaciones culturales. Lo he hecho y lo hago con sumo gusto dado el momento actual en que vivimos. Este momento de “crisis”, en el que parece no haber dinero para tales empresas aunque, a pesar de ello, todavía son muchas las asociaciones que no dependen de la tan solicitada subvención para llevar a buen fin sus ilusiones.
Una de estas asociaciones en la de “Amigos de Peñalver” que, como cada año por estas mismas fechas, poco antes de que comiencen sus fiestas patronales, saca un nuevo número de su revista o si se quiere, boletín, para gozo y placer de sus socios y amigos, entre los que se encuentran todos aquellos “peñalveros” que se fueron en un tiempo pasado y ahora regresan para pasar unos días de asueto y alegría en compañía de sus familiares.
Peñamelera, queda dicho, es el nombre de la revista y también lo es de uno de los riscos rocosos que rodean al pueblo. Por eso, decir Peñamelera en Peñalver, equivale a tanto como decir Peña Hueva en Taracena y aún en Guadalajara y que con sólo pronunciar ese nombre ya se sabe que quienes lo hacen están hablando de la “seña de identidad” por excelencia de dicho pueblo, al que tanta fama dieron la miel y los “mieleros”.
Peñamelera es una revista sencilla y manejable, quizá por su tamaño de bolsillo, de fácil lectura, atractiva tanto por sus fotografías de portada e interiores, como por los textos que publica, ya que los artículos que contiene, como es lógico en este tipo de publicaciones, no han sido escritos para gozo de una minoría selecta, sino para una amplia mayoría, para todos los de Peñalver.
Ello no quiere decir que no figuren algunos trabajos, especialmente de Historia o de Arte, que no tengan el mismo atractivo que los anteriores.
Y junto a estos artículos aparecen también poesías que traslucen ese amor al lugar en el que se ha nacido, que no se puede expresar de otra forma, al igual que el cariño y el amor se expresan, a veces, -casi siempre- con una simple mirada.
Por eso gusta esta revista, en la que no se da aquello del “cotilleo de pueblo”, aunque sí se dé ese cariño poético que deja huella en quien lo percibe a través de la lectura de algún que otro verso, especialmente en aquellas poesías que van dirigidas a la Virgen de la Salceda, tan querida y venerada en Peñalver.
Como siempre, comienza Peñamelera con una llamada a la participación, cualquiera que esta sea, cara a la edición de la próxima revista, que se cerrará como fecha límite el día 15 de julio de 2012, o sea, un mes antes de que salga el número del año que viene, aunque realmente quien tiene la culpa de que salga puntualmente es Benjamín Rebollo Pintado, “Benja”, que se encarga de la recogida de los originales por vía electrónica (zapapeque@eresmas.com) y de todo lo relacionado con la imprenta, puesto que Peñamelera no tiene formato digital, dado que si así fuera, serían muchas las personas mayores que no podrían leerla como ahora lo hacen y que la están esperando como “agua de mayo”, para leer -cuanto antes- todo lo que se diga de su pueblo, de su hoy y de su ayer.
En este número se inserta un breve trabajo del ilustre pastranero profesor Ciriaco Morón Arroyo. Es un texto que ha seleccionado José Luis García de Paz y que lleva por título “El recogimiento en La Salceda”, que recoge a su vez un fragmento de la obra del franciscano fray Francisco de Osuna, autor del “Tercer Abecedario Espiritual” (Toledo, 1527), que tanto influyó en Santa Teresa, que, en más de una ocasión, llegó a ponerle alguna objeción, pues no conviene olvidar que Osuna había residido en La Salceda, donde fue instruido en el recogimiento espiritual por el maestro de novicios fray Cristóbal de Tendilla y que mantuvo contactos con algunos “alumbrados”, aunque sin llegar a caer en su error.
