CRESPO VICENTE, Pascual, “Loa y Danzas de Molina de Aragón a
la Virgen de la Hoz: Una tradición centenaria”, en Cuadernos de Etnología del Baile de San Roque, n.º 26 (Calamocha,
Centro de Estudios del Jiloca, 2013), pp. 93-114. (I.S.S.N. 1136-8029).
No es la primera vez que Pascual Crespo Vicente escribe
sobre las danzas de la Virgen de la Hoz, de Molina de Aragón. La verdad es que
se trata de un tema interesante y apasionante.
En esta ocasión refleja las celebraciones que tienen lugar
en el santuario, que en un tiempo pasado -hasta 1925- fueron coetáneas al “dance”
de Odón -que junto a Bello acudían en procesión al santuario de la Hoz, al
menos desde comienzos del siglo XVI- y que, todavía hoy, los vecinos de Molina
de Aragón siguen conservando en toda su pureza originaria.
Parte para ello desde los orígenes de este locum sacrum o lugar sagrado, la cueva
en que, según la tradición, la Virgen se apareció a un pastor, allá por el
siglo XII. Desde entonces es donde se venera, a pesar de que los de Molina quisieron
la imagen para sí, suscitando la lógica y natural rivalidad, que recoge don
Antonio Moreno en su Nimpha más celestial
en las márgenes del Gallo (1762).
Por su parte, Don Claro Abánades documenta la existencia del
santuario desde el último cuarto del siglo XII, cuando Don Joscelmo, obispo de
Sigüenza, recibe de manos del conde Don Pedro Manrique de Lara, el Monasterium
Sanctae Mariae de Molina, a cambio de la mitad de Beteta. Desde entonces el
santuario comenzó a engrandecerse, hasta su declive tras la desamortización, en
que perdió su capellanía. En la actualidad depende de un patronato y es
atendido por el párroco de Ventosa-Corduente.
Tras estas notas introductorias, Crespo Vicente alude
también a algunas de las celebraciones más importantes que se celebraban, y en
algunos casos aún se celebran, en honor a la Virgen de la Hoz, entre ellas la
romería de los “capirotes” de Tierzo, recientemente recuperada o la que
anualmente, el día Pentecostés, realizaban los vecinos de Odón, quizá en
cumplimiento de algún voto, según puede verse en una pintura votiva fechada en
1768, que se conserva en el pequeño museo del camarín de la Virgen.
Sin embargo, la fiesta más atractiva popularmente hablando
es la de la Loa.
Los vecinos de Molina van en romería y celebran los actos
religiosos propios de ese día, que se complementan con otros, de corte más
profano, como son la propia Loa y las Danzas, que, en su origen se celebraban,
al parecer, el día 8 de septiembre, pasando después al domingo de Pentecostés y
desde hace poco al domingo siguiente al de Pentecostés.
La celebración de este tipo de teatro popular viene de
atrás, al menos de 1864, según puede constatarse en uno de los numerosos
exvotos pictóricos conservados titulado “La Danza Molinesa 1864”.
Tras ofrecer algunos datos acerca del teatro popular en
España y, más concretamente, de los orígenes del teatro popular religioso, pasa
a analizar pormenorizadamente la Loa de Molina, que debe contemplarse en el
contexto de las manifestaciones teatrales populares que todavía subsisten en España,
considerando especialmente la proximidad del “dance” aragonés.
La Loa es un espectáculo complejo donde se pueden encontrar
elementos de diverso origen, sin embargo, la de Molina, a través de los textos
conservados y de su observación directa, responde a otro esquema más
convencional, que también se puede detectar en los “dances” aragoneses: la
pieza teatral (o loa) consiste fundamentalmente en un diálogo entre pastores y
otro diálogo, más dialéctico, entre el Bien y el Mal, a los que siguen las
danzas, de palos y espadas -en este caso- y el castillo del Ángel, elementos
que aparecen salpicados de loas, canciones, casos jocosos, satíricos o de
crítica social, dirigidos sobre todo a las mujeres y que suelen acomodarse al
siguiente esquema:
Procesión y
bienvenida a los peregrinos. Marcha procesional.
Celebración
religiosa.
Rifa
Loa:
Diálogo
de pastores.
