viernes, 28 de octubre de 2011

Más fotos y más recuerdos. Esta vez de Humanes





LOZANO GAMO, Francisco (coord.), Humanes, Cerezo y Razbona. Reflejos gráficos de un siglo para el recuerdo 1880-1980, Guadalajara, Ayuntamiento de Humanes (Guadalajara), 2011, 292 pp. Otro comentario a este libro.

EL PASADO DE HUMANES Y SUS AGREGADOS FOTO A FOTO.

Francisco Lozano Gamo ha coordinado la edición de este amplísimo álbum fotográfico que tiene forma de libro. En realidad a él se debe también la digitalización de todas las fotos, así como su maquetación. Es un libro que comienza con una serie quizás excesivamente abundante en presentaciones, prólogos e introducciones, de modo que el contenido fotográfico del mismo, lo que constituye la enjundia del libro propiamente dicho, da comienzo en la página 13 con el primer capítulo titulado “Nuestro patrimonio arquitectónico y panorámico natural en el condado”.
En este primer apartado se dan a conocer algunas imágenes de los años 1917 a 1928. Son las fotos más antiguas de este grupo y en ellas queda constancia de cómo eran determinados edificios representativos de las tres localidades a que atañe el libro: la casa consistorial, la iglesia y sus retablos más significativos (hoy inexistentes, por lo que las fotografías adquieren el valor de auténticos documentos), las ermitas, las fábricas de harinas y “de luz”, etc., además de algunas vistas panorámicas que dan idea de los cambios sufridos por los tres pueblos. Aparece entre estas fotos una en concreto que nos ha llamado la atención. Se trata de una foto, realizada en 1860, de los vestigios de las murallas de la plaza fuerte de Pennafora, (que bien merecería unas excavaciones arqueológicas dignas de su importancia, puesto que en la actualidad, el espacio que ocupaba dicha ciudad está cubierto por un vertedero de basuras que, hasta cierto punto, contribuye a que no se destruya ni sea pasto de los desaprensivos “aficionados” al detector de metales).
“Las obras del Canal del Henares y el ferrocarril por el término de Humanes”, es el segundo capítulo o apartado que, como el anterior y todos los que le siguen, comienza con un par de páginas de texto a modo de introducción al mundo fotográfico que sigue.
Este capítulo está compuesto en base a las fotografías que Laurent realizó en el otoño de 1866 y 1867; la presa, la trinchera, el túnel…y el mismo canal en tiempos más próximos a nuestros días (1976). También se añade alguna imagen de las pruebas que se hicieron tras la construcción del puente de hierro sobre el río Sorbe en 1915.
Y si la construcción del Canal del Henares y el ferrocarril tuvieron tanta importancia para Humanes y otros muchos pueblos de la Campiña, no menos impacto causó entre sus habitantes “La llegada del automóvil y otras máquinas mecánicas a nuestro pueblo”, cuyas fotografías conforman el tercer apartado. Allí pueden verse aquellos automóviles de los años 20, como el del industrial Eliseo Sanchís, y otras matrículas añejas como la SO-314, en una camioneta, ya de los años treinta, o el Citröen B-10 (Z-1282), que hoy harían las delicias de los coleccionistas, hasta llegar al utilitario Seiscientos, pasando por las motos (las Guzzi y las Vespa).
Un cuarto apartado se dedica, ¡como no!, a los “Festejos taurinos en los diferentes cosos del pueblo”. Desde los encierros por el campo, conduciendo las reses hasta las plazas mayores de los pueblos, rodeadas de carros y talanqueras, hasta el coso inaugurado en las fiestas de agosto del año 1926, donde, por cierto, toreó Saleri. Hay una interesante colección de carteles y muchas, muchas fotografías, de corridas de toros y acontecimientos diversos: Desfile de Fantasías, actuaciones de bandas de música, payasos y números circenses, etc.
No podían faltar en este álbum “Las labores de siembra, recolección, pastoreo y ganadería de la tierra” destacando por su antigüedad las datadas en los años 1910, 1920 y 1932, correspondientes a la sementera colectiva de “Los Belliscas”, la primera sembradora “Miranda” y a Francisco Meléndez cargando haces de mies en el carro, respectivamente. Algunas más tienen también su importancia: fotos de arada, de parejas de mulas enjaezadas, de la primera aventadora, o esa otra de Emilio Lozano con sus mulas apareadas por el yugo de una sola vara (yugo yugal -para mulas-, en lugar del yugo boyal -para bueyes-, como su propio nombre indica). No falta tampoco el anual rito de la matanza del cerdo, que tanto significó para las familias rurales menos pudientes. Son éstas, fotografías que en poco o en nada se diferencian de otras de igual temática realizadas en otros pueblos.
“Los verdaderos reflejos de una sociedad campiñera y activa en el condado de Humanes” es el sexto apartado. En él queda patente la actividad vital de estos pueblos a través de sus habitantes, seres de carne y hueso que trabajan y se divierten a su debido tiempo. Lavanderas del año 45, recién salidas de la peluquería; mamás con sus hijos, sentados en el pilón de la fuente; jornadas de baño en “El Colchón”; amigos y amigas sonrientes frente al objetivo de la cámara; mujeres hacendosas que van a la fuente a por agua, con unos preciosos cántaros (hay buena muestra de alfarería que convendría estudiar detenida y pormenorizadamente); merendolas a la sombra de un árbol. Yo destacaría dos fotografías: la de los vecinos de Razbona tras una larga noche trágica de 1926 y la reunión de la familia Gamo “tratantes de ganado caballar y porcino”, de hacia 1915 y, en la página 135 otra más, de indudable interés por lo que de retrato y recuerdo tiene hacia la figura del doctor Castillo de Lucas, don Antonio, pues no es otro el médico que acompaña a la familia Torres-Venries. Llama la atención el espejismo fotográfico de Petra Ródenas, de Razbona, o la vestimenta de los hermanos Luciano y Felisa Martínez (hacia 1940). Familias completas de todos los tiempos, grupos de niños, amigos, padre e hijo, madre e hija, pequeños bañándose en el barreño, la abuela enferma en cama, aspectos todos del cotidiano existir, del latir constante de un pueblo, que aquí se recoge para la posteridad, como un tesoro comunal.
