domingo, 12 de junio de 2011

Un catálogo sencillo sobre una exposición eminentemente didáctica





Un personaje que llega a la actualidad



Joaquín Costa, escuela y despensa. Sobre ilustraciones de José Luis Cano, Zaragoza, iberCaja. Obra Social, 2011, 28 pp. (Exposición Ibercaja del 12 de Mayo al 12 de Junio).

Días atrás pudimos visitar en la Sala de Exposiciones de Ibercaja de nuestra ciudad la cuidada muestra que bajo el título “Joaquín Costa, escuela y despensa. Sobre ilustraciones de José Luis Cano”, ofrece dicha entidad en colaboración con el Gobierno de Aragón, y cuyo fin es dar a conocer la vida y la obra de tan grande -como desconocido- regeneracionista, con motivo de la celebración del Centenario de su fallecimiento en Graus, el 8 de febrero de 1911, a los 65 años de edad.
Tanto la exposición como el catálogo, que en este caso son uña y carne, constan de una breve presentación y de un comentario acerca del origen de la presente exposición, que parte de la edición del libro Joaquín Costa, el pundonoroso, escrito e ilustrado por José Luis Cano, en el que combina el humor y la divulgación del pensamiento de Costa a través de pensamientos, frases y comentarios representativos de su extensa obra.
La exposición consiste en tres apartados fundamentales.
El primero lo constituye una serie de cinco paneles mediante los que se ofrecen aspectos tan diversos como “los lugares” por los que discurrió el deambular vital de Costa como jurista, docente o simple curioso, aunque de entre todos los que se mencionan destacan los aragoneses, puesto que, aparte de trabajar la pequeña finca familiar de Monzón; fue en Aragón donde dio a conocer su manifiesto sobre la Cámara Agrícola del Alto Aragón (1899), y logró mucho después -en 1903- el cargo de diputado por Zaragoza, etc., y donde se retiró, a su tierra natal de Graus, compartiendo tertulia con ciertas personas de su confianza, puesto que a pesar de su “rudeza de carácter” Costa siempre trató con todo tipo de gentes con las que intercambiar ideas: Gambón, cofundador de “El Ribagorzano”; el ferretero Dámaso Carrera o Agustín Rosell, el boticario. Allí, en Graus, le llegaría la muerte.
El segundo panel, cuya lectura recomiendo a nuestros actuales políticos, lo ocupa su “testamento político”, es decir, los diez puntos o enunciados prácticos que elaboró en 1902 y que, básicamente fueron: el cambio radical en la aplicación de los recursos económicos -centrándolos en educación, obras hidráulicas, repoblación forestal, investigación- y europeización de España; la reforma de la educación en todos sus grados; el abaratamiento de los productos de primera necesidad -pan y carne, dice Costa-, aumentando la productividad agraria; el mejoramiento de los caminos; el suministro de tierra cultivable; la legislación social -contrato de trabajo, seguro social, cajas de retiro-; el saneamiento de la moneda; la creación de un poder judicial digno de su función; la municipalización de los servicios públicos y de ciertas industrias o comercios -teléfonos, alumbrado, fuerza motriz, tahonas, carnicerías, hielo, etc.-, y la renovación del liberalismo abstracto… por un neoliberalismo orgánico, ético y sustantivo.
A estos diez puntos añade la necesidad de realizar a la vez sin demora y por decreto todas las medidas anteriores, y propone la “renovación de todo el personal gobernante de los últimos veinticinco años, sin excluir la representación actual del poder moderador…”.
La visión de Costa como “político” conforma en tercer panel, que invita a dar coherencia a su pensamiento y a su crítica al régimen oligárquico de la Restauración.
El cuarto corresponde a su “biografía” y abarca desde 1846, fecha de su nacimiento en Monzón, un 14 de septiembre, hasta 1911, fecha de su fallecimiento.
UN PERO…
