GONZÁLEZ-ALCALDE, Julio,
Cultura material agrícola, pastoril y
apícola del Museo de Guadalajara, Madrid, autoediciones.com, 2014, 144 pp.
Prefacio de Jorge Cela Trulock. (I.S.B.N.: 978-84-616-9777-9).
El Doctor Julio
González-Alcalde es actualmente Conservador del Museo Nacional de Antropología,
aunque con anterioridad ha desempeñado su cargo de Conservador en los museos
Arqueológico Nacional, Nacional de Artes Decorativas, Reproducciones Artísticas
y de Ciencias Naturales (C.S.I.C.) y muchísimas sus publicaciones, algunas
relacionadas con la provincia de Guadalajara, donde ha colaborado últimamente
en Cuadernos de Etnología de Guadalajara,
con sus trabajos “Patrimonio etnográfico: raíces culturales y pedagogía de
nuestro pasado”, números 32-33 (2000-2001) y “Cultura material y arte pastoril
del Museo de Guadalajara”, números 43-44 (2011-2012), así como en el Boletín de la Asociación de Amigos del Museo
de Guadalajara, número 5 (2014), a punto de ver la luz, con el titulado
“Apicultura en el Museo de Guadalajara”, que en gran parte le han servido de
base para la realización del libro que comentamos.
Quisiéramos recordamos
también, por su importancia, el amplio estudio que le sirvió de Tesis Doctoral:
Las Cuevas Santuario y su incidencia en
el contexto social del Mundo ibérico, que defendió en la Universidad
Complutense de Madrid (2002), y fue publicado en 2013.
El libro de González-Alcalde
que comentamos viene a ser para nosotros una especie de “recuerdo del
recuerdo”, es decir, se trata de un traslado al momento actual de numerosas
piezas -aperos, utensilios y herramientas-, objetos al fin y al cabo, que no hace muchos años todavía utilizaron los
agricultores y ganaderos de las tierras de Guadalajara. Piezas que se conservan
en las vitrinas y en los almacenes del Museo de Guadalajara, en su colección
etnográfica.
Julio González-Alcalde ha
ido estudiando, midiendo y fotografiando, una por una, las ciento cincuenta y
nueve piezas que conforman este catálogo de “cultura material”, para darlas a
conocer -re-cordarlas- (con el corazón) nuevamente, mediante un amplio análisis
a modo de conclusión general, con el fin de que las nuevas generaciones sepan
para qué sirvieron y cómo las usaron y trabajaron con ellas sus padres, sus
abuelos y los abuelos de sus abuelos…
El lector del trabajo,
no muy extenso, podrá encontrarse con numerosos utensilios cuyos nombres le
sonarán -según su edad-, pero que con el paso del tiempo van desapareciendo del
vocabulario cotidiano, convirtiéndose en arcaísmos, cuando no desapareciendo
totalmente. Así, tenemos herramientas con nombres tan bellos y sugerentes como
colmenas, yugos (y sus tipos: boyal y yugal), hoces, rastrillos, arados (y todo
el conjunto de piezas que lo componen: mancera, esteva, cama, vilorta, pescuño,
orejera, reja, dental, telera, etcétera), entre esa gran cantidad de piezas
estudiada.
Y es que, como muy bien
apunta en su prólogo Fernando Aguado, Director del Museo de Guadalajara -en el
que se custodian las piezas reseñadas en este libro-: “La industrialización del
ámbito rural trajo como consecuencia la falta de uso de muchos objetos y
también múltiples y rápidos cambios en las formas de vida que se habían
mantenido inalterables durante siglos”, instrumentos para trabajar que
construía el propio pueblo: carpinteros, herreros, que después serían
utilizados en las tareas agrícolas de la siembra, la recolección, el
transporte, el almacenamiento; en las ganaderas y en esas otras, menos
conocidas, a pesar de que Guadalajara es la tierra de la miel, de la
apicultura.