Tampoco hay que dejar de lado el que La Salceda, “... fundada por Villacreces a fines del siglo XIV, conservó durante más de dos siglos el espíritu de las casas de recogimiento, centrado en un principio en la oración vocal y vida de mortificación, de acuerdo con la Regla primitiva, y más tarde en la oración mental y de recogimiento”, según indica Melquiades Andrés en su “Introducción” a la obra de Osuna antes citada (Madrid, B.A.C., 1972 a propósito de las casas de retiro, de soledad, de oración o recolectorios).
El profesor Morón Arroyo transcribe un fragmento de la “Historia del Monte Celia” (Granada, 1616), escrita o mandada escribir por su arzobispo, fray Pedro González de Mendoza, hijo menor de la princesa de Éboli, en el que se alude a la vida conventual, puesto que los franciscanos de La Salceda practicaban una serie de ejercicios excepcionales que debían conducirles a lograr el estado de perfección.
Copio: “De doce de la noche a dos de la mañana cantaban maitines; seguía un cuarto de hora de lectura espiritual y una hora de contemplación de rodillas. A las tres, oficio de la Virgen, de rodillas, luego disciplina y dormir hasta las cinco. A las cinco, rezo de prima; media hora de oración mental, misa, otras horas canónicas y misa mayor. Así continuaba el día con más horas de oración mental y ejercicios de maceración.”
En otra colaboración, José Luis García de Paz ofrece numerosos datos sobre “El castillo de Peñalver”, comenzando por su incierto origen, aunque anterior a 1293, puesto que no sería muy descabellado pensar en la existencia de dos castillos o fortalezas o, al menos, de otro lugar “llamado el castillo viejo, que era un cercado de diez fanegas”, citando el pleito promovido en 1563, ante la Real Chancillería de Valladolid, por los vecinos de peñalver contra el obispo de Lugo, Juan Suárez (o Juárez) de Carvajal, dueño de Alhóndiga y Peñalver desde 1552, y su hijo Garci Juárez de Carvajal, que analiza Juan Catalina García López, y que contrasta con la contestación que los “peñalveros” de 1580 dieron como respuesta a la Relación que les fue enviada por Felipe II: “que en la dicha villa hay una fortaleza mui fuerte con muchos cubos, y un pedazo de torre comenzada mui grande questa en lo alto del pueblo”.
Aunque hacia 1906, el mismo García López llegó a ver los restos del castillo que describe de la siguiente forma: “Fue espacioso, de planta casi cuadrangular, según dicen los cimientos, algunos restos de cortinas y los cuatro torreones. Todavía se ve el hueco donde se hizo el aljibe, en el centro del patio. Los muros son de fuerte mampostería y en el recinto no quedan señales de puertas, ventanas ni elemento alguno que permita señalar época de la construcción” y data en el siglo XIII.
María del Carmen Sedano Sánchez escribe una sentida página sobre “El puente de la vega”, en la da una llamada de socorro hacia su conservación, volviendo a reponer las piedras que, poco a poco, han ido desapareciendo.
Juan Luis del Castillo escribe desde Sevilla un bello recuerdo de su infancia, cuando en el remolque del tractor, fue una mañana invernal a recoger olivas y de repente vio sobresalir en la lejanía la cumbre del Pico Ocejón, como así lo indica su propio título: “El Ocejón desde el cerro la Caida”.
Otro interesante trabajo, esta vez de investigación histórica, es el remitido por Antonio Jesús Peñalver García, que da a conocer numerosos datos del apellido Peñalver -“El origen del apellido Peñalver en Murcia”-, donde aparece ¿por primera vez? en 6 de abril de 1476 en una solicitud para la construcción de una torre defensiva en Los Alcázares, que fue firmada, entre otros, por un Pedro de Peñalver, al parecer emparentado con la alta sociedad murciana del siglo XV. Más adelante, siguiendo el análisis estadístico, señala que casi la tercera parte de las personas apellidadas “Peñalver” en sus tres categorías (de primero, de segundo, o en los dos), viven en Murcia, cosa que no sucede en otras provincias españolas.
Da noticia al mismo tiempo de algunos otros Peñalver pertenecientes a la misma saga, también murcianos, y de los cargos que éstos ocuparon, acompañando el trabajo con microfotografías de los documentos originales donde aparecen los nombres y apellidos, notas y bibliografía.