Diálogo
o lucha del Bien y el Mal.
Despedida
de los actores.
Danzas:
Obsequios
de los danzantes.
Cuartetas.
Danzas:
de palos por alto, de palos mixta, castillo del Ángel.
Despedida
del Ángel.
Procesión.
Marcha procesional.
Comida de
hermandad.
Después se va describiendo cada uno de los puntos o
apartados anteriores.
La procesión, generalmente a pie, sale desde Molina a
primeras horas de mañana. A la llegada al santuario los peregrinos son
recibidos por el párroco, los piostres y hermanos de la Hermandad de la Virgen
de la Hoz con estandarte, bandera, música y danzantes. Cerca de la explanada, a
unos doscientos metros, en “las Casillas”, se forma la procesión, encabezada
por los danzantes, quienes ejecutan una danza de espadas y broqueles al son de
la solemne marcha. Se trata de una danza ambulatoria de gran atractivo y
seriedad.
En la plaza, frente al estrado se sientan jerárquicamente el
hermano mayor y los piostres de la Hermandad, con sus varas de mando.
Después tiene lugar la misa y las ofrendas de los pueblos
circunvecinos y, una vez que termina la función religiosa se da comienzo al desarrollo
de la Loa que principia con el rezo de la salve y con unos cánticos que resaltan
al Diablo que, enfadado, querrá interrumpir la fiesta.
En el caso de la “Loa del Gallego” -que es una de las
catorce que conserva la Hermandad- son los pastores, mayoral y zagal, o sea, el
pueblo, los encargados de sacar adelante el argumento. Los pastores honrando a
la Virgen, otros personajes tratarán de ilustrar a los asistentes acerca de las
verdades de la fe católica, otros hacen
crítica de las costumbres, mientras el Diablo, como siempre, tratará de impedir
la celebración amenazando con enviar plagas, enfermedades y guerras, aterrorizando
a los pastores, ante lo que intervendrá oportunamente el Ángel para protegerlos
y hacer que el acto pueda continuar, quedando vencido el Diablo, por lo que el
pueblo puede seguir con su fiesta.
Finalizada la representación los actores se presentan uno a
uno, de rodillas, sin máscara, para terminar todos juntos, saludando al
público.
Siguen los obsequios de los danzantes y las cuartetas. Para
lo primero, colocados en dos hileras, cara a la imagen y bajo la dirección del
Capitán de Danza, cada uno de los danzantes da un paso al frente, se arrodilla
y ofrece unos versos a la Virgen, por ejemplo:
Soy un danzante
Señora
de Molina de
Aragón
aunque mi boca
jurase
nunca juró mi
corazón.
Tengo los ojos
puestos en ti,
Virgen Santa de
la Hoz.
¡Viva la Virgen
de la Hoz! (1989, danzante 1.º).
Una vez acabados los obsequios, en idéntica formación, son
los pastores los que lanzan sus cuartetas a los danzantes. El primer par de
versos de la cuarteta lo dice el mayoral y el otro par, el zagal.
Continúa la fiesta con las tradicionales danzas, que corren
a cargo de ocho danzantes y que constituyen un único grupo. Las primeras
mudanzas son de palos por alto, las segundas también de palos, pero por lo bajo,
y las últimas, de espadas.
Y llega el momento de hacer el castillo del Ángel, para lo
que concurren todos: capitán, danzantes, pastores, e incluso el Diablo al ritmo
del “pollo” o “villano”. Forman un entramado con las espadas -equivalente al
techo del castillo- sobre el que se coloca el Ángel -aupado por el Capitán de
Danza y ayudado por el Diablo- que gira un cuarto y se sitúa frente a la imagen
de la Virgen, declamando su oración o “despedida” y con el mismo ritual
desciende del castillete.
Los actos concluyen con una nueva procesión para llevar la
imagen a su ermita a cuya puerta se sitúan los danzantes formando un arco
triunfal con sus espadas, tras lo cual, invitados por la Hermandad, comen
fraternalmente.
Un gran trabajo el de Crespo Vicente que, como hemos visto,
va describiendo paso a paso, con todo detalle, el desarrollo de esta
interesante Loa, merecidamente declarada Fiesta de Interés Turístico Provincial.
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