Pero…, en el espacio comprendido entre los años 1876 y 1877-1879, se pasa por alto un aspecto de su biografía que se debía haber tenido en cuenta y, para ello seguimos lo que el mismo Costa escribe en uno de sus diarios (que, por cierto, se publicarán en breve gracias al Instituto de Estudios Altoaragoneses), correspondiente a su estancia en Guadalajara, donde tomó posesión del cargo de Oficial Letrado en la Administración de Hacienda (documento éste que no hemos logrado encontrar en el Archivo Histórico Provincial de Guadalajara): “29 noviembre 1876. Hoy los empleados no han tenido oficina, porque ha venido el rey a repartir los premios de la Exposición provincial. Ayer pasaron por las oficinas una comunicación para que asistiéramos al Gobierno civil a la recepción. Yo, como todos firmé que quedaba enterado; pero frescos están si creen que iba a ir. Ya podía haber andado solo el monigote de don Alfonso si no tenía otro que le acompañara. Me he estado en la oficina solo, trabajando, y me he ido a la hora de costumbre a tomar el sol y leer El Imparcial junto a la plaza de toros. Desde allí oía las campanas a vuelo, veía las esquinas llenas de gente, los balcones colgados, hombres y mujeres de gala. Si lo hubieran hecho para solemnizar la Exposición, corriente; si hubieran engalanado las calles para el paso de los premiados, magnífico; pero por el reyezuelo, ¡mentecatos, idólatras!...” (CIGES APARICIO, M. Joaquín Costa. El gran fracasado, 1.ª ed., Madrid, Espasa-Calpe S. A., 1930, pp. 73-74).
Mucho mas tarde, CHEYNE, G.J.G., Joaquín Costa, el gran desconocido, Barcelona, Planeta S. A., 2011 (hay edición anterior), p. 97, señala: “Logró (Costa) un traslado a San Sebastián primero y más tarde a Guadalajara, lugar más apropiado a su meta; pero de pronto marchó a Huesca donde se había producido una vacante.”
De modo que en el panel correspondiente a su “biografía” habría que incluir estas notas precedentes, puesto que primero estuvo en Cuenca, luego en San Sebastián, desde donde pasó a Guadalajara (del 20 de noviembre de 1876 hasta junio de 1877), para después trasladarse a Huesca, donde llegó el día 19 de junio, y de allí a Madrid, en 1878.
El quinto y último panel recoge “los grandes temas de Costa”; principalmente conferencias, artículos y ensayos sobre Pedagogía, Justicia y Economía.
Y si al comienzo dijimos que esta exposición constaba de tres apartados, el segundo está formado precisamente por la colección de 25 dibujos (de 35 x 35 cm. sobre papel) debidos al arte de José Luis Cano, que deja su semblanza auto-biográfica en el catálogo que comentamos, y de la que entresacamos el siguiente párrafo: “Algunas veces fui serio y circunspecto pintando; escribiendo, nunca. Mi tesis doctoral era un chiste de 150 páginas que no me atreví a presentar porque me pareció muy largo. Soy más partidario de la brevedad del somarda.” (palabra ésta -“somarda”- que no he visto en el diccionario, y que me temo sea un aragonesismo).
Son dibujos de gran expresividad que dan idea de algunos de los hechos más destacados de la vida de Costa. Así, por ejemplo, el de los curas de La Solana, o el de don Joaquín con los pies metidos en un barreño (puesto que padecía frecuentes dolores), que acompañan a la autobiografía citada y que dan fin a este catálogo, breve y conciso, que merece la pena tener a mano para consultar con rapidez cualquier aspecto referente a Costa.
El tercer apartado es una colección de libros entre los que pueden contemplarse las obras más destacadas de nuestro pensador (quizá se eche en falta una página, tan sólo una, dedicada a ofrecer los títulos más importantes de su vasta producción).
Para resumir, una exposición importante desde el punto de vista pedagógico, ya que -insistimos- la vida y, especialmente, la obra de Joaquín Costa no es todavía suficientemente conocida, y un catálogo sin alharacas, que va directamente “al grano” de lo que se quiere dar a conocer, punto por punto, que es lo verdaderamente sustantivo y el objeto principal de su publicación.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

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