Manuel de Luz de la Fuente, Yolanda Escolar de la Fuente, Dolores Espinosa Pintado, Concepción del Castillo, Máximo Rey Retuerta, la mencionada María del Carmen Sedano Sánchez y Restituto Sánchez, dejan constancia de su quehacer poético, así como la Peña “Los Trastos” y Dolores Espinosa Pintado, lo hacen a través de sus colaboraciones literarias en prosa.
A nivel etnográfico destacan un brevísimo trabajo de Benjamín Rebollo sobre las costumbres que tenían lugar con motivo de las bodas, que ha titulado “Boda Peñalvera” y se acompaña de una llamativa fotografía y de una serie de cuartetas anónimas, que tratan de los actos que se llevaban a cabo: comidas y bailes, principalmente; la segunda (la primera fue publicada en el número anterior) y extensa entrega de “Jotas” escritas por Restituto Sánchez (“Resti”), de composición tradicional; así como una serie titulada “La miel en coplas”, recogidas en Irueste, Budia, Yélamos de Abajo, Hita, Alique, Alhóndiga, Mantiel, Balconete, Alocén, Tendilla, Romancos, Durón, Horche, Auñón, Mohernando, El Recuenco y Pareja, de notable interés.
Una revista que conviene leer, puesto que con su lectura rendimos nuestro mejor homenaje a quienes colaboran en ella y a hacen posible que vea la luz año tras año, sin reparar en los esfuerzos que ellos significa. También al Ayuntamiento de Peñalver que, con su ayuda económica, colabora eficazmente a la difusión de la cultura, de este tipo de cultura, sin alharacas, que habiendo salido de cada casa del pueblo a ellas regresa con sus correspondientes transformaciones y cambios.
Por eso, desde este “Baúl de libros” invitamos a colaborar en el próximo número de “Peñamelera” a cuantos lectores lo deseen.
José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS
En alguna que otra ocasión he tenido la oportunidad de escribir sobre las revistas y boletines que editan algunas asociaciones culturales. Lo he hecho y lo hago con sumo gusto dado el momento actual en que vivimos. Este momento de “crisis”, en el que parece no haber dinero para tales empresas aunque, a pesar de ello, todavía son muchas las asociaciones que no dependen de la tan solicitada subvención para llevar a buen fin sus ilusiones.
Una de estas asociaciones en la de “Amigos de Peñalver” que, como cada año por estas mismas fechas, poco antes de que comiencen sus fiestas patronales, saca un nuevo número de su revista o si se quiere, boletín, para gozo y placer de sus socios y amigos, entre los que se encuentran todos aquellos “peñalveros” que se fueron en un tiempo pasado y ahora regresan para pasar unos días de asueto y alegría en compañía de sus familiares.
Peñamelera, queda dicho, es el nombre de la revista y también lo es de uno de los riscos rocosos que rodean al pueblo. Por eso, decir Peñamelera en Peñalver, equivale a tanto como decir Peña Hueva en Taracena y aún en Guadalajara y que con sólo pronunciar ese nombre ya se sabe que quienes lo hacen están hablando de la “seña de identidad” por excelencia de dicho pueblo, al que tanta fama dieron la miel y los “mieleros”.
Peñamelera es una revista sencilla y manejable, quizá por su tamaño de bolsillo, de fácil lectura, atractiva tanto por sus fotografías de portada e interiores, como por los textos que publica, ya que los artículos que contiene, como es lógico en este tipo de publicaciones, no han sido escritos para gozo de una minoría selecta, sino para una amplia mayoría, para todos los de Peñalver.
Ello no quiere decir que no figuren algunos trabajos, especialmente de Historia o de Arte, que no tengan el mismo atractivo que los anteriores.
Y junto a estos artículos aparecen también poesías que traslucen ese amor al lugar en el que se ha nacido, que no se puede expresar de otra forma, al igual que el cariño y el amor se expresan, a veces, -casi siempre- con una simple mirada.
