BOROBIA VEGAS, Francisco Javier, Papeles de Javier Borobia. Notas de andar,
sentir y soñar, Guadalajara, Ed. TresPasos. Diseño y Comunicación, 2014,
204 pp. (Selección de textos y coordinador de la edición: Jesús Orea) (ISBN:
978-84-616-8690-2).
Siempre se ha dicho que las gentes de Guadalajara
somos más bien frías. Yo más bien pienso que somos gentes engañadas y por ello
temerosas. Gentes que, como el gato escaldado, del agua fría huye. En tiempos
pasados muchos fueron los que se rieron de los de Guadalajara y de su buena
fe... Y tal resentimiento pudiera parecer falta de cariño y de afecto. Este
libro que hoy comento viene a demostrar que las gentes de Guadalajara tienen su
corazoncito, puesto que los trabajos que contiene no son más que “piropos” a
esta tierra y a sus gentes, salidos de la forma de ser y de pensar de ese gran
enamorado de su tierra que es Francisco Javier Borobia, hombre empecinado en
demostrar que una tierra ¿pobre? como la nuestra puede dar lo mejor de sí para
que quien la visite se lleve un grato recuerdo: el paisaje y el paisanaje se
unen en estas páginas maravillosamente seleccionadas por ese otro gran amigo
que es Jesús Orea.
Para quienes conocemos bien a Javier Borobia por
haber sido compañeros en el trabajo, colaborado en infinidad de actividades
culturales, compartido mantel, pan y vino, por tantas cosas... estos escritos
no nos suenan nuevos, es más, a lo mejor en alguno que otro aparecen latidos
semejantes, formas de ver las cosas habladas hace tiempo, ideas que surgieron
una noche bajo las estrellas después de unos “versos a medianoche” en Pastrana.
Deseos de regeneración patria igualmente sentidos... pues muchas fueron las
sobremesas o los viajes o los momentos adecuados en que la palabra amable de
Javier se iba por los cerros de Úbeda, se escapaba a propósito de su mente y el
parlamento, más que comentario o diálogo, se hacía precisamente texto, aunque
todavía sin escribir.
Sobre todo me llama la atención la claridad de ideas, el
concepto puro que Javier tiene de las cosas, sin envolturas que lo pudieran
convertir en algo barroco, en lo que prima la “cascara” antes que el “meollo”.
Y Javier es o fue -fue o es- un mago en estas cosas de la
creación pues, no en balde, era capaz de
improvisar un poema o una escena teatral como si tal cosa, siempre con la
sonrisa en los labios y esa mirada lacia, como aburrida, o más bien de irónica
retranca, la mirada de quienes saben muchas cosas y las dicen a los cuatro
puntos de la rosa de los vientos y, a veces no se comprenden porque no se tiene
el mismo grado de interés, de utopía o simplemente de romanticismo mezclado con
algo de bohemia sin pulgas y, sobre todo, de esa bondad desinteresada que
siempre ha caracterizado a Javier.
Este es un primer valor, un primer punto que yo
destacaría de Papeles de Javier Borobia.
Un segundo aspecto a tener en cuenta es, que dos
instituciones, la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Guadalajara, se
hayan puesto de acuerdo a la primera de cambio, para colaborar juntos y ofrecer
este magnífico libro, en cuya edición han tenido tanto que ver Jesús Orea y
Fernando Toquero (TresPasos).
Y, tercero y principal, la recuperación de una gran
parte de la producción literaria de Javier Borobia, que de esta forma puede
llegar a todos los públicos: una parte entresacada de los artículos que desde
su sección “El Mirador”, fue publicando entre julio de 1992 y julio de 1997
-cinco años justos-, en El Decano de
Guadalajara, así como desde esa otra sección denominada “Punto de vista”,
en Noticias de Guadalajara, desde
abril de 2006 hasta enero de 2009.
Un total de ochenta y dos trabajos a los que hay que
añadir otros diez más, publicados esporádicamente en otros medios de
comunicación como Nueva Alcarria, El Día, etcétera. Selección que se
completa con una amplia serie de pregones de fiesta, Navidad y Semana Santa,
entre otros de difícil clasificación, algunos poemas (faceta esta de Javier
poco conocida) y una entrevista que en su día -septiembre del 2000- le hizo
para El Decano Luis Pedroviejo.
