Concejo
de Centenera, Centenera 1870-1975.
“Volver a verte”, Guadalajara, Ayuntamiento de Centenera/Intermedio
Ediciones, Febrero 2009, 128 pp. (29,5 x
21 cm.).
Centenera
1870-1975 “Volver a verte” es el título del libro que comentamos hoy y que fue
editado por su concejo, acogiéndose al Programa “Los Legados de la Tierra”, que
tanto hizo por la salvaguarda de la fotografía en los pueblos de Castilla-La
Mancha.
Como
en casi todos los casos anteriores se trata de un libro compartimentado según
un esquema parecido.
Comienza
con un “Saluda” del entonces Alcalde, en el que da constancia de la importancia
que tiene este tipo de libros, con las siguientes palabras:
“Antes de
comenzar el trabajo de este libro y al ver otros realizados en otros pueblos,
me parecía imposible, y así lo sigo creyendo, resumir en cien páginas la
historia de un pueblo, ni siquiera la de una persona. Pero también me he dado
cuenta que no es ese el fin, sino que lo que se pretende es tener recogidos
momentos de nuestra historia, de nuestro pueblo, de nuestras familias. Momentos
que han marcado quién somos y donde estamos.
Parece pues
interesante guardar este catálogo en un lugar especial de nuestras vidas. En
sus hojas, en cada foto, en sus textos, encontraremos algo de nosotros, de
nuestros antepasados.”
Unas
notas históricas, a modo de introducción, dan paso al libro propiamente dicho,
que lo hace con una visión general titulada “El Concejo”, y que a su vez
comienza con una serie de “Recuerdos y vivencias de Centera”. Una página escrita
por Luis Herranz Riofrío, a la que siguen cincuenta y cuatro fotografías en
blanco y negro, fechadas entre mediados de los años cuarenta y comienzos de los
setenta, incluyendo además una interesante muestra de seis perteneciente a los
fondos de Tomás Camarillo conservadas en el CEFIHGU de la Diputación Provincial
de Guadalajara: “Iglesia parroquial. Puerta con clavos, herrajes y llamadores
estilo Renacimiento”, “Iglesia parroquial. Estilo Renacimiento” (en realidad se
trata de un expositor), “Vista general” (el palacio de Ibarra en primer plano),
“Iglesia parroquial. Cartelas de talla dorada con escudos y adornos
Renacimiento siglo XVII” (¿?), “Iglesia parroquial, Virgen Románica. Siglo
XIII” e “Iglesia parroquial. Tenebrario de estilo plateresco. Siglo XVII”.
Entre
las fotos de los años setenta hay una en la que pueden verse los restos del
avión norteamericano que se estrelló en las proximidades de Centenera en junio
del setenta y uno. El resto corresponden a gentes del lugar y a labores
agrícolas y ganaderas.
“Vidas
privadas” es el segundo bloque y, al igual que el apartado anterior, comienza
con un texto, no muy largo, de Marisol Galdón, una mujer que descubrió los
encantos del pueblo tras vivir el tráfago urbanita. Lleva por título “2001:
Odisea en Centenera” y continua con una amplia colección de fotografías en las
que se recogen bautizos, bodas, comuniones y tiempos compartidos: es decir,
temas matrimoniales, del colegio, niños (algunos a lomos de un caballo de
cartón o en coche ficticio).
Una
página registra los nombres de quienes dejaron sus fotos de familia para la
confección del libro, que continua con otro apartado, quizá el más breve,
“Rincones de Centenera”, cuya introducción corresponde a Yolanda Ventosa Gómez,
que junto a Mercedes Espada, se encargó de las ilustraciones y de ir acopiando
las fotos cedidas y de ir escaneándolas para su posterior publicación.
Sigue
el capítulo “Entre nosotros”, que en esta ocasión se inicia con un trabajo de
M.ª Pilar Monge Espada acerca de los apodos de las gentes del pueblo, como “Una
forma tradicional de identificar a las personas en los pueblos: “apodos y/o
motes”. En él se incluyen las fotografías de dichas gentes: grupos de amigos en
fiesta, endomingados, cosiendo, jugando, en bici, en el palacio, en la puerta
de su casa, en la presa del Lagar tomando un baño, o en las Cañadas; algunas de
familia.
El
apartado de “Retratos”, que abre Antonio Martínez Arguedas con un texto
titulado “Del pasado al presente”, refiere las diferencias existentes entre el
pueblo de hace cincuenta años y el actual. Las fotografías son más antiguas;
algunas están fechadas hacia 1875, 1890, a finales del siglo XIX y otras son de
comienzos del XX; pocas llegan a la meta del año 75.
No
podía faltar el apartado de los “Militares” con introducción, en este caso, de
Roberto Gómez Monge que firma el texto titulado “Identidades”, una hoja en la
que habla del tiempo pasado y la huella que ha ido dejando. Las fotos más
antiguas datan de 1870 y 1911 y las demás van evolucionando. Son, generalmente,
fotos de estudio, con poses muy estudiadas y fondos decorativos pintados en
telones de fondo. Al igual que sucede con los retratos anteriormente citados,
ninguna aparece firmada. Llama la atención, en este último apartado, una imagen
de la guerra civil (1937), de grupo.
Finaliza
el libro con el capítulo sobre las “Fiestas” y el trabajo “Pincelada coral”, de
Ángel Salvatierra, que agrupa fotografías de la procesión de Santa Águeda, la
patrona; de los toros, y algunas de grupo -divirtiéndose en las fiestas de los
años 71 y 72-.
Una
foto final incluye un amplio pie en el que se dice:
“Esta última
foto representa algo más que un grupo de personas, son un grupo de amigos
unidos por un lugar común, por una vida en común. Con un pasado que les unió y
con un futuro que compartirán. Principio y fin, fin y principio. Con esta foto
ponemos el punto y final a este catálogo, pero abrimos la puerta para que
también sea el punto y seguido, el principio de una próxima exposición y
catalogación de los recuerdos más cercanos a la memoria”.
Sería bueno seguir y
ampliar este libro con otros que ofrezcan más datos del pasado de Centenera,
pero, de momento, aquí queda esta entrega que ya deja una huella cara al
mañana.
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