Por eso gusta esta revista, en la que no se da aquello del “cotilleo de pueblo”, aunque sí se dé ese cariño poético que deja huella en quien lo percibe a través de la lectura de algún que otro verso, especialmente en aquellas poesías que van dirigidas a la Virgen de la Salceda, tan querida y venerada en Peñalver.
Como siempre, comienza Peñamelera con una llamada a la participación, cualquiera que esta sea, cara a la edición de la próxima revista, que se cerrará como fecha límite el día 15 de julio de 2012, o sea, un mes antes de que salga el número del año que viene, aunque realmente quien tiene la culpa de que salga puntualmente es Benjamín Rebollo Pintado, “Benja”, que se encarga de la recogida de los originales por vía electrónica (zapapeque@eresmas.com) y de todo lo relacionado con la imprenta, puesto que Peñamelera no tiene formato digital, dado que si así fuera, serían muchas las personas mayores que no podrían leerla como ahora lo hacen y que la están esperando como “agua de mayo”, para leer -cuanto antes- todo lo que se diga de su pueblo, de su hoy y de su ayer.
En este número se inserta un breve trabajo del ilustre pastranero profesor Ciriaco Morón Arroyo. Es un texto que ha seleccionado José Luis García de Paz y que lleva por título “El recogimiento en La Salceda”, que recoge a su vez un fragmento de la obra del franciscano fray Francisco de Osuna, autor del “Tercer Abecedario Espiritual” (Toledo, 1527), que tanto influyó en Santa Teresa, que, en más de una ocasión, llegó a ponerle alguna objeción, pues no conviene olvidar que Osuna había residido en La Salceda, donde fue instruido en el recogimiento espiritual por el maestro de novicios fray Cristóbal de Tendilla y que mantuvo contactos con algunos “alumbrados”, aunque sin llegar a caer en su error.
Tampoco hay que dejar de lado el que La Salceda, “... fundada por Villacreces a fines del siglo XIV, conservó durante más de dos siglos el espíritu de las casas de recogimiento, centrado en un principio en la oración vocal y vida de mortificación, de acuerdo con la Regla primitiva, y más tarde en la oración mental y de recogimiento”, según indica Melquiades Andrés en su “Introducción” a la obra de Osuna antes citada (Madrid, B.A.C., 1972 a propósito de las casas de retiro, de soledad, de oración o recolectorios).
El profesor Morón Arroyo transcribe un fragmento de la “Historia del Monte Celia” (Granada, 1616), escrita o mandada escribir por su arzobispo, fray Pedro González de Mendoza, hijo menor de la princesa de Éboli, en el que se alude a la vida conventual, puesto que los franciscanos de La Salceda practicaban una serie de ejercicios excepcionales que debían conducirles a lograr el estado de perfección.
Copio: “De doce de la noche a dos de la mañana cantaban maitines; seguía un cuarto de hora de lectura espiritual y una hora de contemplación de rodillas. A las tres, oficio de la Virgen, de rodillas, luego disciplina y dormir hasta las cinco. A las cinco, rezo de prima; media hora de oración mental, misa, otras horas canónicas y misa mayor. Así continuaba el día con más horas de oración mental y ejercicios de maceración.”
En otra colaboración, José Luis García de Paz ofrece numerosos datos sobre “El castillo de Peñalver”, comenzando por su incierto origen, aunque anterior a 1293, puesto que no sería muy descabellado pensar en la existencia de dos castillos o fortalezas o, al menos, de otro lugar “llamado el castillo viejo, que era un cercado de diez fanegas”, citando el pleito promovido en 1563, ante la Real Chancillería de Valladolid, por los vecinos de peñalver contra el obispo de Lugo, Juan Suárez (o Juárez) de Carvajal, dueño de Alhóndiga y Peñalver desde 1552, y su hijo Garci Juárez de Carvajal, que analiza Juan Catalina García López, y que contrasta con la contestación que los “peñalveros” de 1580 dieron como respuesta a la Relación que les fue enviada por Felipe II: “que en la dicha villa hay una fortaleza mui fuerte con muchos cubos, y un pedazo de torre comenzada mui grande questa en lo alto del pueblo”.