“La industria, el comercio y los oficios rurales del pasado siglo XX” ocupan otro capítulo. Para mí es el grupo fotográfico que quizá tenga mayor interés etnográfico, puesto que en él aparecen fachadas de comercios como el de la Viuda de Gaspar Torres (con la “botarga” del momento a la puerta), el taller de carros de Estanislao Moreno, el zapatero Juan Meléndez, la harinera de “Los Dos Amigos” (hoy sería muy difícil poner un nombre semejante a una empresa similar que, suponemos, utilizaría el sistema Daverio), la peluquería de Manuel Lozano, la panadería y los bollos de la tahona, las confiterías y las tabernas, la churrería sobre ruedas, la hora del vermú, y “el tostonero”, toda una fauna desaparecida ya o tan cambiada, que hoy sería casi irreconocible.
Sigue una ingente cantidad de fotografías recopiladas sobre los “Solemnes actos y procesiones con la imagen patronal de Peñahora”, algunas muy interesantes. Hay portadas de programas de fiestas, como el de 1928, y placas litográficas como la que recoge el primitivo retablo con la imagen de la Virgen de Peñahora, grabado en 1788 y dedicado a doña Luisa de Borbón, Princesa de Asturias. Podría hacerse completo trabajo sobre la iconografía de la patrona, con tanto material como se recoge en este apartado, al que, posiblemente, el siguiente, titulado “Estampas típicas de celebraciones religiosas y anualmente costumbristas”, podría servir de complemento, puesto que en él aparecen fiestas como las de carnaval o las procesiones de san Gregorio Nacianceno (Razbona), santa Águeda, la Dolorosa y “las Angustias”, san Isidro Labrador y el Corpus, sin que falten las tradicionales “primeras comuniones” (cuando aún no parecían bodas de alto copete).
También tienen sus espacio correspondiente las “Competiciones deportivas y acontecimientos culturales”, basadas las primeras en aquel primitivo fútbol -tan alejado del negocio que actualmente lo maneja- y el ciclismo, además de la pesca y la caza, para los hombres, o los concursos de bordado y ganchillo, como el de 1922, para las féminas, además de los consabidos “Cursos de Corte y Confección” y otras actividades llevadas a cabo por las Cátedras Ambulantes de la Sección Femenina, que tanto (y tan poco reconocido) hicieron por el desarrollo de la mujer rural. Hay también fotografías de representaciones teatrales y de cuentos infantiles.
No podía faltar, de ninguna manera, la colección de imágenes de colegiales: “Nuestras escuelas, maestros y alumnos”, que comienza en 1912.
Las “Reuniones institucionales, hombres y mujeres que dejaron hondas huellas humanas en sus tiempos” quedan reflejados a través de las figuras de los alcaldes, como Eliseo Sanchís (1928), la Comisión Gestora Comarcal y los cargos municipales electos para formar parte del concejo local humanense (1937), amén de una extensísima galería de personajes que destacaron por su quehacer en pro de Humanes: Félix Castellot Lozano; Manuel y Miguel Marchamalo Sanz; Cecilio Marcos Parra; Anselma Meléndez; Estanislao Moreno; el tantas veces mencionado Eliseo Sanchís Carañana; José García Gómez “el tío Josito”; Pedro Maín Simón; Juan Francisco Martínez Catalina; María Luis Ruiz Algora, maestra parvularia e Hija Adoptiva de Humanes; los hermanos Redondo; Concepción Calderón y Carbonell, fundadora del asilo de ancianos que lleva su nombre; Manuel Simón; Leandro Segundo; Cristina Guijarro Heredero; el poeta Miguel Alonso Calvo (Ramón de Garcíasol); Bernabé Relaño; Eusebio Meléndez García; Joaquín José Sáez-Messía y Jiménez, XV conde Humanes, y tantos otros más que harían demasiado extensa la presente relación.
“Los comienzos gráficos del asilo Concepción Calderón y Carbonell”, “Las bodas y matrimonios a través de las fotografías” y “Los mozos quintos y su servicio militar”, completan este extenso y completo álbum fotográfico de Humanes y sus agregados, en el que casi nada queda por citarse.
Muchas de las fotografías son verdaderamente interesantes, no sólo por su valor fotográfico, sino por lo que aportan en cuanto al conocimiento de aspectos puntuales, tales como las etnografías diversas: devociones populares, vestimenta, alfarería, aperos de labranza, etc., o lo que hoy viene denominándose como arqueología industrial.
Un libro que, sin duda, algún día servirá de base para otros estudios más concretos.
Pasando sus páginas puede apreciarse que el compilador de tanta fotografía no ha perdido el tiempo, aunque en algunas ocasiones debería haber sido más selectivo, y ello no desmerezca un ápice el valor que el libro tiene para los humanenses, en primer lugar; para los aficionados y estudiosos de la historia de la fotografía, en segundo, y, en fin, para todos aquellos a quienes les gusta pasar un rato agradable, contemplando las fotos con el detenimiento que este libro requiere.
José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

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