Pero, de repente, ese
mundo de agricultura manual, artesana, cambia de repente y la fuerza animal de
bueyes y mulas se ve sustituida por tractores y cosechadoras; los carros, por
remolques más amplios y menos pesados; las piezas de ordeño ya no sirven y la
leche de cabras, vacas y ovejas se extrae de sus ubres por medios mecánicos; y
en la apicultura, los antiguos vasos de madera -simples troncos de árbol
ahuecados- dan paso a los sistemas más modernos de caja, Layens, donde se
cuelgan los panales…
Pues bien, muchas de
aquellas piezas hoy en desuso, que se conservan en los fondos del Museo de
Guadalajara, constituyen el motivo de este libro. Más de mil doscientas piezas
que fueron recogidas a lo largo de varias campañas realizadas principalmente
entre los pueblos de la Sierra Norte, a comienzos de los años ochenta del siglo
XX, de las que tan sólo una pequeña parte, unas sesenta, se muestran en la
exposición permanente Tránsitos.
Y para mostrarnos esta
selección de piezas, Julio González-Alcalde ha formado una especie de ficha
mediante la que nos las da a conocer a través de su descripción, medidas, usos
y finalidad, procedencia y datación, “pero sobre todo [sabiendo] introducirlas
en su contexto, explicando cómo funcionaban estas actividades, fundamentales en
todos los aspectos de la vida de estas comunidades” (agrícolas, ganaderas,
pastoriles, apícolas…).
Tras una sencilla
introducción, el libro comienza con un apartado destinado a la agricultura,
centrado en los cultivos entonces existentes en las distintas comarcas en que
se divide la actual provincia de Guadalajara; sigue con la ganadería, ofreciendo
previamente unos datos que podríamos considerar históricos, puesto que se
centran en la Mesta y las Cañadas Reales en Guadalajara y entrar de lleno en el
estudio de las materias primas y la elaboración de los objetos y sus usos,
dejando para el final las técnicas y motivos decorativos (ya que aquí introduce
un breve recorrido por las colecciones de cuernas y colodras de algunos museos españoles, a modo de comparación con
otras de la provincia de Guadalajara), y sobre apicultura, sobre la que ofrece
algunos aspectos históricos, una aproximación a la misma, el sistema de
fabricación de las colmenas antiguas y un recuerdo de los aspectos más
destacados de la vida productiva y social en la colmena, para terminar
explicando el proceso de recolección y preparación de la miel.
Unas conclusiones, en
las que incluye importantes datos sobre la legislación nacional y regional que
afecta a la protección de las piezas pertenecientes a la “cultura material”, o
sea, a “los aperos agrícolas y útiles ganaderos y apícolas conservados en la
actualidad [que] son la expresión de una forma de vida ya desaparecida que
formó parte de la existencia de nuestros más próximos antepasados, pero también
de los más lejanos (…) todo un mundo que comenzó a cambiar y finalizó con la
industrialización, puesto que si bien existen la agricultura, la ganadería y la
apicultura, no podemos afirmar que tengan ya relación directa con el desempeño
tradicional de estas actividades que detentaban unos valores tradicionales
incompatibles con el actual desarrollo industrial y de servicios”.
Y añade: “(…) el
desconocimiento, la incuria y el desprecio, actitudes tradicionales hacia estos
bienes patrimoniales, fueron determinantes para que esta herencia de todos los
españoles quedase del ámbito educativo”.
Gracias a la protección
brindada principalmente por las Comunidades Autónomas, estos bienes,
debidamente puestos en valor, han vuelto a ser respetados en el mundo actual
por quienes serán considerados como una herencia cultural a conservar.
La segunda parte del
libro, por así decir, está formada por el propio Catálogo, que comienza por los aperos agrícolas (de labranza, para
cosechar cereales, para trabajos en la era, medidas de áridos, acarreo y
transporte, etcétera, hasta catorce apartados); arte pastoril (tal vez sería
mejor decir aperos pastoriles) (para ganado, perros, monturas, para comer, para
sentarse, etcétera y otros usos varios), y útiles propios de la apicultura
(colmenas, partidera, careta y ahumador).
Muy interesante es la
bibliografía, que abarca las páginas 135 a144.
Un trabajo muy
interesante sobre aspectos que muchas veces han pasado desapercibidos y que de
esta forma podrían convertirse en objetos de recuerdo, para algunos, y estudio,
para otros, especialmente para las nuevas generaciones, desconocedoras, por lo
general, de lo que fue una zoqueta, un pujavante o un arel, o a cuántos kilos
equivale una fanega de trigo.
José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS
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