lunes, 20 de mayo de 2013

Los Molinos del Cifuentes


BERMEJO BATANERO, Fernando y GARCÍA LÓPEZ, Aurelio, Los molinos y las fábricas de papel del río Cifuentes, Guadalajara, Ediciones Bornova A.T.C. S.L., 2012, 300 pp. (ISBN: 978-84-938199-8-9).

Contando con la colaboración de la Central Nuclear Almaraz-Trillo y de los Ayuntamientos de Cifuentes y Trillo, la editorial Bornova ha editado este interesante libro escrito por Fernando Bermejo Batanero y Aurelio García López que “a la limón”, mitad por mitad, lo han escrito para dejar constancia de un tema, el de los molinos de agua y de papel del río Cifuentes, hasta hace relativamente poco tiempo, unos diez años, escasamente estudiado.
El libro se divide en dos partes.
La primera, que lleva por título “Los molinos hidráulicos del río Cifuentes”, se debe a la autoría de Fernando Bermejo Batanero y en él se analiza pormenorizadamente la existencia de dichos molinos a través de la no muy amplia historiografía alcarreña, en la que destacan los trabajos de Leopoldo Medina del Cerro, “Molinos de Guadalajara”, (Cuadernos de Etnología de Guadalajara, 32-33 (2000), 155-248); Antonio Berlanga Santamaría, Etnografía y arquitectura popular en el Señorío de Molina (Guadalajara, 2008) -del que tuvimos el honor de escribir el prólogo-, y Eulalia Castellote Herrero, Molinos harineros de Guadalajara, editado en 2008 por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha a través de su Consejería de Turismo y Artesanía, en el que su autora realiza un profundo estudio tipológico basado en los datos que proporcionan las Relaciones de Felipe II y el Catastro de Ensenada, además de otros trabajos más puntuales presentados al V Congreso Internacional de Molinología (Alcázar de San Juan, Octubre 2005), entre otros, pasando posteriormente a ubicar geográficamente al río Cifuentes hasta Trillo, que a pesar de su escasa longitud -unos diez kilómetros- y gracias salvar un desnivel de más de ciento cincuenta metros, fue utilizado desde la antigüedad como fuente de riqueza a través de la instalación de molinos, batanes, serrerías, etcétera.
Gran interés tienen el tercer apartado, que consiste en una introducción histórica sobre el uso de los molinos hasta el siglo XVI, centrada exclusivamente en la comarca cifontina: el surgimiento de los primeros molinos, su aprovechamiento a lo largo de la Edad Media por los concejos, la nobleza y la Iglesia, con la consiguiente consolidación de los mismos tras la Reconquista y la desanexión de Trillo del Común de Atienza, creando su propio Señorío, así como el auge que la molinería alcanzó gracias doña Mayor Guillén y sus herederas, que continuaría con don Juan Manuel hasta la llegada de la Casa de Silva, con su auge y posterior decadencia con los Silva menores, y el cuarto, en el que Bermejo Batanero da una amplia visión de los molinos hidráulicos durante el periodo comprendido entre los siglos XVI y XX, en el que tienen cabida los que figuran tanto en las anteriormente mencionadas Relaciones Topográficas de Felipe II, como las Respuestas Generales al Catastro de Ensenada, así como numerosos pleitos surgidos por la posesión de los molinos asentados a la orilla del río Cifuentes, en especial por el molino de la Balsa,  hasta llegar al inicio de su ocaso, a finales del siglo XIX, con la consiguiente transformación en centrales eléctricas -“fabricas de luz”- en clara competencia con los molinos harineros y la pervivencia de alguno de ellos durante el siglo XX como los llamados “de la Balsa”, “de las Monjas”, “de la Cuesta”, los de Gárgoles de Abajo y de Arriba, el “del Martinete” y los molinos “urbanos” de Trillo, hasta llegar al momento actual.
La segunda parte, escrita por Aurelio García López,  lleva por título “Molinos de papel en el río Cifuentes”, aunque, en realidad, su contenido no se adapte al título mencionado puesto que son muchos los datos que su autor ofrece referentes a otros espacios geográficos, así la Sierra Norte, el Señorío de Molina, la cuenca del río Dulce, además de algunos molinos alcarreños -tanto de la Alcarria Alta como de la Baja-, situados en la cuenca del Tajo, como los de Pastrana, o en la del Tajuña, como el “de Cívica”.
Datos que sirven a modo de introducción al estudio de la molinería del papel hasta llegar a los de la cuenca del Cifuentes, centrado en detalle en los molinos de Gárgoles de Abajo, cuya creación se debió al obispo ilustrado Juan Díaz de la Guerra y del que posteriormente hizo donación al hospital de San Mateo de Sigüenza, -en el que el lector puede entrar con todo detalle a través de multitud de datos referentes a su maestro papelero (Miguel Vicioso Bernal), a los oficiales que en él trabajaron, o a la elaboración, producción venta del papel (con amplio mercado en Madrid)-, hasta llegar a constituirse propiedad de Santiago Grimaud, en que cobró gran importancia gracias a la calidad alcanzada por los distintos tipos de papel, y a la posterior desamortización en que pasó a la familia Recuero, y de Gárgoles de Arriba, que también perteneció a Grimaud hasta su cierre con la invasión napoleónica y su posterior apertura como fábrica del papel moneda de la Junta de Comercio y los Bancos de San Carlos y de Isabel II.
Un pequeño apartado sobre los molinos de Trillo cierra el trabajo, que completan unos anexos documentales, además de una extensísima bibliografía y un índice onomástico.
Un libro, en fin, verdaderamente importante para el mejor conocimiento de esta parcela de la arqueología industrial, tan en boga, que es la molinología, -que cada día capta más adeptos-, puesto que se trata de una exhaustiva memoria documental y gráfica de tan amplia variedad de molinos, construcciones que en la mayoría de los casos no han llegado a los tiempos actuales más que a través de algunas escuetas ruinas y topónimos menores.

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