A todo este amplio bagaje literario -porque los
artículos de Javier son literatura en su más amplia expresión- hay que añadir
un epílogo escrito “a la limón” por los dos hijos de Javier y Alicia: Rodrigo y
Diego, que lleva por título <<“Sentimentalizar” el verbo>>, una
especie de carta que los dos hacen a su padre, cargada de amor y por tanto
verdaderamente entrañable, ya que no hay nada más bello que los hijos sepan
reconocer pública y agradecidamente lo que han aprendido de su padre y cómo lo
han aprendido, puesto que como él, piensan con Ortega que: “El hombre, más que
biología, es biografía”. Sentimentalizar.
Para quienes no lo sepan, Javier Borobia -para un
pequeño grupo de amigos Parmenio (que es uno de los nombres con que fue
bautizado hace sesenta años: Francisco Javier Luis Vicente Parmenio)-, ha
estado presente en muchísimas actividades culturales de Guadalajara: Festival
Medieval de Hita, Certamen Nacional de
Teatro “Arcipreste de Hita”, Grupo Mascarones, Cofradía de Amigos de la Capa,
Tenorio Mendocino, Gentes de Guadalajara, en la lucha de Don Carnal y doña
Cuaresma, cofradía de la Pasión y de los Apóstoles, además, claro está, de
ganarse la vida como abogado y Técnico de Administración Especial y Jefe de
Servicio de Planes Provinciales de la Diputación Provincial de Guadalajara,
hasta el momento fatídico en que una grave enfermedad le impidió continuar con
su tarea cultural, una asumida devoción que Javier siempre supo llevar con orgullo por cariño y
amor a esta su tierra de Guadalajara.
Pero, volviendo a lo anterior, quien lea los
artículos que se agavillan en este libro, se dará cuenta de que en su autor, en
Javier, hay unos motivos que son factor común de casi todos sus escritos: el
gran amor que manifiesta por su tierra, por Guadalajara y por las gentes que la
pueblan, un amor que en muchas ocasiones excede los límites provinciales y
llega a ser ampliamente castellano para, al fin, ser hacia toda España, con un
patriotismo puro y serio, ahora que parece que ser patriota no se lleva, quizá
por ciertos conceptos mal entendidos.
Aunque de ese amplio amor hacia la tierra de
Guadalajara yo destacaría el amor especial que Javier pone de manifiesto cuando
escribe de la Sierra del Ocejón, de sus pueblos “negros”. ¿Es ello una
pervivencia de aquel tiempo -ya lejano- en que compartió casa en Valverde de
los Arroyos? ¿De aquellos años en que la ascensión anual al Ocejón era casi un
rito? Para allí, desde la cima (si el clima lo permitía), pensar en tanta
tierra, en la vasta extensión que se contempla, en tantas gentes que laboran en
busca de su sustento, que viven -cada cual como puede- y que ríen cuando llega
la fiesta de su Virgen a la que celebran con misas, cánticos y alguna que otra
licencia, feriando al hijo o al nieto con un camioncillo de madera o al menos
con unas peladillas, si el año ha sido bueno.
Ese hombre que forma el tejido humano de esta tierra
dura, cuyas entrañas cuesta tanto arañar para sobrevivir, mientras se espera la
llegada de la Parca y nos lleve sin sufrimiento, como si no pasase nada. Un
tránsito más de esta vida, definitivo.
A Javier le anima el Ocejón, su sagrado Ocejón... recuerdo
con qué cariño lo mencionaba cuando, desde la ventana de la emisora de radio,
veíamos el pico en la lejanía y sonaban los primeros aires de la sintonía del
Guardilón...
Sí, el padre Ocejón, con toda su carga mitológica...
Hoy, Javier, no me atrevo a escribir más y creo que
lo mejor de todo, lo más recomendable, sería que quienes quieran conocerte
mejor lean tus Palabras...
Un fuerte abrazo.
¡Javier Borobia! Un POETA inmenso disfrazado de funcionario. Javier, ya te lo escribí una vez, me hiciste fácil -junto a José Antonio Largo- lo que se me ofreció difícil. Mis recuerdos de aquel tiempo te tienen en un lugar preferente de mi memoria. Mis mejores deseos para ti, GRAN PERSONA. (Priscila. De Alcalá)
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