Aunque hacia 1906, el mismo García López llegó a ver los restos del castillo que describe de la siguiente forma: “Fue espacioso, de planta casi cuadrangular, según dicen los cimientos, algunos restos de cortinas y los cuatro torreones. Todavía se ve el hueco donde se hizo el aljibe, en el centro del patio. Los muros son de fuerte mampostería y en el recinto no quedan señales de puertas, ventanas ni elemento alguno que permita señalar época de la construcción” y data en el siglo XIII.
María del Carmen Sedano Sánchez escribe una sentida página sobre “El puente de la vega”, en la da una llamada de socorro hacia su conservación, volviendo a reponer las piedras que, poco a poco, han ido desapareciendo.
Juan Luis del Castillo escribe desde Sevilla un bello recuerdo de su infancia, cuando en el remolque del tractor, fue una mañana invernal a recoger olivas y de repente vio sobresalir en la lejanía la cumbre del Pico Ocejón, como así lo indica su propio título: “El Ocejón desde el cerro la Caida”.
Otro interesante trabajo, esta vez de investigación histórica, es el remitido por Antonio Jesús Peñalver García, que da a conocer numerosos datos del apellido Peñalver -“El origen del apellido Peñalver en Murcia”-, donde aparece ¿por primera vez? en 6 de abril de 1476 en una solicitud para la construcción de una torre defensiva en Los Alcázares, que fue firmada, entre otros, por un Pedro de Peñalver, al parecer emparentado con la alta sociedad murciana del siglo XV. Más adelante, siguiendo el análisis estadístico, señala que casi la tercera parte de las personas apellidadas “Peñalver” en sus tres categorías (de primero, de segundo, o en los dos), viven en Murcia, cosa que no sucede en otras provincias españolas.
Da noticia al mismo tiempo de algunos otros Peñalver pertenecientes a la misma saga, también murcianos, y de los cargos que éstos ocuparon, acompañando el trabajo con microfotografías de los documentos originales donde aparecen los nombres y apellidos, notas y bibliografía.
Manuel de Luz de la Fuente, Yolanda Escolar de la Fuente, Dolores Espinosa Pintado, Concepción del Castillo, Máximo Rey Retuerta, la mencionada María del Carmen Sedano Sánchez y Restituto Sánchez, dejan constancia de su quehacer poético, así como la Peña “Los Trastos” y Dolores Espinosa Pintado, lo hacen a través de sus colaboraciones literarias en prosa.
A nivel etnográfico destacan un brevísimo trabajo de Benjamín Rebollo sobre las costumbres que tenían lugar con motivo de las bodas, que ha titulado “Boda Peñalvera” y se acompaña de una llamativa fotografía y de una serie de cuartetas anónimas, que tratan de los actos que se llevaban a cabo: comidas y bailes, principalmente; la segunda (la primera fue publicada en el número anterior) y extensa entrega de “Jotas” escritas por Restituto Sánchez (“Resti”), de composición tradicional; así como una serie titulada “La miel en coplas”, recogidas en Irueste, Budia, Yélamos de Abajo, Hita, Alique, Alhóndiga, Mantiel, Balconete, Alocén, Tendilla, Romancos, Durón, Horche, Auñón, Mohernando, El Recuenco y Pareja, de notable interés.
Una revista que conviene leer, puesto que con su lectura rendimos nuestro mejor homenaje a quienes colaboran en ella y a hacen posible que vea la luz año tras año, sin reparar en los esfuerzos que ellos significa. También al Ayuntamiento de Peñalver que, con su ayuda económica, colabora eficazmente a la difusión de la cultura, de este tipo de cultura, sin alharacas, que habiendo salido de cada casa del pueblo a ellas regresa con sus correspondientes transformaciones y cambios.
Por eso, desde este “Baúl de libros” invitamos a colaborar en el próximo número de “Peñamelera” a cuantos lectores lo deseen.
José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS
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